Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Nellie Bly (1864-1922)

“Vita via est”, reza el latinismo. Eso fue la vida de Nellie Bly, un viaje. Y no fue poco lo que se prometió, no eran cortos sus sueños, y así pues no permitía que le dijeran que no. Ella lo intentaría hasta conseguirlo, y fue por esto que consiguió todo lo que se propuso. Lograba lo que quería. De cualquier forma entraba, fuera como fuera, daba lo mismo, por el orificio más impensado, por los resquicios donde sólo auscultan los más avezados espeleólogos, o las mentes curiosas que andan buscando historias. Eso fue Nellie Bly más allá de su destacada labor como periodista, una aventurera, una inoportuna que estaba donde nadie la había llamado, acudía donde no estaba invitada, inspeccionaba sin miedo todo recoveco, y es por esto que lograría destacarse como una pionera del reportaje encubierto. Corría todo tipo riesgos porque lo suyo era desentrañar la trama oculta, revelar el misterio y dar con la primicia, contar lo que hasta entonces permanecía escondido pero que merecía la pena develarlo. Intrépida como Lois Lane, pero sin contar con Superman, Nellie Bly será recordada principalmente por haber sido la primera dama de este mundo en haberle dado la vuelta al mismo, y eso en menos de ochenta días. Elizabeth Jane Cochran nació en Pennsylvania, muy cerca de Pittsburgh. De niña tenía por preferencia los vestidos color rosa, por lo que de cariño se le conocía como Pinky. Su madre se dedicaba a los cuidados del hogar y a la crianza de los hijos, mientras que su padre era un humilde empleado que trabajaba en los molinos. Bly tuvo la oportunidad de dar inicio a sus estudios, pero debido a la escasez de dinero apenas alcanzaría cursar un semestre. Para 1880 la madre de Nellie se separa de su marido, trasladándose con su hija a la ciudad de Pittsburgh, donde la avivada adolescente empezaría por abrirse paso en el mundo, demostrando su audacia y su valía al manifestarse bastante airada por medio de un comunicado que haría llegar a las oficinas del diario Pittsburgh Dispatch, donde se pronunciaba respecto a un artículo recientemente publicado por este periódico, y en el que se hacía hincapié en que la labor de las mujeres estaba limitada a los quehaceres hogareños, y que la figura femenina en los oficios públicos era entendida sencillamente como una “aberración”. Bly firmó su misiva como Little orphan girl (Huerfanita solitaria); no soportó la deshonra y se desató en palabras, y antes que enojar a las directivas lo que consiguió fue despertar el interés de los redactores, y debido a su sagacidad decidieron ofrecerle trabajo como reportera. El diario se vio en la necesidad de publicar un anuncio haciendo un llamado a la “Huerfanita solitaria” para que diera a conocer su identidad y se entrevistara con el director de la empresa, y sería luego el editor del diario quien la bautizaría con el nombre que seguiría empleando de allí en adelante, en honor al personaje de una canción de Stephen Foster: Nellie Bly. Unos meses más tarde sería enviada a México como corresponsal, y allí aprovecharía para relatar la vida cotidiana del campesinado mexicano, así como para denunciar la explotación laboral a la que eran sometidos por la clase oligarca conformada por latifundistas y políticos corruptos, llegando a ofender al mismísimo Porfirio Díaz, y por lo que Bly se vería obligada a abandonar el país. Empezaba así una trayectoria periodística caracterizada por develar secretos para poder confesárselos al mundo. Para Nellie, su compromiso periodístico significaba poner el pellejo por entero. Se involucraba en la noticia hasta el punto de asumir roles que la llevaran a desentrañar el entramado de las más abyectas historias. Fue así como luego de que el diario Pittsburgh Dispatch la relegara del oficio de investigadora a la sección de artículos femeninos, Nellie se muda a New York y se entrevista directamente con el dueño del periódico más leído, el diario sensacionalista The New York World, y cuyo dueño era pues el prestigioso Joseph Pulitzer. Al encontrase con el ímpetu, la temeridad y el atrevimiento de tan apasionada reportera, Pulitzer decide contratarla, encomendándole al principio una misión peligrosa: intentar ingresar a un hospital psiquiátrico haciéndose pasar como una enferma mental. “¿Cómo me sacarán?”, fue lo que Nellie preguntó con acierto. “Primero consigue entrar”, fue la sugerencia de su jefe. Es así como Bly ensaya su papel de loca frente al espejo. Pionera del periodismo de infiltración, Nellie fingió un ataque de locura, por el que las personas del albergue donde estaba residenciada llamaron a la policía, y estos a su vez la remitirían a un sanatorio mental. Un juez firmó la orden por la que sería internada en el pabellón psiquiátrico del Hospital de Bellevue, luego de que los médicos que evaluaron su caso la diagnosticaron como “demente”. Fue allí donde comenzó la historia que merecía contar, cuando tuvo la oportunidad de conocer a una mujer que había perdido su empleo como camarera a causa de una enfermedad crónica, y que era debido a una cuestión de dinero y no de salud mental lo que la había llevado a ese lugar, siendo que en dicho recinto estaba siendo asistida con sus medicinas. De esta forma Nellie se enteraba de cómo este caso se repetía, haciendo de los psiquiátricos un lugar de estancia para enfermos de otra naturaleza, más que centros de rehabilitación mental. De allí Bly sería trasladada a Blackwell’s Island, un manicomio femenino ubicado en Manhattan y de condiciones espantosas, y en donde pudo comprobar los horrores que tenían que padecer los pacientes al interior de estos lugares. Los médicos confirmarían el traslado con su diagnóstico: “Loca sin remedio”. Allí pudo testimoniar cómo las pacientes parecían condenadas a un presidio perpetuo, ya que los psiquiatras que supuestamente las evaluaban, apenas si las escuchaban durante sus entrevistas, anticipándose al prejuicio de la locura. “Es fácil entrar, pero una vez dentro, es imposible salir”, relató Bly en su reporte investigativo. Así mismo fue testigo de las torturas permanentes a las que eran sometidas las pacientes, y estos relatos estarían compilados en un artículo que tituló “Diez días en un manicomio”. En su preámbulo Nellie describe las vejaciones a las que estaban expuestas las internas, y que expone al detalle a manera de resumen: “Un extraño examen médico que no examinó nada. Una larga espera para comer bajo el frío. No hay cuchillos ni tenedores. Comida sosa e inapropiada. Casi la ahogan en un baño helado. Jabón sólo una vez por semana. La meten en la cama con la ropa mojada. Ruidos nocturnos. El horror del fuego en una habitación cerrada con barrotes. Enfermeras que vejan y molestan a las pacientes, las sujetan bajo el agua hasta casi ahogarlas. Castigo a las desgraciadas que piden protección.” En su crónica nos cuenta de una pobre trastornada, una neurótica adolescente que “se enfadaba muchísimo si le llevaban la contraria. Las enfermeras se dedicaban a molestarla… Ella se fue poniendo cada vez más histérica hasta que saltaron sobre ella, la abofetearon y le golpearon la cabeza. Ello hizo llorar más aún a la pobre criatura, así que la estrangularon. Sí, la estrangularon de verdad. Luego se la llevaron a rastras al cuartito y oí cómo sofocaban sus gritos de terror.” Luego de una estancia de diez días, Nellie recibiría la visita de un abogado enviado por el periódico, quien de inmediato realizó los trámites correspondientes para devolverle a Bly su libertad. Su informe, de alto valor periodístico, tuvo un alcance y una repercusión impensables, consiguiendo que el personal médico y psiquiátrico sobre los cuales recaían las denuncias, tuvieran que disculparse públicamente, además de obligar a las políticas de sanidad para que tomaran cartas en el asunto, destinándose así más de un millón de dólares a la renovación del sistema para enfermos mentales. Nellie Bly se consagraba de esta forma como una experta agente encubierta, especialista del disfraz, una espía capaz de infiltrarse en cualquier sitio con tal de perseguir y hasta dar con una buena historia. Fiel a su estilo propio, Bly se infiltra en una empresa que fabricaba cajas, donde conseguirá empleo como una operaria más, y todo con el fin de desenmascarar las penosas condiciones laborales a las que eran expuestas las trabajadoras de las usinas ubicadas en Lower East Side, en New York. Su denuncia sería publicada por el The New York World con su ya característico estilo amarillista: “Nellie Bly nos cuenta qué significa ser una esclava blanca.” Un año después, haciéndose pasar por la esposa de un empresario de la industria farmacéutica, Nellie consigue un listado de diputados que habían sido sobornados para derogar la legislación que obligaba la prescripción médica de un producto en específico. Sin embargo la más grande hazaña todavía estaba por realizarse en la vida intensa de Nellie Bly, cuando The New York World accedió a su propuesta de enviarla a un viaje alrededor del mundo, en un intento por desafiar la marca impuesta por Phileas Fogg, personaje de la novela del escritor francés Julio Verne, La vuelta al mundo en ochenta días. El periódico hizo su apuesta, publicitando la noticia con su habitual sensacionalismo, y aportándole un tinte muy propio de nuestras sociedades machistas. Anunciaba: “Nuestra intrépida reportera viaja sin la protección de un hombre.” Así era. Nellie emprendería su travesía con un par de vestidos y un abrigo, varias mudas de ropa interior, una pequeña carterita donde guardaba algunas pertenencias y una bolsita atada al cuello en donde cargaba su dinero. Al mismo tiempo, dicha iniciativa motivó al periódico neoyorquino, Cosmopolita, para que en una especie de competencia ellos también patrocinaran una expedición terráquea, teniendo también a una mujer como su protagonista, su afamada periodista Elizabeth Bisland, y a quien Bly llevaría siempre la delantera. La odisea comenzaría el 14 de noviembre de 1889 en New York, y sería cuestión de una semana para que ya se encontrara en Southampton, y de allí tomaría un tren con destino a Londres, abriéndose paso a través del Canal de la Mancha hasta Calais, contando con el tiempo exacto para partir en otro tren con destino a París, haciendo una corta parada en Amiens para entrevistarse con el mismísimo Verne, quien prometió aplaudirla si acaso conseguía superar el registro del personaje de su invención. Así lo recuerda Nellie: “Señorita, si usted es capaz de hacerlo en 79 días, yo la felicitaré públicamente.” El viaje iba, como se dice, viento en popa, y parecía que podría lograrlo. Por medio de breves comunicados de telégrafo o de misivas que daban cuenta de sus avances, las personas se enteraban de su recorrido y de algunos detalles y pormenores de su ruta por océanos y caminos de todo tipo, convirtiéndose su hazaña en una cuestión de apuestas. Todos especulaban de si era posible que una mujer, recorriendo a solas este mundo, pudiera circundar el globo en menos de ochenta días. Ya en París, Nellie viajó hasta Brindisi, al sur de Italia, para cruzar el mar Mediterráneo en un barco a vapor, realizando una parada en Port Said antes de encontrarse con el Canal de Suez, adentrarse en los dominios del mar Rojo y luego en el mar de Arabia, y así conquistar finalmente los dominios territoriales del puerto de Adén, en Yemen. Continúa su empresa navegando el océano Índico y llega a Colombo, capital de la isla de Ceilán (actualmente Sri Lanka), y desde allí surcó las aguas hasta alcanzar Japón, Malasia, Singapur, Hong Kong y finalmente Yokohama. Le quedaba regresar, pero el camino no tenía vuelta atrás. Llegaría a San Francisco continuando su ruta por el Pacífico, y un tiempo borrascoso haría que desembarcara en la costa oeste de Estados Unidos con cierto retraso. Fue así como, para culminar con éxito el gran periplo alrededor del mundo, Pulitzer contrataría un tren privado que la llevaría expresamente hasta New Jersey, dando así por terminada una hazaña histórica que la llevaría a recorrer el mundo en un viaje de 40.000 kilómetros, y en un tiempo record de 72 días, 6 horas, 11 minutos y algunos segundos, superando pues a Phileas Fogg y descontándole más de una semana a su registro. La mayor parte del tiempo sola -y entiéndase esto sin la compañía de un hombre-, lo que es decir, desprotegida, Nellie Bly se convirtió en un ejemplo inspirador para la mujer, demostrando al mundo entero que una dama podía lograr la gran odisea que parecía destinada a un marino experto, a un avezado piloto, o en todo caso a un hombre de aventura. La noticia sería publicada por la prensa internacional. Por otro lado, cuando Bly cumplió con su cometido, Bisland todavía se encontraba sobre los mares del Atlántico, y algunos contratiempos la llevarían a ejecutar la empresa superando a Phileas Fogg, pero no logrando batir la marca de su rival, cuando lograría la hazaña en 76 días. Cabe anotar que el registro de Nellie sería superado unos meses más tarde por George Francis Train, quien consiguió darle la vuelta al mundo en 62 días. En 1895 Nellie Bly parece dejar de momento el oficio de periodista para encontrarse en la labor de empresaria. Contrajo nupcias con un magnate de la metalurgia, 42 años mayor que ella, y que moriría menos de una década después, dejándole una jugosa herencia que Nellie quiso administrar con mano propia. Ya conocía de antemano los negocios de su marido y el tejemaneje de sus empresas, y es por esto que asumió la dirección de sus compañías, gestionando nuevas iniciativas que garantizaban una mejor condición laboral, llevando a cabo reformas sanitarias, modificando las jornadas laborales y aumentando los salarios, lo que le ganó el aprecio de los trabajadores, y a pesar de llamarse a sí misma como una pionera también en el campo de las finanzas, lo cierto es que su gestión no fue exitosa, y la que fuera una brillante periodista no lo conseguiría en definitiva en el mundo de los negocios. Antes de llegar casi a la bancarrota, Nellie Bly prometía: “Soy la única mujer en el mundo que dirige personalmente industrias de semejante magnitud”. Arruinada, Bly decide dedicarse otra vez a lo que mejor sabe hacer, y empieza nuevamente su oficio de reportera trabajando en el Evening Journal. En 1913 cubrió la convención a favor del sufragio femenino, antes de embarcarse a Europa para una última aventura que esperaba por su osadía y coraje: la Gran Guerra. Por si hubiera tenido poco qué contar, Bly ofició como reportera del Frente Este, convirtiéndose así en una de las primeras mujeres corresponsales de guerra. Para rematar el periplo que fue su vida misma, la predestinada a la acción sería enviada a prisión por confundírsele con una espía inglesa. El asunto se resolvería, y terminada la guerra Nellie Bly se perdería del mapa. Continuó colaborando ocasionalmente para algunos diarios y revistas, hasta que una pulmonía la alejaría de este mundo a la edad de los 57 años. Hoy su nombre quiere ser retomado por los movimientos feministas en lucha por la emancipación de las mujeres y la igualdad de sexos, queriendo reivindicar sus hazañas, dando a conocer su obra y su historia de vida. Es un referente de la mujer desafiante, empoderada, llevada de su parecer, decidida a encarar un destino que parecía solamente exclusivo para el género masculino. En Brooklyn hay un parque de atracciones que lleva su nombre y que tiene como temática la vuelta al mundo en ochenta días. En 1998 su nombre sería incluido en el National Women’s Hall of Fame. A través de sus escritos Bly fue una contestataria que clamó en favor de los derechos de la mujer, y así lo patentó, ejemplar, con su estilo de vida y con sus logros. Como curiosidad, sus restos descansan en el mismo cementerio donde ese mismo año sería enterrada su rival y colega, la periodista que también le daría la vuelta al mundo, Elizabeth Bisland.

Nellie Bly

 

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