Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Margaret Heafield Hamilton (1936)

Ya de muy niña quería saber sobre esos seres que habitan la luna; soñaba con llevar al espacio naves tripuladas por humanos que explorarían nuestro satélite y los otros mundos desconocidos. Su padre, un poeta e intelectual, sería junto a su abuelo, un pastor cuáquero, quienes despertarían el interés de la pequeña por el mundo del conocimiento, la ciencia y, especialmente, los números. En 1954 culmina su educación escolar en el Hancock High School, y al año siguiente comienza sus estudios universitarios en la Universidad de Michigan, donde lo más normal fuera encontrarla como única presencia femenina en un aula plagada de hombres. Mucho inspiraría a Margaret la figura de Florence Long, jefa del Departamento de Ciencias Exactas, y por quien la naciente matemática sentía especial admiración, y que fuera su ejemplo para perseverar en sus estudios. En 1958 se gradúa del Earlham College, en Richmond, Virginia, en la Licenciatura de Matemáticas, con una diplomatura por su Especialización en Filosofía. Para finales de la década de los años cincuenta, Heafield contrae nupcias con un antiguo compañero de clase, James Cox Hamilton, con quien tendrá una hija, y de quien años más tarde acabará divorciándose. Ahora conocida por el apellido de su esposo, Hamilton trabaja como maestra de matemáticas y también de francés, mientras planea continuar sus estudios en la Universidad de Brandeis, pero se declina por mudarse a Boston, aceptando el ofrecimiento del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) para que trabajara con ellos, y así permanecer cerca de su esposo que por aquel entonces estaba terminando sus estudios en la Facultad de Derecho de Harvard. En el MIT Margaret empezaría a darle vida a una nueva tecnología de programación, que años más tarde ella misma acuñaría con el nombre de “Ingeniería de Software”. Dado que se había recibido con un posgrado en meteorología, Hamilton ideó un sistema de cómputo capaz de predecir el clima, el Proyecto Torbellino, y que más adelante serviría para desarrollar el primer sistema de defensa aérea de Estados Unidos, en lo que se conoció como el Proyecto Semi-Automatic Ground Environment (SAGE). A comienzos de la década de los años sesenta Hamilton pasa a integrar el Laboratorio Lincoln del MIT, y escribe códigos para identificar la trayectoria de aeronaves desconocidas en el Laboratorio de Investigación Cambridge de la Fuerza Aérea. Sin embargo, para hacer parte del laboratorio no sería suficiente con un par de reconocimientos, y era preciso superar unas pruebas que hasta el momento muy pocos habían logrado resolver. Las explicaciones estaban llenas de latinajos y de complicaciones innecesarias, pero nada de esto fue un óbice para que Margaret diera con las soluciones correctas y hasta se permitiera responder a muchos cuestionamientos empleando ella también el uso del latín. En adelante se le asignó como directora de la División del Laboratorio de Instrumentación (Charles Stark Draper Laboratory), supervisando en un comienzo el desarrollo de un software para la misión de la estación espacial Skylab, y más adelante sería junto a su equipo la encargada de modelar el software de navegación “on board”, que se emplearía por la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) para el Programa Espacial Apolo. Se trataba de caminar por un terreno inexplorado, sin fuentes de dónde nutrirse, una rama de la informática que apenas se estaba gestando y que todavía no era entendida como una disciplina formal, por lo cual las personas que trabajaban en el departamento de informática eran todas experimentales y tendrían que aprender del método científico: prueba y error. Margaret solía trabajar durante las noches, días feriados y horas extras, para lo cual era normal que llevara al trabajo a su pequeña Lauren, y por lo que se ganaría la admiración de sus compañeros de equipo, mostrando con su estilo de vida una dedicación a su trabajo y un empeño por no descuidar de sus labores de madre. De hecho, sería precisamente en una de las visitas de Lauren a las instalaciones del laboratorio, en donde su madre por casualidad daría con uno de sus grandes aportes, cuando la pequeña -que por aquel entonces contaba con 4 años- pulsó una tecla del simulador del módulo de comando mientras jugaba, desatando por casualidad un bug (error) con el código p01 en el programa “pre-launch” (pre-lanzamiento). De esta manera Hamilton se percató de un problema potencial que ella misma se concentraría en detectar y resolver para impedir la pérdida de información en caso de que esto sucediera. Al comienzo no se le prestó mucho interés, pero durante la misión del Apolo 8 se presentaría el código p01, y fue gracias a lo que ya Hamilton había estudiado que se pudo corregir la falla y en adelante incorporar su hallazgo en el funcionamiento del software. Pero su más grande desafío fue cuando se le encomendó la tarea de dar con un software que permitiera guiar y comandar el descenso de los módulos lunares que utilizarían los astronautas al momento de alunizar. Y llegaría la esperada misión del Apolo 11 en la que Margaret tendría que poner a prueba el poder de su invención para completar con éxito la más grande aventura humana. El módulo lunar Eagle se ha separado de la nave Columbia que orbitaba a la luna y ya solamente lo separan 8 kilómetros de la superficie lunar. El mundo entero está atento al gran suceso que revolucionará la historia del ser humano. Al interior del módulo, los astronautas estadounidenses Buzz Aldrin y Neil Armstrong pilotean la aeronave, asistidos por el software diseñado por el departamento a cargo de Hamilton, el sistema Apollo Guidance Computer (AGC), un sistema de cómputo mil veces menos potente que un Smartphone. De repente, una alarma acústica empieza a tronar al interior del Eagle, y en la pantalla color verde del AGC aparecen los números que también se repiten en los ordenadores del centro de la misión en Houston: 1201 y 1202. Restaban menos de tres minutos para tocar superficie y la tripulación vacilaba si debía o no proceder a abortar la misión. Los ojos se posaron en esa chica treintañera de anteojos que junto a su equipo trataba de descifrar el código que ocultaba esa secuencia. Finalmente la misma Hamilton descubrió que se trataba de una señal que el sistema registraba por encontrarse atiborrado de información innecesaria, postergando tareas que no pudo completar e intentando depurar datos que no correspondieran al objetivo principal: el alunizaje. No vaciló en gritar: “We’re go!” Luego se enterarían de que uno de los tripulantes había encendido un radar que resultaría infructuoso para el momento del descenso, lo que acabó sobrecargando el sistema, y fue este el origen de que se dispararan los sensores de alarma indicando los números que quedarán para la historia de la astronomía: 1201 y 1202: “desbordamientos ejecutivos”. Perfeccionado el software, este sistema operativo sería conocido como Sistema de Procesamiento Asincrónico. A mediados de los años setenta Margaret abandona el MIT para fundar la compañía Higher Order Software (HOS), destacándose por desarrollar un software empleado en proyectos militares, conocido como USE.IT. Una década después, y ante la creciente demanda de software, y protagonista desde el comienzo del “boom informático”, Margaret tendrá su próspera compañía propia, una exitosa empresa de la que sería su directora ejecutiva y que bautizó con el nombre de Hamilton Technologies, Inc., ubicada en Cambridge, Massachusetts. Empleando el mismo lenguaje modelado USL (Universal Systems Language), el producto estrella de su compañía (respecto al diseño de soluciones para la prevención de fallos y tolerancia del sistema a diferentes tipos de errores) estará basado en su paradigma de desarrollo DBTF (Development Before the Fact) para el diseño de sistemas software. Y aunque al comienzo -y como ha sido normal para el caso de las mujeres- no se le prestara relevancia a sus desarrollos como para considerarle una disciplina de estudio formal, Hamilton dejaría muy en claro la importancia de un software que fuera precisamente el encargado de operar las máquinas desarrolladas por los especialistas de hardware. La expresión “Ingeniería de Software” sería oída por primera vez de su boca, y a pesar de las bromas el término acuñado por Margaret se adoptaría formalmente durante la celebración de la NATO Software Engineering Conference de 1968. La prolífica científica ha publicado cientos de artículos, informes y proyectos. Sus desarrollos notables estuvieron en el lenguaje, análisis y modelado de sistemas de procesamiento, pruebas de extremo a extremo de gestión en entornos de ciclo de vida automatizados, sistemas para optimizar la confiabilidad y reutilización del software, programación de vuelo para transbordadores espaciales, técnicas de arquitectura abierta para sistemas robustos, corrección mediante propiedades de lenguaje integradas, técnicas de detección y recuperación de errores, sistemas de interfaz optimizado hombre-máquina. En 1986 es laureada con el Ada Lovelace Award otorgado por la Association for Women in Computing, y que se concede a las mujeres que han conseguido logros y avances significativos en el campo científico o técnico, y por su “extraordinario servicio a la comunidad informática a través de sus logros y contribuciones.” Otro honor a resaltar fue el que recibió en el 2003, el NASA Exceptional Space Act Award. En el 2009 su alma mater le otorga el Outstanding Alumni Award, que se concede a los antiguos alumnos que han conseguido logros destacados; y por si fuera poco el presidente Barack Obama le otorgará para el año de 2016 la Medalla Presidencial de la Libertad de los Estados Unidos. Para el 2018, la Universitat Politècnica de Catalunya le concede el título de honoris causa, y así los homenajes, premios, galardones y reconocimientos que aún le esperan, como una forma de agradecer su compromiso y su amor por el trabajo científico. Sirvió como inspiración para el cuento Margaret and the moon, y en años recientes LEGO diseñó un modelo de ella como una manera de honrar a un ser tan notable como Batman o Superman.

MARGARET HEAFIELD HAMILTON

 

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