Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Jennifer Doudna (1964)

La mujer que dio pie para modificar a los seres humanos. Es gracias a ella que hoy podríamos pedir niños a la carta, seleccionando el color de sus ojos, su altura y su estructura ósea, y aunque no sea esto lo que pretende en específico con su descubrimiento. La creación o el hallazgo de lo que ella misma llama “el software para el genoma humano”, podría emplearse como una tecnología de la ingeniería genética con la cual los científicos editarían con extrema precisión nuestra estructura molecular y así cambiar, eliminar o corregir genes de embriones humanos, con el objeto principal de curar o prevenir enfermedades. Jennifer comenzó sus estudios de Química en la Universidad de Pomona, y posteriormente realizaría una especialización en Bioquímica en la Universidad de Harvard, pasando a formar parte del cuerpo investigativo de los laboratorios del Instituto Médico Howard Hughes, y más tarde cursaría un profesorado en la Universidad de Yale, para dedicarse finalmente a la investigación de lo que más la seducía: el mundo de los genes. Interesada en escudriñar en nuestro ADN hasta desentrañar sus más recónditos misterios, Jennifer empezaría por estudiar a fondo el ARN, ese primo químico del ADN con una cadena estructural más simple, y sin el cual éste no podría actuar, ya que es el ARN el que permite la interacción entre moléculas transfiriendo información vital durante la síntesis de la proteína. Doudna reparó en especial en un tipo de enzimas encargadas de acelerar o desacelerar las reacciones químicas, y a ese conjunto lo

denominaría ribozima. Para ese entonces la naciente Ingeniería Genética no había propuesto resultados eficientes, y casi todo el conocimiento se componía de especulaciones e hipótesis por demostrar. Jennifer estudiaba cómo las bacterias se valían para luchar y combatir las infecciones virales, descubriendo en sus células un sistema inmune capaz de detectar el ADN viral y destruirlo, y al que llamaron CRISPR. Este sistema permite a las células adaptarse y reconocer los virus a los que han sido expuestas, trasmitiendo esa información a su progenie, en un intento por mantener un registro de la infección y legar a las generaciones venideras la manera de protegerse. “Una tarjeta de vacunación genética para las células”, es como lo define uno de los que ayudaron a Jennifer en su tarea. Además se enteraron de que parte de este sistema contiene una proteína llamada Cas9, que tiene la peculiaridad de rastrear, atacar, degradar y finalmente cortar el ADN viral, como si se tratara de un tijeretazo. La proteína Cas9 actúa como un centinela de la célula, detectando los sitios afectados, cortando y efectuando cambios por medio de bits. Esos trozos de ADN se insertan en el cromosoma bacteriano, y es entonces cuando la célula hace una réplica exacta del ADN viral. A partir de allí se corrige como si se tratara de un editor tipográfico. Esta revolucionaria herramienta facilita la tecnología para editar genomas y realizar todo tipo de cambios en el ADN: detectar las células dañadas, repararlas y corregirlas con un corte simple, cambiarlas de posición o incluso integrar nuevas piezas en el lugar del corte. Estos descubrimientos darían origen a una manipulación genética que podría entrar en contraste con la ética y la filosofía. La invención de Jennifer es prometedora respecto al alcance médico y a la curación de enfermedades, pero así mismo resulta tentadora para que la ciencia juegue una vez más a interpretar el papel de dios. Con la tecnología de CRISPR-Cas9 podríamos diseñar seres humanos extraordinarios y a nuestro propio antojo, y conseguir cuerpos de un potencial asombroso o raras mutaciones. Ya no es una cuestión de ciencia ficción. Hablamos de seres que gocen de una salud y un físico privilegiados, así como de unos dotes intelectuales por encima del nivel medio y otras habilidades que podrían manipularse a través del ADN. A Jennifer no dejan de preocuparle estos cuestionamientos y amenazas, las implicaciones morales y los impactos imprevistos, e insiste en las temibles consecuencias que podría acarrear el uso imprudente, inadecuado e irresponsable de su editor de genomas. De momento su empleo es restringido, y se debate su aplicación científica, así como sucede con el tema de la clonación. Se espera que muy pronto el CRISPR-Cas9 pueda también operar sobre adultos, y ya no únicamente sobre embriones. Queda seguir comprendiendo el entramado intrínseco que urde bajo nuestra piel, y para ello la más idónea hasta hoy parece haber sido esta mujer. Ella se enorgullece de estar en el génesis de estos potenciales descubrimientos que nos permitirán curar o perfeccionar a los seres humanos. Dice que no hay un lugar en el que se pueda sentir más cómoda como al interior de un laboratorio. Es por esto que desde hace años cuenta con uno propio, The Doudna Lab. Desde hace un par de décadas es profesora de cátedra de Química y Biología Celular en las universidades californianas de Berkeley y San Francisco, y aun dispone de tiempo para asistir a charlas y dictar conferencias, redactar artículos científicos, publicar libros y continuar con sus investigaciones. A lo largo de su carrera ha sido premiada con múltiple honores y distinciones. Se destaca el Premio Princesa de Asturias en Ciencia y Tecnología y el Premio L’Oréal-UNESCO a Mujeres en Ciencia. Es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias así también como de la Royal Society, y en el 2015 la revista Time la incluyó entre las 100 personas más influyentes del momento.

Jennifer Doudna

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