Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

María Magdalena 

En algunas versiones apócrifas aparece como la compañera sentimental de Jesús. Y es que a pesar de lo poco que sabemos de ella -aquello que nos narran los cuatro evangelistas- podríamos sugerir alguna relación que trasciende los espacios de una simple amistad. Lo cierto es que María Magdalena es la mujer que más figura en los evangelios del Nuevo Testamento, después de la madre de Jesús, y a pesar de que muy poco se cuenta sobre ella, su figura es tal vez la única representación femenina que acompañará al hijo de dios de una manera más estrecha y cercana. Su nombre hace referencia a su lugar de procedencia: Magdala. Suele confundírsele con la mujer adúltera a la que Jesús defiende instando a quienes pretendían lapidarla a que le arrojara una piedra quien estuviera libre de toda culpa; otros se atreven a negar su existencia y a confundirla con el apóstol Juan, e incluso algunos sugieren que se trata de la misma María Betania que aparece en otros pasajes bíblicos del Antiguo Testamento. Sea como sea, no hay una prueba fehaciente de su existencia, y ningún historiador de la época documenta acerca de las vicisitudes y tribulaciones de una tal María Magdalena. Sabemos por la biblia que se trataba de una distinguida discípula de Jesús de Nazareth, tan cercana a éste como sus doce apóstoles de confianza, y que fue aquella mujer quien lo alojó cuando éste predicaba por los territorios de Galilea, y que le recibió limpiándole los pies a ese ungido por los dioses que, según se dice, le exorcizó a María Magdalena los siete demonios que ésta llevaba por dentro. Y que fue al parecer testigo de la crucifixión de Cristo, y que también estaba presente al momento de su sepultura. Los cuatro evangelistas coinciden en que fue ella junto con otro grupo de mujeres las primeras testigos de la resurrección, y que luego corrió a comunicar la buena nueva a Pedro y a los demás apóstoles. Juan relata otra aparición posterior en la que Jesús se le revela a la Magdalena, y de allí en adelante se tratará de engrandecer y adornar el mito y de darle distintos desenlaces a su historia. María huiría entonces de las persecuciones contra los cristianos. Una versión cuenta que viajaría con Juan y la madre de Jesús a la isla de Éfeso; otra sugiere que su periplo por el Mar Mediterráneo fue en compañía de su hermano y que desembarcaron al sur de Francia. Esta última leyenda dice que María recorrió Marsella en una labor de evangelización, antes de retirarse a una cueva donde cumpliría durante treinta años una penitencia de arrepentimiento. Y se dice que sus reliquias se conservan en Constantinopla desde el año 886, y otra versión dice que sus restos fueron trasladados en un relicario a un sarcófago especialmente diseñado por el papa Clemente VIII, y otras historias narran de sus restos que fueron trasladados y perdidos para luego volver a ser hallados, y que su supuesta tumba también sería profanada durante los años de la Revolución Francesa. Pocas referencias se tienen sobre ella. Se relaciona con la tradición del huevo de Pascua, símbolo del Jesús que regresa del mundo de ultratumba hacia el reino de los vivos. Se dice que luego de la Ascensión María Magdalena visitó Roma para entrevistarse con el emperador Tiberio y comunicarle sobre el Cristo resucitado. María llevaba un huevo en su mano y el emperador en burla le dijo que su relato era tan improbable como que ese huevo que sostenía se volviera rojo de repente. El milagro se manifestó en el acto, y de ahí la tradición del huevo. Otra leyenda cuenta que el sagrado corazón de Cristo sería conservado en un recipiente con forma de huevo que le sería encomendado a María Magdalena para que ella velara por el bendito. La Magdalena es venerada en varias vertientes de la iglesia católica y fue canonizada oficialmente. Existen varios templos y monumentos erigidos en su nombre. En los últimos tiempos la iglesia ha querido desmontar esa figura de la Magdalena penitente, desligándola del personaje de la prostituta que fue defendida por Jesús, y dándole la importancia que merece dentro del círculo privilegiado de los apóstoles. En este sentido María Magdalena no tendría nada de que arrepentirse, y por lo mismo el papa Juan Pablo II en la carta Mulieris dignitatem se refiere a ella como la “apóstol de los apóstoles”, destacando la labor y el compromiso de las mujeres que hicieron parte de la historia de Jesús, y señaló que fueron ellas quienes no flaquearon durante “la prueba más difícil de fe y fidelidad”, enfatizando que “las mujeres demostraron ser más fuertes que los apóstoles”. Recordamos como Pedro, a quien Jesús había nombrado bastión de su iglesia, fue el primero en salir huyendo cuando María Magdalena se mantuvo en firme. Su vida inspiró a la mística santa Teresa del Niño Jesús, quien se confesaba sugestionada por ese personaje que según la biblia eligió servir a quien amaba, y así mismo ella también se entregaría con devoción a Cristo. En 1894 escribe en su diario: “Jesús nos ha defendido en la persona de María Magdalena”. También santa Teresa de Ávila expresaba su devoción por María Magdalena, de quien confesaba recibir un constante consuelo espiritual. Su leyenda servirá también para inspirar las más alocadas tramas de conspiración, en donde la Magdalena y Jesús habrían tenido un descendiente, y otras versiones en las que la feliz pareja se instaló en la India para gozar de una historia de amor que empezaría con un novio resucitado. Sea como sea, María Magdalena adquiere relevancia toda vez que constituye la presencia femenina en una religión patriarcal, varonil, machista, que relega a la mujer a ocupar un puesto secundario y de subordinación, sirviendo como ese referente de la mujer compañera, sumisa y leal, y erigiéndose de esta manera como modelo de mujer para la fe católica. En los evangelios apócrifos del apóstol Felipe -quien asegura que María Magdalena y Jesús se besaban en la boca-, Jesús pronunciará unas palabras con las que dejará en claro la postura de la mujer en su naciente movimiento, y el puesto especial que quiere concederle a su fiel María Magdalena: “Dijo Jesús: Mira, yo me encargaré de hacerla macho, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los hombres: pues toda mujer que se haga varón, entrará en el reino del cielo.”

María Magdalena

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