Aunque no tuvo el reconocimiento y el prestigio de otras escritoras de su tiempo, como el caso de Jane Austen y George Sand, Júlia sería sin duda una de las primeras escritoras famosas en lengua portuguesa, y esto no le impediría compartir finalmente un lugar entre las más destacadas de una época, haciendo parte de un listado de Mujeres escritoras del siglo XIX en el que también figuran personalidades como Emily Brontë y Emily Dickinson. Desde muy niña se mostró interesada por el mundo literario, y aunque sus padres compartían el fervor intelectual, no estaba bien visto en la Brasil imperial que una mujer se dedicara a los velámenes de las letras, a parte que su hija no gozaba precisamente de una salud muy estable. Fue por esto que durante su infancia tuvo poco contacto con la escuela, a pesar de lo cual no dejaría de recibir instrucciones académicas por parte de su madre y de su hermana mayor, y luego a través de clases particulares de inglés y francés. Nada sería pues un obstáculo para que Júlia se amilanara al momento de probarse en el mundo literario, y fue así como a los 19 años publicó por primera vez un artículo dedicado al teatro, en el periódico de su ciudad natal, la Gazeta de Campinas. En adelante, la prolífica escritora no declinaría nunca con la colaboración de artículos, columnas y ensayos para distintos y reconocidos medios como el Ilustraçao Brasileira, Tribuna Liberal y el diario O País, donde tendría un espacio como columnista durante casi tres décadas, y donde podría manifestar sus más honestos intereses respecto a la igualdad social, el machismo y el feminismo, así como alentar a movimientos, campañas e iniciativas en favor de los derechos de las mujeres. En 1875 realiza el primero de muchos viajes a Portugal, en esta ocasión acompañada por su familia, y en celebración del nombramiento de su padre como vizconde de Sao Valentim. A lo largo de su vida viajaría varias veces a Europa e incluso durante algún tiempo permaneció residenciada en Francia. En 1887 se casa con el escritor Filinto de Almeida, director de la revista A Semana, publicada en Río de Janeiro, y con quien tendría varios hijos, tres de los cuales seguirían el legado y la influencia de sus padres y acabarían convirtiéndose también ellos en escritores. En 1889 Júlia publica la primera novela brasilera que transcurre en un ambiente citadino, y que bautizaría Memórias de Marta, y tres años más tarde daría a conocer A familia Madeiros, y en la cual ahondaría en uno de los temas que más abordó en sus historias y que fuera una causa de lucha en su vida: el abolicionismo. Casi una década después publicaría otra de sus más conocidas obras, A falência, en donde sería notoria la influencia del naturalismo de Émile Zola, y en donde abordó a profundidad el rol de la mujer moderna que consigue liberarse del yugo castrante heredado desde siempre, abogando como era su costumbre por una sociedad más igualitaria que gozara de los mismos derechos sin distinciones de género. Hacia 1903, influenciada por la obra de Guy de Maupassant, Lopes publica un compendio de cuentos cortos, y durante los próximos quince años estará dedicada a la producción de relatos infantiles, siendo estas fábulas las primeras apariciones de literatura para niños en lengua portuguesa. Hasta entonces los cuentos infantiles eran traducciones de narraciones europeas, pero sería entonces Júlia Lopes de Almeida quien innovara en el naciente género con el que logró cautivar al público infantil, contando historias propias que acontecían en su tierra. Histórias de nossa terra y Era uma vez son dos de sus libros más difundidos. “Cuando yo era moza hacía versos. ¡Ah! No se imagina con qué encanto. ¡Era como un placer prohibido! Sentía al mismo tiempo la delicia de componerlos y el miedo de que acabasen por descubrirlos”, declaró la escritora para una revista. En 1919 se le reconocerá como presidenta honoraria de La Legiao da Mulher Brasileira, y ese mismo año asiste en la fundación de la Academia Brasileña de Letras, que finalmente terminaría por excluirla por su condición inevitable de ser mujer. Por esta época se dedica a recorrer intensamente el territorio brasilero y a relatar sus andanzas, entre las que se destacan aquellas que narraría acerca de sus viajes por los estados sureños, y por cuyo trabajo se ganaría el afecto de unos pueblos que al llegar la recibían con toda clase de homenajes y agasajos, publicando pues su libro titulado Jornadas no meu país. En 1922 es invitada a Buenos Aires por el Consejo Nacional de Mujeres de la Argentina como una importante figura del movimiento emancipador de América Latina, y allí aprovechará para dictar en varias oportunidades una conferencia a la que llamó “Brasil”. En ese mismo país el diario La Nación publicó uno de sus cuentos más famosos y de un marcado estilo naturalista, A caolha (La tuerta). Hacia 1932, y en colaboración con su esposo, publicaría en la revista A Semana, y a través de folletines semanales, lo que sería su última novela, A casa verde. Cinco décadas dedicadas a la producción de relatos, novelas, artículos de prensa, ensayos, libros de texto, cuentos para niños y dramaturgia, su obra comprende una colección de 40 volúmenes repletos de ficciones y notas investigativas que serían traducidas al inglés y al francés. A pesar de esto, Lopes sería relegada por el movimiento modernista, y su obra permanecería durante varias décadas en un ominoso letargo. En los últimos años sus trabajos han sido rescatados y su obra reeditada, sirviendo como fuente de inspiración a eminentes figuras femeninas en lengua portuguesa, como es el caso puntual de Clarice Lispector. Pionera en el ámbito de las mujeres que en vida se ganaron el título de escritoras célebres, defensora a ultranza de los derechos de su género, la polifacética e incansable artista fallece en 1934 en la ciudad de Río de Janeiro.
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