Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Malala Yousafzai (1997)

Tuvo el coraje de ponerse de pie cuando un hombre armado subió al autobús de la ruta escolar y preguntó por ella: “Yo soy Malala”, se presentó sin temor. El pistolero disparó varias veces, hiriendo a un par de estudiantes e impactando una de las balas en la parte izquierda de la frente de Malala, tras lo cual sería trasladada en helicóptero a un hospital militar. Las calles se volcaron con cientos de personas que protestaban por el hecho, y la prensa mundial dio a conocer los sucesos con todo detalle, consiguiendo de esta manera presentarle a todos la figura desafiante y valiente de esa niña de 14 años que se atrevía a plantarle cara al temible y sanguinario régimen talibán. Unos días después del atentado, superado el estado de salud crítico que la mantenía en un coma inducido, y ya consciente, Malala fue traslada a un hospital en Inglaterra para ser intervenida quirúrgicamente, siendo sometida a una complicada cirugía de reconstrucción facial que pudiera reconectarle los nervios y devolverle la movilidad del rostro, aparte de diseñarle un implante de cóclea con una placa de titanio que acabaría restituyéndole su capacidad auditiva. La cara de Malala luce otra vez entera, apenas cicatrizada en un costado por una herida, que es muy propia del guerrero, y refiriéndose a su aspecto, y a propósito del velo con el que suelen ocultar sus rostros las mujeres sometidas a la dictadura talibán, Malala ha dicho con contundencia: “No me cubro la cara porque quiero mostrar mi identidad”. Tres días después del intento de homicidio, las más destacadas eminencias musulmanas se pronunciarían en contra del ataque; sin embargo los fundamentalistas talibanes que se atribuyeron el fallido crimen, reafirmaban su voluntad de asesinar a la polémica activista y a su más ferviente apoyo, su padre Ziauddin, quien a lo largo de la vida de su hija la estaría motivando para que no declinara en sus manifiestos y denuncias, que no se acallara a pesar de las amenazas, y que continuara revelando a través de sus escritos las atrocidades de los talibanes en su intento por prohibir la educación de las mujeres en el valle del río Swat, provincia ubicada al noroeste de Pakistán, y en donde más de cien escuelas habían sido destruidas entre los años 2003 y 2009. El nombre de Malala significa “afligido”. Su padre, poeta y fundador de varios proyectos educativos, sería la principal influencia para que Malala despertara sus intereses políticos, ya que solían quedarse a conversar y compartir sobre distintos asuntos y temas de todo tipo, toda vez que sus hermanos menores se habían ido a dormir. Ziauddin, de creencias musulmanas sunitas, ya se refería a la Malala de aquel entonces como un ser “especial”, y que tendría la oportunidad de demostrarlo a todos, cuando la BBC la elegiría (o reclutaría) para que fuera ella quien documentara a través de un blog los horrores y estragos de los fundamentalistas musulmanes y sus métodos inhumanos de gobernar. Yousafzai ya se había fogueado en el campo de la oratoria, cuando en septiembre de 2008 estuvo frente a un numeroso público que incluía la cobertura de los distintos medios periodísticos, y en donde expondría sin temores su descontento ante esta situación que padecían las mujeres bajo el yugo castrante del régimen talibán, refiriéndose concretamente a ellos sin eufemismos y reclamándoles con justa causa en su discurso: “¿Cómo se atreven los talibanes a quitarme el derecho básico a mi educación?” Para la BBC no había sido sencillo conseguir a una niña intrépida que osara rebelarse a las políticas a las que obligaban los talibanes, exponiendo a través de la palabra el acontecer cotidiano de una niña que hacía parte de este mundo, pero que pareciera estar viviendo la realidad de un tiempo medieval. Varias candidatas que habían sido postuladas para el proyecto decidieron no asumir finalmente la tarea por temor a las represalias que pudieran tomar contra ellas y sus familias, y sería así como la pequeña Malala sería la única candidata capaz de medírsele a la responsabilidad de testimoniar sin reparos los acontecimientos rutinarios de una sociedad oprimida por el capricho de un grupo violento y retardatario que prohibía a las mujeres ir de compras, o ver la televisión o escuchar música, y que desde hacía años venía fortaleciendo su poderío y ensanchando el temor entre los habitantes de la región, cometiendo barbaridades tales como exhibir en las calles los cadáveres decapitados de policías y de otros activistas que amenazaron pronunciándose en contra de su régimen. Las notas que Malala escribía eran escritas a mano para ser luego escaneadas por un reportero que finalmente las hacía llegar a la BBC a través de un correo electrónico, siendo así como a comienzos de enero de 2009, con casi 12 años, Malala, bajo un seudónimo que ocultaba su identidad, realizó su primera entrada en el blog describiendo al inicio sus sueños de la noche anterior, atormentada por el ultimátum que daban los talibanes para que todas las mujeres abandonaran definitivamente las escuelas, y detallando el sonido de los helicópteros y las armas de combate que la perseguían en sus pesadillas de rutina. Sin embargo Malala continuaría yendo a la escuela, y contando a través de su blog cómo varios alumnos irían desertando, reduciéndose el grupo de estudiantes a la mitad, y narrando sobre sus tantos amigos que tendrían que exiliarse hacia otras regiones del país. Ella tenía como propósito seguir la carrera de medicina, pero de nuevo su padre la alentaría para que persiguiera su prometedora vocación revolucionaria, incitándola a que asistiera a debates sobre asuntos de interés social y político que pudieran cultivarla en argumentos y herramientas de debate. Por aquellos días el más reciente artículo de Malala sería publicado en un periódico local, y unos meses más tarde su figura sería expuesta sin máscaras ni tapujos, cuando The New York Times realizó un documental sobre la vida de esa combativa joven bloguera que cada vez cobraba mayor protagonismo en el mundo de las redes. Malala concedió algunas entrevistas para la prensa y la televisión, denunciando sin vacilaciones las imposiciones de una dictadura que la condenaban a no poder acceder a lo que reclamó siempre como un derecho fundamental: el derecho a la educación. En el 2012 Malala sería nominada para el Premio de la Paz Internacional de la Infancia por su defensa en la educación de las niñas pakistaníes. Su imagen cobraba cada vez mayor importancia, y ya su identidad era reconocida, por lo que su madre le advertiría de no viajar nunca a pie, y antes tomar el autobús escolar, consciente de que su hija se había convertido en una afamada figura pública y que su vida podría estar amenazada. Su madre tenía razón con que una amenaza acechaba a su hija, pero no lograría sopesar nunca el alcance de su fama, cuando en octubre de ese mismo año vendría el lamentable suceso que llevaría a Malala a ser reconocida como un símbolo y referente de la defensa a favor de los derechos de las mujeres de todo el mundo. Ella misma, de por sí, se ha convertido en un movimiento que ha recibido el apoyo internacional de los más destacados estamentos políticos. Luego de su recuperación el mismo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, la invitaría al Despacho Oval porque su esposa Michelle quería conocerla, así como la mismísima Madonna y hasta el afamado futbolista David Beckham, todos ellos interesados en conocerla y apoyar su causa. Para el año 2013 Malala ya había recorrido medio plantea asistiendo a invitaciones que le llovían de todas partes y recibiendo las mayores distinciones y reconocimientos, convirtiéndose en ese año en “la adolescente más famosa del mundo”, y la expresión “Yo soy Malala”, con la que luego titularía su autobiografía, serviría como lema para que el mundo entero se uniera en favor de su lucha y cada uno, en apoyo a Malala, se bautizara a sí mismo con el nombre de esta guerrera. Malala alzó su voz en contra de unas políticas que la subyugaban y le impedían su realización propia, y se hizo escuchar. Los talibanes no consiguieron silenciarla, y fue todo lo contrario: el mundo entero prestó oídos para oírla; nos enteramos de quién era y cuál su lucha: “Los terroristas pensaban que podrían cambiar mis objetivos y frenar mis ambiciones, pero nada cambió en mi vida, excepto esto: la debilidad, el miedo y la desesperanza murieron. La fuerza, el poder y el valor nacieron”. Malala entendió el alcance de sus palabras y la fuerza que podrían desatar, y creyó en lo que decía: “Debemos creer en el poder y la fuerza de nuestras palabras. Nuestras palabras pueden cambiar el mundo”. Insiste en que lo primordial es el diálogo, materia básica para lograr la paz entre las distintas ideologías que hoy discuten a través de métodos violentos, y que de ninguna forma guarda rencor contra aquellos que intentaron asesinarla: “La mejor forma de resolver los problemas y luchar contra la guerra es a través del diálogo”. Ese año también se convirtió en la primera ganadora del Premio National Youth Peace Prize, que ahora lleva su nombre, además de recibir otros tantos galardones como el Premio Sarajov a la Libertad de Conciencia de la Eurocámara, el Premio Simone de Beauvoir de Francia, el Premio UNICEF y el Premio Internacional otorgados ambos por España, el Premio Peter Gomes de la Universidad de Harvard y el Premio de la Paz International Tipperary de Gran Bretaña, el Premio Internacional Infantil de la Paz de Holanda, el Premio concedido por la Fundación Clinton de Estados Unidos, el Premio Nacional por la Igualdad y la No Discriminación del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación en México y el Premio Embajador de Conciencia por Amnistía Internacional, entre otros tantos reconocimientos y condecoraciones. Entre tanto trasegar, Malala se dirigió al pleno de la Asamblea de las Naciones Unidas para implorar por el acceso a la educación en todo el mundo: “Quiero hacer algo por la educación, ése es mi único deseo… Conseguiré mi educación, ya sea en mi casa, en la escuela, o en cualquier otro lugar”. Un año después participaría en la campaña para la liberación de las jóvenes nigerianas que habían sido secuestradas por un grupo extremista islámico que rechazaba la educación femenina, y ese mismo año Canadá le confiere la Ciudadanía Honoraria y Suecia la galardona con el Premio de los Niños del Mundo, y la University of King’s College de Halifax, Nueva Escocia, le concede el título de Honoris Causa, siendo el Premio Nobel de la Paz la última distinción que parecía hacer falta en su prontuario de condecoraciones, y fue así como a sus 17 años se convertiría en la persona más joven en recibir el Nobel en todas las diferentes disciplinas, y que le sería concedido “por su lucha contra la supresión de los niños y los jóvenes y por el derecho de los niños a la educación”. Entendió finalmente el alcance de su discurso cuando estuvo en presencia de una congregación de jóvenes que se habían reunido sólo para escucharla: “Cuando vi a cuatrocientos jóvenes de más de cien países me dije: no sólo estoy le estoy hablando a estas personas. Le estoy hablando a todas las personas del mundo”. Para el 2015, luego de escuchar la intervención de Emma Watson frente a la ONU, donde anunciaba el lanzamiento de su campaña HeForShe, Malala se declara feminista, comprometiéndose en favor de las mujeres en todos los distintos frentes en los que estén siendo vulnerados sus derechos. Ese mismo año la ONU, gracias a las distintas gestiones encabezadas por Malala Yousafzai, ratifica el derecho a la educación en Pakistán, y hoy por hoy son más de tres millones de niños los que forman parte del sistema educativo que ha sido impulsado a través de una simple bloguera. Para el 2015, y por tercer año consecutivo, la joven líder aparecerá como una de las “100 personas más influyentes del mundo”, según la revista Times. Malala no tiene miedo, no lo tuvo nunca. Cuando despertó del coma, agradeció a Dios por encontrarse con vida: “Lo único que me asusta es no tener lo que quiero: una educación”. Cinco meses después del atentado Malala regresaría a clases en una escuela inglesa, y en adelante siguió insistiendo con en su batallar por la defensa de los derechos humanos. “Volver al colegio me hace muy feliz. Mi sueño es que todos los niños en el mundo puedan ir a la escuela porque es su derecho básico… Un niño, un maestro, un libro, un lápiz pueden cambiar el mundo”.

Malaya Yousafzai

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