Visionaria, juguetona, fantástica e ilusoria, Remedios vino literalmente a remediar. Sus padres habían perdido a su más reciente hija, y decidieron que la siguiente llevaría el nombre que pudiera aliviar la pérdida de otro ser, y de ahí que se le bautizara Remedios. Nació en la Provincia de Gerona, pero antes de cumplir los 10 años su padre llevaría a su esposa e hijos en busca de mejores horizontes, y luego de una corta permanencia en Marruecos la familia regresaría a España para establecerse en la capital. Dos cosas acompañaron a Remedios durante toda su vida: sus quebrantos del corazón debido a insuficiencias cardiacas y su inclinación natural por la pintura. A sus 15 años Remedios recibe instrucción básica en un colegio católico, e incentivada por el librepensador que fue su padre, la futura pintora se convierte en una de las primeras de su género en ingresar a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde además de estudiar la teoría de sus primeras pinceladas tendría la oportunidad de compartir tertulias y encuentros con personajes célebres de la época, como el caso de Salvador Dalí y Federico García Lorca. Para 1930 participa de su primera exposición, y una vez acabados sus estudios conocerá a quien será su primer esposo y con el cual se establecerá en París. Al cabo de dos años regresará a España, esta vez en la Barcelona caldeada por una política volátil, donde establecería su estudio de arte, y aunque tuviera que arreglárselas para vivir del oficio de diseñadora publicitaria. Ese mismo año se dejaría con su esposo, y empezaría a introducirse en el ámbito del creciente círculo de surrealistas liderados por André Breton. Fue así como Remedios pasaría a formar parte del movimiento catalán conocido como Logicofobista, corriente artística cuyas pretensiones declaradas en un reglamento proponían representar la psique humana, los estados oníricos, la profundidad del alma, siendo una de sus tácticas más apetecidas la del divertido desafío de crear un “cadáver exquisito”. Trátese de un poema o una pintura, el juego consiste en una obra realizada por varios, una representación colectiva que va siendo elaborada por piezas, y en donde cada participante, desconociendo el resto del relato o de la pintura, agrega unos versos o un par de pinceladas, dando como resultado una propuesta enigmática, fabulosa, hilarante y desde luego siempre nueva e inesperada, salida del ingenio de muchos. Un año más tarde participó en la exposición de la librería Catalònia de Barcelona, destacándose sus pinturas tituladas Composición y L’Agent Double. A partir de ese momento Remedios comenzaría a perfilar su estilo particular, distintivo, ciertamente único. Es entonces cuando se da inicio a la Guerra Civil Española, y apenas iniciada la lucha conoce al poeta surrealista Benjamin Péret, a quien se referirá años más tarde como “su gran amor”. Para 1937 la pareja decide exiliarse en París y viajar por rutas distintas. Finalmente se instalan en la capital francesa, donde Remedios se codeará con los más prestantes exponentes de la pintura, figuras representativas como Max Ernst, Joan Miró, Dora Maar y Leonora Carrington. Frecuentaba con devoción el café Les Deux Magots, donde solían celebrarse tertulias surrealistas y reuniones de bohemios. Le gustaba vestirse de torero, vender pasteles en la calle y enviar cartas anónimas a destinatarios elegidos al azar. Por aquellos años su compromiso consistió en dedicarse a jugar, es decir, a hacer arte. Nunca conseguiría vivir de su vocación de pintora, pese a lo cual nunca pararía de pintar. Durante su vida desempeñaría varias labores que pudieran garantizarle el sustento, y fue así como decoraba instrumentos musicales, trabajó en la utilería, el montaje y el vestuario de espectáculos teatrales y películas, hizo de locutora y traductora, e incluso falsificó algunas obras que le habían pedido imitar. Desinteresada por los asuntos materiales, la artista no tenía reparos en andar regalando sus pinturas, como sucedió con la mayoría de sus obras, justificándose en que para ella lo que realmente importaba era el proceso creativo y no el destino de la obra en sí. En 1937 algunas de sus pinturas integran la colección de la Exposición Internacional del Surrealismo, celebrada en Tokio, donde su obra Le désir tuvo un gran impacto, y así mismo hizo presencia en las exposiciones de París y Ámsterdam. Por aquellos años serían varias las revistas que publicaron algunas reproducciones de sus obras. Por esos días su esposo es arrestado por negarse a participar en la Segunda Guerra Mundial, e igual suerte correrá Remedios, pero una vez puestos en libertad y ante la inminente invasión nazi, la pareja decide exiliarse en la Francia de Vichy y luego migrar a Marsella, donde estarían a la espera de un visado que los llevaría a cruzar el océano hasta arribar en las costas mexicanas. Nunca más volvería a España. La pareja haría una corta pausa en Casablanca, Marruecos, para luego recibir una grata acogida del país azteca, donde sus políticas ofrecían proyectos laborales y sustento para refugiados europeos. Ya Remedios era reconocida en México, donde un año antes había hecho presencia con sus pinturas participando en la Exposición Internacional del Surrealismo llevada a cabo en la Galería de Arte Mexicano, donde se destaca su cuadro titulado Recuerdo de la Walkyria. Durante la década siguiente, Remedios continuaría ganándose la vida con trabajos publicitarios, tareas artesanales y decorativas, además de intimar con los más notables artistas del momento, tales como Octavio Paz, y la pareja Frida Kahlo y Diego Rivera, y así también con la pintora Leonora Carrington, cuya amistad fue para ambas una poderosa combinación que alentaría en cada una su formación como artista. En 1946 se casa con su amado Péret, pero un año después se divorcian y él se regresará a Francia, y sin embargo seguirían unidos en una amistad que se prolongaría hasta la muerte del poeta en 1959. Ese mismo año viaja a Venezuela en una expedición científica y allí se reencuentra con su madre y su hermano, para después volver a la capital mexicana y continuar con sus oficios como artista gráfica e ilustradora publicitaria. En 1952 contrae matrimonio con un hombre que admiraba su trabajo y la incentivó a que no declinara en su vocación más honesta, brindándole a su esposa una cierta estabilidad económica y sentimental hasta el día de su muerte. A mediados de la década de los cincuentas Remedios da a conocer por primera vez su obra en una exposición colectiva, y un año más tarde se atrevería a presentarse de manera individual. En 1958 es galardonada en el Primer Salón de la Plástica Femenina en las Galerías Excélsior. Preciosista, minuciosa y detallista, su obra está pintada con los colores de su propia alma, su inevitable misticismo en la que se combina lo divino y lo demoniaco, lo material y lo espiritual, su contacto permanente con los sueños y con el mundo del inconsciente, su interés en la alquimia y el psicoanálisis, la ciencia y la naturaleza, y esa imaginación entreverada en lo esotérico y lo mágico. Ante el descontento y la carencia de sentido del mundo externo, Varo apelará a su mirada interna para sacar de allí las imágenes bizarras con las que supo retratar su alma. Se destaca la figura femenina como la bruja, la maga, la hechicera, conocedora de un poder superior y dotada de virtudes, ligada al mundo de lo trascendente e incorpóreo. La mujer no adquiere la clásica representación de lo carnal sino que seduce o embruja o inspira por su grandeza dentro del campo del espíritu. La mujer ya no como un referente físico sino espiritual. Es así como sus trazos y su estilo es absoluto y característico, original, fácilmente reconocible, ciertamente es solo a ella a quien le pertenece. De su pintura de 1960 titulada Mujer saliendo del psicoanalista la autora expresaría lo siguiente: “Esta señora que sale del psicoanalista arrojando a un pozo la cabeza de su padre (como es correcto hacer al salir del psicoanalista). En el cesto lleva otros desperdicios psicológicos: un reloj, símbolo del temor de llegar tarde, etcétera. El doctor se llama Dr. FJA (Freud, Jung, Adler).” Y así se refiere respecto a su obra conocida como Ascensión al monte análogo, obra cargada de simbolismo como todas las demás, y en donde las figuras humanas son siempre alargadas, estilizadas, puntudas: “Como veis, ese personaje está remontando la corriente, solo, sobre un fragilísimo trocito de madera y sus propios vestidos le sirven de vela. Es el esfuerzo de aquellos que tratan de subir a otro nivel espiritual.” De su tríptico que comprende las obras Hacia la torre, Bordando el manto terrestre y La huida, la autora sugiere que se trata de una representación artística de su propia realidad surrealista. A pesar de ser una contemplada del pueblo mexicano, Varo no se nacionalizó nunca ni tampoco renunció a su condición de española, y aunque jamás más volvería a su país natal. En 2008 la ciudad de Barcelona quiere rendirle un homenaje con una placa conmemorativa en medio de un parque llamado “Jardines Remedios Varo”, y ese mismo año la universidad de esa ciudad dictó algunos seminarios en los que se quería difundir la obra de la pintora española, que pese a todo aún sigue siendo desconocida. A sus 55 años se encontraba trabajando en sus últimas obras, Naturaleza muerta resucitando y los bocetos de Música del bosque, cuando entonces sufrió un infarto de miocardio que le ocasionó una muerte fulminante. André Bretón dijo que “el surrealismo reclama toda la obra de una hechicera que se fue demasiado pronto”. Muchas de sus pinturas se conservan en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. En años recientes la escritora cubana Zoe Valdés ha querido dar a conocer su historia por medio de la novela La cazadora de astros. Una poeta de la pintura, Remedios Varo está en esa misma categoría en la que figuran las más grandes, y su pintura de impacto, perturbadora y sugerente, hace parte de un imaginario irracional que nos evoca un mundo que no es definitivamente de este mundo, fue el mundo que nos legó Remedios Varo.
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