Concepción tendría a su padre como un modelo de lucha, siendo este un noble con títulos militares que moriría en prisión por haber defendido sus posturas liberales contra el absolutismo del rey Fernando VII. A los 9 años Concepción perdió a su padre, y en compañía de su mamá y de sus dos hermanas se muda a casa de su abuela paterna, y en donde Arenal recibiría una educación básica bastante completa, antes de trasladarse a Madrid para iniciar sus estudios en Tepa, un colegio dedicado a la educación de señoritas, un tipo de mujer con el que la pequeña Concepción nunca se identificó. Su perfil distaba del de su madre, el ama de casa devota de su marido y consagrada a la crianza de sus muchos hijos, por lo que se esforzó en el ámbito intelectual, para de esta manera poder destacarse como una mujer distinta, dueña de su destino y con un objetivo concreto. Aprendió francés e italiano por su propia cuenta, y así mismo estudió ciencia y filosofía, preparación que le sirvió para manifestar sus intenciones de ingresar a la universidad, lugar vedado para el género femenino. Hacia finales de la década de los treinta morirá su abuela, un año después también morirá su madre, quedándole a la joven de 21 años una considerable herencia que le permitiría vivir con holgura y sin la necesidad de buscarse a un hombre proveedor. Es así como no encontró una mejor forma de ingresar a la universidad que dejar de lado el corsé, cortarse el pelo y disfrazarse de hombre, y vistiendo atuendos masculinos como la levita, la capa y el sombrero de copa, logró participar como oyente al interior de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid. Esperaba a que el profesor entrara al aula y encontraba un rincón discreto para recibir desde allí la clase, y por lo que siempre se le vio como el tipo retraído y extraño. Sin embargo muy pronto sería descubierta, y sería el mismo rector de la universidad quien intervino en el asunto, permitiendo que Arenal continuara como oyente si es que antes lograba aprobar un examen que diera cuenta de sus conocimientos. Concepción pasó la prueba con suficiencia, y pese a poder asistir con licencia a la facultad durante los siguientes tres años, las leyes no permitirían que se graduara con un título académico que avalara sus competencias. En 1848 contrae matrimonio con un abogado, al que acompañará con sus atuendos de hombre a las tertulias políticas y literarias a las que solían asistir. En 1850 la pareja tendrá a su primogénito Fernando y dos años después llegará Ramón. Concepción Arenal se vio en un principio más inclinada por la literatura, la dramaturgia y la poesía, destacándose las obras: Un poeta, La medalla de oro y Dolor y misterio; y así también la zarzuela titulada Los hijos de Pelayo y una novela que llamó Historia de un corazón. Encontramos además sus Fábulas en verso, de 1851, y que sería un texto obligatorio en la enseñanza primaria española. Sin embargo Concepción se decantará más por los artículos de prensa, y para 1855 empieza a publicar sus primeras notas para el periódico de corte liberal fundado un año antes, La Iberia, y que por más de cuarenta años estuvo circulando con gran acogida. Arenal escribe una serie de siete artículos sin firmar, titulados Watt, su vida y sus inventos, intentando refrenar su lirismo para darnos una prosa decantada, sobria, convincente. Su esposo, encargado editorial del periódico, muere de tuberculosis en 1857, quedando esta función en manos de Concepción, y hasta que ese mismo año se promulgará una ley en la que los artículos que tocaran temas de política, filosofía y religión deberían estar firmados por el autor, y en ese momento acabaría su travesía por el periódico. Para 1858 Concepción se muda a Oviedo en compañía de sus dos hijos, y unos meses después regresará a la localidad cántabra de Potes, donde habría pasado su infancia, y en donde le alquilaría una casa a su amigo violinista, Jesús Monasterio, y quien también presidía las Conferencias de San Vicente de Paúl. Arenal se interesará en adelante por apoyar iniciativas humanitarias y todo tipo de organizaciones sociales, siendo así que para 1859 ya había fundado en Potes las Conferencias de San Vicente de Paúl destinadas a convocar al sector femenino. En 1861 escribe La beneficencia, la filantropía y la caridad, donde analiza la labor cristiana respecto a la fundación de hogares, asociaciones y asilos para amparar a ancianos, desvalidos, mujeres desposeídas, huérfanos, enfermos, peregrinos y todo tipo de convalecientes que necesiten cobijo y cuidado, así como la creación de escuelas públicas y la asistencia a los jóvenes interesados en los estudios para convertirse en sacerdotes. Dicho libro fue presentado a un concurso con el nombre de su pequeño hijo, pero luego de haberse alzado con el primer premio se daría a conocer el engaño, pese a lo cual le sería otorgado el galardón, convirtiéndose de esta forma en la primera mujer en recibir esta distinción. Y a pesar de que hoy Arenal podría figurar como católica acérrima, lo cierto es que para la época sería señalada como una heterodoxa y católica liberal, y no fue discreta cuando tuvo que enfrentarse a las políticas religiosas que contradecían su pensamiento: “En general es muy ignorante no querer a la mujer instruida, es mejor auxiliar, mantenerla en la ignorancia.” Destacar también que estuvo involucrada con el pensamiento del krausismo, aquella doctrina ideológica que fusionaba el panteísmo con el teísmo. Tiempo después publicaría Manual del visitador pobre, y que sería traducida al inglés, francés, alemán, italiano y polaco. En este libro Arenal desenmascara una falsa caridad que pareciera culpar al pobre de sus desgracias, y que supuestamente brinda su ayuda al prójimo con un dejo de suficiencia: “No hemos de tener el aire de un gran señor que consiente en descender de su esfera, ni del justo que tolera los defectos del pecador.” El ministro de Gracia y Justicia de aquel entonces se interesó en los trabajos de Arenal, nombrándola en 1864 como inspectora de las cárceles de mujeres, siendo la primera mujer en ocupar dicho cargo. “Odia al delito y compadece al delincuente”, fue su lema y su bandera luego enterarse de cómo operaba el sistema carcelario. Dicha experiencia al interior de las prisiones le serviría para denunciar con argumentos la desconocida situación al interior de los precintos carcelarios, y la penuria y las pésimas condiciones en las que se trata a los enfermos mentales. Abogó por el abolicionismo y manifestó su desacuerdo contra el espectáculo macabro de las ejecuciones en plazas públicas, convencida de que estos medios no lograban disuadir al criminal de cometer sus delitos. “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”, fue una de sus más conocidas proclamas. Para 1865 publicó Cartas a los delincuentes, un año después será premiada por la Sociedad Abolicionista de Madrid por su libro Oda a la esclavitud, y para 1867 dará a conocer otro trabajo más: El reo, el pueblo y el verdugo o la ejecución de la pena de muerte. En el marco de la Revolución del 68, sin ser nunca una fundamentalista radical, Arenal actuó en favor de las iniciativas estudiantiles, y aunque de manera discreta y pacífica, ya que sus propuestas más que revolucionarias se tratarían de propuestas reformistas. Para 1868 volverá a involucrarse con el sistema penal de su país, al ser designada para el cargo de inspectora de Casas de Corrección de Mujeres. A partir de ese momento Concepción querrá compartir su pensamiento respecto al rol de la mujer en la sociedad, destacándose como una de las primeras figuras de un naciente movimiento feminista. Negaba que el hombre por la naturaleza de su biología fuera superior en intelecto a la mujer, y que la diferencia entre ambos radicaba esencialmente en el acceso que el hombre tenía de formarse y que a la mujer le había sido siempre negado. Y sin embargo considera primordial la realización de la mujer para que también el hombre pueda encontrar su rol social: “El hombre no progresará si deja a la mujer estacionaria.” Estas ideas las expresa con mayor claridad en su obra de 1869, La mujer del porvenir, y donde su principal proclama será de la de insistir por una educación sin discriminaciones para su sexo. Escribe lo siguiente: “Es un error grave y de los más perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión única es la de esposa y madre… Lo primero que necesita la mujer es afirmar su personalidad, independientemente de su estado, y persuadirse de que, soltera, casada o viuda, tiene derechos que cumplir, derechos que reclamar, dignidad que no depende de nadie, un trabajo qué realizar e idea de que es cosa seria, grave, la vida, y que si se la toma como un juego, ella será indefectiblemente un juguete.” En 1869 dará inicio a un ciclo de Conferencias Dominicales para la Mujer dictadas en el paraninfo de la Universidad Central de Madrid, y un año después funda La voz de la caridad, un periódico que durante casi tres lustros sirvió para que Concepción se pronunciara respecto a esas causas que abanderaba: la penosa situación de los presos al interior de las cárceles, la defensa por la educación de la mujer a un mismo nivel que el de los hombres, los valores cristianos y especialmente destacar la virtud de la caridad. Ese mismo año hace parte activa en la rama femenina de la Cruz Roja del Socorro, dirigiendo el Hospital de Sangre de Miranda de Ebro durante los combates de la tercera guerra carlista, y en cuyo refugio se le brindaba asistencia a los soldados heridos sin discriminar el bando al que pertenecieran. En 1972 fundó la Constructora Benéfica, fundación destinada a la fabricación de casas para familias de escasos recursos, y en donde diez familias pudientes se encargarían de recolectar los fondos necesarios para el amparo y la dotación básica de una familia. Para impulsar dicha fundación Arenal también se valió de una cuantiosa donación que le haría la filántropa condesa de Krasinski. En 1875 se mudará a Gijón, y contando con un poco más de tiempo se dedicará a la producción de varios escritos: Las colonias penales en Australia y la pena de deportación, La cárcel llamada Modelo, y Estudios penitenciarios, todos estos del año 1877; para 1878 La instrucción del pueblo será premiada por la Academia de Ciencias Morales y Políticas y logrará un amplio reconocimiento; y un año después la que fuera considerada como su obra jurídica más importante respecto al derecho internacional, Ensayo histórico sobre el derecho de gentes. En 1880 da a conocer Cuadros de guerra, un año después La mujer en su casa, y para 1884 Estado actual de la mujer en España, obra donde discutirá la situación de la mujer española respecto a los ámbitos educativos, religiosos, morales y laborales, y en los que denuncia una tremenda desigualdad que es producto del egoísmo masculino: “Puede decirse que el hombre, cuando no ama a la mujer y la protege, la oprime. Trabajador, la arroja de los trabajos más lucrativos; pensador, no le permite el cultivo de la inteligencia; amante, puede burlarse de ella, y marido, abandonarla impunemente. La opinión es la verdadera causante de todas estas injusticias, porque hace la ley, o porque la infringe.” Por medio de discursos enviados por correo Arenal participa de congresos en distintas ciudades como Estocolmo, Roma, Amberes y San Petersburgo. En 1890 se residenciará en Vigo, y un año más tarde publicará su famosa obra titulada Manual del visitador preso, y un artículo bastante sonado, El trabajo de las mujeres, y en donde Arenal se permite manifestar su descontento frente a la poca preparación a la que logran acceder las mujeres respecto a los conocimientos industriales, y de allí que no se compense con salarios justos sus esfuerzos y su tiempo, proponiendo un cambio sustancial en la legislación laboral española. Por aquella época brindó su apoyo por la candidatura de Emilia Pardo Bazán para que ocupara una silla vacante como miembro de la Real Academia. En 1892 Concepción hace llegar su discurso a Madrid, donde se celebra el Congreso Pedagógico Hispano-Luso-Americano. Titulado La educación de la mujer, su ponencia sugiere cambios estructurales en el sistema educativo, accesible a la mujer, sin ningún tipo de segregación ni discriminaciones, y que ofrezca la misma competitividad y calidad de la educación impartida a los hombres. Su ensayo pretende reivindicar la figura femenina como un agente fundamental en la construcción social, y para lo cual debe gozar de los mismos privilegios educativos que puedan formar su intelecto. No concibe más esa figura machista y dominante del hombre, los hombres que “tienen inclinaciones de sultán, reminiscencias de salvaje y pretensiones de sacerdote”, e insta a la “mujer antigua” a que salga del letargo y despierte al “mundo moderno”, para lo cual se hace necesario según ella “educar a la mujer artística, científica e industrialmente.” Destaca la desigualdad social que deviene de la independencia económica a la que la mujer se ve sometida por el hombre, señalando que no puede haber un orden mientras la mitad del género humano esté sujeto a una herencia, a la caridad de la familia, al dote suministrado por un marido o a recibir limosnas. “Es un error grave, y de los más perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión es la de esposa y madre; equivale a decirle que por sí no puede ser nada, y aniquilar en ella su yo moral e intelectual, preparándola con absurdos deprimentes a la gran lucha de la vida, lucha que no suprimen, antes la hacen más terrible, los mismos que la privan de fuerzas para sostenerla.” Y sin embargo impone sus propios límites, creyendo que en todo caso la mujer sería más idónea para desempeñar ciertos oficios, y otros cargos para los que definitivamente no la considera apta. La mujer podría desempeñarse mejor como “relojera, tenedora de libros de comercio, pintora de loza, maestra, farmacéutica, médica de niños y mujeres sacerdotes. Nunca se debe dedicar a la política ni a la vida militar.” Arenal muestra además su preocupación por otros aspectos de la educación, como el caso de la educación física, la educación sexual y la higiene. Colabora desde sus conocimientos en la Junta Directiva del Ateneo Artístico y Literario de Señoras, en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer y en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. Imparable, Concepción se concentrará en compendiar sus obras completas, excluyendo sus obras literarias, mientras continúa enviando notas y apuntes y artículos y columnas a distintos diarios, periódicos y revistas como La España Moderna, La Nueva Ciencia Jurídica, Las Dominicales del Libre Pensamiento y La Ilustración Española y Americana. Para 1893 su condición de salud se vino a pique, y un poco olvidada del mundo moriría en Vigo, donde también sería enterrada. Una mujer que permaneció distanciada de ceremonias y homenajes, reservada, solitaria y a pesar de su constante actividad pública, y que tampoco pareció tener amoríos ni amistades con hombres más allá de un compartir intelectual. Su epitafio reza: “A la virtud, a una vida, a la ciencia.” En el 2018 la asociación “Herstóricas. Historia, Mujeres y Género” la incluyó como una carta en un juego de barajas con el que se pretende rescatar y dar a conocer la labor de algunas mujeres que vale la pena destacar y recordar. En Argentina, Uruguay y España se encuentran calles que llevan su nombre, y son varios los monumentos de ella que encontramos en su país natal. Precursora del feminismo español, pensadora y periodista, no en vano es conocida por ser la pionera del Trabajo Social en España. En su poema Vacilación, la destacada jurista, educadora, feminista y poeta, se cuestionará por su legado que, sin saberlo, fue una gran herencia, y aunque en su momento creyera que nadie se enteró: “¿Por qué obrar si soy una voz que nadie escucha?”