En la madrugada del 5 de agosto de 1962 en un hotel de Los Ángeles fue encontrada muerta la mujer más bella del mundo; pero ya no era tan bella: estaba irreconocible hasta el punto de que el forense tendría que esforzarse si quería presentar ciertamente el cadáver hermoso de la hermosísima Marilyn Monroe. La mujer que era símbolo del erotismo y de la sensualidad se hallaba como Dios la trajo al mundo y como todos los hombres anhelaban encontrarla, desnuda. Su característica melena plateada se encontraba deslustrada y sin teñir, llevaba varios días sin depilarse y estaba desdentada (ya que usaba una dentadura postiza), y su cuello estaba abotargado y con hematomas, y su cara estaba llena de moretones y coágulos de sangre, lo que parecería más se trataba de una tortura seguida de homicidio, y no como se especulaba en un principio cuando se dijo que se trató de un suicidio. Hay unas fotos que serían publicadas años después y que nos revelan el estado maltrecho en el que estaba Monroe al momento de su muerte. El jefe del departamento de policía, Jack Clemmons, fue quien recibió la notificación por parte de uno de los médicos de la actriz, y en cuestión de minutos haría presencia para confirmar que lo imposible había sucedido: las leyendas tampoco son eternas. Al instante notó incongruencias y contradicciones en el actuar de los dos médicos y en el ama de llaves, que decían haberse retrasado en llamarlo porque primero pensaron en dar a aviso a la cadena Fox. El ama de llaves, quien decía se encontraba lavando ropa a esa hora de la madrugada, se había tardado bastante en alertar a las autoridades, aparte de mostrarse inquieta y particularmente perturbada, y de que su testimonio no coincidiera en varios aspectos con los dados por los dos médicos, a los que llamaría una vez encontrara el cuerpo desnudo y sin vida de una diosa. La escena dejaba muchas dudas si no nos contentamos con la versión que calificó la muerte como suicidio: las sábanas de la cama habían sido repuestas y el cuerpo de la difunta había sido evidentemente trasladado, y su postura era antinatural. Tenía el teléfono en una de sus manos como si hubiera querido pedir auxilio o comunicarse finalmente con alguien en particular. Una de las ventanas tenía el vidrio quebrado, ya que el ama de llaves había intentado ingresar por la puerta que se encontraba asegurada, y al asomarse a la ventana se enteraría de la tragedia rompiendo el vidrio para poder ingresar a la habitación (lo particular es que los vidrios parecían indicar que la ventana había sido rota desde el interior de la pieza). Finalmente, detalle particular, Clemmons se percató de que no había ningún vaso o recipiente, y cuyo contenido pudo haberle servido a la difunta para ingerir un frasco entero de barbitúricos (sobredosis que le ocasionaría la muerte según el informe de la autopsia), y luego de hacer notar a otros éste detalle, aparecería mágicamente un vaso donde antes no había nada. Según se reveló después, los agentes y funcionarios que visitaron la escena encontrarían luego el supuesto frasco vacío de barbitúricos, cuyo nombre del medicamento no quisieron comunicar, pero que se especula pudo tratarse de Nembutal. Todo muy sospechoso; la escena más parecía la escena de una película, la última película, pero en todo caso un escenario como impostado, falseado, casi improvisado y hasta teatral. Ante las tantas dudas, el forense se atrevió a calificar en su informe que tal vez se tratara de un “probable suicidio”. La versión de que Marilyn se había suicidado ingiriendo una sobredosis de somníferos tenía sentido, ya que ambos médicos daban crédito de haberle recetado los medicamentos para que la actriz pudiera conciliar el sueño. Por otra parte ya había un precedente en el que Marilyn se había excedido con el consumo del Nembutal, y era sabido que muchas veces solía preparar la mezcla letal de barbitúricos y champaña. Podría también ser que el consumo durante años de estos medicamentos pudieron haberse ido acumulando en su cuerpo hasta alcanzar un nivel mortal. Pero ante un panorama tan confuso son muchos los que no descartan la posibilidad de que la estrella mítica de la gran pantalla haya sido víctima de un asesinato. A juzgar por el estado de deterioro en el que fue encontrado su cuerpo, bien pudo haberse tratado de un asunto de mafia, ya que entre sus métodos estaba el de la golpiza y la tortura. Sin embargo los señalamientos más acertados recaerían sobre la controvertida y sospechosa familia de los Kennedy, de quienes Marilyn tendría información suficiente como para echar abajo el poder de toda una dinastía. Que la actriz sabía más de lo que debía saber, que conocía de antemano el asunto de los misiles rusos que amenazaban desde territorio cubano, que tenía pensado confesar las aventuras que había tenido con Robert y John, y que todo este escándalo que pudiera revelar los secretos ocultos e inconfesable de los Kennedy, llevaría a que fueran ellos mismos quienes ordenaran su asesinato. Investigaciones posteriores sugieren que los Kennedy estuvieron pagando al ama de llaves y al médico generosas sumas de dinero que no se explican de otra forma distinto a comprar con esto su silencio. Se sabe que esa noche Marilyn desistió de ir a una fiesta en donde seguramente se encontraría con Robert, y que esa noche fatídica la protagonista de nuestra tragedia pudo haber realizado un par de llamadas a la Casa Blanca. Se descubriría también un sistema de espionaje que había sido instalado al interior de la casa de Marilyn para llevar un control de sus llamadas, reuniones y conversaciones, y que seguramente monitoreaba el FBI o la CIA por disposición de algún político influyente. El mismo Frank Sinatra, también amante de la estrella, se vería involucrado en las investigaciones toda vez que fue el último en visitarla en su casa el día anterior, y aparte porque para nadie era un secreto los lazos que lo vinculaban con Sam Giancana, capo supremo de la mafia estadounidense. De manera pues que hasta hoy su muerte sigue siendo un misterio por esclarecer, un acertijo repleto de interrogantes y preguntas que tal vez ya no tendrán respuesta. No sabemos así cómo fue que murió Marilyn, pero sí nos enteramos de cómo sería su nacimiento. La vida de la que llegara a convertirse en la más grande estrella de todos los tiempos, y que podría suponerse gozaba también de la más grande felicidad, fue una vida ciertamente contraria a este ideal, una vida desdichada que para nada estuvo teñida de color rosa. Su madre se descubrió de repente embarazada, suponía que tal vez se trató de un panadero noruego, pero, como fuera, el padre de Marilyn fue “desconocido”. Así lo expresó su madre en una entrevista que concedió a uno de los biógrafos más asiduos de la legendaria celebridad, agregando que su hija era “realmente bonita y encantadora… pero resultaba un poco patética, porque siempre estaba avergonzándose de su pasado.” En el Registro Civil fue inscrita como Norma Jeane Mortenson. La madre eligió sus nombres por la admiración que le despertaban las actrices Norma Talmadge y Jeane Harlow. Su apellido lo eligió para que no pareciera que se trataba de una hija ilegítima, pero aun así solía utilizar el apellido de su madre, por lo que era conocida como Norma Jeane Baker. De su infancia se recuerda un episodio traumático en el que mataron a su perro Tippy, ocasionándole un impacto que la dejaría perpleja y muda durante algunos días, para luego recobrar el habla con una tartamudez que le llevaría años superar. La madre trabajaba cortando negativos en la compañía Consolidated Film Industries, asociada a la prestigiosa productora RKO, cuyo dueño era el magnate Howard Hughes. Los problemas económicos le desataron complicaciones nerviosas hasta el punto de tener que internarse voluntariamente en un sanatorio mental, dejando el cuidado de su pequeña a un matrimonio residenciado en Hawthorne, California. En adelante, la huérfana estaría mudándose de sitio en sito esperando quién se quedaría esta vez con su custodia y velaría por ella. Unos meses más tarde su madre consiguió recuperarse, conseguir una casa propia y traer de regreso a su hija, pero unos meses después se vería otra vez padeciendo los trastornos mentales que la llevarían de vuelta al sanatorio. Esta vez Norma se quedaría en manos de Grace McKee, la mejor amiga de su madre, y que sería quien comenzaría a antojarla con el mundo del espectáculo, la actuación, el cine, las estrellas de carne y hueso. Norma tenía ocho años cuando fue abusada por primera vez, por quien luego diría se trató de “un amigo de la familia”, y unos años más tarde el esposo de Grace también la violaría. Con Grace conviviría durante dos años, antes de que acusara a su marido y tuviera que ser enviada a casa de un tío de Grace, donde también sería abusada por uno de sus hijos. Al poco tiempo, y debido a las complicaciones de salud de su más reciente custodio, Norma se vería obligada a regresar a casa de Grace. A los 12 años se enteró de que su madre había tenido una hija antes que ella, Berenice, a quien quiso conocer y con quien comenzaría un vínculo estrecho que se patentó en una abundante correspondencia de cartas que iban y venían, y que se mantuvo incólume hasta la muerte de Marilyn. A los 13 años ya Marilyn había recorrido once hogares distintos, había sido maltratada y abusada sexualmente en varias ocasiones. A esa edad ya había alcanzado su máxima estatura, pechos prominentes, desarrollada prematuramente, ostentaba unas caderas de curvas sinuosas que no ocultaba al vestir los jersey ceñidos y las faldas pegadas a la cintura, muy al estilo de la moda californiana de aquella época, y que desde entonces nos permitía gozar de esa exuberancia sexual que la caracterizaría siempre. Recuerda el episodio donde uno de estos abusadores acabaría con ella para luego arrojarle una moneda y decirle que se comprara un helado. Ella tendría el valor para confesárselo a su madre adoptiva, a lo que ésta sencillamente le diría: “La culpa es tuya”. Solía tomar baños muy largos y repetir la operación varias veces al día. Estaba obsesionada con limpiarse continuamente ya que se sentía sucia. Estos cambios constantes de hogar, los desprecios y malos tratos, el rechazo y la inestabilidad, serían determinantes en la personalidad trastornada de Marilyn Monroe. Norma no quería regresar a un orfanato, ya estaba hastiada de ese peregrinar, y sabía que para poner un término a esa cadena que parecía interminable, lo más conveniente sería encadenarse al eslabón conocido como matrimonio. Por aquella época Norma no andaba estudiando y había conseguido empleo en una fábrica de construcción de aviones en la que estaba a cargo de revisar los paracaídas. Allí conocería a James Dougherty, un mecánico de la planta y aparte vecino suyo, cinco años mayor que ella, y con quien contraería matrimonio a la edad de los 16 años. Ella quería dedicarse a los cuidados del hogar, tener hijos, construir una familia y ser una ejemplar ama de casa. Recordaba a James como a un “hombre de ensueño”. Pero para 1943, en pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial, James se alista en la Marina y es enviado como instructor a la Isla Santa Catalina, cerca a Los Ángeles, para luego ser embarcado con destino a Australia, donde permanecería una larga temporada. Este distanciamiento provocó el descontento de su esposa, quien sintiéndose sola y hasta abandonada decide mudarse con su suegra, con quien además trabajaba en una fábrica de municiones llamada Radio Plane, ubicada en Burbank. La desdichada esposa confesaría años más tarde sus infidencias y deslices: “Yo no dormía con otros mientras estaba casada, hasta que mi marido se alistó y entonces lo hice porque estaba condenadamente sola y necesitaba algún tipo de compañía. Y por eso, de vez en cuando, lo hacía porque no quería estar sola.” Hasta aquí el panorama no prometía ser el de la consagrada estrella en la que se convertiría, hasta que un fotógrafo le sacó una instantánea mientras trabajaba en los oficios de la fábrica, y cuya fotografía sería utilizada para una revista. Algunos fotógrafos se interesaron por la modelo de la foto, y en adelante empezarían a lloverle las ofertas para que modelara en todo tipo de publicidades. A su marido no le gustaba la idea de que su mujer anduviera por ahí exponiéndose para ganar dinero, y a Marilyn ya no le resultaba muy atractivo el ideal de la esposa sumisa encargada de los pormenores de una casa y la crianza de unos hijos. Marilyn comienza a tener gran éxito como modelo y es entonces cuando el matrimonio decide divorciarse después de cuatro años de estar juntos. James diría que Marilyn “era tan sensible e insegura que me di cuenta de que no estaba preparado para ocuparme de ella”. Años más tarde, cuando quiso volver a casarse, James quemaría todas las cartas que conservaba de su exesposa, sin sospechar que, como lo diría años más tarde, con la publicación de esas memorias se hubiera podido comprar una casa. Pero es que nadie podía sospechar que una “cualquiera” pudiera llegar a ser la “única”. “Yo no conocí a Marilyn Monroe y en ningún momento he afirmado saber nada de ella. Yo conocí y amé a Norma Jeane”, diría su primer marido. Para 1945 era conocida en la industria publicitaria como “el sueño de los fotógrafos”, figurando en la portada de treinta y tres revistas y despertando el interés de la industria cinematográfica de Hollywood. Norma comienza a audicionar para varios castings, hasta que la Twentieth Century Fox se mostró interesado en ella, ofreciéndole trabajar durante seis meses figurando como extra en el rodaje de varias películas. Un ejecutivo de la compañía le propuso someterse a una cirugía estética que puliera su barbilla y le extrajera un cartílago un poco prominente de su mentón, y que también limara un pequeño bulto en su nariz, y que, de paso, aprovechara y también se cambiara el nombre. Norma Jeane Baker siguió las recomendaciones plásticas y también la sugerencia de rebautizarse, por lo que en adelante asumió el nombre de la actriz Marilyn Miller, y lo compuso con el apellido de soltera de su madre. De esta forma nació la que fuera conocida como Marilyn Monroe. Sagaz al momento de olfatear el dinero, sería el mismo Howard Hughes quien vería el potencial en Marilyn ofreciéndole un contrato en su productora cinematográfica. Al mismo tiempo la Twentieth Century Fox ya había reparado en esa rubia que venía haciendo apariciones espontáneas como personaje secundario de algunas películas, y de la misma forma le ofrecería a Marilyn un contrato para unirse a la compañía. La actriz consideró más conveniente descartar a RKO y firmar un contrato que le prometía hacer parte del reparto de algunos filmes durante algunos meses. Ese mismo año de 1947 aparecerá en dos películas que no generaron ningún impacto y por lo que su contrato sería cancelado. En el musical The shocking Miss Pilgrim interpretó a una telefonista e hizo de camarera en Dangerous years. No tuvo que esperar mucho para que Columbia Pictures le diera la oportunidad de trabajar con ellos durante un semestre, donde interpretó a una bailarina llamada “Peggy” en el musical Ladies of the chorus. La película, pese a convertirse con el paso de los años en una película distintiva de la actriz, no tendría en su momento una buena acogida, pero poco importaría a Marilyn, ya que su paso por la productora le dejaría un premio inesperado. Monroe había encontrado en la profesora alemana de arte dramático, Natasha Lytess, a una amiga. Juntas convivieron por más de siete años, en un vínculo que despertó siempre las sospechas de que las actrices gozaban de una relación que iba más allá de una simple amistad. Refiriéndose a Monroe, la actriz alemana expresó: “No era bella. No podía hablar, ni siquiera sabía cómo abrir la boca y tenía miedo de todo.” Para 1949 firmaría un contrato de exclusividad con Twentieth Century Fox por seis años, no sin antes grabar con MGM la película policiaca con la que ya se había comprometido, The asphalt jungle, donde interpretó a “Angela”, la amante de un abogado. Durante los años siguientes fue una cosecha de éxitos que finalmente la catapultarían al estrellato, permitiéndole compartir escena con los más destacados actores y actrices del momento. De 1950 se recuerdan las producciones All about Eve (Eva al desnudo), protagonizada por Bette Davis, y donde Marilyn encarnó a “Claudia Caswell”, actriz de teatro, y así su aparición en la comedia de los hermanos Marx, Love happy (Amor en conserva). Ambos filmes tuvieron grata acogida, aunque no así aquellos en los que participaría al año siguiente: Town story, As young as you feel y Love nest. Queriendo explorar los campos del intelecto, Monroe se matricula en las clases nocturnas de arte y literatura en la Universidad de California. En 1952 tiene la oportunidad de actuar con un gran elenco y de ser dirigida por uno de los directores más emblemáticos del cine, el austriaco Fritz Lang, en su película Clash by night, compartiendo plató con grandes celebridades de las cuales muy pronto ella sería parte. Ese mismo año figurará en la comedia protagonizada por Ginger Rogers, We’re not married, donde también sería notable su presencia escénica y su interpretación. Finalmente Marilyn Monroe tendría su primer protagónico en el thriller de 1952, Don’t bother to knock, un papel exigente y de alto nivel dramático, y que pese a no gustar al público, la crítica sabría valorar la destacada actuación de la protagonista llamada “Nell”, una niñera con tendencias suicidas, sádica y cruel, que permitió ver una faceta actoral que hasta entonces no había sido revelada por la actriz. Esta interpretación, una de las más notables de toda su carrera, se vería contrastada cuando ese mismo año rodó la comedia Monkey Business (Me siento rejuvenecer), donde la veríamos por primera vez luciendo el tono plateado de una melena que se quedaría grabada en el consciente colectivo humano. Para finales de 1952 la revista Playboy desató un escándalo mediático al publicar una edición con fotografías de la vedete posando completamente desnuda. Las fotografías habían sido tomadas años antes, cuando Marilyn Monroe contaba con 22 abriles y era una chica necesitada de dinero y llamada Norma Jeane Baker, y que para ese estudio empleó el nombre de Mona Monroe. Sueños dorados, así bautizó Hugh Hefner esa foto memorable de las curvas desnudas de Marilyn Monroe, con el pelo largo y oscuro y el contraste fuerte de esa sábana de raso color rojo sobre la que descansa el cuerpo perfilado de la vedete. Sospechando del éxito que auguraba la carrera de Marilyn, el dueño de la revista se había hecho a los derechos de estas fotos, que acabarían por convertirse en las más icónicas en la historia de Playboy. Marilyn Apareció en películas de bajo presupuesto, hasta que en 1953 lograría consagrarse con su papel protagónico de “Rose” en la película Niágara. Algunos no auguraban lo mejor para Monroe, ya que tenía el reto de reemplazar a una actriz legendaria que ya había interpretado antes dicho papel, y que encarnado en Marilyn el personaje se centraría más en su figura y en su belleza. La serigrafía de Andy Warhol con el rostro de Marilyn es una imagen tomada de esta película. Su interpretación tuvo mucho de parte y parte, y fue desde entonces que Marilyn empezaría a mostrarse como la mujer fatal, irresistiblemente sensual. Empezó a usar vestidos ajustados y prendas escotadas que eran tildadas como vulgares y hasta obscenas por aquella sociedad mojigata y conservadora de mediados del siglo XX. Por esos mismos días también conoce al consagrado beisbolista Joe Dimagio, un hombre que “me trataba como si fuera alguien especial”, según diría de quien años después se convertiría en su segundo esposo. Su momento culmen vendría al año siguiente cuando encarnó el papel de la cantante y bailarina “Lorelei Lee” en la película Gentlemen prefer blondes, en donde la veremos interpretando un número musical que se convertiría en todo un clásico de los musicales, muchas veces imitado o parodiado, Diamonds are girl’s best friend. Y de ese mismo 1953 también tenemos a “Pola”, mujer que pretendía conquistar hombres adinerados para aprovecharse de estos, en la exitosa comedia How to marry a millionaire. Y pese a que ya Marilyn había conseguido alta notoriedad, su contrato no sería modificado y la actriz seguía ganando un sueldo inferior al de los demás actores y actrices, quienes aparte contaban con prebendas como la de elegir sus proyectos, directores y coprotagonistas. No quiso seguir en esa línea de la rubia tonta y se negó a participar junto a Frank Sinatra en la comedia musical The girl in Pink Tights, por lo que la productora le impondría una suspensión temporal y alejaría durante unos meses de las cámaras. En 1954 protagonizó una película de la vida real junto al memorable y emblemático beisbolista retirado, Joe DiMaggio, 12 años mayor que ella, y con quien celebraría lo que la prensa bautizó como el “Matrimonio de la década”. La pareja contrajo nupcias en el prestigioso Ayuntamiento de San Francisco, y de inmediato saldrían con destino a Japón para celebrar su luna de miel. Durante el idilio amoroso por el Pacífico asiático, Marilyn aprovecharía para realizar un viaje corto a Corea, donde daría un espectáculo a más de setenta mil soldados que no podía creer que la gran diva del cine mundial estaba cantando y bailando para ellos al otro lado del mundo. La pareja tendría gustos y afinidades comunes, pero poco habían compartido respecto a los planes futuros. Joe anhelaba gozar de su retiro junto a una esposa dedicada al hogar y a celebrar junto a él de una vida tranquila y alejada de los medios. Por otro lado, la carrera actoral de Marilyn estaba en ascenso, auguraba adquirir una velocidad meteórica, y en su pleno apogeo las cámaras de los fotógrafos no dejaban de perseguirla a donde fuera. Por esos días conoce al escritor de la aclamada novela La muerte de un viajante, y con quien al parecer comenzará una aventura, y fue así como el “Matrimonio de la década” sería también uno de los más breves, ya que después de nueve meses la pareja decide divorciarse. Para retornar a la productora, Marilyn tendría que realizar el filme There’s no business like show business (Luces de candilejas), y así también interpretar a la mujer de un vaquero en el western River of no return. Ninguna de estas películas tuvo buena crítica y lograron recaudar muy poco en taquilla. Para principios de 1955 Marilyn también fundará en compañía del fotógrafo Milton Greene su propia productora de cine, la Marilyn Monroe Productions, y un año más tarde estrenará su primer largometraje en la película que también protagonizó, Bus stop, y cuya interpretación le valdría la nominación al Globo de Oro. En 1955 aceptó encarnar a “La Chica” en la película basada en la novela The seven year itch (La comezón del séptimo año), por el cual recibiría cien mil dólares, y que le valió la nominación al premio BAFTA como Mejor Actriz Extranjera. La cinta recaudó más de ocho millones de dólares en taquilla, éxito tras el cual Marilyn pudo renegociar su contrato: en adelante recibiría un porcentaje de lo recaudado en taquilla, y tendría la posibilidad de realizar anualmente una película independiente. Ya había sido encasillada por la industria como un ícono sexual y era así como la quería y alababa el público, interesándose poco por sus dotes actorales o por lo que pudiera encontrarse más allá de solamente un cuerpo. Al parecer a la gente le bastaba y le era suficiente con que Marilyn fuera bella, muy bella, demasiado bella, la más bella y nada más, ¿para qué más? Anhelaba que los entrevistadores le hicieran preguntas que pudieran dar cuenta de sus intereses intelectuales, pero cada reportaje acaba tomando el rumbo que todos esperaban, sus intimidades sexuales, sus gustos y sus secretos develados, las preguntas más picaras, y al final ella misma terminaba prestándose para perpetuar esa imagen de objeto del deseo, y que en últimas sería la patente de su éxito y de su tanto reconocimiento. Como en aquella ocasión en la que en una entrevista para Life Magazine confesó dormir “sin más atrezzo que unas gotas de Chanel No. 5”. No obstante, Marilyn estaba agotada de ser únicamente reconocida por sus atributos físicos, y de incluso ser continuamente criticada por su falta de experiencia actoral. Por recomendación de su amigo, el intelectual Truman Capote, para mediados de los cincuenta Marilyn se matricula en el afamado instituto de formación dramática, el renombrado Actor’s Studio, y sería de la mano del formador actoral con método propio, el maestro Lee Strasberg, que la estúpida rubia tonta empezaría a transformarse en una comprometida actriz de alto nivel. Se alejaría durante un tiempo de los escenarios para concentrarse en sacar adelante sus estudios y formarse como una actriz profesional. Interpretaría para teatro la obra del dramaturgo estadounidense Tennessee Williams, Un tranvía llamado deseo, pero el papel en el que destacaría sería en la obra Anna Christie, escrita por Eugene O’Neill. El nuevo contrato que firmaba con la Twentieth Century Fox le permitía que fuera ella misma quien eligiera al director, para lo cual elegiría a Joshua Logan, quien también había sido educado en el Actor’s Studio bajo el mismo método de Strasberg. Su papel bien interpretado de una chica llamada “Cherie” le valdría la nominación al Globo de Oro como Mejor Actriz de Comedia o Musical, así como el aplauso del público y de los críticos, uno de los cuales aseguró: “Marilyn es una de las actrices más talentosas de todos los tiempos, ella es realmente brillante, creo que debió haber sido nominada como Mejor Actriz a los premios Oscar.” Y otro crítico comentaría luego del estreno de la película que era en esta cinta donde “Marilyn Monroe se probó a sí misma que es una actriz.” Ese mismo año de 1956, y con 25 años, Marilyn volverá a intentarlo por tercera vez en el altar, esta vez en una ceremonia judía y de la mano del prominente escritor, el reconocido intelectual Arthur Miller, y para lo cual Marilyn tuvo que convertirse al judaísmo. La pareja viajó a Londres para el primer rodaje de la Marilyn Monroe Productions, la película El príncipe y la corista, dirigida y coprotagonizada por Laurence Oliver. El rodaje fue todo un tormento para Marilyn, quien sufriría un aborto espontáneo, y debido a esa conmoción y angustia comenzaría a amistarse con el alcohol y los barbitúricos. Su interpretación en esta cinta le valió el premio italiano David di Donatello a la Mejor Actriz Extranjera y una nominación a Mejor Actriz en los premios BAFTA. Marilyn había comenzado a interesarse fuertemente en las lecturas y el estudio, queriendo desmarcarse de los papeles por los que era reconocida, pero que no quería encarnar en la vida real, ese rol de la rubia que cautivaba por sus encantos físicos y que por eso mismo solía ser el estereotipo de la mujer estúpida. Seguramente Miller sabría cómo llenar estas falencias y estimular los intereses intelectuales de su esposa, y sin embargo este ambiente no le sentaría del todo bien a la actriz, quien finalmente acabaría sintiéndose poco identificada con su marido. Y es que la pareja parecía desde todo punto de vista una pareja muy dispar, y aunque podría tratarse de un complemento o la sumatoria de intelecto y belleza. Él era de un corte político e ideológico que se inclinaba abierta y eufóricamente por los partidos de izquierda, mientras que Marilyn seguía representando para muchos una figura con un perfil más republicano y conservador; él un filósofo y escritor con ideas propias y ella una persona que parecía poco reflexiva y desinteresada por el conocimiento; él proveniente de una prestante familia judía y ella con una niñez tormentosa caracterizada por el abandono. Muchos no le auguraban un próspero porvenir, y a pesar de que tardaron cinco años en divorciarse, el descontento al interior de la relación empezó a notarse desde el comienzo. La situación se deterioraría cuando Marilyn leyó entre las anotaciones de su marido que éste se sentía frustrado por su matrimonio, decepcionado de compartir con una niña abandonada pero caprichosa y superficial, y que no colmaba sus necesidades intelectuales. Some like it hot (Con faldas y a lo loco o Una Eva y dos Adanes), sería para muchos, incluido su director Billy Wylder, la mejor interpretación en la carrera de Marilyn, y su reconocimiento se vio patentado luego de que recibiera el Globo de Oro a la Mejor Actriz de Comedia o Musical, por caracterizar a la desventurada romanticona e inocente “Sugar Kane”. La película fue un éxito en taquilla y recibió la nominación a cinco premios de la Academia. Además sería la oportunidad para que Marilyn se destacara en el medio de dos figuras legendarias del cine, los actores Jack Lemmon y Tony Curtis. Por esta época comenzaron los problemas físicos y emocionales que irían menoscabando en el trabajo de la actriz. Solía llegar tarde, excusarse de no asistir por dolencias de todo tipo, y olvidaba frecuentemente sus líneas sin importar lo cortas que estas fueran. Eventos como tener que repetir la misma escena más de sesenta veces porque la actriz tropezaba en los diálogos una y otra vez, acabó irritando a gran parte de la producción, y en especial a Tony Curtis, con quien se diría habría tenido un corto idilio. Producto de este idilio Marilyn quedaría embarazada, pero durante las semanas de rodaje también tendría un aborto involuntario que afectaría su cuerpo y su psiquis. Al año siguiente tendría un nuevo contrato con la Twentieth Century Fox y participaría del musical Let’s make love (El multimillonario). Monroe pidió que el guion fuera reescrito por su esposo, tras lo cual algunos actores como Gregory Peck, Cary Grant y Charlton Heston se negarían a integrar el rodaje, y a lo que finalmente la productora se decidiría por el actor francés Yves Montand. Durante el rodaje los protagonistas mantuvieron una aventura furtiva, e incluso se dice que Marilyn le pidió a Montand que abandonara a su esposa, la actriz Simone Signoret, para no regresar a Francia y quedarse junto a ella. Años después, estas serían las declaraciones de Montand, quien después de un día de trabajo pasó a saludar a Marilyn en su bungalow: “Me incliné para darle un beso de buenas noches… pero súbitamente fue un beso desenfrenado, un fuego, un huracán que no pude contener.” Estas infidencias de Monroe y el desinterés de Miller hicieron que la pareja se distanciara aún más. El escritor lo achacaba al temperamento melancólico de su esposa: “La intensidad de su angustia le hubiera incapacitado para cualquier otro trabajo. Si hubiera sido oficinista, le hubiera dicho que hiciera el favor de dejar sus problemas en casa. Sin embargo, en la vida le tocó el papel de estrella de cine y esto le permitió trabajar y padecer, porque a una estrella se le permite todo.” “Es mejor ser infeliz solo que infeliz con alguien, hasta ahora”, diría a su vez Marilyn, quien nunca superó sus traumas de niñez, la enorme sensación irreparable de sentirse siempre abandonada, rechazada, queriendo destacar por algo distinto de un cuerpo, dejar de ser un objeto sexual para que las personas a quienes en todo caso quería agradar entendieran que no era una estúpida como se lo pensaban. “Pertenezco al público; él es mi única familia”, expresaba la gran estrella, envidiada por todos, permitiéndonos entrever su carencia de afecto. Anhelaba ser querida, no tanto como deseada. Pero ella misma alentaría esta imagen de símbolo sexual con declaraciones memorables que quedarían para la historia: “El sexo es una parte de la naturaleza, y yo estoy del lado de la naturaleza.” Se volvió más impulsiva, neurótica, depresiva, desarrolló una personalidad obsesiva y solía tener ataques de pánico. Debido a la enfermedad de la endometriosis, Marilyn habría tenido que padecer varios abortos, negándose a seguir el tratamiento de aquella época que consistía en operarla para extraerle definitivamente los ovarios. A pesar de representar esa mujer candente que emanaba poderío sexual, la fogosa mujer parecía no gozar plenamente de su sexualidad debido a las dolencias que la aquejaban. Sumado a esto su frustración por no poder convertirse en madre, y un severo dolor menstrual que la llevarían a consumir fármacos para mitigar los padecimientos del cuerpo, y algunos narcóticos que le aliviaran el alma. Comenzaron sus abusos de estas sustancias así como del alcohol, y era común que en sus frecuentes noches de insomnio se comunicara telefónicamente con su psicoanalista para desahogar sus desánimos. Así se encontraba Marilyn Monroe cuando en 1960 se traslada a Nevada para hacer parte del elenco de estrellas en la película The misfits (Vidas rebeldes), guionado especialmente para ella por su marido, quien se valdría de las experiencias de su relación con Monroe para darle vida a los personajes y contar de alguna manera su propia historia. Clark Gable tendrá la siguiente línea que muchos dirán es lo que Miller diría de su propia esposa: “¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?” El personaje de “Roslyn” sería por obvios motivos el papel más convincente de su carrera. Se encarnó a sí misma en una actuación de la cual un crítico comentaría: “No tenía técnica de actuación. Era todo verdad, era sólo ella.” Sin embargo la grabación se complicaría cuando la actriz solía ausentarse del set o sencillamente no asistir, y así mismo su compromiso y su desempeño actoral se estaban deteriorando, tal vez por el exceso en el consumo de alcohol y medicamentos para conciliar el sueño, y por lo que incluso tendría que ser hospitalizada en Los Ángeles durante diez días, tras lo cual regresaría a Nevada para terminar el rodaje. A finales de ese año Marilyn se muda a convivir durante un par de meses a la casa de Lee Strasberg, y para principios de 1961 ya su matrimonio, insostenible, acabará en divorcio. Un mes más tarde se interna en un centro psiquiátrico de Payne Whitney, viviendo lo que relató como una “pesadilla”, antes de que acudiera a su segundo marido, Joe DiMaggio, para que fuera él quien se encargara de trasladarla de sitio. Ese año, debido a su condición física y mental, la actriz decidió alejarse del escenario fílmico y rechazar todo tipo de ofertas. Para 1962, afectada por una bronquitis, Marilyn regresa al cine con la película Something’s got to give, pero ya no se le verá tan segura y desafiante como nos tenía a todos acostumbrados. Su próximo protagónico sería en la vida real, teniendo como compañeros de reparto a nada menos que a la mismísima familia de los Kennedy. La leyenda cuenta de un estadista que invitó a una reconocida actriz de cine a una cena, y aprovechando la ausencia de su esposa Jacqueline, le pediría que lo acompañara en alguno de sus viajes. El romance no daría para que la amante relegara a la esposa y se convirtiera en primera dama de su país, por lo que la desdichada actriz se presentaría en la gala de cumpleaños del presidente para hacer lo que mejor sabía: dar un espectáculo. Fue espectacular, deslumbrante, inolvidable. La vedete celebró frente a las cámaras y al millar de invitados el nacimiento de su príncipe, interpretando la tradicional canción cumpleañera y haciendo un memorable énfasis seductor cuando decía: “Happy Birthday, Mr. President”. A pesar de que era propio en ella, su impronta y sello característico, esta vez Marilyn parecía desprender otro tipo de atractivo que evidenciaba la peculiar amistad que los unía a los dos. La pareja gozaría de un fin de semana en el hotel Carlyle y hasta allí llegaría la historia de un mito. Kennedy no volvió a contestar las llamadas de Marilyn, y tal vez esta historia resulta falsa o a lo menos exagerada. Los rumores podrían ir más allá, como sucede en este tipo de casos, y tal vez tan solo se trataría, como le confesaría Marilyn a su masajista de confianza, cuestión de “un solo fin de semana”. Es famoso el romance entre el presidente John F. Kennedy y la gran estrella; ella parecía encantada de los atributos masculinos del líder estadounidense, y por su parte el político se había visto seducido por el portento femenino que era la codiciada Marilyn Monroe. Sería, pues, una aventura deseada, urgente, consensuada, así como furtiva y pasajera. También se habla del amorío con Robert, hermano del presidente, y de las orgías y bacanales que celebraban juntos y a donde también asistía “la voz”, el famosísimo Frank Sinatra. Toda su historia se transforma en leyenda o chisme. Su siguiente film, Something’s got to give, nos dejaría la memorable escena de Marilyn nadando desnuda en una piscina, y cuyas imágenes se publicarían después en la portada de la revista Life. Marilyn bromeó al respecto diciendo que pretendía “sacar a Elizabeth Taylor de las portadas de las revistas.” Ese mismo año la popularizada estrella de Hollywood posó para una de las sesiones fotográficas más icónicas de su carrera, titulada The last sitting, y publicada por la revista estadounidense Vogue. Su trabajo tenía descontentos a los ejecutivos de la productora, por lo cual decidieron cancelar su contrato y buscar a una actriz que pudiera reemplazarla. Pero esto sería desde todo punto de vista una empresa imposible, y un año más tarde tendrían que renegociar su contrato. Esa jovencita que 20 años atrás reparaba paracaídas en una fábrica de aeronáutica por un salario mensual de U$500, firmaba en su momento un contrato por el que cobraría un millón de dólares por película, además de tener la prebenda de ser ella quien eligiera el guion, el director y su coprotagonista. Era su momento culmen. La rubia eterna ya había rodado 29 películas, pero no habría tiempo para más. Marilyn Monroe muere, y aunque pareciera imposible de creer, a la temprana edad de los 36 años. Su funeral estuvo coordinado por DiMaggio, quien dispuso de una celebración privada y en la cual despidió a su exesposa con las siguientes palabras: “No puedo decirle adiós a Marilyn, nunca le gustaba decir adiós. Pero, adoptando su particular manera de cambiar las cosas para así poder enfrentarse a la realidad, diré ‘hasta la vista’. Porque todos visitaremos algún día el país hacia donde ella ha partido.” Durante mucho tiempo el reconocido beisbolista no desampararía la decoración de la tumba, insistiendo en adornarla cada semana con fragantes ramos de rosas. En su lápida se lee: “My journey ends here” (Mi viaje acaba aquí). Aunque la autopsia desmintiera su belleza natural (ya que se rumora haber encontrado implantes de mama en sus pechos), Marilyn era bella, naturalmente y porque sí. No precisaba que el cine nos revelara su color, ella tenía el suyo propio, y todo lo demás a su alrededor eran grises y sombras. No podía dejar de lucir. Opacaba a cualquiera porque todo en ella era brillo, destello, luz. Era dorada siempre, a pesar de que la película fuera en blanco y negro. Sus ojitos sumisos y cristalinos, su vocecita frágil, envolvente, su naricita respingada y esos labios delgados y seductores, sus caderas y pechos, su piel angelical, y esa sonrisa que hacía delirar a más de un risueño que no sabía cómo disimular. Se les veía a los hombres maravillados, obnubilados por su embrujo, el pulso que se acelera, se entrecorta la respiración, se atragantan y prefieren abrir la boca en un gesto mudo, alelado, sin tragar saliva, evitando no sonrojarse junto a sus esposas. Las mujeres no saben qué pensar, también a ellas les ha bloqueado el pensamiento. Su presencia en el escenario era un portento soberbio del espectáculo y de la naturaleza misma. No era la más destacada por su actuación, cantaba bien y tampoco lo hacía mal bailando, pero es que estaba muy claro que lo suyo era hechizar. Bruja, su ritual consistía en bambolearse de un lado para otro sobre la tarima, en un vaivén que embelesaba y distraída y dejaba a todos estupefactos con su vestido escotado de satén color rosa con cuentas brillantes y pedrería, portando una tiara o corona, anillos, collares, pulseras y alhajas de todo tipo. Irresistiblemente seductora y conocedora de sus encantos y atractivos sexuales, Marilyn despertaba la lujuria y la concupiscencia y los pensamientos más pecaminosos tanto en hombres como en mujeres. Sus pasos estudiados, así como sus miradas y hasta el cuidado de su pestañeo, su sonrisa contagiosa, su comportamiento glamuroso dentro y fuera del escenario. Bastaba con que Marilyn lo hiciera para que ya todas quisieran imitarla, convirtiéndose así en un referente de la moda, ya que toda prenda con la que se le veía se popularizaba de inmediato. Si ella aparecía en una película portando unos vaqueros o un traje ajustado o una falda, a la mañana siguiente ya muchas mujeres andaban haciendo sus averiguaciones para conseguir dichas prendas. Popularizó de esta forma los zapatos de Ferragamo¸ los abrigos camel, los cinturones ajustados y los lentes ahumados. Más que una influencia, el asunto consistía en un plagio o en todo caso una genuina imitación. Querían parecérsele, quedarse con algo de ella, rendirle homenaje, devoción y culto. En 1999 Mariah Carey se haría al piano de Monroe en una subasta donde pagaría por el instrumento U$662.000. Dicho piano perteneció a la madre de la actriz, y luego de darlo por perdido durante varios años, Marilyn conseguiría encontrarlo y comprarlo de nuevo. Madonna evocará sus musicales en su videoclip de la canción Material girl, Elton John le dedicó la canción Candle in the wind, y el polémico Hugh Hefner adquirió un lote junto a la tumba de su musa, pidiendo que al morir le concedieran el honor de ser enterrado a la derecha de una leyenda. Y cómo olvidar esa mítica imagen que persiste en la memoria colectiva, donde el vapor de las corrientes subterráneas de la ciudad despide una ráfaga de viento que levanta las faldas y agita su vestido blanco como una paloma batiendo sus alas. Muchos son los documentales, reportajes investigativos, artículos, libros y películas que se han realizado teniéndola por protagonista. En años recientes se destacan dos películas que han querido regresar a Marilyn Monroe a esta vida: Mi semana con Marilyn, protagonizada por Michelle Williams, y la película titulada Blonde, donde Ana de Armas interpretaría el papel de la consagrada leyenda del séptimo arte, a la cual las más prestigiosas revistas y encuestas califican como una de las actrices más sexys e influyentes de todos los tiempos. Rompió los cánones de la belleza, apostándole a un tipo de mujer que no temía mostrarse desnuda, libidinosa, tal vez inmoral o en cualquier caso extremadamente seductora, en una sociedad caracterizada por su extremo conservadurismo. Cuando pensamos en un referente de la mujer atractiva es Marilyn Monroe quien posiblemente se nos viene a la cabeza. Amalgama de coquetería pícara entremezclada con una vulnerabilidad ingenua, una muñeca dulce y cándida pero también candente y fatal, ángel y demonio conviviendo en un mismo ser, malicia combinada con una dosis suficiente de ingenuidad, ternura y fogosidad a un mismo tiempo, una mezcla impredecible que Marilyn dominaba y que acababa por confundir a cualquiera, al no saber si se tenía en frente a una mansa cordera o a una tigresa indomable y endiablada. Sea como sea, Marilyn Monroe era hermosa, bellísima, preciosa, femenina, la más deseada. Marcó el antes y el después y, después de ella, el diluvio. Encarnación de la carne misma, ejemplo de diva, símbolo sexual, ícono de la cultura pop, un mito en sí mismo, objeto del deseo, cliché de la rubia despampanante e inevitable. Tanto se ha dicho acerca de Marilyn Monroe, que ya no queda nada más por decir, y ya se ha inventado también todo.
Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.