Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Liliane Henriette Charlotte Bettencourt (1922-2017)

Nació en París, porque el glamur no podría tener otra cuna, y la suya sería una cuna dorada, dueña desde siempre del más grande imperio mundial de la industria de cosméticos y maquillaje. Liliane Bettencourt nunca tendría que trabajar como sí lo hizo su padre, Eugène Schueller, quien cada día salía a vender a los peluqueros parisinos los tintes para cabellos que él mismo había desarrollado y patentado con el nombre de Aureale, y cuyo producto ofrecía al interior de una botella. Fue el hijo de un boulanger (panadero), un hombre que se haría a pulso y labraría, de la nada, una inconmensurable fortuna. Eugène se las arregló para ayudar con los gastos de su familia, además de graduarse como químico, y fue así como para 1909 el prometedor empresario ya había expandido un lucrativo negocio que sería conocido en el mundo entero como la prestigiosa marca L’Oreal. Liliane sería la única hija del magnate, y la relación con su padre fue siempre bastante estrecha, siendo que a los cinco años quedaría huérfana de madre. Eugène supo labrar también en su hija el espíritu trabajador y empresarial, y fue por esto que desde los 15 años Liliane trabajó etiquetando los productos de su propia empresa en las instalaciones de L’Oreal situadas en Aulnay, y cuyas tareas se verían afectadas cuando enfermó de tuberculosis. “Me inculcó el gusto por la vida y el sentido del esfuerzo. Aunque sólo sea por eso, le bendigo”, dijo respecto a su padre. Liliane se mudó a Suiza para tratar su enfermedad, y no solamente curaría su salud sino que además sería la oportunidad en la que conocería a quien fuera su marido, un aburguesado normado que escribía artículos para la revista antisemita, La Terre Française, André Bettencourt, y que servía como medio propagandístico de Joseph Goebbels, la Wehrmacht y la Gestapo, y en cualquier caso afín al Movimiento Social Revolucionario (MSR) fundado por el propio padre de Liliane, y que pretendía apoyar el movimiento nazi difundiendo su oposición al capitalismo, el bolchevismo, el judaísmo y la masonería. En 1950 la pareja contrajo nupcias y se mudaron a la suntuosa localidad de Neuilly-sur-Seine, donde vivirían juntos por más de cincuenta años. En 1944 Liliane cambió sus posturas políticas e ideológicas, y una vez acabada la guerra su padre sería juzgado por haber servido como colaborador del régimen del Tercer Reich, juicio del cual saldría bien librado luego de haberse confesado un simpatizante secreto de la resistencia. En 1957 muere Eugène, y el imperio L’Oreal es heredado por su hija, la cual decidió que no presidiría, y que la compañía seguiría siendo comandada por el hombre de confianza de su padre, François Dalle, y quien estaría al frente de L’Oreal por más de treinta años. Una de las primeras decisiones que arriesgó Liliane, fue la de adquirir la compañía Garnier, y años más tarde, para 1963, la firma L’Oreal cotizó por primera vez en bolsa, conservando Liliane en todo caso la mayoría de las acciones. “Amistad, gusto por la vida, conocimiento, salud. Diría que estas son las cosas más valiosas”, señaló Bettencourt, que nunca tuvo reparos para gastar su fortuna en el deleite de sus propios caprichos. En 1974, temiendo la amenaza de que su empresa fuera nacionalizada por el recién gobierno de François Mitterrand, finalmente acordó la venta de un 46,3% de las acciones, a cambio de poseer un 4% de las acciones de la compañía Nestlé S.A. Queriendo promover la investigación y la educación científica, Liliane, su esposo y su hija constituirían la Fundación Bettencourt Schueller, apoyando toda suerte de proyectos filantrópicos, así como de interés artístico, cultural y social. La Fundación también otorga el Premio Anual Liliane Bettencourt para las Ciencias de la Vida, con un monto de 250 mil euros que le es conferido a los investigadores biomédicos menores de 45 años, con el fin de impulsar los más destacados proyectos empresariales. En 1988 el holding empresarial liderado por Bettencourt se hace a empresas como Maybelline, Urban Decay, Nyx Cosmetics y The Body Shop obteniendo de todas estas compañías gigantescas ganancias económicas. Para comienzos de la década de los ochenta Nestlé S.A era trece veces superior a L’Oreal, pero a comienzos de la década de los noventa ya la cosmética superaba ampliamente a la empresa alimentaria, e incluso, valía el doble. En 1997 Liliane compró en el océano Índico la paradisiaca isla de D’Arros, en Seychelles, pero no sería sino hasta el 2010 cuando entonces el fisco se enteró sobre esta adquisición subrepticia que Liliane omitió en sus declaraciones, y por la que habría facturado 18 millones de dólares, luego de lo cual acabaría vendiéndola por 60 millones de dólares para ser convertida en una reserva natural, pagando a su vez una multa de más de 10 millones de dólares por evasión de impuestos. En 2004 Liliane enfrentaría un nuevo escándalo tras haber sido señalada de adquirir una propiedad luego de acabada la guerra y de manera fraudulenta, y para 2007 la antipatía social que Bettencourt despertaba en parte de la sociedad francesa se vería reflejada en el sarcástico título que le fue conferido, el Black Planet Award, un premio irónico que Ethecon Foundation le otorga a quienes consideran los mayores agentes tóxicos y contaminantes, a quienes monopolizan los recursos hídricos o a las empresas que se valen de la explotación laboral infantil. Un año más tarde Liliane caería en la pirámide de Esquema Ponzi del inversionista Bernard Madoff, perdiendo la no despreciable suma de 22 millones de dólares. Para el 2007, una vez murió su marido, el exministro André Bettencourt, Liliane comenzaría una intensa relación con su fotógrafo de cabecera, François-Marie Banier, con quien se dedicaría a recorrer el mundo y a quien prodigaría toda suerte de regalos, entre los que se encuentran costosas obras de arte de reconocidos autores como Matisse, Picasso y Man Ray, así como dinero en efectivo que algunos creen se acercaría a una suma superior a los 1.300 millones de euros, e incluso se sospecha de que la dadivosa empresaria le hubiera regalado a su amante una isla propia. “Obviamente, es seguramente más cómodo estar seguro de que eres amado por tu alma”, dijo en su momento la generosa amante. La familia heredera de L’Oreal se temía que al morir Liliane, su amante pudiera acaparar una parte considerable de su riqueza, y sería por esto que su hija Françoise tuvo que intervenir, señalando a Banier de ser un vividor que se estaba aprovechando de la fortuna de su madre, y apelando con esto a declarar legalmente a Liliane como una dilapidadora. En el 2010 la prensa francesa dio a conocer unas grabaciones que había logrado recoger el mayordomo de Liliane, y en las que se evidenciaba la influencia enorme que Banier tenía sobre su anciana compañera. Hay quienes aseguran que la tarea de espionaje le sería encomendada al mayordomo por la misma hija de Liliane. Así, en el 2015 el fotógrafo sería condenado por un tribunal de Burdeos a pagar tres años de cárcel y una multa de 350.000 euros. Banier apeló y presentó pruebas que indicarían la compra de falsos testigos por parte de la hija de Liliane, y para 2017 consiguió zanjarse el litigio cuando el fotógrafo recibió una rebaja de su pena. Pero lo más escandaloso de este asunto no sería todo este embrollo con el fotógrafo, sino la otra información que revelaban las grabaciones, y cuyo contenido sería en adelante la cotidiana comidilla de la prensa. Las grabaciones terminarían convirtiéndose en un asunto de implicancias nacionales y que tocaría a las mismísimas puertas del Palacio Elíseo. En dichas grabaciones se comenta sobre cuentas ocultas en Suiza y en otros paraísos fiscales, además de la financiación ilegal de la campaña presidencial de Unión por un Movimiento Popular y que fuera el partido del presidente Nicolás Sarkozy. El primero en ser imputado por tráfico de influencias sería el Ministro de Trabajo y Hacienda, Eric Woerth, a quien se le descubrió haber recibido más de 50.000 euros para financiar la campaña de Sarkozy, y éste último sería absuelto en 2013 de cualquier acusación, consiguiendo que los fiscales desestimaran su caso. Tras conocerse los dineros ocultos en paraísos fiscales, la dueña de L’Oreal sería juzgada por evasión fiscal, y fue obligada a pagar casi 110 millones de euros por los bienes que no habían sido declarados. A finales del 2010 Liliane fue diagnosticada con el mal de Alzheimer y “demencia mixta”, por lo que un juez asignaría a su nieto, Jean-Victor Meyers, como su tutor legal. La adinerada anciana no quiso nunca que fuera su hija Françoise quien se encargara de administrar su fortuna personal, amenazando salir de Francia ya que, decía, “depender de la familia sería el peor castigo, una pesadilla.” Y es que pese a ser declarada legalmente como una incapaz, e incluso reconociendo el estado avanzado de su sordera, lo cierto es que a sus 80 años Liliane todavía parecía una mujer lúcida y que gozaba de sus plenas capacidades. En el 2012 Bettencourt abandonó la junta directiva de su empresa, conservando el 30,5% de sus acciones. “Si es más, mucho mejor”, solía decir la multimillonaria y dueña de un emporio de talante internacional, a quien acompañó siempre esa mirada calculadora y pragmática de los empresarios más exitosos. Decía: “Todo lo que no se mide es lo que más importa.” En cuarenta años a Bettencourt apenas le vimos en una entrevista, ya que quiso mantener un perfil discreto, y aunque sus múltiples escándalos consiguieran que finalmente el mundo entero la tuviera durante años bajo la lupa de la prensa. Pese a cualquier revés, para el 2017, año en el que muere, a sus 95 años, y con una fortuna estimada en unos 42 millones de dólares, Liliane Bettencourt figuraba como una de las quince personas más ricas del mundo, y la primera en su género.

LILIANE BETTENCOURT

 

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