Piel dorada, de un cuello largo y esbelto que sostiene su cabecita ovalada, labios pulidos simulando una sonrisa, delineados con un elegante trazo, pómulos angulares, mentón fino y estrecho, nariz recta y ojos color almendra apostados con una simetría calculada, un cánon de belleza femenina de todas las épocas, y que hoy podemos reconocer gracias a varios bustos que habrían sido esculpidos durante su mandato. En 1912 el egiptólogo alemán Ludwing Borchardt descubrió las ruinas de la ciudad de Ajtatón (actualmente Amarna), siendo de especial interés un cuarto que parecería fue el antiguo taller del escultor Tutmose, quien replicó varias veces la figura de la faraona. Se destaca un busto hecho de piedra caliza de metro y medio de altura, y que es el más conocido en el mundo, ya que conserva sorprendentemente sus colores y apenas tiene partida una oreja, además de tener una peculiaridad distintiva: la ausencia de su almendrado ojo izquierdo. “Teníamos en nuestras manos la obra de arte egipcio más llena de vida”, fue la constancia que dejó aquel día Borchardt en sus diarios. Poco sabemos de su historia, apenas lo que podemos intuir de los hallazgos arqueológicos y las otras leyendas que se tejen alrededor de la suya. Que fue una princesa nubia, dicen algunos, sin que esta hipótesis goce de mucha aceptación; otros sugieren que fue la princesa de Taduhepa, en el país de Matani, y esto principalmente por la forma ovalada de su cráneo, que sería moldeada cuando Nefertiti era una niña, siendo ésta una costumbre de la alta sociedad de Mitani y de ninguna forma una práctica egipcia. Sabemos sí que Nefertiti, que significa “la bella ha llegado”, era huérfana de madre, y que su padre fue Ay, quien sucedió en el trono de faraón al mítico Tut-anj-Amón (Tutankamón), que estaba casado con una mujer llamada Tey (que portaba el título de “Gobernanta”) y quien se encargaría de la crianza de Nefertiti. Tuvo también una media hermana llamada Mutnedymet que fue casada con Horemheb (último faraón de esta diinastía), y así mismo a sus 15 años Nefertiti sería desposada por el joven faraón Amunhotep IV, quien pese a no ser el sucesor directo de su padre, Amunhotep III (Amenofis), ascendería al trono luego de que su hermano menor, Tutmosis, muriera de manera prematura. En adelante el rey pasaría a diseñar un cambio rotundo del adorado Dios Amón, para empezar a darle realce a la figura de Atón, comenzando por cambiar su nombre de Amunhotep (“Amón está complacido”), para empezar a conocerse como Ajnatón (“útil a Atón”), y así también Nefertiti recibiría un nuevo nombre de reina, Neferneferuaton, que significa “maravillosa es la belleza de Atón”. La pareja se consolidó desde un principio en el poder, y a lo largo de su relación tendrían una descendencia compuesta por seis hijas. Corrían tiempos de paz y prosperidad, Egipto se consolidaba como la principal potencia del Mediterráneo oriental, y durante varios años habían mantenido las paces con sus enemigos históricos, los hititas. La pareja de faraones, representantes de la XVIII Dinastía de Egipto, se valdría de la tanta abundancia para dejar un legado artístico, arquitectónico y cultural, patentado en las pinturas, templos y esculturas que saturaban las plazas y muros de las ciudades. Akenatón instó a los artistas a la búsqueda de una creación mas libre y emocional, cambiando sustancialmente la iconografía que veneraba a dioses y faraones y otorgándole de esta forma una mayor cercanía con la sociedad. A manera de propaganda, la familia real solía ser retratada en cada resquicio de la ciudad. Nefertiti aparece representada siempre junto a su marido, en condición de iguales, coronada y vistiendo los atuendos propios de una faraona, emulando a una antigua mujer que ya había gobernado antes que ella, la legendaria Hatshepsut. Las pinturas propagandísticas exhibían la cotidianidad de lo que parecía una familia modelo, feliz y afectuosa, una pareja que juguetea con sus seis hijas en gestos de cariño como abrazos y besos, Nefertiti sobre las piernas de Akenatón o tomados de las manos, y por lo que la sociedad egipcia tendría en un principio la aceptación de la nueva pareja de faraones. Los canónes estéticos cambiaron y los cuerpos adquirieron formas estilizadas, aunque de caderas y muslos anchos y vientres abultados. El rostro cobró una difinición angulosa, los ojos rasgados, pómulos prominentes, mentón puntiagudo y labios más carnosos. Se alargaron los cuellos así también como los cráneos, y a la familia real solía dibujársele con sus cabezas ovaladas, a excepción de la cabeza del faraón que siempre conservó su forma, mas no así sus otros atributos físicos, cuyas representaciones se confunden a momentos con una figura femenina, casi como una amalgama con el cuerpo de Nefertiti, e incluso su vestimenta mostraba mucho de esta mezcla de feminidad. Iniciando su reinado, Akenatón construyó cuatro templos fortificados en honor al dios Atón, rodeando el emblemático recinto sagrado del Gran Templo de Amón en el complejo religioso de la ciudad de Karnak. Apenas un lustro en el poder Ajnatón empezará a ser conocido como Akenatón, y es entonces cuando decide hacer una restructuración de fondo que ya había comenzado su difunto padre: convertiría a la sociedad egipcia en monoteista. Fundaría, tal vez por primera vez en nuestra historia, una institución religiosa. Trataría de alguna manera de fusionar o remplazar al dominante dios Amón, consagrando una nueva deidad conocida como Atón, y cuya figura representaba al sol como la fuente de la vida en este mundo. Desplazó la capital de Tebas y a unos 300 kilómetros de allí, en las laderas del río Nilo, Akenatón hizo contruir una nueva capital llamada Ajtatón (Aketatón), que signigica “Horizonte de Atón”. Akenatón concibió otros rituales, cultos y formas de adoración, desapareció la veneración a Osiris y dejó de lado las ideas de un inframundo y un mundo de los cielos. Atón era la presencia encarnada en el sol como deidad única. De esta manera no sólo restó poder a los sacerdotes de Amón, sino que además él y su esposa se proclamaban así como intermediarios entre el nuevo Dios y el resto de los mortales, elevándolos a una categoría de casi divinidades, y nombrando a su consorte con el título de “Reina-Diosa”. Se discute así de cuál fue finalmente el desempeño de Nefertiti en el llamado “Cisma de Amarna” y en este período que bien puede tildarla de haber sido una reina hereje. Más allá de ser una especie de primera dama, Nefertiti parece haber tenido una influencia fuerte en su esposo y en las decisiones que marcaron las políticas de su gobierno. Asumió tareas, funciones y competencias que eran propias del faraón, y por los que muchos le atribuyen ser el motor principal de esta revolución teológica. Sea como sea, títulos no le faltaron, y las pinturas la muestran siempre en la misma condición del faraón. Incluso se especula si pudo haber sido ella quien después de casi dos décadas de gobierno, tras la muerte de Akenatón, asumiría el mandato bajo el nombre de Semenejkara, personaje indescifrable y enigmático que gobernó durante un corto período, antes de que el último faraón de la XVIII Dinastía de Egipto llegara a ocupar el trono, y con éste la restitución de Tebas como capital del imperio y del dios Amón como deidad principal de un politeismo renovado. Lo cierto es que no hay una evidencia concreta de cómo sería el final de una de las mujeres más poderosas de la Edad Antigua. En años recientes los arqueólogos hallaron un templo donde se conservan los restos de la familia real, y entre los cuales se especulaba uno de ellos se trataría del cuerpo momíficado de la mismísima Nefertiti; sin embargo la mayoría de los estudios parecen revelar que no es este el cadáver de la faraona, y hoy se le conoce a esta momia como The younger lady, y la tumba donde se esconden los restos de la esposa de Akenatón siguen siendo un misterio desconocido. El busto de Nefertiti puede contemplarse en el Museo Egipcio de Berlín, y apreciar una figura modelada hace más de tres milenios y que, según parece, no fue que se perdiera su ojo izquierdo, sino que nunca lo tuvo, y esto también carece de explicación.

NEFERTITI

 

Avatar de Milanas Baena

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.