Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Emily Jane Brontë (1818-1848)

“Caminaré a donde mi naturaleza me lleve, pues me humillaría elegir otro guía. Allí donde pastan entre helechos los grises rebaños, allí, a la montaña, donde brama el viento salvaje. ¿Qué importantes secretos revelan los montes solitarios? Gloria y aflicción inenarrables. La Tierra, al despertar el corazón humano, une ambos mundos, el Cielo y el Infierno.” Esta son las palabras de quien no ambicionó la fama y el reconocimiento, prefiriendo el anonimato, el silencio y la libertad que ofrece la clandestinidad. Ella se entregaría a la palabra, y de allí no volvería nunca más. Escribió una única novela, y con esta sería suficiente para consagrarse como un clásico de la literatura británica y a su autora como a una de las grandes exponentes de todos los tiempos. Lo curioso es que cuando se publicó Cumbres borrascosas, la mujer detrás de la obra prefirió ocultarse bajo la sombra de un seudónimo masculino, Ellis Bell, el nombre de un hombre que pudiera acreditar una composición literaria que, a la mujer, en plena época victoriana, y desde siempre, le parecía vedado. Cuando Emily tenía dos años, su padre se muda a Haworth para oficiar en su nuevo cargo como párroco anglicano. Un año después moriría su madre. En 1824 cuatro de las cinco hermanas Brontë fueron matriculadas en el colegio de Clergy Daughters, en Cowan Bridge, Lancashire, donde las dos hermanas mayores contrajeron una tuberculosis que les causaría la muerte al año siguiente. Por tal motivo Emily y su hermana Charlotte volverían a casa, considerando que habían sido las pésimas condiciones higiénicas del instituto lo que había enfermado a las fallecidas. Quedarían así las tres hermanas Brontë: Charlotte, la romántica, sardónica y mordaz; la tranquila y dulzona Anne, y Emily, la protagonista de nuestra historia. También se sumaba su hermano Branwell, pintor de oficio, y todos juntos se unirán para sobrellevar juntos la ausencia de su madre y el aislamiento, e inventan ficciones escritas sobre un mundo de ilusión conformado por tres regiones (Angria, Gondal y Glass Town), donde sucederían toda suerte de historias que a los hermanos se les ocurriera narrar. Unos soldados de madera se transformaban en custodios de estos reinos, de los que se conservan varios cuadernos manuscritos que habrían comenzado a ser compuestos hacia el año de 1829. En 1938 Emily comienza a trabajar de institutriz en Law Hill, cerca de Halifax, y para 1942 se mudará a Bruselas con su hermana Charlotte, donde aprenderá francés y vivirá la nostalgia del hogar, para luego regresar junto a su hermana una vez que la salud de su tía se complicara, y en adelante sería Emily quien se encargará de los cuidados del hogar, y en especial de tratar con su hermano Branwell, quien al no haber tenido nunca éxito como pintor se había sumergido desde hacía años en la bebida, y de esta forma tampoco habría alcanzado ninguna estabilidad laboral. Branwell también consumía opio y era común que tuviera ataques de ira, pese a lo cual su hermana tendría siempre la paciencia y disposición cariñosa para tratarlo. Emily solía mantenerse en vela esperando a que su hermano regresara cada noche a casa a la madrugada, tiempo que emplearía para redactar gran parte de la que un día sería una de las novelas más recordadas de la literatura universal. Para 1846 Charlotte se enteró de que Emily no había abandonado nunca su afición y su amor por las palabras, encontrándose por casualidad con varios poemas que le eran de su autoría, y conociendo también el interés de la hermana menor, les propondría a las dos que escribieran y publicaran en conjunto un libro de poesía. Las tres hermanas compilaron sus poemas, pareciéndoles más conveniente darlos a conocer como si se tratara de tres hermanos, y por lo que decidieron titular el libro como Poems by Currer, Ellis, and Acton Bell. Las Brontë pasaban a adquirir la identidad de los hermanos Bell, donde Charlotte sería Currer, Emily tomaría el seudónimo de Ellis y Anne sería Acton. Se dice que el estilo de Charlotte es más propio de la prosa novelesca, y que Anne destacaría por su inocencia, siendo la poesía de Emily la más reconocida, y hasta llegar a ser comparada con los mejores poetas de todos los tiempos. Y a pesar de que solamente vendieron dos copias de su libro, esto no las desanimaría para encarar un nuevo reto literario, donde se propusieron que cada una tendría que escribir una novela. Charlotte se inspiraría en el colegio donde estudiaría en su infancia para presentarlo como un lugar fúnebre y en el que transcurre parte de su famosa novela, Jane Eyre. Anne escribió Agnes Grey y de Emily tendremos Cumbres borrascosas. En las tres novelas nos encontramos con personajes femeninos caracterizados por su valentía y osadía, la libertad para elegir sobre sus destinos, la pasión por cumplir sus objetivos. Sabían que no debían firmar con sus nombres y develar su verdadera identidad, ya que esto podría traerles una mayor censura, o al menos así se lo haría entender un supuesto poeta cuando Charlotte le envió algunos de sus versos: “La literatura no es asunto de mujeres y no debería serlo nunca”, fue la contestación a su misiva. Años más tarde, conocido el secreto de las hermanas Brontë y de las verdaderas autoras de esas tres novelas, la misma Charlotte confesó el por qué la decisión de publicar bajo un seudónimo: “No nos gustaba declararnos mujeres, porque teníamos la vaga impresión de que las autoras podían ser vistas con prejuicios.” Anne también se pronunciaría al respecto en el prefacio de su libro La inquilina de Wildfell Hall: “Todas las novelas están o deberían estar escritas para que las lean tanto hombres como mujeres, y no entiendo cómo un hombre debería permitirse escribir algo que sería realmente vergonzoso para una mujer, o por qué una mujer debería ser censurada por escribir cualquier cosa que sea apropiada y convertirse en un hombre.” En 1847 el mundo conocería entonces la novela Cumbres borrascosas, una novela que por su estilo innovador, raro según muchos, de mal gusto según otros, pero que en definitiva no gustaría ni tendría buena acogida, considerándosele como “salvaje y burda”, y a la que el tiempo acabaría patentando como uno de los grandes exponentes de la literatura universal. Una historia de amor que involucra secretos, odios, traiciones y venganzas, y que para Jorge Luis Borges “es una obra tan extrema e inclasificable como pudiera serlo Moby Dick.” A Emily Jane Brontë también se la ha comparado con grandes y laureados escritores de la talla de Thomas Mann, tratándose de una prosa que se ha renovado o al menos permanecido vigente, destacando la pasión y la intensidad de los personajes que componen la obra. Sin embargo su expresividad lírica y su mayor producción estaría volcada sobre la poesía. Nostálgica, callada y solitaria, contemplativa y amante de la naturaleza, mística, Emily construyó un universo propio, interior, y fue allí donde quiso morar o al menos regresar cada vez que el mundo externo la agobiaba, y cuyo ingreso solamente podía permitírselo por medio de la palabra. El poema A la imaginación lo explica por sí mismo: “Puesto que no hay esperanza en el mundo exterior, doblemente aprecio el mundo interior, tu mundo, en que ni el fraude, ni el odio, ni la duda, ni la fría desconfianza brotan jamás; donde tú y yo, y la Libertad tenemos soberanía indisputable.” Introvertida, retraída, misteriosa, Emily se caracterizaba por ser una persona distante, para muchos huraña, pero de cualquier forma una mujer que poco disfrutaba de sociabilizar, apuntando una de sus biógrafas que la escritora sencillamente “no tenía amigas.” Pero es que tal vez la poetisa ya había vivido suficiente tiempo en su mundo interno y cada vez le costaba más regresar a este espacio terrenal, por lo que se preguntaba: “¿Cómo podría adentrarme en el vano mundo otra vez?” Su poesía tiene un espíritu vital, una poesía liberadora y libre, dejando que su propia pasión desaforada relatara sin trabas ni escollos, escribiendo sin método ni técnica y conducida por su propia inspiración. Así los versos de El viejo estoico: “Las riquezas tengo en poca estima; y del amor me río con desprecio; y el deseo de la fama no fue más que un sueño que desapareció con la mañana. Y si rezo, la única oración que mueve mis labios es: ‘¡Deja que se vaya el corazón que ahora soporto y dame libertad!’ Sí, cuando mis días veloces se acercan a su meta, eso es todo lo que imploro: en la vida y en la muerte, un alma sin cadenas, con valor para resistir.” Brontë reconocía que el paraíso no estaba allá afuera, y que la promesa de lo divino debía encontrarse en uno mismo, en sus orígenes. Así lo manifiesta en su poema Una escena de muerte: “No creas a quienes te convocan desde las distantes islas del Edén, retorna de aquel llamado tempestuoso hacia tu propia tierra natal.” Honesta, cruda, emocional, ensoñadora, melancólica, visionaria, sensible e intensa, la poesía de Brontë está llena de sangre, muerte, guerra, naturaleza, Dios y los fantasmas, generando imágenes muy vivas y de un sentimiento conmovedor, y abriendo un camino al romanticismo que ya empezaba a gestarse en la poesía de esta época victoriana, recordando algunos poemas notables como Remembranza, Esperanza, Canción, No es de cobarde mi alma (Mi ánimo no es vil). La salud de Emily -así como la de toda su familia- sería siempre frágil. Se dice que la tuberculosis que padeció fue debido al sistema insalubre de alcantarillado y de las aguas que llegaban al hogar de las Brönte. Sin embargo una de las criadas que las acompañó durante años creyó que el verdadero motivo estaba en la pena que afligió a Emily unos meses antes tras la muerte de su hermano Branwell: “La señorita Emily murió de un corazón roto por amor a su hermano.” Casi hasta el último momento la escritora se negó a contar con la atención médica, pero una vez aceptó la visita de un médico ya su caso parecía del todo perdido, o al menos es lo que nos permite entender Charlotte en sus escritos: “Ella se debilita diariamente. La opinión del médico se expresó de manera demasiado oscura para ser útil: le envió un medicamento que ella no tomaría. Momentos tan oscuros como estos que nunca he conocido: rezo por el apoyo de Dios para todos nosotros.” Moribunda, jadeante, sus últimas palabras fueron dirigidas a Charlotte: “Si vas a llamar a un médico, le veré ahora.” En horas de la tarde, del 30 de julio de 1848, Emily Brontë alcanzó la cumbre más borrascosa, abandonando este mundo a la edad de los 30 años. Sería enterrada en la iglesia de San Miguel de Todos los Santos, en Haworth, Yorkshire del Oeste, Inglaterra. Su novela adquirió con el tiempo un gran impacto, siendo recreada en obras teatrales y también en el cine desde los tiempos del cine mudo, destacándose más tarde la producción de 1939 dirigida por William Wyler, y la película dirigida por Luis Buñuel, adaptada en México y con el nombre de Abismos de pasión. De su imagen nos queda el retrato que Brandwell dedicaría a sus tres hermanas en 1834, y en donde él aparecerá entre Charlotte y Emily como un halo de luz que se proyecta de manera vertical, y en donde se entrevé escasamente la figura de un hombre, una presencia casi fantasmal e incorpórea, indescifrable, invisible, inapreciable, donde apenas se adivina o donde te tienen que advertir de esa figura etérea que se oculta detrás de las tres hermanas Brontë. En su poema Estrofas Emily se despide: “No lloraré porque me vayas a dejar, no hay nada aquí que amar. Y doblemente el mundo oscuro me entristecerá mientras tu corazón sufra en él. No lloraré, porque la delicia del verano siempre debe terminar en amargura; y hasta la historia más feliz, cuando concluye, lo hace con una tumba”.

EMILY JANE BRONTË

 

 

Comentarios