Se entiende que sea difícil rastrear descubrimientos, logros y aportes femeninos durante el medioevo, pero cuesta creer que aún persiste la dificultad para hallar a estas figuras femeninas en la edad renacentista, y tener que esperar todavía un par de siglos más para que por fin fueran muchas las mujeres que se hicieran conocer. Fue así como en la época del despertar intelectual, artístico y cultural de Europa, sobresale una mujer que a través de la palabra alcanzó a postular con acierto los primeros cimientos de la igualdad entre los sexos. Filósofa, alquimista, pensadora consumada, Marie de Gournay despertó el interés de los más ilustres intelectuales de la época, destacando su amistad estrecha con uno de los más loables, Michel de Montaigne. Nacida dentro de un círculo intelectual que motivaría su madre, Marie ya contaba con la vena del escritor, ya que su abuelo y uno de sus tíos se habían dedicado a tal oficio. Vivió su infancia rodeada de los privilegios de la nobleza, por lo que se permitió aprovechar las horas en el estudio de autores clásicos como Plutarco y Séneca, e interpretando las traducciones de sus obras al francés aprendió por cuenta propia la lengua latina. De manera autodidacta también estudió física, química, geometría, historia y literatura francesa, y sus conocimientos le permitieron desde joven integrarse a los principales círculos de interés intelectuales, conocidos como los “Salonniers” (Salones de la Ilustración), y en cuyos espacios ya se había abierto un lugar para la intervención de la mujer. Allí Marie podría rodearse de otras mujeres que compartían sus mismos intereses y preocupaciones, participaba de tú a tú con los hombres respecto a los asuntos culturales, políticos, religiosos. Pero al comienzo serían otros los intereses que seducirían su necesidad de entender el mundo, y es así como la inquieta autodidacta se concentraría en descifrar los misterios ocultos en el arte de la química. Tratando de evitar todo gasto respecto a sus cuidados, Marie invertía su dinero en la consecución de oro, cobre, hierro, plomo, estaño, mercurio, cloro, vitriolo y toda suerte de sales corrosivas, que mezclaba con medidas precisas para entonces poder revelar los secretos escondidos en las sustancias químicas. Pudo haber sido tildada de bruja en medio de una sociedad que no entendía cómo a una mujer podía permitírsele explorar en el campo científico, y sin embargo jamás dejaría de lado la pasión que la llevaba a interpretar el mundo a través de la alquimia. “Observar las proporciones de una buena cocción, lo que se convertirá en la materia que tienes al fuego, con una curiosidad natural y sana”, es así como expresa su inquietud por descubrir e inventar a través del juego científico. Tras la muerte del padre, la familia sufre un revés económico que los lleva a la bancarrota, y aunque al principio la situación fue encarada por el hermano mayor, éste acabaría abandonando el hogar y sería Marie quien se encargaría en adelante de velar por su madre y sus hermanos. Unos años más tarde moriría también su madre, y para entonces Marie ya había formado a sus hermanos y había casado a sus hermanas, por lo que entonces se empeñaría en dedicarse a su más loable empresa, y aquella por la cual se le recuerda. Se muda a París, y es allí donde empieza a pronunciarse a través de escritos respecto al poco interés y al descrédito que se concede a la pluma femenina. Quiere romper con los estereotipos que la encasillan a ella como a un ser sumiso e infravalorado, y para ello se vale de una técnica particular que le permitiría apoyarse con argumentos. Solía tomar por ejemplo algunas obras de renombre (todos ellos varones, por supuesto) para sustentar muchas de sus tesis, como es el caso concreto de las referencias que aluden a la obra de Plutarco, Virtudes de mujeres. Escribía ensayos, poesías, cuentos, y de esta diversidad empezaban a condensarse sus ideas, tomando forma en el manejo sutil del sarcasmo y la ironía, y desde luego una denuncia revolucionaria que no estaría exenta de polémicas. Sin embargo sus ideas y la manera de expresarlas despertarían el interés, el respeto y apoyo de algunas importantes figuras de la época, a quienes también dedicaba algunos de sus libros, quizás con el secreto interés de afianzar de esta forma los lazos de amistad con los más poderosos, tales como Ana de Austria, Margarita de Valois, Enrique IV, Luis XIII y Maria de Médici, e incluso recibiría una pensión real que le fuera suficiente para sobrellevar sus gastos y continuar su tarea de escritora. Pero tendría que ser el reconocido Michel de Montaigne, padre de los ensayos, quien la puso en la mira de los más célebres, al mostrarse interesado en su trabajo, toda vez que la pensadora ya conocía las obras del ensayista y así mismo tuvo los arrestos de presentársele. Pronto surgió una amistad estrecha, por lo que seguramente Montaigne tendrá mucha influencia y mucho por agradecerle al pensamiento y a la presencia en su vida de la destacada Marie de Gournay. Tan íntima y cercana fue la relación, que durante algunos meses Montaigne se mudó al hogar de Marie para compartir más de cerca sus obras y sus ideas. Al separarse, Marie escribió una obra ficticia de una supuesta relación que mantuvieron juntos, titulada Le promenoir de Monsieur de Montaigne par sa fille d’aliiance, donde describe un matrimonio clásico en el cual la mujer se ve sujeta al mandato y capricho de su esposo. Y tanta la confianza que el destacado ensayista depositaba en su “Fille d’alliance” (Hija electiva), como le consideraron las generaciones posteriores, que sería a ella a quien le encomendaría la tarea de editar su obra, siendo así que para 1595 la misma Marie se encargaría de publicar Ensayos, de Michel de Montaigne, donde a parte se permite ser ella quien prologue la obra. En dicho prólogo la escritora intenta dar con un tono desafiante hacia el varón, toda vez que su posición de mujer no conseguiría causar el efecto que las palabras de un hombre generaban en un público estrictamente machista. En adelante la prolífica escritora se dedicará a exponer sus críticas y a argumentarlas de lleno a través de sus distintas obras. En La vida de la doncella de Gournay, de 1616, la autora denuncia la desigualdad de derechos entre los sexos a manera de autobiografía, generando tras su publicación el escándalo, así también como la ridiculización de muchos críticos. Seis años más tarde alcanzaría el prestigio y la notoriedad, luego de la publicación del libro que le daría más fama: Tratado de igualdad de los hombres y las mujeres. En este libro la polémica visionaria del movimiento feminista criticará el sistema tradicionalista del patriarcado, señalando que la única diferencia entre los sexos está en una condición física, y que si las mujeres no han destacado en el campo de las ciencias, es debido a que el mismo hombre le ha impedido acceder a estos saberes, limitando así su conocimiento y prohibiéndole figurar de cualquier forma. Exhorta a las mujeres para que se desmarquen de estas malas costumbres de sumisión y se hagan cargo de su propia educación, y para que de esta forma puedan ponerse a la par del intelecto masculino y encarar con mayor sentido la lucha por la igualdad de sexos. Ese mismo año publica el ensayo Quejas de las mujeres apostando por la igualdad absoluta entre sexos, y en donde defiende el acceso a la educación por parte de las mujeres, así como la oportunidad de que puedan presentarse para oficiar cargos públicos, y de paso cuestionar algunas instituciones como el clero, las cortes y la aristocracia francesa. En 1626 publica Agravio de damas, libro en el que discute sobre la supuesta inferioridad intelectual femenina, la cual achaca al hecho simple de que el hombre no se haya interesado en los escritos de las mujeres, condenándolas de esta forma a un puesto de prejuiciosa inferioridad. Vale destacar el comienzo del libro: “Bienaventurado eres tú, lector, si no perteneces al sexo al que se le prohíben todos los bienes, privándole de la libertad; al que incluso se le prohíben casi todas las virtudes, alejándolo de cargos, oficios y funciones públicas. En una palabra, al que se le sustrae el poder -en cuyo ejercicio moderado se conforma la mayoría de las virtudes- con el fin de darle como única felicidad y como virtudes únicas y soberanas la ignorancia, la servidumbre y la facultad de hacer el necio, si ése es el juego que le place. Bienaventurado eres, otra vez, porque puedes ser sabio sin cometer una ofensa. Tu cualidad de hombre te concede, al igual que lo prohíbe a las mujeres, toda acción de altos vuelos, todo juicio sublime y toda exquisitez en el discurso especulativo.” Ese mismo año publica Apología de la que escribe, haciendo hincapié en los prejuicios sociales respecto a las capacidades femeninas, y cómo estos prejuicios la han venido relegando desde siempre y complicando su existencia en este mundo, a pesar de lo cual subraya la hazaña femenina al haber sobrevivido a estas formas culturales a través de los tiempos: “De modo que, si bien las damas alcanzan los grados de excelencia con menor frecuencia que los hombres, es maravilloso constatar que el carecer de una buena educación, es más, que la influencia de una explícita y deliberada mala educación, no les cause un daño mayor, y que no les impida poder llegar a todo.” Pese a las críticas y burlas, fue de esta forma como Marie rompió esquemas, cuestionó a una sociedad patriarcal y se ganó en vida el aprecio y la admiración de muchos, así como el reconocimiento de sus obras. Tal vez sin proponérselo, Marie de Gournay ideó las bases del movimiento feminista, y que hoy día recobran su historia y su obra para tenerla como un referente. Marie reclamó un lugar merecido y decisivo para la mujer, ciertamente activo en el progreso humano, y para ello defendió la educación femenina como el pilar que constituye la igualdad entre los hombres y mujeres. Insistió en que la sociedad debería reconocer el derecho a las mujeres para acceder a la educación pública formal, ya que de lo contrario seguirán siendo vistas como incapaces y jamás se les permitirá demostrar sus capacidades y ensanchar sus talentos y aptitudes, negándole a la sociedad misma el aporte que la mujer podría generar en todos los campos, si así se lo permitieran. Reclama así mismo por la memoria de la mujer en la historia, y se anticipa a los siglos para declarar la importancia de una independencia económica por parte de la mujer, liberándose finalmente del yugo que le impide decidir por sí misma para comprometerse con su vocación propia. Destinó un espacio en su propia casa para que se llevaran a cabo mítines y tertulias y en las que se pudieran convocar toda clase de intelectuales, artistas y pensadores, hombres y mujeres, y discutieran así toda suerte de asuntos intelectuales, políticos y sociales. Abogaba por la creación de estos espacios donde el diálogo y el respeto por las opiniones del otro fueran el fundamento de la interacción intelectual. Escritora, filósofa, editora, traductora, poeta, ensayista, científica, química, física y alquimista, definitivamente un prontuario polifacético de una de las figuras femeninas más destacadas del renacimiento, una inquieta por el conocimiento, y que a lo largo de su vida intentó abarcar todas las áreas del saber, sobreponiéndose a los límites que el destino parecía imponerle. Ella serviría como el mejor ejemplo de todo aquello que profesaba en sus escritos. Una mujer que por considerar el matrimonio como un asunto que la distraería de su más honesta vocación, decidió protestar con un celibato, y por lo que sería objeto de burlas, pero con el cual rompió aquella tradición que casi la obligaba a la condena de un matrimonio y a la crianza de los hijos. Ella misma se autodenominaba “Demoiselle” (Señorita), y sería de esta forma como se trataría en su última obra, titulada Les advis ou les presens de la demoiselle de Gournay, y que publicaría cuatro años antes de morir.
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