Rodeada de animales y plantaciones, Rachel gozó de una infancia enmarcada por el entorno de la naturaleza en pleno, y en su soledad solía explorar las grandes hectáreas de la granja en la que pasaría sus primeros años de vida, a orillas del río Allegheny, en Pensilvania, interesándose desde muy niña por estudiar la vida y el comportamiento de los animales y los ecosistemas de los que hacían parte. Oculto entre las raíces, Rachel descubriría un enorme caparazón fosilizado que la haría fantasear con las especies acuáticas que un día poblaron esas tierras. Fue una apasionada lectora, y antes de alcanzar la pubertad ya había leído a afamados autores que inspirarían sus fantasías marinas, tales como Herman Melville, Joseph Conrad y Robert Louis Stevenson. Escribía historias que tuvieran por personajes principales a los animales, el agua, los árboles, y a los 11 años haría su primera publicación en esa revista que seguía desde hacía algunos años y que le ayudaría a despertar su más sincera vocación, la de amante de la naturaleza. Cursó sus estudios de primaria en su pueblo natal, y completó la secundaria en otro instituto en el que se destacó como la de mejor rendimiento académico -a juzgar por su promedio- entre un grupo de unos casi cincuenta estudiantes. Comenzó sus estudios universitarios de Literatura Inglesa en el College for Women¸ pero muy pronto reconoció la fascinación innegable que la seducía a conquistar los ríos, las lagunas, los mares, los océanos y el agua toda, y desertó del estudio de lenguas porque lo suyo sería en adelante escuchar el idioma de la naturaleza, para comunicarle al mundo ese mensaje que nos revelaban unas voces que hasta entonces parecían enmudecidas. Siguió colaborando con artículos para el suplemento literario del periódico estudiantil, y permaneció un año más en el College for Women, a pesar de haber sido admitida en la Universidad Johns Hopkins para cursar sus estudios de Biología Marina, y esto porque la situación económica de su familia no le posibilitaba dedicarle tanto tiempo a su preparación académica, ya que su padre y su hermana habían muerto y tendría que ser ella quien se encargara de velar por su madre, su otra hermana y sus sobrinos. Sin embargo Carson no descuidaría su pasión acuática, y unos meses después continuaría un posgrado en el Laboratorio de Biología Marina de Masachusets. En 1929, tras lograr su título, y después de haberse graduado con la distinción Magna Cum Laude, Rachel conseguiría matricularse finalmente a la carrera de Zoología y Genética, y para 1932 ya se estaría graduando con honores, e incluso cursaría una maestría que la especializaba en el mundo animal. Quiso avanzar en sus estudios aplicando para un doctorado, pero nuevamente las condiciones económicas no la favorecerían, por lo que decidió dedicarse a trabajar de tiempo completo como profesora de planta. En 1935 pasó a formar parte de la Administración de Pesca y Vida Salvaje, además de colaborar para el Baltimore Sun y el Atlantic Monthly con la redacción de textos informativos y artículos relacionados a la historia natural, e incluso escribió guiones para la radio, todos estos enfocados en el tema que la obsesionaba: el mundo de los océanos. Sus publicaciones tendrían una gran acogida no sólo entre los críticos, sino también entre un público conformado en general por una generación que empezaba a interesarse en las reflexiones que cuestionaran a fondo el uso que el humano estaba haciendo de los recursos naturales que nos ofrecía el planeta. Capaz de interactuar con el agua y con los peces, sintiendo que su voz podría tener un protagonismo en los nacientes movimientos ecologistas, Carson comienza su prometedora carrera como limnóloga, y a inicios de la década de los años cincuenta se entregaría por tiempo completo a la tarea de consagrarse como una escritora naturalista. Sin embargo tendría que oponérsele a la sociedad que condenaba a las mujeres a otros destinos más convencionales, siendo así que en un principio se le negara el acceso a abordar el barco que la llevaría a recorrer los océanos en una tarea investigativa encomendada por la Oficina de Pesca, y esto únicamente por su condición de ser mujer. Finalmente consiguió el permiso para integrar la comisión que tripulaba el Albatros III, y fue durante esta expedición que navegaría las torrentosas aguas de Maine donde Carson se inspiraría para escribir su libro The sea around us, con el cual lograría conquistar un amplio reconocimiento al posesionarse durante 39 semanas como el libro más vendido, y figurando durante un año más en la lista de los Bestsellers, y consiguiendo ser galardonada con el National Book Award, la Medalla de Oro de la Sociedad Zoológica de New York, la Medalla John Burroughs y la Medalla de Oro de la Sociedad Geográfica de Filadelfia, y diez años más tarde se realizaría un documental basándose en este libro, y que a la postre acabaría ganándose el Premio Oscar a Mejor Documental. Por medio de un lenguaje poético Rachel Carson logró ganarse el cariño de un público de lectores que esperaban por conocer sus próximos trabajos, traducidos ya a más de treinta idiomas, y que finalmente se convertirían en una trilogía, cuando presentara finalmente los otros dos libros que complementaban su obra: The Edge of the sea y Under the sea wind. Este último libro, que sería durante siete meses uno de los más vendidos según el New York Times, surgiría a partir de un artículo que había publicado unos años atrás, logrando dominar para ese momento el arte de la retórica y enterarnos a todos de los problemas científicamente demostrados que estamos generando en la vida planetaria. Ella se encargaría de visibilizar las condiciones en las que estaba la naturaleza a la que seguíamos maltratando y dilapidando sus recursos, sin cuestionarnos respecto a estos irreparables descuidos. En sus libros Rachel Carson recopilaba sus estudios e investigaciones respecto a la vida en los océanos, desde sus orillas hasta sus profundidades, y la grata acogida que obtuvo con la venta de estos le garantizarían la solvencia económica que la motivarían para entregarse de lleno a su misión de comprometida ecologista. “Si en mi libro hay poesía sobre el mar no es porque lo expresé deliberadamente, sino porque nadie podía escribir con sinceridad sobre el mar y dejar de lado la poesía”. Su gran talento como escritora y su sensibilidad y conocimiento de la naturaleza, además del lenguaje cercano con el que narraba historias y relatos que explican el maltrato humano contra su entorno y los daños concretos e irreparables que nuestra especie estaba perpetrando, le valieron una cantidad de adeptos que se sumaban a sus reflexiones, así como una cantidad de detractores que veían amenazados sus intereses personales en las conclusiones científicas que Carson estaba gritándole al mundo. Hacia finales de la década de los cincuenta Carson se sintió atraída por los problemas ambientales desatados por los métodos empleados en los cultivos pertenecientes a las grandes industrias agrícolas, y volcó su mirada hacia los venenos y plaguicidas utilizados en las plantaciones, y que ella insistía se estarían acumulando indiscriminadamente en toda la cadena alimenticia, poniendo en riesgo la vida de todas las especies, incluyendo la humana: “Polvos y aerosoles ahora se aplican casi universalmente a granjas, jardines, bosques y hogares. Productos químicos no selectivos que tienen el poder de matar todos los insectos, a los “buenos” y a los “malos”, de calmar el canto de los pájaros y el salto de los peces en los arroyos, de cubrir las hojas con una película mortal para luego permanecer en el suelo. Todo esto aunque el objetivo deseado pueda ser sólo unas pocas hierbas o insectos”. Por aquellos días la muerte de su otra hermana la llevaría a mudarse a los campos de Maryland para acompañar a su madre y hacerse cargo de sus sobrinos, y sería desde allí donde podría confrontar cara a cara la parte tangible de sus nuevos intereses, para poder documentar y testimoniar el uso indiscriminado de pesticidas, que al parecer estaban menoscabando la salud humana y poniendo en riesgo los distintos ecosistemas. Apoyada por científicos y activistas que compartían sus mismas preocupaciones, Carson estudiaría a fondo y durante los próximos cuatro años los problemas ocasionados por el uso del DDT, y sus conclusiones las pondría de manifiesto en su obra más influyente y reconocida, Primavera silenciosa, publicada en 1962, y que de inmediato se convirtió en un éxito de ventas a nivel internacional. Sus estudios revelaban los perjuicios futuros y catastróficos que amenazaban la vida silvestre con el empleo de una sustancia tóxica, cuyo descubrimiento le había valido a su creador el Premio Nobel, y que además ponía en jaque a la consolidada industria química que ya había desplegado su economía de pesticidas con la fabricación específica del premiado DDT. Fue su elocuencia al momento de exponer sus preocupaciones y la elegancia sutil de su prosa poética, lo que la acercaría cada vez más a un creciente número de lectores, y con este último libro Carson acabaría por convertirse en un referente primordial que le daría forma y concretaría el movimiento ecologista, despertando la conciencia de una época que tenía el deber de dar la cara a estos asuntos, pero que hasta ese momento no se daba por enterado, consiguiendo así que muchas personas despertaran su interés y preocupación sobre los temas tocantes al medio ambiente, y consolidando una revolución en favor de la naturaleza que acabaría por contagiar al mundo entero. Por esta gran influencia y por su propuesta contestaria, Rachel sería tildada por sus opositores como una “fanática de la naturaleza”, una simple escritora de ficción, una amargada “solterona histérica”, e incluso la tildaron de ser “comunista”. Nada de eso. El tiempo acabaría por darle la razón, cuando pudieron comprobarse los innegables estragos que el DDT y otros pesticidas estaban ocasionando en los ecosistemas, logrando explicar la complejidad de la naturaleza, en donde cada parte está intrínsecamente unida a todas las demás, y cómo cualquier acción o evento afecta de manera indirecta a todo un ecosistema del que también el humano hace parte, y por lo que tendrá que padecer las consecuencias. “Todavía hablamos en términos de conquista. Todavía no hemos madurado lo suficiente como para pensar que somos sólo una pequeña parte de un vasto e increíble universo… La actitud del hombre hacia la naturaleza es hoy de importancia crítica simplemente porque ahora hemos adquirido un poder fatídico para alterarla y destruirla”. Finalmente, y pese a las combativas empresas químicas, el DDT sería prohibido en Estados Unidos, y otras legislaciones de otros países también se unirían para erradicar estos pesticidas en sus procesos agrícolas, lo que unos años más tarde traería de regreso la proliferación de la malaria en los cultivos, razón por la cual había sido usado en principio el polémico compuesto químico del DDT, desatando de nuevo la controversia y los debates respecto al uso de pesticidas. Rachel quiso anticiparse a las consecuencias que se avecinaban para un mundo que aun se empeñaba en permanecer adormecido frente a los cambios ambientales que se estaban generando en todo el planeta a causa del impacto humano. Carson sería esa luz que de momento nos haría reparar en cuál es nuestra postura frente a los recursos que la naturaleza tiene para ofrecernos sin que causemos daños irreversibles que lamentarán las generaciones venideras. Murió a la edad de los 56 años a causa de un cáncer de mama, y unos años después de su muerte se crearía la Agencia de Protección Ambiental en Estados Unidos, siendo este el gran logro en su batallar, y aunque ya no estuviera para celebrarlo. Sin embargo es a ella a quien se debe en gran parte esta organización necesaria que hoy supervisa, controla y vigila los distintos métodos para llevar a cabo los procesos industriales, además de cuidar por la preservación ambiental y difundir la investigación y el conocimiento de la naturaleza. Así mismo, de manera póstuma, Rachel Carson sería homenajeada por el presidente Jimmy Carter, quien la condecoró con la Medalla de la Libertad. Su obra y sus aportes también servirían para destinar un día del calendario y celebrar el Día de la Tierra, y su nombre es sin duda el de un ícono del consecuente movimiento conocido como ecologismo, pionera en las ideas de un desarrollo sostenible e ideóloga de una sociedad con conciencia ambiental.
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