Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Hannah Arendt (1906-1975)

A los 14 años ya había leído La crítica de la razón pura de Kant y La psicología de las concepciones del mundo de Jaspers. Avezada, avanzada, inquieta, sus problemas disciplinarios la llevaron a la expulsión de su escuela, por lo que se traslada a Berlín para inscribirse a un curso de Teología Cristiana y enfrentarse por primera vez a la obra de Kierkegaard. Desde allí no parará su trasegar por universidades en las que estudió o dictó cátedra. Toma clases de griego en la Universidad de Marburgo y allí asiste a las clases del célebre filósofo Martin Heidegger, quien para ese entonces contaba con treinta y cinco años y ya gozaba de gran prestigio dentro del ámbito cultural. Pronto quedó prendado de la singularidad y el intelecto de Hannah, diecisiete años menor que él, y con quien comenzarían un amorío que pondría en jaque la relación matrimonial del filósofo, así también como su reputación dentro de los claustros académicos. Un año más tarde Hannah no tolerará más esta relación furtiva y se cambia de universidad, sin embargo la amistad con el filósofo, a pesar de las tantas discrepancias ideológicas que los enfrentará una y otra vez, fue una amistad que perduró hasta el día en que murió Heidegger. Estudia Filosofía y recibe su doctorado, y es entonces cuando conoce a otra figura que será determinante en su vida, por convertirse no sólo en mentor sino además en su amigo íntimo. Se trata de Karl Jaspers. Un año más tarde regresa a Berlín, donde se reencuentra con un viejo amigo, el también filósofo Günther Stern, con quien se irá a vivir a las pocas semanas del reencuentro, y con quien acabará casándose en pocos meses. Hannah empieza a interesarse por los asuntos políticos, y explora la obra de Marx y Trostsky. Una vez Hitler sube al poder, Arendt decide emigrar augurando lo peor para el pueblo judío. Por este exilio sería criticada durante toda su vida como apátrida. “Para mí, Alemania es la lengua materna, la filosofía y la poesía.” Se muda a París y es allí donde comienza su intensa actividad en la lucha política, ayudando en principio a los judíos en su escape hacia Palestina. Defendió la idea de que era necesario oponerse militarmente al régimen nacionalsocialista, lo que la llevaría a distanciarse de muchas de sus amistades que empezaban a mirarla como una especie de traidora alemana, y por lo que años más tarde se le retiraría su nacionalidad. En su exilio francés conoce a un personaje por entonces desconocido, Walter Benjamin, a quien apoyaría económicamente e incluso, después de la muerte de éste, intentaría divulgar sin éxito sus obras y apenas lograría dar a conocer algunos de sus ensayos y escritos. Su matrimonio fracasa, pero en menos de un año se casa con un refugiado alemán que también huía de las políticas represivas. Ya en plena guerra, las autoridades francesas citaron a los extranjeros alemanes en el velódromo de París, y de allí serían trasladados a un campo de internamiento de donde después de un par de semanas Hannah lograría huir. Adquiere un pasaporte para Lisboa, y a través de Portugal consigue llegar a Nueva York junto con su marido y su madre, instalándose en un pequeño hotel y sobreviviendo de una modesta pensión otorgada por una organización para refugiados judíos. En poco tiempo Arendt perfeccionó su inglés, y pasa a integrar una revista judeo alemana en la que ocasionalmente publicará sus escritos, y en los que pretende alentar la consciencia política judía en una columna que bautizó This means you (Esto se refiere a ti), y en donde se destaca especialmente su artículo We refugees (Nosotros los refugiados). Allí Hannah se pronuncia respecto a la penosa situación que atraviesan los refugiados indocumentados y sin derechos legales. En 1950 regresa de visita a Alemania, donde se reunirá de nuevo con Heidegger y Jasper, y a lo largo de su vida mantendrá esta rutina de visitarlos con frecuencia, y así también viajó frecuentemente a Israel para saludar a familiares y amigos. Después de la guerra Arendt se concentra en estudiar la filosofía existencialista de Albert Camus. Defiende con ahínco la necesidad del estado de Israel como un lugar que permita resguardarse del creciente antisemitismo que se esparce por el mundo, y declara que todo lo concerniente a Israel la afecta más que cualquier otra cosa en su vida. Estudia el pensamiento de escritores de distintas épocas, desde Platón hasta Proust, pasando por Montesquie y Goethe, Hölderlin y Dickinson, Dostoievsky y Kafka. En 1951 da a conocer su primer gran libro y por el que obtendría amplio reconocimiento, Los orígenes del totalitarismo, de casi mil páginas, en el que desarrolla las ideas de Rosa de Luxemburgo y trata sobre materias como el poder, la democracia, la violencia y el dominio. A raíz de su exitoso libro, es invitada para dictar cátedra en el Brooklyn College de Nueva York, y un año más tarde obtendrá un nuevo éxito con la publicación del libro La condición humana, un libro de filosofía en donde plantea la importancia determinante del nacimiento del individuo, en contraposición con la filosofía de Heidegger que entiende la vida como un “avanzar” hacia la muerte. De allí la importancia que Hannah quiere conferirle al prójimo: el comienzo implica la necesidad de creación, de configurar su mundo y establecer vínculos. Hannah cree que hay tres condiciones básicas en la vida de los seres humanos: trabajar, producir y actuar. El trabajo sirve para la subsistencia del individuo y la comunidad, ligando el trabajo no con la libertad sino con un sentido natural de supervivencia. El trabajar permite la reflexión, la creatividad, el cuestionamiento que lo llevará a transformar su realidad y a producir. El individuo establece relaciones con los objetos que construye y genera sentimientos por los espacios que ocupa. Por último el actuar servirá para garantizar las condiciones de continuidad de las generaciones venideras. En esta obra también explora los conceptos de libertad, igualdad y privacidad. Se destaca también la publicación en 1963 de un libro en el que emparentará con detalle la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos. Ya radicada en Estados Unidos, defiende a intelectuales y a artistas durante la época de la persecución macartista, y se involucra como activista en defensa de la discriminación de las negritudes, además de condenar en repetidas oportunidades la Guerra de Vietnam. En 1961 se desplaza a territorios israelíes para realizar un reportaje exclusivo para The New Yorker durante el juicio contra Adolf Eichmann. De esta experiencia surgieron luego una cantidad de artículos y uno de sus libros más polémicos y conocidos: Eichmann en Jerusalén, un informe sobre la banalidad del mal. Arendt se ocupará durante toda su vida de cuestionar el papel del pueblo alemán ante los horrores cometidos durante la guerra, y en especial los judíos que ayudaron con su propio exterminio: “Este papel de los dirigentes judíos en la destrucción de su propio pueblo es para los judíos sin duda el capítulo más oscuro en toda su oscura historia.” Para Arendt el ser humano actúa con libertad y por lo mismo debe responsabilizarse de sus actos conscientes. Rechaza la idea de una culpa colectiva: “Donde todos son culpables, no lo es nadie.” Sostiene que los actos no fueron cometidos por “gánsteres, monstruos o sádicos furibundos, sino por los miembros más respetables de la honorable sociedad.” Así, no cabe preguntarles a quienes participaron “¿por qué obedeciste?”, sino más bien cuestionarlos en concreto: “¿Por qué colaboraste?” Es invitada a dictar cátedra en la Universidad de Princeton, convirtiéndose en la primera mujer en ser profesora de dicha institución. Luego pasa por las universidades de Chicago, Berkeley y Nueva York. En Alemania y en Estados Unidos es honrada con múltiples distinciones y varias universidades le conceden el doctorado honoris causa. Para Arendt el ser humano no era ni bueno ni malo, e insistía en que como individuo libre es responsable de sus actuaciones. A pesar de las crueldades de la guerra, para Hannah hay una esperanza que se renueva continuamente en el nacimiento de nuevos seres. La maldad, para ella, consiste en una auténtica falta de cordura. No fue ni marxista ni comunista ni tampoco se le puede encasillar dentro de ninguna otra ideología en específico. Gozaba de una cosmovisión libre de doctrinas. Fue una intelectual que escribió sobre lo que vivía y pensaba, y sus reflexiones sirvieron para descifrar o tratar de comprender en gran parte la filosofía de una época. Durante la década de los cincuenta escribe veintiocho cuadernos a mano donde consignará todos sus pensamientos, ordenados por meses y años, y en donde dialoga con filósofos y pensadores de todos los tiempos y que inspiraron desde siempre sus propias ideas. En sus escritos diserta sobre lenguaje, historia, ciencia, sociología, religión. Escribe poemas que nunca alcanzará a compartir y que serán publicados post mortem. Manifestó siempre un deseo de mantenerse activa, vital, en lucha. Luego de padecer un ataque al miocardio, retoma sus estudios y la enseñanza universitaria, y un año más tarde, en 1975, morirá a causa de un infarto en su despacho y en presencia de varias personas. Murió trabajando. En Alemania ha habido un reciente afán por descubrir la obra de Hannah Arendt y honrar su memoria. En varias ciudades se han colocado placas conmemorativas en aquellas casas que fueron sus residencias. Escuelas, institutos, calles, plazas y premios llevan su nombre. En los últimos años se han celebrado simposios y exposiciones para dar a conocer sus trabajos, y se han reeditado sus artículos y libros para así fomentar su pensamiento, e incluso un asteroide ha sido bautizado con su nombre.

Hannah Arendt

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