Para los antiguos la fogata representaba no solamente el calor del fuego y el método de cocinar los alimentos, sino también el punto de encuentro alrededor del cual se convocaban para compartir, orar y realizar sus rituales y sacrificios, siendo la hoguera el entretenimiento cotidiano que hoy podría asemejarse al hábito de ver la televisión.

De allí la importancia de no dejar apagar la hoguera, avivar permanente el fuego y no dejar morir la llama. Para velar por el fuego era preciso que alguien lo controlara, estuviera vigilante y lo mantuviera encendido, y sin embargo un poco de intervención divina no vendría nada mal. Para ayudar en la custodia del fuego, los griegos invocaban a la deidad olímpica conocida como Vesta, quien tenía a cargo la encomienda divina de velar para que las llamas al interior de los hogares permanecieran encendidas.

El fuego era pues el centro; alrededor del fuego se constituía el hogar, y es así como Vesta será también la diosa protectora del hogar y de la cocina. El fuego era el elemento fundador, siendo así que cuando se quería fundar una ciudad, los antiguos transportaban una antorcha encendida con el fuego que daría inicio a un reciente proyecto de polis. De igual forma a los extranjeros se les daba la bienvenida invitándolos a acercarse al calor de las llamas y de esta manera manifestarles una grata acogida.

Hestia es una de las más antiguas diosas mitológica, hija primogénita de Cronos y Rea, hermana de Zeus, Poseidón, Hades, Hera y Deméter, y la primera que sería devorada por su padre luego de que un vaticinio le advirtiera de que uno de sus hijos acabaría por arrebatarle el trono. Así mismo sería la última en ser vomitada por Cronos, una vez y Zeus consiguió cumplir a la profecía y rescatar a sus hermanos del vientre de su padre.

Y pese a que es una de las diosas principales, su protagonismo es más bien discreto, siendo una deidad que poco trato tendría con los humanos, y por lo que escasean los relatos que narren sobre sus hechos y hazañas. Su personalidad es la de una diosa pacífica, que raras veces abandonaba sus aposentos celestiales para inmiscuirse con los asuntos terrenales o meterse en discusiones con los demás dioses.

Apenas acabó la contienda contra los Titanes, el gran Apolo y Poseidón se presentaron ante ella y le propusieron matrimonio. Aquí pudo haber surgido el primer combate entre dos dioses olímpicos, de no ser porque la diosa se decantaría por la virginidad, y así se lo hizo saber no solo a sus pretendientes sino también a su hermano y dios supremo, el magnánimo Zeus, quien para preservar esta virginidad la convertiría en una abstracción, el fuego, y así podría mantenerse siempre limpia y purificadora.

En adelante los griegos se dedicarían a ofrecerle en sacrificio las primeras presas de sus banquetes, y que eran asadas bajo las llamas ígneas de la diosa protectora del fuego. Y tal es su dedicación a la custodia de este elemento, y tan notorio sus ánimos pacifistas, que cuando Dionisos fue admitido para ocupar un puesto entre los doce dioses del Olimpo, Hestia prefirió hacerse a un costado y ceder su lugar para consagrarse en contante devoción a velar por el fuego.

Pocos referentes se tienen pues sobre esta diosa. En El Fedro, uno de los Diálogos de Platón, el filósofo cuenta de una diosa solitaria que suele pasar a solas en los recintos del Olimpo, distanciada del proceder humano, sin tomar partido entre las divisiones que eran comunes entre los dioses, quienes solían inclinar su voluntad y pasiones inmiscuyéndose en las guerras y en los pleitos humanos. Será por esto que Homero no la presenta en ninguna oportunidad dentro de sus dos obras más importantes, ambas con un prontuario de dioses que intervienen constantemente a favor o en contra de los asuntos humanos. Sin embargo en algunos himnos el poeta griego dedicará algunas palabras, invocándola junto a Hermes o contándonos de cómo la diosa Afrodita nunca lograría seducir a Hestia para que desistiera de su promesa virginal. Así también Homero recalca en la importancia de mantener encendido el fuego sagrado en el templo de Delfos dedicado al dios Apolo. En algún pasaje Diodoro Sículo cuenta que Hestia es quien enseñó a los humanos la manera de construir sus casas, y de allí que sea también la diosa de la arquitectura.

Pero tal vez el suceso más conocido sobre esta diosa lo sabemos gracias a Ovidio, quien cuenta que luego de que Rea celebrara un banquete en el que finalmente todos caerían dormidos, Príapo aprovecharía para acercarse a la diosa y en un estado total de ebriedad intentaría violarla, pero justo antes de que el malhechor se abalanzara sobre su presa el rebuzno del asno de Sileno despertó a Hestia, quien en medio del letargo pudo sorprender a su atacante. Príapo huyó, y desde ese momento el asno se convirtió en el animal preferido de Hestia, y conocedores del mito es por esto que los antiguos solían sacrificar los asnos adornados con guirnaldas y hogazas de pan y así contentar a su diosa.

Su representación antropomórfica se deduce de algunas monedas en las que aparece su supuesta efigie, y la suposición de su representación es debido a que figura al lado de uno de sus templos: se trata de una mujer bellísima que portaba en una de sus manos un cuenco y en la otra enarbolaba una antorcha encendida.

No solo era adorada al interior de las casas, sino también dentro de los recintos sagrados que eran dedicados a otros dioses, siendo pocos los templos que eran consagrados a su exclusiva veneración, como el famoso santuario de Hermíone que describe Pausinas, y otros tantos en Esparta, Ténedos, Naxos y Larisa.

Una vez los romanos se apropiaron de la cultura y el conocimiento griego, la diosa pasó a formar también parte de sus creencias, y a partir de ese momento sería más conocida como “Vesta”, constituyendo una deidad de relevante importancia dado que en su nombre se estableció el sagrado culto de las vírgenes vestales.

Eran conocidas como las vestales aquel séquito de sacerdotisas encargadas de cuidar que el fuego de los templos no se apagara nunca, y cuya peculiaridad sería la de haberse mantenido vírgenes. Es así como desde principios de la formación de Roma Vesta es adorada por colegios sacerdotales dedicados al culto y veneración de la diosa, e incluso se dice que Rea Silva, también conocida como Ilia, madre de Rómulo y Remo (quienes según el mito habrían fundado Roma), era según parece una sacerdotisa vestal.

Se cree que sería el hijo de Rómulo, Numa Pompilio, quien instauraría en Roma las festividades conocidas como la “Vestalia”, y en donde las principales sacerdotisas se reunían en uno de los templos dedicados a la diosa, ofreciéndole como tributo un burro coronado de flores, seguido por una procesión donde alzaban estatuas de la diosa. Y así también el infaltable fuego.

Es por esto que Vesta iría convirtiéndose en una deidad importante en toda Roma, considerándosele también como una protectora indiscutida del Imperio. Hestia es a veces emparentada o confundida o entremezclada con otras deidades de otras latitudes y territorios, comparándosele a veces con Tabiti y también con la diosa Fornax.

HESTIA VESTA

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