Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Elizabeth Cady Stanton (1815-1902)

Elizabeth se interesó desde pequeña por las leyes, advirtiendo que no parecían gozar de igualdad, o al menos que discriminaban a las mujeres, a los negros y a los pobres. Sería en la biblioteca de su padre, un político y legislador que alentaba a su hija para que explorara el mundo del conocimiento, donde Elizabeth pudo enterarse no solamente de leyes sino también de literatura, historia, filosofía, nutriendo su intelecto y pese a pertenecer a esa clase sin derechos ni privilegios educativos, que eso representaba ser mujer a comienzos del siglo XIX. No parecían ser tiempos prometedores: Elizabeth fue la octava de once hijos, de los cuales sólo sobrevivirían cinco a la edad adulta. Comenzó sus estudios en la Academia de Johnstown, mostrando un interés particular por las matemáticas, las ciencias y los idiomas, reconociéndosele por ser una alumna aventajada y competitiva que gustaba batirse en duelos intelectuales con los niños. Y pese a tener los mejores promedios académicos e incluso haber sido premiada, Elizabeth no podría acceder como los varones a un nivel superior de educación universitaria, y a los 16 años tendría que conformarse con ingresar al Seminario Femenino Troy para así continuar con sus estudios. Desde su juventud se involucró con movimientos que estaban en contra del consumo de bebidas alcohólicas, así también como en movimientos antiesclavistas, y sería en uno de estos mítines donde conocería a Henry Brewster Stanton, un periodista, político activista y reconocido abolicionista radical con el que acabaría casándose y teniendo siete hijos. Henry volcaría sus esfuerzos en la lucha por los derechos de la mujer, más allá del derecho al voto, destacando la labor de la mujer como una parte activa en la sociedad, y gozando de los mismos derechos del hombre respecto a sus familias y a sus derechos económicos, derechos de paternidad y de propiedad, derechos de empleo, aportando iniciativas respecto a la necesaria legislación sobre el divorcio, e incluso se manifestó acerca del aborto y del control de natalidad. Junto a su marido, Elizabeth comenzó una fuerte militancia, haciéndose partidaria del Movimiento por la Templanza del siglo XIX. Elizabeth fue una de las protagonistas durante la Convención de Seneca Falls, que se llevaría a cabo en New York en 1848, donde actuaría la figura líder de Lucretia Coffin Mott, y que sería el movimiento feminista encargado de impulsar el sufragio femenino en Estados Unidos. Las integrantes apelaban a conceptos de la ilustración, como abogar a las leyes naturales, y bajo las cuales todos los seres humanos serían tratados por igual, sin discriminación de género. Apostaban a un cambio en las tradiciones que segregaran o excluyeran a la mujer como una forma de patentar costumbres patriarcales que no respondían a “la razón y al buen sentido de la humanidad.” En el marco de la Convención, y basándose en la Declaración de Independencia, Elizabeth fue la encargada de redactar la Declaración de sentimientos, y en cuyo manifiesto se permite defender los derechos femeninos alegando la igualdad natural, y que sería firmado por sesenta y ocho mujeres y cuarenta y dos hombres. Sería en esta Convención donde conocería a una de sus más grandes aliadas, Susan Brownell Anthony, con quien publicaría un semanario llamado The Revolution, y que desde 1868 y durante dos años hizo presencia entre los revisteros neoyorquinos con el siguiente lema: “Hombres, sus derechos y nada más; mujeres, sus derechos y nada menos.” Para este proyecto contó también con el apoyo de uno de los primeros hombres en declararse feminista, Parker Pillsbury, y en equipo lograron dar vida a un medio que informaba respecto a temas diversos como el alcoholismo, la higiene, moda, prostitución, y en especial información primordial para la mujer trabajadora y sus derechos laborales, siendo este el principal atractivo del semanario y por los que muchas obreras se interesaron en sus contenidos. Luego de terminada la Guerra Civil Estadounidense, Elizabeth y Susan se niegan a dar su apoyo a la Decimocuarta y a la Decimoquinta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América, generando discordias al interior del Partido, y a la postre una división que llevaría a las dos sediciosas en 1869 a fundar la Asociación Nacional para el Sufragio Femenino. La discrepancia radicaba en que ellas dos no estaban de acuerdo con que se avanzara en temas del sufragio para los hombres afroamericanos, si es que los derechos de las mujeres, fueran negras o blancas, seguían siendo relegados a un segundo plano. Finalmente, y a lo largo de un par de décadas, el movimiento feminista lograría conciliar todo tipo de desavenencias para unirse en una misma causa conjunta. Para 1881, y en colaboración con su amiga Susan, publicarán History of woman suffrage. Y así, Elizabeth permaneció toda su vida dedicada al activismo, y para 1888, ya septuagenaria, colaboraría con la fundación del Consejo Internacional de las Mujeres, y desde 1890 y hasta 1892 presidiría la National American Woman Suffrage Association. En 1895 da a conocer otro de sus escritos más famosos, The woman Bible, y tres años más tarde un libro que da cuenta de sus memorias y que tituló Eighty years and more. Su imagen es hoy la de una figura icónica de la lucha por los derechos de las mujeres y la de una reformadora social que durante cincuenta años estuvo al frente de movimientos sufragistas y abolicionistas. Finalmente para 1902, a los 86 años, Elizabeth Cady Stanton sufre una insuficiencia cardiaca de la que ya no se puede reponer. Murió en New York, donde también había nacido, murió en su apartamento y murió sin haber logrado votar nunca en las urnas. Parece ser que justamente un día antes de su muerte le había hecho llegar al presidente Theodore Roosevelt una misiva en la que le insistía avanzar en el proyecto del sufragio femenino, pero la respuesta tendría que esperar casi dos décadas cuando entonces las mujeres pudieran votar por primera vez. Su muerte fue noticia e incluso algunos medios extranjeros comunicaron su defunción, llamándola la “Gran anciana de América”. Elizabeth planteaba que los derechos de la mujer deberían considerarse en primer lugar como los derechos que corresponden al individuo, capaz de decidir por sí mismo y de emplear sus talentos como forma de aspirar a su felicidad. En segundo término hablaba de los derechos como ciudadana, de los que debería gozar de forma igualitaria como parte de una nación y un gobierno de la cual la mujer era un miembro activo. Así también los derechos que deberían ser otorgados a las mujeres por su condición especial de madres. Tuvo muy claro siempre por qué luchaba, y así lo expresa en una de sus frases más recordadas: “La prolongada esclavitud de las mujeres es la página más negra de la historia humana.”

ELIZABETH CADY STANTON

 

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