Los sombreros de las mujeres estorbaban a cualquiera en el cine o en el teatro, y por simple sentido común también cualquiera le pediría a su dueña se abstuviera de utilizarlo durante la película o la representación teatral. Sin embargo no sería para que un público pudiera apreciar mejor el espectáculo que dos damas se retiraron sus sombreros, sino que fue un desafío y un atrevimiento tal vez improvisado de dos irreverentes, un acto sin calcular, y cuyos efectos históricos no podrían imaginar en su momento.

El gesto de que una mujer se despojara de su sombrero mientras paseaba por las calles madrileñas, y en plena dictadura de Primo Rivera, era un desacato a la moral pública, un acto de oprobio, y para muchos conservadores una provocación que iba más allá, siendo lo propio de transgresores, homosexuales y disidentes políticos.

Era la década de los años veinte del siglo veinte y andaban de paseo por la Puerta del Sol la ilustre Maruja Mallo, acompañada de Margarita Manso, Salvador Dalí y Federico García Lorca, cuando a Maruja y así no más y sin un motivo concreto, le dio por sacarse el sombrero: “Para descongestionar las ideas”, aclararía tiempo después con cierta sorna, y resultó que tratándose de tan controvertidos personajes muchos transeúntes comenzaron a abuchearlos, y hasta llegar a atacarlos lanzándoles piedras. “Nos apedrearon llamándonos de todo”, comentó Mallo luego de regresar de su exilio, la misma Mallo que consiguió ingresar al monasterio de Santo Domingo de Silos e incluso visitar el cenobio disfrazándose de hombre, ya que a las mujeres se les tenía prohibida la entrada.

Y así como Maruja Mallo fueron muchas otras las mujeres españolas que la historia ha querido reconocer por sus aportes al arte, y que habrían nacido entre los años de 1898 y 1914. El nombre de “Las Sinsombrero” es un calificativo que se les dio recientemente a través de un documental exhibido durante el Festival de Cine de Málaga en el 2015, y que da cuenta de las figuras que conformarían este insospechado movimiento. El material informativo recoge testimonios y entrevistas de amigos y familiares, además de algunos trabajos académicos y universitarios de quienes han pretendido rescatar la memoria de estas mujeres y divulgar sus obras y vidas.

La capital española sería el epicentro que congregaría a la mayor parte de estas destacadas intelectuales y artistas, allí estudiaron y allí compartieron con los círculos culturales las distintas corrientes del pensamiento vanguardista europeo, herederas del impulso de las mujeres de la Generación del 14, y que en su momento coincidieron con el movimiento de la Generación de 27. “Las Sinsombrero” atravesaron tres momentos cruciales en la historia española de comienzos de siglo, y hasta casi entrada la década de los cuarenta: la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y la Guerra Civil.

España estaba sumida en una profunda crisis económica y política luego de haber perdido las últimas colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, y es en este contexto donde surgirán los primeros intereses por darle un cambio al rol que la mujer había venido desempeñando desde siempre en una historia marcada principalmente por el dominio de los hombres.

La Segunda República quiso incorporar a estas escritoras, pintoras y filósofas ilustres en el campo intelectual, artístico, político y económico, permitiendo que comenzaran a congregarse y a conformar los primeros movimientos feministas que abogaban por la igualdad de derechos para ambos sexos.

Sin embargo llegaría la Guerra Civil y con esta la cierta revolución femenina, cuando las mujeres se empeñaron en no dejarse doblegar por las políticas, y antes bien se mostraron desafiantes a la hora de impulsar toda suerte de proyectos e iniciativas que defendieran sus derechos de ser partícipes de la vida pública, del acceso a la educación superior, y especialmente del sufragio femenino. El terreno que la mujer había ganado respecto a su independencia, su formación y conciencia y sus oportunidades, sería opacado entonces por aquellos años de guerra.

Gracias a la labor y el esfuerzo de “Las Sinsombrero”, la mujer cobró fuerza denominándose a la par que el hombre respecto a la identidad de su producto artístico, por lo cual empezamos a escuchar las palabras “autora”, “escritora”, “pintora” o “fotógrafa”. La mujer ya no sería más una representación icónica, una presencia corpórea, el objeto sexual. Otra definición de feminidad vendría cuando las mujeres dejaron de asumir una actitud pasiva y pasaron a formar parte de la propuesta, para ser relevantes en la transformación cultural.

“Las Sinsombrero” conseguirían que la figura femenina de la musa pudiera ser derrocada por la mujer, siendo ahora su propia musa porque ha desistido de vivir como inspiración para los hombres. Es así como muchas de ellas compartieron de tú a tú con los principales intelectuales de la época, haciéndolas sentir bienvenidas en sus charlas y tertulias, y sin embargo desacreditándolas a la hora de mencionarlas en sus obras.

Ninguneadas, las mujeres buscarán su sitio en los lugares que antes les tenían vedados, y las representaciones femeninas en el arte se permitirán aparecer en posturas desafiantes, fumando, posando con actitud de intelectual o mujer fatal, pero de cualquier forma identificada con la mujer moderna.

Es así como en el arte la representación de la mujer cambió, y en adelante se verán presencias femeninas heroicas y valientes, personajes literarios de mujeres libres, independientes y dueñas de su propio destino, y así mismo en las obras de arte se destacará la figura de la mujer ya no como un personaje secundario sino como la protagonista principal de la obra.

Unidas por una misma causa, un factor importante que impulsó estos movimientos serían los espacios de reunión. Varios fueron los lugares destinados para que las mujeres se convocaran a compartir experiencias, conocimientos, y así mismo dar a conocer sus poesías y pinturas y toda clase de composiciones artísticas. Clubes, liceos, y escuelas femeninas que se abrieron para que las mujeres se relacionaran y apoyaran unas a otras, y para que dejaran de sentirse relegadas sin un sitio donde pudieran explayar con comodidad sus talentos y posibilidades.

Interesadas en desafiar a su tiempo y el entorno machista en el que supieron combatir, estas mujeres serían quienes provocarían grandes cambios culturales y artísticos, y que serían necesarios para darle a la mujer su justo lugar dentro del contexto social.

La historia de la mayoría de ellas se resume en el exilio, la censura y el silenciamiento, la prisión o la muerte. Injuriadas, atropelladas, tildadas de sucias, insultadas con toda clase de agravios e improperios, “Las Sinsombrero” le hicieron frente a toda una época de tradiciones arraigadas en el patriarcado y el machismo, sirviendo como un despertar para las generaciones de mujeres venideras.

Se cuentan entre las mujeres que tuvieron ese enorme peso en la vanguardia artística de principios del siglo XX nombres como Rosario de Velasco, Marga Gil Roësset, María Zambrano, María Teresa León, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín, Delhy Tejero, Concha Méndez, Ángeles Santos, Concha de Albornoz y Luisa Carnés.

Después de casi un siglo podemos seguirles la pista a través de sus pinturas, libros y artículos, esculturas y en todas las obras que nos legaron, y que hoy España ha querido rescatar para sacarlas del anonimato y saber preservarlas ante el inclemente olvido, porque, como diría la directora del documental que sacó a la luz la historia de estas tantas mujeres: “Sin ellas, la historia no estaría completa.” Borges recordaría la situación que provocaría este movimiento femenino en un artículo que tituló: Contrarios a la costumbre de usar sombrero.

LAS SINSOMBRERO

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