La niña solitaria e introvertida se echaba en las arenas de las playa en la bahía de San Francisco, y en su imaginación el oleaje comportaba pies y manos que danzaban, y la marejada traía brazos y piernas en un baile natural que efluía con las corrientes, y los movimientos de las aguas le servirían como futura inspiración para desarrollar las innovadoras técnicas de danza moderna. Un tiempo después de abandonar el hogar, el padre de Isadora sería encarcelado por fraude bancario, lo que dejaría a su madre en una complicada situación económica, y por la que desde los 10 años Isadora tendría que desertar de la escuela para comenzar a dictar sus primeras lecciones de baile a los niños de su barrio, mientras que su madre instruía en las lecciones de piano y se encargaba de sobrellevar la educación de sus hijos. Durante estos años es crucial la influencia que tendría de autores de música clásica, en especial Mozart, Schubert y Schumann. La familia se muda a Chicago, donde Isadora comenzaría sus estudios formales de danza, que luego continuaría en Nueva York, donde se trasladarían nuevamente después de haber perdido sus pocas posesiones en un incendio, y una vez más deciden moverse de sitio, y esta vez emigrar a ese viejo continente del cual provenían miles de inmigrantes soñadores cada año, pero a donde contradictoriamente se mudan los Duncan con la esperanza de encontrar un mejor futuro. A comienzos del siglo XX arriban en Londres, y luego continuarán su travesía con destino a París. Allí empieza su afán por explorar el mundo a través del arte. Visita con insistencia el Museo Británico, la National Gallery, el Louvre y el Museo de Rodin. Se obsesiona con explorar la antigua Grecia, que será fuente de inspiración y caracterizarán en gran parte ese estilo propio que ya empezaba a tomar forma. Retoma la danza clásica, pero esta vez ya no inspirada en duendes, héroes y personajes mitológicos, sino abocando a sentimientos, emociones y circunstancias humanas que podían transfigurarse en baile y movimientos, como el caso de sus temas más recurrentes: el dolor y la muerte. Isadora pretendía hacer una revisión de la danza clásica e imponer su estilo revolucionario, que rompía con los cánones convencionales instaurados y que hasta entonces parecían inamovibles. Precursora de la danza moderna, sabe que debe alejarse de los patrones establecidos, y ahonda en la expresión de los movimientos inspirados en asuntos filosóficos. Convencida de que su arte procede de la esencia del propio ser, Isadora deja de lado los montajes pomposos y los vestidos de tutú, las zapatillas de punta y las medias rosadas del ballet, y en cambio propone decorados simples de tejidos color azul celeste, túnicas vaporosas que permiten contemplar más a fondo la anatomía humana, y los pies descalzos para contactar con la tierra, las tablas y el escenario desnudo. Sus coreografías se concentraban en el contenido y la expresión más que en la vistosidad y la pompa de las presentaciones clásicas. Bailaba sin maquillaje y con el pelo suelto, revelándose al modelo clásico del maquillaje excesivo y los peinados con el pelo recogido en moña o rodete. Debido a este estilo irreverente la carrera artística de Isadora Duncan se vería constantemente atacada por esa crítica que se negaba al cambio. Varias veces sus presentaciones fueron interrumpidas por las burlas y los abucheos de un público incapaz de comprender el nuevo lenguaje de la danza. Se recuerda su estancia en Buenos Aires en el año de 1916. Siendo ya una estrella consagrada en Europa, la bailarina viaja a Suramérica para ofrecer una serie de escandalosos recitales. En uno de sus primeros espectáculos la bailarina detendría el show para dirigirse a un par de asistentes que conversaban en voz alta: “Vous n’êtes que de négres” (No son más que negros). Esto representó el final de una gira que pretendía extenderse por Montevideo, y a su partida quedarían las demás anécdotas que protagonizaría en la capital argentina, como aquella noche en la que festejaba en un bar nocturno y entonces quiso ofrecer una presentación improvisada en la que bailó el himno nacional. Al final no tuvo efectivo suficiente para pagar las cuentas del oneroso Hotel Plaza y tuvo que dejar como forma de pago un lujoso abrigo de armiño y sus pendientes de esmeralda. Por esa misma época quiso dedicar uno de sus conciertos al músico Wagner, a lo que el director de la orquesta, de origen francés, se opuso por considerarlo inapropiado en época de guerra, pero que en todo caso sería desaprobado por la indómita Duncan. De igual forma años atrás habrían sido los alemanes quienes tuvieron que escucharle cantar La Marsellesa. Porque lo de Isadora era la transgresión en el arte y en la vida. Fue por esto que no le importó qué opinaran respecto a convertirse en madre soltera de dos hijos, y aunque siempre se supo que sus padres eran el diseñador teatral Gordon Craig y el heredero de la fortuna del acaudalado millonario dueño de la empresa de máquinas de coser Singer. Ya cerca de los 40 años se casó con un poeta ruso, diecisiete años menor que ella, y del que se separaría al poco tiempo debido a los constantes ataques violentos del joven y a su adicción al alcohol que finalmente acabaría precipitándolo al suicidio. Pero la tragedia mayor la viviría unos años antes cuando sus dos hijos murieron ahogados en el río Sena, luego de que la niñera que manejaba el auto perdiera el control y acabara volcando el carro sobre las aguas. En adelante su vida pareció perder definitivamente el rumbo. Mostró siempre un desinterés por el dinero, patentando una vida de lujos y comodidades, cuyo costo muchas veces no lograba cubrir, viviendo siempre al límite, tal cual lo patentaba en la expresión de su arte, cada vez más despreocupada de los convencionalismos sociales, la moral y las tradiciones. Se especula sobre su bisexualismo, protagonizando famosos festejos en casa de una poetiza con quien mantenía una estrecha relación, y donde acudían disfrazados algunas reconocidas celebridades del momento, como T. S. Eliot, James Joyce, Gertrude Stein, Ezra Pound, Djuna Barnes, Jean Cocteau, Scott Fitzgerald y Rainer Maria Rilke. Isadora fue reconocida como un alma caritativa y dadivosa que gustaba de pagar las cuentas de sus amigos y hacerles regalos e invitaciones. En 1922 se traslada a una Unión Soviética que la recibe con los brazos abiertos. Sin embargo Isadora no se sentiría a gusto con las exigencias austeras del régimen, y el gobierno soviético por su parte estaría descontento con las caprichosas exigencias y los lujos desmedidos de la artista. En poco menos de dos años regresó a Europa para vivir los años de su declive. Su arte y sus circunstancias comenzaron a derrumbarse. Nada a qué aferrarse, una atea consumada que encontraba sosiego en el mismo frenetismo. El alcohol, los amantes y un caótico derroche financiero acabarían por alejarla de su público y de sus amigos, y se la pasaría yendo y viniendo entre París y la costa del Mediterráneo, escamoteando cuentas en hoteles y restaurantes e intentando sobrellevar ese estilo de desfachatez al que venía acostumbrada. Finalmente la muerte la encontraría a los 50 años de una manera extraordinaria. Antes de emprender un viaje en carro que la llevaría a un encuentro amoroso, se despidió diciendo: “Adieu, mes amis. Je vais à la gloire!” (¡Adiós, amigos míos, me voy a la gloria!) Aquella tarde Isadora llevaba ceñida al cuello una chalina pintada a mano por una de sus más queridas amigas. La larga bufanda ondeaba al viento mientras Isadora disfrutaba del paseo en la parte de atrás del carro descapotado. Entonces sucedió que la estola de seda que le apretaba al cuello se enredó en los radios de la llanta trasera, e Isadora salió disparada desde el carro hacia la calzada de adoquines por donde todavía continuaría desplazándose arrastrada por el carro, y ante los gritos de desespero el inadvertido conductor acabaría deteniendo el auto para cerciorarse de que la bailarina había muerto de manera instantánea por estrangulamiento. Uno de los amigos que la despidió aquella tarde diría años más tarde que las palabras exactas de Isadora fueron: “¡Adiós, amigos míos, me voy al amor!”
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