Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Mária Telkes (1900-1995)

Desde muy niña contemplaba al sol como si se tratara de una bombilla gigantesca. Supo entender que era su fuego la energía que posibilitaba la vida, y desde entonces no dejaría de auscultar en su energía, su calor, su luz. La que sería conocida como la “Reina sol” por su contribución específica en el desarrollo de tecnologías de energía solar, nació en Budapest, y fue la mayor de ocho hermanos. En su adolescencia ya el mundo científico comenzaba a vislumbrar un futuro en el que escasearían los recursos fósiles para la producción de combustible, haciéndose necesario la invención o el descubrimiento de otras fuentes energéticas, limpias y renovables, que permitieran resolver el impacto futuro de la electricidad. Mária supo siempre que esa fuente inagotable no había que rebuscarla entre los suelos, y que en cambio se encontraba allí, justo arriba de nuestras cabezas. Empieza sus estudios en la Universidad Eötvös Loránd y después se especializa en Fisicoquímica en la Universidad de Budapest. Para 1925 se muda a Cleveland, Estados Unidos, y un año después inaugurará su prometedora carrera de inventora por medio de su primera patente: un dispositivo fotoeléctrico que registraba las ondas cerebrales. En 1934 ya su trabajo le había valido el reconocimiento de muchos, siendo considerada por The New York Times como una de las “11 mujeres más relevantes de Estados Unidos”. En 1939 es convocada por el Massachusetts Institute of Technology (MIT), en Boston, para que integre el personal de investigadores del Proyecto de Conversión de Energía Solar. Mária pretendía resolver el problema al que se enfrentaban aquellas familias de bajos recursos que durante la época invernal no podían costear el combustible para la calefacción de su hogar, siendo que la luz solar podría suplir esta necesidad de manera gratuita. Comenzó sus investigaciones respecto a este tema, además de dar sus primeros avances en la invención del primer generador termoeléctrico, pero ambos proyectos se verían interrumpidos por la Segunda Guerra Mundial. Durante estos años la ingeniosa inventora prestó sus servicios creativos para socorrer a los soldados náufragos y que no murieran por deshidratación, diseñando un purificador de desalinización portátil fabricado con una película de plástico transparente, y que se convertiría en una parte indispensable del kit de los marinos que combatieron en los mares del Pacífico. El adminículo aprovechaba el calor de la luz solar y el efecto de condensación para obtener agua potable en un proceso conocido como destilación. Para 1947 pudo por fin culminar los proyectos que había dejado en el tintero. En sociedad con la escultora Amelia Peabody y la arquitecta Eleanor Raymond, diseñó lo que sería la primera casa solar del continente americano. Se trataba de una casa de apariencia convencional, bordeada por dieciocho ventanas, y en cuyos vidrios se escondía el novedoso invento de unos paneles de metal encargados de capturar el calor y almacenarlo. Las paredes estaban recubiertas con una solución química a base de sulfato de sodio, que servía como aislante y retenía la concentración de calor al interior del recinto. Lo puso a prueba en algunos hogares de familiares, comprobando que el calor podía conservarse alrededor de unos diez días durante la época más cruda del invierno. Estos descubrimientos no son los mismos empleados hoy día, los cuales utilizan la energía solar para transformarla concretamente en electricidad a través de células fotovoltaicas. En 1951 ya Telkes podía vislumbrar el futuro promisorio de estas tecnologías, pero confesó no conseguir mayores logros en sus estudios con los principios de las células fotoeléctricas, y a pesar de que un par de años más tarde se desarrollaran las primeras células fotovoltaicas, el diseño patentado por Mária Telkes se siguió empleando durante décadas por resultar más eficiente. En 1952, como una destacada figura femenina de la ciencia y que ha servido como inspiración a muchas mujeres, es galardonada por la Society of Women Engineers, y un año más tarde daría finalmente con otro de sus proyectos que tenía por pendiente, patentando el primer refrigerador termoeléctrico. De esta misma forma Mária Telkes patentaría más de veinte inventos a lo largo de su trayectoria científica. Lo suyo era jugar con la termoeléctrica, y los resultados fueron una prolífica serie de dispositivos de todo tipo. Desde comienzos de los años 70’s se dedicaría a asesorar, promover y fundar compañías que tuvieran por objeto el estudio y la investigación de la energía solar. En 1977 recibe una distinción por parte de la American Solar Energy Society, así como el Premio Charles Greeley Abbot, y una docena más de condecoraciones de distintas universidades y organismos científicos. A sus 94 años, y después de no regresar en más de setenta años, Mária decide emprender un viaje de visita a su país natal, Hungría, y será durante este paseo por sus terruños donde se apagará la luz de su bombilla estelar. Telkes quiso alumbrar, servir de faro, ser luz. Soñó con las posibilidades de una fuente de energía inagotable que pudiera satisfacer la demanda de todo un mundo por igual, como ese mismo sol que nos cobija a todos, como ese sol que fue su presencia en este mundo.

Mária Telkes

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