Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Nadia Elena Comăneci Conner (1961)

Un último giro antes de desprenderse de la barra y dar un doble salto para caer en tierra y desatar una explosión. La rutina perfecta había generado la conmoción del público y, como pocas veces, al aterrizar le vimos sonreír. Pero no sólo el auditorio estalló en aplausos: también lo haría el precario sistema de cómputo que se encargaba de promediar la votación de los jueces, quienes habían coincidido todos en que la calificación de Nadia Comăneci apenas alcanzaba para promediar un 1. Ciertamente no había estado tan mal, e incluso podríamos preguntarnos en qué habría fallado la gimnasta, si su actuación pareció… ¿perfecta? Pasaron un par de segundos para que todos se miraran perplejos y concluyeran que se trataba de un defecto de la máquina, ya que la puntuación no podía ser otra distinta: el primer 10 en la historia de la gimnasia olímpica. ¡La puntuación perfecta! “La perfección no es algo permanente, sólo un instante”, confesaría después la mujer que estaba consiguiendo la hazaña de mostrar que, aunque fuera por un instante, la perfección sí que existía, que tenía el rostro serio, adusto, y que se llamaba Nadia Comăneci. Los computadores no estaban preparados para puntuar un 10, creyendo los operarios que tal proeza jamás se concretaría, y a partir de ese momento se preguntaron si era prudente ajustar los cambios al sistema de inmediato o esperar a que terminaran los Juegos Olímpicos. El Comité Olímpico Internacional (COI) estaba advertido, ya que Nadia había obtenido una calificación perfecta en la reciente Copa América de gimnasia celebrada en el Madison Square Garden, y sin embargo no creyeron posible que dicha eventualidad pudiera producirse en el marco de unos Juegos Olímpicos. La perfección no existía, pues, hasta ese momento en que Nadia demostró que sí que existía. Por suerte se animaron a corregir las fallas de sus equipos, ya que la gimnasta rumana volvería a ser calificada en la misma competencia una vez más con una calificación perfecta, y otra vez, y otra, y hasta seis marcadores perfectos, e incluso hubo quien sugirió que le agregaran al sistema la posibilidad de calificar con 11, ya que Nadia rompía con todos los pronósticos de puntuación. Como sea, Nadia Comăneci, la mujer que poco sonríe, es indiscutible, la número uno. La veíamos sonreír cuando aterrizaba en la planta de sus pies, luego de haber ejecutado en las barras las hazañas más inverosímiles, y sonreía en lo alto del podio cuando le colgaban al cuello una y otra medalla olímpica. El 18 de julio de 1976, bajo el techo del Forum de Montreal, con 30 kilos de peso, a sus 14 años, la Mozart de la gimnasia logró un hecho único en las olimpiadas al realizar una salida perfecta de las barras paralelas y hacer saltar los marcadores. Así lo recuerda la atleta: “Cuando hice el obligatorio en paralelas pensé que había hecho un muy buen ejercicio pero no perfecto. Ni siquiera miré el marcador. Entonces oí un gran estruendo en el estadio, me giré hacia el marcador y lo primero que vi fue el 73, que era mi dorsal, y luego el 1 debajo… El hecho de que el marcador no pudiera mostrar el 10 hizo que la situación fuera más dramática.” Seriota, de gesto adusto, reflexiva, concentrada, la pequeña Comăneci no pararía de hacernos sonreír con sus impecables rutinas y sus ejecuciones extraordinarias. Sorprendía la fuerza de sus brazos, sus dobles saltos mortales de espaldas, sus giros en las barras asimétricas, su elasticidad sobre la barra de equilibrio, la belleza de sus interpretaciones artísticas y de sus bailes. Agraciada, carismática, con su pelo recogido en una coleta y un flequillo bamboleándole sobre la frente, Nadia parecía apenada de ser perfecta, y su actuación sería de inmediato una noticia mundial que la convertiría al instante en una afamada figura del deporte olímpico. Time titula en un artículo donde comenta el episodio: “She’s perfect”, mientras que Newsweek señala que “ha nacido una estrella.” Nadia nació en Oneşti, ciudad rumana, y su nombre proviene de Nadejde, que significa “esperanza”. Y la esperanza comenzó a gestarse desde muy niña, siendo que a los 9 años empezó su formación como gimnasta, y para 1970 ya se destacaba en el equipo de su ciudad natal. Fue durante unas competiciones cuando Béla Károlyi, reconocido entrenador del equipo nacional, reparó en la pequeña niña que poco sonreía pero cuyas destrezas en las barras hacían sonreír a todos. Años más tarde Nadia se confesaría y dejaría expuesto el terrible sistema de entrenamiento al que ella y sus demás compañeras de equipo eran sometidas por parte del entrenador. Se trataba ciertamente de una tortura, en la que las gimnastas eran sometidas a una dieta rigurosa, donde a veces tuvieron que recurrir al agua de los inodoros ya que ni siquiera se les permitía hidratarse. Era común que para paliar el hambre comieran pasta dental antes de irse a dormir, y por lo que muchas acabaron padeciendo trastornos alimenticios y enfermedades como la bulimia. Dice que sufrían humillaciones y vejámenes de todo tipo, que se sentían deshumanizadas, que eran insultadas y que muchas veces también fueron maltratadas físicamente. A todo esto el entrenador se defendería en su momento alegando que tenía a las mejores gimnastas del mundo, y que visto lo cual sus métodos no deberían ser tan cuestionados. Nadia cuenta de golpizas tan fuertes que lograban hacerlas sangrar, y que Károlyi solía tratarlas de “vacas” y de “idiotas”. También confiesa que el entrenador se quedaría con parte de las ganancias obtenidas por sus discípulas, y que en repetidas ocasiones les negaba las atenciones médicas y a pesar de que las necesitaran. A los 13 años Comăneci compite por vez primera en un torneo de talla mundial, en el Campeonato Europeo de Gimnasia, en Skien, Noruega, donde se alzó con tres preciadas doradas y una de plata, y un año más tarde superó en cuatro oportunidades en victorias individuales a la legendaria pentacampeona rusa Liudmila Turíscheva, clasificándose en el puesto número uno para las preolímpicas de Montreal. Ese año sería elegida por la Associated Press como la “Atleta del año”, luego de ser la primera gimnasta en obtener una calificación perfecta de diez puntos en la modalidad de gimnasia artística. Después de su gran hazaña olímpica, Nadia participa en el Campeonato Mundial, y luego se destaca en el Campeonato Europeo convirtiéndose junto a la rusa Svetlana Khorkina en triple campeona del concurso completo individual y bicampeona olímpica de barra de equilibrio. Una vez volvió a su país, una multitud se convocó en el aeropuerto para saludar a su heroína nacional. Nadia ni siquiera se había enterado que su diez era el primero en la historia olímpica, y el dictador Nicolau Ceausescu se aprovecharía de esta fama para engrandecer su gobierno como si se tratara de un logro propio, y enalteciendo a la pequeña Comăneci como una virtuosa y un ejemplo a seguir, nombrándola “Heroína Socialista del Trabajo”, valiéndose de sus reconocimientos para emplearlos con fines propagandísticos, la convertiría en una marca de su éxito dictatorial. El dictador le regaló una casona de ocho habitaciones, puso a su disposición un amplio personal de servicio, y como si se tratara de una reina la agasajó con joyas y con un carro de lujo. Sin embargo esto tendría sus consecuencias, ya que Comăneci sería permanentemente monitoreada, y todos sus movimientos quedarían registrados con extrema vigilancia en unos informes de la Securitate -que era como la policía secreta al servicio del régimen-, y que más tarde se harían públicos. Por si fuera poco el hijo del dictador se enamoró de la gimnasta, y no podía decírsele no al hijo del mandamás, por lo que desde los 17 años Nadia sería violada por el pequeño sátrapa. La madre de Nadia asegura que el hijo del dictador la tenía como a su “juguete sexual.” Para las olimpiadas de 1980 la mítica gimnasta había ganado algo de peso y aumentado de tamaño, y en un primer intento en las barras asimétricas acabaría fallando en medio de su rutina e impactándose contra el suelo. Sin embargo al día siguiente y en contra de muchos pronósticos que ya no confiaban en el talento que había demostrado cuatro años atrás, Nadia supo reponerse y acabó obteniendo un diez en la misma prueba que había fallado, y un diez más en la barra de equilibrio, consiguiendo así dos oros y dos platas, sumando un total de nueve preciadas olímpicas a lo largo de su carrera, de las cuales cinco serían de oro. Luego de los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980 Nadia abandona las competiciones, siendo su última presentación en Bucarest, en 1981, en el Campeonato Mundial Universitario, donde cerraría con broche de oro o, lo que es más preciso decir, con un broche de cinco oros. “Corina”, ese fue el nombre en clave con el que se conocía a Nadia Comăneci en los informes de seguimiento de la Securitate, y que luego se descubrió se valió de todo tipo de métodos como micrófonos ocultos, teléfonos chuzados, informantes e interceptación de correspondencia. Luego de su retiro oficial, Nadia seguiría cautiva de este acoso por parte de la dictadura, y a partir de 1984 comenzaría a trabajar como entrenadora en la Federación Rumana de Gimnasia, perdiendo poco a poco sus lujos y hasta llegar a padecer una escasez económica, que parecía una injusticia tratándose de semejante gloria nacional. Es así como a finales de 1989 planea fugarse del régimen comunista y conquistar territorios norteamericanos, lo que supondría atravesar terrenos boscosos durante días hasta cruzar la frontera con Hungría y luego llegar a Austria, donde finalmente se presentaría en una comisaría para luego ser trasladada a la embajada estadounidense que le concedería el asilo político. Una vez en New York Nadia se muestra agradecida con el gobierno estadounidense por recibirla y darle la bienvenida. “Tenía muchas ganas de vivir libremente. Soy muy feliz. Llevaba mucho tiempo queriendo venir acá.” Son las declaraciones que Nadia hace a la prensa. Curiosamente el régimen de Ceausescu llegaría a su fin un mes después y tanto él como su esposa serían ajusticiados por un pelotón de fusilamiento. Nadia se residenciaría en Estados Unidos, y al cabo de un tiempo se le concedió la ciudadanía de ese país. Una vez establecida, Nadia viaja publicitando equipos para gimnasia y aeróbicos, vestidos de novia, ropa interior y lencería para la firma Jockey. En 1993 es homenajeada como miembro del International Gymnastics Hall of Fame, y un año después se compromete con el ex gimnasta estadounidense, Bart Conner, y ese mismo año retorna de visita a su país por primera vez desde que lo abandonó, cinco años atrás. Dos años más tarde, en 1996, se casa con Bart, en Rumania. En 1999 Nadia oficiará en las Naciones Unidas el lanzamiento del año 2000 como “Año Internacional del Voluntariado”, convirtiéndose en la segunda deportista en exponer un discurso ante dicho comité. Para 2003 publica su primer libro, Cartas a una joven gimnasta, donde no sólo hablará de sus logros y confesará algunos detalles de su pasado y de su vida íntima, sino que servirá como un incentivo que promoverá el esfuerzo, la constancia, la dedicación: “El trabajo duro lo ha hecho fácil. Ese es mi secreto. Esa es la razón por la que gano”, dice la modesta y glamurosa gimnasta rumana. Durante los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 Nadia cubrió el certamen para la cadena mexicana Televisa, y así mismo sería llamada para las olimpiadas de Beijing y Londres. En el 2006 tuvo a su único hijo, a quien bautizó Dylan Paul. Nadia no ha dejado de mantenerse vinculada al mundo de la gimnasia y recorre varios países como embajadora de Special Olympics International. En Bucarest se encuentra la Fundación Nadia Comăneci y también la Clínica Infantil Nadia Comăneci para brindar refugio a los huérfanos, y hoy día lidera su Fundación Laureus Sports for Good, encargada de promover el deporte y de asistir a los problemas de sedentarismo y a la obesidad infantil. Junto a su esposo, Nadia es dueña de la Academia Conner de Gimnasia, un gimnasio en el que se entrenan más de mil quinientos gimnastas. Además la pareja es dueña de la revista International Gymnastic, de una empresa que vende ropa, equipos y material deportivo llamada Grips Etc, y también son propietarios de la productora de televisión Perfect 10 Productions, Inc. Trabaja a un mismo tiempo en cantidad de proyectos, multiplicándose como miembro de todo tipo de asociaciones e instituciones que promuevan la salud, el ejercicio y el deporte. Las condecoraciones, tributos y reconocimientos a lo largo de su vida, son un prontuario que llevaría páginas reunir: Nadia Comăneci es considerada por muchos como la más grande gimnasta de todos los tiempos, siendo destacada como una de las figuras femeninas más relevantes, ejemplares y significativas del siglo XX. Dos veces le fue otorgada la Orden Olímpica, siendo la deportista más joven en recibir dicha condecoración. Varias veces ha sido elegida la atleta más importante de Rumania, y así también el público la ha elegido como la celebridad más “confiable”. Varias revistas, encuestas y conocedores del mundo del deporte la consideran la atleta más importante del siglo XX. Tenemos el privilegio de que sus actuaciones han quedado grabadas en video y hoy podemos gozar de sus magníficas piruetas. Es lindo verla brincar por los aires, o mantener el equilibrio sobre un travesaño, o dar giros y saltos en las barras. Nadia sostiene que la clave de su éxito radica en la paciencia, y en haber aprendido a encarar los desafíos del camino. “No huyo de un reto porque tenga miedo. Al contrario: corro hacia el reto porque la única forma de escapar al miedo es arrollarlo con tus pies.

NADIA COMANECI

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