Insistió por la importancia de que el Estado apostara a la educación académica de los seres como el principio de formación personal y social. Podemos llamarla así una educadora, profesora, maestra, pedagoga, una apasionada por el arte de aprender y enseñar. Nació en un barrio acomodado de Salem, Massachusetts. De sus cinco hermanos se destacan las dos mujeres, una de ellas por haber sido la esposa del célebre escritor Nathaniel Hawthorne, y su hermana Elizabeth, cuyos trabajos en el mismo sector de la pedagogía le valieron cierta notoriedad, y que acompañaría a Mary en varios de sus proyectos. Sus padres habían montado en su propia casa un salón de instrucción no formal, el cual después de un tiempo quedaría a cargo de la esposa, para que su marido lo intentara por otra parte con la medicina. Ella tenía la esperanza de que él se convirtiera en doctor, pero el señor se interesó más por los asuntos de la odontología, y más tarde se convertiría en una suerte de desventurado yerbatero, siendo la precaria escuela doméstica el único sustento económico con el que contaba la familia. A los 18 años Mary se muda a Brookline con su hermana Elizabeth, y juntas dictarán clases en la escuela para hombres Classical School, y un año más tarde se decidirán ellas mismas a fundar en Boston su propia academia de enseñanza, logrando que su empresa fuera exitosa y tuviera una grata acogida. En 1832 las hermanas se establecieron en un hogar donde el ambiente emanaba intelectualidad. La mujer que rentaba las habitaciones de las hermanas tenía una hija pintora y un hijo que estudiaba en Harvard, y su casa solía ser un lugar frecuentado por artistas y notables pensadores de la época, como es el caso de Ralph Waldo Emerson y Margaret Fuller. Ese mismo año pasó por allí el político, filósofo y reformador educativo, Horace Mann, que rondaba los 36 años y que era un personaje notable en la Cámara de Representantes, y con quien las hermanas entablarían muy pronto una duradera amistad. En 1833 Mary acompaña a su hermana Sophia a un viaje a Cuba, donde espera que su hermana menor pueda recuperarse de un extremo agotamiento, y no desaprovechará para aprender el español y trabajar como institutriz en la familia de un latifundista dedicado al cultivo de café. Por aquellos días Mary comenzaría una relación epistolar con Horace, al tiempo que éste afianzaba sus lazos de amistad con su hermana Elizabeth. Para 1835 Mary regresa a Boston y se muda con su hermano, empieza a dictar clases de italiano, además de remplazar a Elizabeth en la experimental Escuela Temple. Más tarde regresaría a su natal Salem para fundar una escuela en su propia casa, la cual se vio muy pronto repleta de estudiantes interesados en recibir formación académica del mejor nivel. Y es que esta era la clase de educación que ofrecía Mary y por la cual abogó siempre. Por esos días comenzaría entonces a escribir libros de texto educativo para padres y niños y a interesarse por repensar los esquemas arcaicos del sistema educativo convencional. En 1837 Mary trabaja de la mano de Horace, recién nombrado secretario de la Junta de Educación de Massachusetts, y aunque el salario no fuera definitivamente el justo por su trabajo, dicho puesto le serviría para que fuera ella misma quien diera a conocer la desigualdad de sueldos entre los hombres y las mujeres, además de lograr el aumento de salario de los maestros. Se preocupó al mismo tiempo por la capacitación de alto nivel que deberían alcanzar aquellos que se dedicaran al oficio del maestro. En ese período escribe un libro que un año después saldrá a la luz, The flower people: being an account of the flowers by themselves, una selección de cuentos de una niña que se pasea por su jardín saludando a las violetas, los geranios, los girasoles y azafranes, sirviendo como una guía infantil de horticultura. Para 1843 la relación que venía gestándose durante años entre Horace y Mary se decidirá a ir más allá, contrayendo finalmente matrimonio y estableciendo un hogar al que con el tiempo llegarían tres hijos. Su luna de miel sería peculiar, toda vez que en sus viajes incluyeron las visitas a cárceles y manicomios, e institutos para ciegos y sordos, en lo que sería una combinación de placer y trabajo. Abolicionista acérrimo, Horace escala puestos políticos, hasta que en 1853 es elegido presidente de una institución recientemente creada y que abogaba por apoyar la educación mixta y la igualdad de derechos para los afroamericanos, teniendo a su lado la asistencia incondicional de su aliada y esposa, que tampoco dudaría para impulsar su lucha en favor de los derechos laborales de las mujeres. Durante los años siguientes la destacada pareja de reformadores no declinaría en combatir e insistir por sacar adelante sus causas. Mary quería cubrir todos los frentes respecto al arte de educar, y fue por esto que en 1858 publica un libro con el que ilustrará respecto a los hábitos alimenticios, aportando como una clase de guía de nutrición saludable y que sirvió de referente a las amas de casa. Prevenía sobre el abuso de las grasas, el discreto uso de las especias y la renuncia definitiva al nocivo alcohol. A finales de los años cincuenta el político argentino Domingo Faustino Sarmiento andaba de gira por Europa y Estados Unidos, buscando inspiración para llevar una reforma educativo de alto nivel en su país, teniendo así la suerte de conocer a la pareja Mann. Mary sirvió de traductora entre Mann y Sarmiento, quienes en un par de entrevistas pudieron discutir las falencias del sistema actual, y cuál debería ser el modelo a seguir. En el año de 1859 Horace no sobrevivirá a la fiebre tifoidea, y como un paliativo por el dolor de su pérdida, la viuda se encargará de editar las obras del difunto y de escribir su biografía: Life and works of Horace Mann. En compañía de su hermana Elizabeth, en 1863 publicó un libro pedagógico que combinaba la música y el juego, así como un par de guías para la educación en los parvularios. Ese mismo año se interesó por la obra de Sarah Winnemucca Hopkins, apoyando el trabajo de quien fue la primera nativa norteamericana en publicar un libro en inglés. Mary tuvo una gran influencia en la educación argentina, manteniendo durante años una activa correspondencia con el más grande promotor político en favor de la educación, su aliado Sarmiento, a quien no vaciló en contrariar respecto al veto de voto que el argentino proponía para quienes fueran iletrados, además de hacerle notar la importancia de los conocimientos de las culturas indígenas, cuya conexión ancestral con los elementos de la naturaleza sería para la educadora un estadio superior del saber. Estas críticas no serían personales, y la amistad entre ambos dio para que Mary tradujera al inglés la célebre obra de Sarmiento, Facundo, y que para 1868 sería publicada en Estados Unidos. Ese mismo año la tragedia de la muerte empañará sus días cuando muera uno de sus hijos a causa de tuberculosis. Hacia 1873 empezaría también a escribirse con la que fuera su par en tierras sureñas, la educadora Juana Manso, con quien compartiría una visión semejante y a pesar de que nunca lograran conocerse en persona. Durante esos años Sarmiento le pediría su colaboración a Mary para que le ayudara con una transformación a fondo del sistema educativo argentino, reclutando a maestras estadounidenses muy bien calificadas que estuvieran interesadas en viajar a la Argentina para impartir sus conocimientos. Más de sesenta profesoras de una docena de Estados distintos se alistaron para cumplir la misión pedagógica. Mary Tyler Peabody se empeñó en que los gobiernos y la sociedad misma le dieran a la educación el valor que merecía, destacando la importancia de que esta educación tendría que ser laica, mixta y gratuita. Sus inquietudes llevadas a la práctica abarcan temas diversos: divulgó varios ensayos abogando por la necesidad de la investigación científica dentro de los planes de gobierno, destacó la importancia de la educación física como parte fundamental del pénsum académico, diseñó métodos de aprendizaje para sordomudos, y no dejó de insistir por los derechos educativos del niño, los indígenas y las mujeres, además de traducir un sinfín de escritos que tocaran los temas que le obsesionaron siempre y que fueron su vida. Inagotable, después de enviudar se dedicaría a la educación particular de sus hijos y a fomentar la fundación de distintas obras benéficas y academias de formación. Junto a su hermana, las experimentadas pedagogas llevarían a la práctica su experiencia en botánica, creando una colonia agrícola en donde se permitían explorar distintas técnicas respecto al cuidado de jardines y cultivos. Ya octogenaria, a Mary aún le restan fuerzas para escribir su primera novela, Juanita: un romance de la vida real en Cuba hace cincuenta años, y que sería publicada de manera póstuma el mismo año de su muerte, ya que la autora no quería verse comprometida al describir personajes reales que todavía estaban vivos, y cuyas historias todavía quería reservarse por respeto a estos. La gran educadora que fue Mary Tyler Peabody Mann no pudo instruir a la muerte, y tampoco ella pudo cumplirle a la última asignatura y pasar la prueba, muriendo a los 81 años en la ciudad de Boston sin la posibilidad de repetir el examen de la vida.
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