Criada en la fe anglicana, Florence testimoniaba desde niña que Dios le había hecho un llamado claro y desde entonces mantendría en firme su vocación: se convertiría en enfermera. Cuenta que a sus 17 años, mientras se encontraba en Embley Park, escuchó con claridad ese llamado divino que signaba su misión y su destino. Es así como contrariando la voluntad de sus padres y de las costumbres del momento, donde la mujer estaba consagrada a la crianza de los hijos y al cuidado de su marido, Florence consigue estudiar enfermería, y antes de cumplir sus 25 años ya es una capacitada en su campo. Dado su condición de clase alta, y gozando de un dote mensual de 500 libras que le proveía su padre, Florence no prestó importancia a dos propuestas matrimoniales que tuvo por aquella época, y prefirió dedicarse al cultivo de su propio intelecto, por lo que en busca de experiencias y conocimientos realizó viajes por Francia, Italia, Suiza, Grecia, siendo muy significativa su experiencia en tierra de los faraones. De este viaje escribirá algunas memorias acerca de la riqueza cultural egipcia, además de testimoniar ese llamado divino, cuando relata que estando en Tebas había sido “llamada a Dios”, y cinco días más tarde en El Cairo nos cuenta: “Dios me llamó en la mañana y me preguntó si haría el bien en su nombre, sin buscar reputación.” En 1851 se interesó por los tratamientos de asistencia que los luteranos adelantaban con la Institución Kaiserswerth del Rin para el Entrenamiento Práctico de Diaconisas. Allí permaneció durante cuatro meses recibiendo un entrenamiento que inspiraría y fortalecería su vocación de enfermera, y luego se acercaría a las Hermanas de la Caridad del hospital Saint Germain, cerca de París, donde continuaría sus prácticas como voluntaria. En 1853 es nombrada como superintendente del Instituto para el Cuidado de Señoras Enfermas con sede en Londres. En octubre de 1854 Nightingale y un grupo de treinta ocho enfermeras voluntarias a las que ella había entrenado, y entre las que se contaba su tía Mai Smith, partieron con destino hacia el Imperio Otomano, concretamente donde se llevaba a cabo la conocida Guerra de Crimea. Las heroínas atravesaron más de quinientos kilómetros del mar Negro, desde Balklava, en Crimea, y hasta llegar a la base de operaciones británicas del cuartel de Selimiye, en Scutari, actualmente el distrito de Üsküdar, en Estambul. Florence denunció las pésimas condiciones en las que estaban siendo atendidos los heridos, muchos de ellos muriendo por la falta de higiene y la propagación de enfermedades infecciosas como el tifus, la fiebre tifoidea, la cólera y la disentería. Resaltó la falta de ventilación y la precariedad de los sistemas de desagüe sanitarios como otro causante que afectaba el buen desempeño. Un sistema carente de recursos, equipamiento y medicamentos, instalaciones hacinadas de pacientes, y un tratamiento que la experimentada enfermera consideraba inadecuado. La enfermera tomó cartas en el asunto, y luego de su estancia en Crimea el índice de mortalidad disminuyó considerablemente de un 42% a un 2%, y todo gracias a su gestión médica. Apenas llevaba poco más de un año y ya su labor, destacada por todos, le valió el reconocimiento de una asamblea convocada con el ánimo de homenajearla, y en la cual se recogerían fondos para el entrenamiento de nuevas auxiliares de enfermería. Por esos días el diario The Times le dedicó un artículo en el cual se refería a ella como a un “ángel guardián”, y cómo su presencia había contribuido enormemente en la salud y el cuidado de los enfermos. Florence adquirió una fama a nivel mundial, conocida como “La dama de la lámpara” (apodo que surge del poema Santa Filomena que Henry Wadsworth Longfellow le dedicaría), por ser su costumbre la de salir con una lámpara para dar sus rondas nocturnas y vigilar a sus pacientes enfermos. Sin embargo Florence no gustaba de adulaciones y prefirió siempre mantenerse anónima, en una labor clandestina, y fue así como queriendo evadir la prensa que la ensalzaba, regresó a Inglaterra bajo el nombre falso de Miss Smith. Una vez en Londres, Nightingale presenta un detallado informe a la Comisión Real para la Salud en el Ejército, justificando las razones de tanta mortandad en los campos de asistencia y evaluando un listado de reformas que sería pertinente ejecutar. Hacia 1857 Florence comenzará a sufrir un trastorno depresivo que fue acrecentándose con el pasar de los años, y a pesar de que en varias ocasiones se vio en la obligación de guardar reposo, nunca desaprovecharía su vitalidad, y su condición psicológica no le impidió continuar con sus tantas empresas. En 1858 presentó una serie de informes detallados respecto a la condición sanitaria en las zonas campestres de la India, proponiendo varias iniciativas ante la Comisión Real, y que luego de haber sido tomadas en consideración y haber sido aplicadas, redujo la mortandad de los soldados y luego de una década pasaron de reportar de 69 a 19 muertos por cada mil hombres. Disponiendo de un fondo de 45.000 libras, para 1859 Florence inaugura en el hospital Saint Thomas la Escuela de Entrenamiento Nightingale, y que en la actualidad se llama Escuela Florence Nightingale de Enfermería y Partería, haciendo parte del King’s College de Londres. Seis años más tarde las primeras enfermeras egresadas comenzarían a trabajar en la Enfermería Liverpool Workhouse, y pasado un tiempo ya se habían dispersado por toda Gran Bretaña. Además ayudaría en la construcción del hospital Real Buckinghamshire de Aylesbury, y no solamente recogiendo fondos sino también en la planeación del mismo, proponiendo un modelo moderno con sistema de ventilación, corredores amplios, escaleras y armarios, y la dotación más completa que permitiera operar en las mejores condiciones. Para ese año de 1859 da a conocer sus Notas sobre enfermería: qué es y qué no es, un libelo pionero en cuanto a su contenido, y que sirvió como una pieza fundamental en la enseñanza de la enfermería, convirtiéndose en un texto obligatorio en las escuelas de formación. En algunas de sus notas se lee: “La observación indica cómo está el paciente, la reflexión indica qué hay qué hacer, la destreza práctica indica cómo hay que hacerlo. La formación y la experiencia son necesarias para saber cómo observar y qué observar; cómo pensar y qué pensar.” Este escrito no sólo sustenta el pensamiento y la filosofía del oficio de auxiliar de enfermería, sino que además reivindicó la figura de la enfermera, a quien solía tratársele como a una subalterna ignorante y desconocedora de la ciencia médica, y en adelante la imagen de la enfermera empezó a ser vista con gran respeto, dándole a su oficio el puesto digno que merece en nuestra historia, y no en vano se le conoce como la “fundadora” de la enfermería. También escribió Notas sobre hospitales y Notas que afectan la salud, la eficiencia y la administración hospitalaria del Ejército Británico. Nightingale tendría la fortuna de tener un padre educado en Cambridge que la instruyó en filosofía e historia, la llevó a descubrir a Euclides y a Aristóteles y a interesarse por asuntos políticos, además de enseñarle algunos idiomas como el italiano, el griego y el latín, pero lo que resultó más inusual es que también haya interesado a su hija por el mundo de las ciencias exactas, especialmente la aritmética, la geometría y el álgebra. De niña, Florence coleccionaba conchas marinas y llevaba registros minuciosos, anotaciones y un sistema organizado de listas y tablas y que un día la llevarían a calcular con precisión los fenómenos sociales a partir de mediciones de análisis estadísticos. Aficionada a las matemáticas, a Florence se le reconoce haber presentado sus informes estadísticos por medio de representaciones visuales y gráficos que expliquen la información. Para presentar sus datos se valió del método práctico de un gráfico circular, que hoy es conocido como diagrama de área polar o como “Diagrama de la rosa de Nightingale”. Por medio de estos diagramas Florence ilustró a los miembros del parlamento británico respecto a la mortandad de los soldados en las instalaciones que dirigía durante la Guerra de Crimea, facilitando la comprensión de los tradicionales reportes estadísticos que muchos no entendían. En 1859 Florence Nightingale es la primera mujer en ser elegida como miembro de la Royal Statiscal Society, así como miembro honorario de la American Statiscal Association. Para 1860 Florence introduce el servicio de enfermería a domicilio en Inglaterra e Irlanda, logrando de esta manera llegar a cada rincón donde hiciera falta la presencia de una enfermera. Esta iniciativa fue el fundamento para que cuatro décadas después de su muerte se constituyera el Servicio Nacional de Salud Británico. En 1860 saca a la luz una obra de 829 páginas dividida en tres volúmenes, Suggestions for thought to searchers after religious truth, un escrito que es considerado como su propia “teodicea”, y en donde se permite preguntarse cómo es posible la existencia de un Dios que condena a sus hijos a una eternidad de castigos infernales, mostrando su inclinación a ese pensamiento de la época al que se llamó “reconciliación universal”. De dicho libro se destaca el ensayo titulado Cassandra, donde se permite interrogar a la mujer que pese a tener una buena formación educativa básica, finalmente se somete a perpetuar la tradición de dedicar su vida a las labores del hogar. Tampoco quiso ser monja, pero su entrega al servicio desinteresado por el prójimo fue plena; y ya sea por una fuerte convicción religiosa, ya sea por la moral imperante, varios historiadores se atreven a afirmar que Florence se mantuvo casta durante toda su vida. Se entregó a un destino en el que creyó siempre con convicción férrea, el destino de amparar a los débiles, preguntándose además si su labor habrá sido en vano y su voz desoída, tal como le sucedía al personaje mítico de la princesa troyana Casandra. Solía rodearse de hombres y preferir la compañía masculina, siendo notable su amistad con Charles Dickens y con John Stuart Mill, e incluso se refería a sí misma como a un “hombre de acción” o un “hombre de negocios”. Sin que fuera su propósito, Nightingale sentó las bases para el naciente movimiento feminista, sirviendo como un ejemplo de la mujer que responde con autodeterminación, rebelándose a cumplir con sumisión un destino que otros eligen por ella y sin que le importara fallar a las más arraigadas costumbres patriarcales. Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja, dice haberse inspirado en el trabajo de Nightingale durante la Guerra de Crimea: “A pesar de que soy conocido como el fundador de la Cruz Roja y el promotor de la Convención de Ginebra, es a una dama que todo el honor de esa convención es debido.” Para 1870 se encargó de instruir a Linda Richards, quien sería enviada a Estados Unidos y en donde sería conocida como la “Primera enfermera entrenada de América”, consiguiendo difundir el legado de Nightingale a territorio norteamericano y hasta llegar a tierras japonesas. Adelantada a su época, y antes de la aparición de Louis Pasteur, para 1880 ya Florence había redactado un par de escritos donde examinaba a fondo la necesidad de tomar medidas higiénicas y de sanidad para combatir y eliminar los gérmenes. Hacia 1882 la reputación de las “ruiseñores” (término con el que se les conocía a las enfermeras educadas en la Escuela de Entrenamiento Nightingale, dado que Nightingale significa “ruiseñor”) gozaban de gran prestigio por su alto grado de conocimiento, su dedicación y compromiso, además de la pasión que les fue inculcada por su labor, y muchas de estas enfermeras terminaron dirigiendo centros hospitalarios en Gran Bretaña y Australia. En 1883 Florence recibe la Real Cruz Roja de manos de la reina Victoria, y una década más tarde se creará el Juramento Nightingale, que es el que deben rendir los graduandos de enfermería. Para 1887 ya su escuela contaba con más de quinientas enfermeras graduadas y más de cuarenta se habían convertido en directoras de hospitales. En 1907 recibe la Orden de Mérito del Reino Unido, convirtiéndose en la primera mujer en recibir dicha distinción, y un año más tarde le serían otorgadas las Llaves de la Ciudad de Londres. Dicen que en sus labores había sido contagiada por la fiebre tifoidea, que había contraído brucelosis, y aparte de un trastorno depresivo con el que tuvo que lidiar durante toda su vida; pero finalmente su trabajo como enfermera llegaría a su fin, y esto sólo podría ser posible si le visitara la muerte. Sucedió en agosto de 1910, a la edad de 90 años. Discreta como fue en vida, después de muerta la familia impidió que le enterraran en el prestigioso cementerio de Westminster, al lado de figuras notables como Isaac Newton o Rudyard Kipling. En 1912 el Comité Internacional de la Cruz Roja reconocerá cada año a los más destacados auxiliares de enfermería con la Medalla Florence Nightingale. En 1915 se erigió en Waterloo Place, en Londres, el Monumento de Crimea, y en donde podemos apreciar su figura esculpida. En el Hospital Saint Thomas de Londres se encuentra el Museo de Florence Nightingale, donde actualmente funciona la primera escuela de enfermería fundada por esta pionera, además de otro museo en la casa de su hermana, Claydon House, propiedad de National Trust, y otro museo más en Estambul, en la torre más al norte de las Barracas de Selimiye. La antigua Constantinopla también la honrará en 1954 con una placa de bronce suscrita en el pedestal del Memorial a la Guerra de Crimea en el cementerio Haydar Pashá, y que dice lo siguiente: “A Florence Nightingale, cuyo trabajo cerca de este cementerio un siglo atrás trajo alivio al sufrimiento humano y sentó las bases de la enfermería como profesión.” También en Estambul encontramos cuatro hospitales que llevan su nombre, y entre ellos el hospital privado más grande de Turquía. Los luteranos la consideran una “Renovadora de la sociedad”, su nombre figura en entre las celebraciones del Calendario de Santos luterano, y en la comunión anglicana se la homenajea con un día festivo de su año litúrgico. Así también son varias las fundaciones a nivel mundial que llevan su nombre. En Anápolis, Brasil, se destaca la escuela de enfermería Florence Nightingale, y su leyenda ha quedado plasmada en novelas, obras teatrales, documentales, biografías, películas, cómics y series televisivas. Una nave espacial de la serie Star Trek lleva su nombre, también tiene su servant en el juego para Smartphones, Fate Grand Order, y cuyo personaje figura como alguien con el poder de curar a los enfermos. A pesar de que no le gustaba ser fotografiada, y menos retratada en pintura, su imagen portando una lámpara entre los heridos de la Guerra de Crimea se ha vuelto icónica y han sido varios los pintores que han evocado a Florence Nightingale a través de este cuadro. Su efigie también apareció en los billetes que circularon en el Reino Unido desde 1975 y hasta 1994. Queriendo mantener vivo su legado, el Día Internacional de la Enfermería se celebra el día de su cumpleaños, y en el aniversario de su natalicio, dado un trastorno neurológico que pudo afectarla a lo largo de su vida, se instauró el Día Internacional de la Concienciación de las Enfermedades Neurológicas e Inmunológicas Crónicas. Queda un recuerdo de su voz, cuando fue registrada en una grabación fonográfica de 1890 y que es conservada por la British Library Sound Archive. La escuchamos decir: “Cuando ya no sea siquiera una memoria, tan sólo un nombre, confío en que mi voz podrá perpetuar la gran obra de mi vida.”