Eternamente joven, Hebe pertenece a la segunda generación de los dioses olímpicos, y representa a sí misma la juventud eterna. Es cierto que entre las divinas y destacadas divinidades no era la más notable, opacada por la belleza de Afrodita o Atenea, o de la misma Hera y de Artemisia, la figura de Hebe no tendría tanta relevancia y a pesar de ser una de las diosas más veneradas en la antigüedad. Hija de Zeus y Hera, aunque algunos relatos sugieren que en su concepción no estaría involucrado el gran dios, ya que a Hera le bastó con comerse unas cuantas lechugas en compañía de Apolo para quedar preñada de la diosa. La Ilíada nos cuenta que la labor principal de Hebe en el Olimpo era la de escanciar el néctar en las copas de los dioses y asistirlos con la ambrosía y todos los demás platos de sus banquetes. Que no pasaran nunca incomodidades y estuvieran permanentemente asistidos en todos sus placeres. Homero señala que además asistía a Hera al momento de preparar los caballos de su carroza y tenía la tarea de bañar y vestir a su hermano Ares. Sus otros dos hermanos serían Ilitía y Hefesto. Pero su labor como copera llegaría a su fin luego de que Zeus no le perdonara su torpeza, y tras tropezar y derramar el néctar el dios Apolo decide relegarla de sus labores. Sería el príncipe troyano Ganímedes quien, raptado por Zeuz convertido en águila, pasaría a ocupar el puesto de copero oficial del Olimpo, y así como amante del gran dios. En La Odisea el poeta griego nos cuenta que Herácles, luego de haber sido envenendo por su esposa Deyanira y de haber limado sus rencillas con Hera, es consagrado a divinidad y pasará a formar parte del panteón olímpico. Así mismo, luego de su apoteosis, Herácles contraerá nupcias con la hija consentida de Zeus, y en especial de Hera, la intocable y virginal diosa Hebe, con quien tendría a los gemelos Alexiares y Aniceto, quienes gozaban de un atributo legado por su madre: quedarse niños para siempre. Juventas, como sería conocida luego por los romanos, constituye de esta manera un modelo de mujer casta que espera la edad adecuada para contraer nupcias. Mirada candorosa de ojos grises, pelo castaño, descomplicada, la diosa disfrutaba acompañando en sus bailes a las Musas y a las Horas que danzaban al son de la lira tocada por Apolo. Se reconoce como una presencia alegre entre los adustos dioses olímpicos, a veces torpe, inocente, de una personalidad curiosa, también rebelde y solitaria, y consentida por los cariños de sus padres. Se le representa vistiendo una toga sin mangas y portando una vasija dorada rebosando la bebida predilecta de los dioses. Hacia el año 430 a.C. Eurípides aportará otra leyenda relatándonos en su obra Heracleidae, sobre una Hebe que se inclinó por Iolaus (Yolao) favoreciendo a sus súplicas. Iolaus era un anciano que había sido amigo de Herácles, y que pidió el auxilio de la diosa para vengar el ataque a los heráclidos perpetrado por Euristeo. Hebe le concedió el don de volver a ser joven durante un día (algunos dicen que se trató de una hora), tiempo que le sería suficiente a Iolaus para poder lograr su venganza y asesinar a Euristeo. Tenía pues el poder de rejuvenecer, retardar el tiempo y también envejecer a su antojo, como lo haría con los hijos pequeños de Alcmeón, a quienes les concedería en un instante la edad adulta para que pudieran vengarse de Arsíone. Juventas hacía presencia en un ritual de iniciación a la edad adulta que solía celebrarse entre los romanos, y que sucedía cuando los mancebos llegaban a la pubertad y eran investidos con la toga viril como símbolo de su entrada en la adultez, sellando el ritual con la ofrenda y el tributo de una moneda de la época. A Hebe se le conferían otros poderes como aquel de transformarse en cualquier animal o persona, así como el don de la profecía. Velevaba por los jóvenes en el tránsito a la madurez, protegiéndolos de entidades oscuras como el dios Senectus (Geras para los romanos), personoficación de la vejez. Hebes tenía un altar cerca al de su esposo Herácles, en el Cinosargo, Atenas, y luego este altar pasaría a formar parte del templo consagrado a Minerva, Juno y Júpiter, restándole importancia a su figura pero indicándonos que su adoración antecede el culto al mismísimo Zeus. En la época del Imperio Romano las tradiciones y creencias en torno a ella seguían incólumes, convirtiéndose en la patrona de los colegios de jóvenes y de las instituciones militares. Puede llegar a confundírsele con una ninfa que lleva su nombre, y la cual según Higino sería convertida en una fuente por obra y gracia del dios Zeus, y cuyas aguas tenían la propiedad de rejuvenecer. Los artistas europeos del siglo XIX rescataron la figura de esta divinidad retratándola en sus cuadros y en muchas esculturas que se aprecian hoy día en distintos países. Estas representaciones suelen acompañar las fuentes de los jardines como una forma de darle al agua la connotación de la eterna juventud.

HEBE (JUVENTAS)

 

Avatar de Milanas Baena

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.