La Dinastía herodiana resulta un poco confusa. Los tantos Herodes se entrecruzan o repiten o adquieren otros nombres, y los evangelios de Lucas, Mateo y Marcos acaban por contradecirse y no queda ciertamente claro quién es quién. Se sabe que Herodes I, el Grande, sentenció a muerte a dos de sus hijos, dejando sin padre a su nieta, la princesa de Judea, la agraciada Herodías. Herodes el Grande entrega la pequeña a su hermano Herodes II (Herodes Filipo I), medio tío de la niña, y con esta alianza formal se respetará la conexión sanguínea que le permitía a Herodes II sucederlo en el trono. Antípatro III, hijo mayor de Herodes, y quien tuviera que ocupar el puesto de su padre, se mostró descontento con esta unión e intentó envenenarlo, sin poder lograr su cometido antes de ser descubierto y finalmente sentenciado a morir. Herodías desafió las leyes judías y logró divorciarse de su marido, y rebelándose a lo prescrito en los estrictos códigos promulgados por el Imperio Romano, consiguió anular su matrimonio para así poder unirse a Herodes Antipas, hermano de su exesposo. Sería con Antipas con quien tendría a su única hija, Salomé, figura destacada y un símbolo de la peligrosa seducción femenina. Se habla del poder encantador de su baile, con lo que lograba reducir a cualquier hombre y mujer para que obedecieran a sus caprichos. Fue así como Salomé se vería implicada en la sentencia de muerte de Juan el Bautista y, a la postre, de la del mismísimo Jesús. El Nuevo Testamento menciona el baile erótico con el que Salomé supo seducir a los invitados a un baile e incluso a su mismo padre, para que los presentes acabaran justificando las razones que acumulaba el supuesto profeta que bien merecía la decapitación. Al parecer Herodías influenció a su hija para que ésta lograra acabar con aquel que se había atrevido a condenar públicamente su divorcio. A Antipas tampoco le caía en gracia que Juan el Bautista hubiera formado semejante escándalo por su unión con Herodías, pero temía que su muerte pudiera llevar al levantamiento del pueblo, por lo que quiso acallar la voz de aquel que escuchaba predicar, condenándolo por motivos políticos y señalándolo de sedición contra el imperio. La figura de Herodías estaría presente durante la Edad Media y el Renacimiento como un personaje asociado al culto de brujas. Varios escritores y artistas de todos los tiempos y géneros la han revivido a través de sus obras, desde Oscar Wilde y Gustave Flaubert, hasta Richard Strauss, Richard Wagner o el conjunto musical irlandés U2. En la pintura suele representársele junto a su hija, quien al parecer sigue danzando, mientras su madre admira con alegre espanto la cabeza decapitada de Juan el Bautista.
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