Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Mafalda (1964-1973)

No surgió de una costilla, pero si fue producto del ingenio de un hombre. Una niña espejo de su época y de su contorno social. Conocer a Mafalda es reconocer una descripción ajustada del argentino de mediados del siglo pasado. Tratándose de una niña se le permite el atrevimiento de cuestionarlo absolutamente todo y a todos, desde Dios y la academia hasta la humanidad misma. Sucedió que una empresa requería de un personaje que ilustrara la campaña publicitaria que promocionara su más reciente producto. El concepto tenía que estar pensado en la familia, y el personaje debía llevar un nombre que comenzara por la letra eme. Eligieron a Quino para que le diera forma a esa idea, y fue así como se le ocurrió pintar a esa niñita rolliza y de pelo recortado, que unos años más tarde sería reconocida por el mundo entero. El nombre proviene de un bebé que aparece en la película adaptada de la novela Dar la cara, y que sencillamente a Quino le parecería alegre. Para el año 1964 Mafalda fue solicitada por la revista Primera Plana, para que acompañara el segmento de entretenimiento sin ningún tipo de fin publicitario. El personaje cobraba por fin vida. A razón de dos publicaciones por semana, Mafalda iría adquiriendo una personalidad muy propia, y su carácter comenzaría a maravillar y a cuestionar a quienes tenían el gozo de empezar a conocerla. Denuncia la incompetencia de los adultos seducidos por la codicia y abnegados ante las obligaciones de una cotidianidad en la que no parecieran estar sintiéndose vivos. Juzga así la maldad política y la falacia de sus tantas propuestas sin sentido; y juzga del mismo modo la paternidad que quiere recompensar, pagándole con sus ahorros a esos padres que la trajeron a este mundo sin su consentimiento, y para no estar debiéndoles nunca nada. Preocupada por la salud del planeta, ecologista, interesada en las cuestiones globales que incumben a la humanidad entera, el pensamiento de Mafalda refleja las tribulaciones y avatares a los que se enfrenta el ser humano en todos los tiempos. Su madre le pregunta qué hace mirando tan atenta a una mosca que golpea en vano el vidrio de una ventana en su intento por escapar, y ella reflexiva, filosófica, mostrándose pesimista, trágica y fatalista como tantas veces, le responde que está contemplando simplemente a la “humanidad”. A pesar de la tanta publicidad que impera en las pantallas y de un mundo plagado de noticias, donde cada vez parece más lejana la idea de un mundo sin guerras ni hambrunas, existencialista al límite, Mafalda no parece perder sin embargo la esperanza, la ingenuidad, y utópica y soñadora, niña, se rebela ante el mundo adulto mientras se deleita en el vaivén de los columpios. “El mundo te cambia si no cambias al mundo. Apurémonos.”, le advierte a sus amigos aquella niña aérea, visionaria, futurista. Al comienzo ella y su padre eran los que protagonizaban cada aventura, pero poco a poco se le irían sumando otros personajes que ensancharían su familia y su círculo de amigos. Para acompañar a ese padre austero con el dinero, básico y timorato, aparece una madre hogareña que abandonó sus interpretaciones de piano y desertó de sus estudios universitarios, entregándose tiempo completo a la tarea de ser mamá. Luego aparecería Felipe, el amigo desinteresado de las labores académicas, pero preocupado sin embargo por su desidia y por su falta de voluntad. Perezoso, soñador y tímido, un amante del ajedrez y un eterno enamorado de Brigitte Bardot, así como entusiasta acérrimo de la saga de su ídolo, El llanero solitario. Un año después Quino dejaría la revista por diferencias de pensamiento, y fue entonces cuando el periódico El Mundo, uno de los más leídos a nivel nacional, no desaprovecharía la oportunidad para seguir impulsando la vida de una niña que bien merecía ser escuchada. Aparece Manolito, el amigo que representa al tipo conservador y algo materialista, aferrado a la idea de trabajar para acumular capital, pero definido en sus valores morales de querer brindar oportunidades laborales a otras personas, para hacerse un día multimillonario y mandar a Rockefeller a la bancarrota, como ha sido siempre su deseo. Susanita, la amiga parlanchina y pendenciera, exitista y clasista, chismosa, despectiva con los pobres, y que representa a la mujer sin mayores pretensiones más allá de seguir cumpliendo y representando el mismo rol de la mujer de hogar. Interesada en la moda y la imagen, lo que en cualquier caso contrasta con la personalidad descomplicada y sencilla de nuestra protagonista. Siempre la acompañó su tortuguita, a quien le concedió el nombre de Burocracia, y que respondía como es su naturaleza con total lentitud cada vez que Mafalda la invitaba a comer su lechuguita. Para 1966 se publicará el primer compendio de las tiras cómicas de Mafalda, y la popularidad que ya había conseguido el personaje dio para que la primera edición se agotara muy pronto. Aparece otro amigo, Miguelito, y luego la tira cómica dejará de hacer presencia en los medios durante cinco meses, para retornar con un miembro nuevo en la familia, un bebito al que bautizaron Guille. Para ese entonces Mafalda figuraba cuatro veces por semana, y su fama la llevaría a ser traducida a más de treinta idiomas y a consagrarla como un personaje universal. En 1970 aparece Libertad, la amiga pequeñita y representante de ese espíritu enardecido que se rebela inocentemente contra el statu quo y el supuesto orden establecido en el que se niega a crecer, porque sencillamente carece de gracia. Mujer independiente, decidida, desconocedora del destino de mujer de hogar e interesada principalmente en su formación propia, Mafalda se ha consagrado además como un referente de la mujer valiente, inteligente y autónoma que inspiró a las generaciones de aquel entonces. Maravillada por conocer, critica la escuela y la educación convencional, convirtiéndose como tal en un referente mismo de la pedagogía, capaz de explicar con ilustraciones y pocas palabras el “espejo de la clase media argentina y de la juventud progresista”, que fueron las palabras que acompañaron el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades que recibiría Mafalda en el 2014. Amante de The Beatles y de El pájaro loco, y enemiga tenaz de la sopa, en 1973, y por decisión de su creador, la niña que a pesar de haber crecido cuatro años durante los nueve años que ciertamente indagó por la vida y el mundo que habitaba, dejaba al fin de seguir existiendo. De allí en adelante se convertiría en un ícono de ilustraciones, afiches y posters, e incluso campañas publicitarias que se han valido del personaje sin la autorización del autor. Años más tarde reaparecería en una breve versión digital que no contaría con la acogida de antes. Que a nadie le abra la puerta le ordena su madre cuando la deja sola en casa para ir a hacer las compras. “Mamá… ¿Y si es la felicidad?”, quiere que le aclaren a ese personaje feliz. Hoy se la ve entre las calles Defensa y Chile, del barrio San Telmo, en pleno corazón de Buenos Aires, de un tamaño proporcional a la nuestra, para que la gente pueda sentársele al lado y tomarse una foto con ella en el banquito, a unos pasos de la casa donde su dios la dibujaba cada tarde para concederle un poco más de vida.Mafalda

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