Cixí tuvo varios nombres, pero se cree que el primero sería “Orquídea”. Fue hija de un militar mandarín de bajo rango que se había casado con una pekinesa de familia acomodada, y nadie hubiera creído que de esta unión habría de nacer la mujer que gobernaría China durante varias décadas.

El destino la llevaría a lo más alto, y un primer paso sería la de presentarse a la corte del emperador Xianfeng, para que junto a su hermana participaran como aspirantes a esposas consorte del monarca.

Debido a su belleza e inteligencia, la joven manchú sería una de las elegidas, obteniendo su entrada a la corte con una categoría de consorte de “sexto rango”, siendo la de menor categoría, y la encargada de servir a las esposas de más alto nivel, y a partir de ese momento se conocerá como “Noble Dama Lan”.

Cixí se destacaba de las demás por sus conocimientos del chino y del manchú, y por haberse hecho a un amplio bagaje de los conocimientos de Confucio y Mengzi, y a cuyas lecturas se dedicó en su juventud mientras moraba en los magnánimos aposentos de la Ciudad Prohibida, hasta el punto de memorizar varios pasajes con los que supo deslumbrar a los eruditos de la corte. Así mismo aprovecharía aquellos años para ganarse el cariño y respeto de los eunucos y consejeros del palacio, y todo esto sumado a su belleza, su encanto y su gracia, hicieron que en el año de 1854 recibiera un ascenso inédito en la categoría de una esposa consorte, elevándole al “quinto rango” y otorgándole el título de “Concubina Imperial Yi”.

La decisión de elevarle la categoría a Cixí obedeció sin embargo a un interés mucho más ambicioso. La esposa de Xianfeng, la emperatriz Ci’an, y así como su concubina principal, no habían logrado quedar embarazadas, por lo cual se recurrió a esta fértil opción que para 1856 tendría al primogénito del emperador y futuro sucesor del trono, y que sería conocido como Tongzhi.

Convertida en madre, Cixí adquiere la categoría de “cuarto rango”, con el título de “Consorte Yi”, y una vez su hijo cumplió el primer año, esta pasó a ocupar el “tercer rango”, y sería conocida como “Noble Consorte Yi”, ubicándose en importancia apenas por debajo de la emperatriz Ci’an, siendo así que su protagonismo dentro de la corte comenzaría a hacerse notorio, y tejiendo una red de espías y colaboradores, e involucrándose cada vez más en los asuntos de Estado.

En 1860, durante la Segunda Guerra del Opio, los ejércitos enemigos invaden la Ciudad Prohibida y el emperador decide refugiarse con su familia al norte de Pekín, donde moriría al año siguiente, a causa de lo que muchos creen tendría que ver paradójicamente con su adicción al opio.

A partir de ese momento Cixí adquirió el rango de “Emperatriz viuda”, y sería conocida como T’zu-Hsi, que en chino significa “Emperatriz del Palacio Occidental”, y que era esa ala de la Ciudad Prohibida en la que moraba la consorte.

Antes de morir el emperador había sido convencido por Cixí para que se estableciera un consejo conformado por los ocho principales regentes y ministros de mayor rango. Ni Ci’an ni Cixí podían gobernar, y tampoco se le permitía al hermano del fallecido emperador, el príncipe Kung, y a la larga el trono quedaría por derecho en manos del pequeño Tongzhi, hijo legítimo de Xianfeng, y cuya madre empezaría a ejercer el poder a través de su hijo imberbe e inexperto, quien según la legislación solo podría empezar su mandato en 1873, cuando entonces alcanzara su mayoría edad. Mientras tanto serían Ci’an y especialmente Cixí quienes tomarían las riendas de China, y empezarían por erradicar a sus principales oponentes, y así mismo a quienes amenazaran con arrebatarles el poderío, siendo así que mandó a ejecutar a uno de sus ministros y obligó a dos más a que se suicidaran, nombrando finalmente al príncipe Kung como consejero real y afianzándose de esta manera en el trono imperial.

Los primeros años de su mandato fueron conocidos como la “Era de la Regeneración” o la “Restauración de Tongzhi”, y que comprendió un periodo entre los años de 1861 a 1898. Al comienzo de su regencia, Cixí logró finiquitar la “Rebelión de Taiping”, y con ayuda de países occidentales consiguió cesar una guerra que duraría más de 15 años, y que ocasionó la muerte de unas 30 millones de personas. Así mismo, y bajo la veeduría y el actuar del príncipe Kung, China lograría legalizar el opio y dar fin a la fatigante guerra, afianzando sus relaciones con las principales potencias como Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Rusia, todas ellas interesadas en establecer relaciones comerciales con un país que para ese entonces contaba con unas 400 millones de personas.

Cixí le daría solidez y apoyo a la clase alta y estaría siempre en búsqueda de perpetuarse en el poder y de incrementar sus propias riquezas. Y a pesar de que en un principio la emperatriz se mostraría como una reformista, lo cierto es que su ideología era fundamentalmente conservadora y tradicionalista, representando los preceptos del confucionismo, y su largo gobierno sería caracterizado por tareas infructuosas de modernización, al tiempo que se ejecutaban medidas en donde el sistema económico y social se vería anquilosado y retrasado frente a los demás países.

Y pese a que entendía la importancia de aprender e importar conocimiento y tecnología occidental, se vería siempre reacia a introducir el telégrafo como pieza fundamental en las comunicaciones modernas, y así también como a instaurar una ruta de ferrocarriles que pudieran comunicar los distintos puntos comerciales de las regiones más distantes.

Sin embargo, y queriendo ampliar un poco las fronteras del conocimiento, permitiría a varios estudiantes chinos que viajaran a Estados Unidos para completar sus tareas académicas, y permitió la entrada de profesores cristianos que enseñaran matemáticas, astronomía e idiomas.

Una vez el emperador Tongzhi alcanzó la mayoría de edad, Cixí y Ci’an le eligieron como esposa a la hija de uno de los ministros que habían sido ejecutados años atrás, y de la misma forma las dos mujeres seguirían manipulando al joven Tongzhi para que fueran ellas dos quienes continuaran manteniendo el control del Imperio. Por otra parte, las pocas veces que Tongzhi quiso pronunciarse, alzar su voz y tomar alguna decisión, estas intervenciones resultaron desacertadas e importunas, revelando una evidente ignorancia en los asuntos de Estado y ganándose la enemistad y el descontento de consejeros, ministros y otros miembros de la corte.

Viéndose poco querido, Tongzhi decide hacerse a un lado y permitir que sea su madre y la emperatriz viuda quienes continúen al mando del país, y apenas unos meses después de haberse apartado del poder, el joven e inútil emperador moriría a causa de lo que unos piensan pudo haber sido sífilis y otros creen se trató de la viruela. Para beneficio de los intereses de Cixí, la joven esposa de Tongzhi también moriría unos meses después.

Nuevamente Cixí tendría que hacer un llamado para que el gran consejo decidiera un nuevo monarca, y una vez más la hábil emperatriz superaría todos los escollos que se le presentaban, para que finalmente el cuerpo de consejeros se decantara por nombrar a Guangxu, sobrino de Cixí, como el nuevo emperador de China, y dejando de esta forma que fueran Cixí y Ci’an quienes evidentemente se conservaran en el trono.

Para 1880 China era un país que había frustrado todo intento de industrialización, siendo dependiente de países occidentales y mostrándose poco competitivo en el plano de la producción, y así mismo las medidas tomadas en adelante no lograrían revertir el rumbo del país.

Al comienzo del mandato de Guangxu, Cixí tuvo que estar más atenta de su propia salud, por lo que sería Ci’an quien se encargaría de tomar las decisiones más relevantes -que hasta ese momento había preferido mantener una buena amistad con Cixí y dejar que fuera ella quien gobernara-, pero que a partir de ese momento también se presentaría para algunos como una oponente, permitiéndose tomar decisiones importantes como el nombramiento de ministros y otros funcionarios de altos cargos, e incluso ganándose la simpatía del pequeño emperador, quien consideraba a Ci’an como una mujer más afectuosa y tranquila. Sin embargo, para 1881 la viuda oficial moriría, dejando el camino libre para que en adelante Cixí pudiera gobernar a su antojo, y en solitario.

Guangxu alcanzaría en 1887 la mayoría de edad, momento en el cual debería asumir el trono, y sin embargo los oficiales de la corte decretaron que su ascenso debería postergarse por dos años más, para finalmente posesionarse como otro gobernante que estaría sujeto a las decisiones y voluntades de las dos mujeres que desde siempre habían venido manejando los hilos del poder. Fue por esto que la misma Cixí eligió a su esposa, siendo la destinada su sobrina Jingfen, conocida como la emperatriz Longyu, y que sería prima del mismo monarca. Así también se permitió ser ella quien eligiera a las esposas consortes, y de esta manera se aseguraba el pleno control sobre la vida del joven emperador.

Con el tiempo Cixí comenzaría a delegar tareas importantes a Guangxu, e incluso se mudó al ala de la Ciudad Prohibida destinada para las viudas, y más tarde por invitación del emperador ocuparía el Palacio de Verano, a las afueras de Pekín. Sin embargo Cixí no desatendería nunca los asuntos políticos, y así sería cuando su país se vio amenazado por distintas invasiones extranjeras.

Fue así como Japón invadió Corea, territorio que China mantenía bajo su control, y por lo cual se libraría una guerra que daría inicio justo el día en que Cixí se disponía a celebrar por lo alto su cumpleaños números 60.

China no solo tuvo que vérselas con los japoneses, teniendo que luchar por los territorios de Formosa (Taiwán), Vietnam y Birmania (Myanmar) contra los franceses, y cuyos territorios acabarían siendo borrados del mapa chino.

Estas derrotas hicieron que Guangxu y su séquito de consejeros lo llevaran a replantear los destinos de su nación, proponiendo para ello una reforma sustancial en donde China adoptara un sistema monárquico constitucional, similar al empleado en Japón o Alemania. Fue así como en 1898 propuso lo que se conocería como la “Reforma de los Cien Días”, donde se pretendía principalmente cambiar el modelo imperial hacia una monarquía parlamentaria.

Cixí actúo de inmediato como mejor sabía hacerlo. Convenció a la corte de que Guangxu no estaba en capacidad de regentar el imperio chino, y además señaló que al interior de su gobierno se estaba fraguando un Golpe de Estado, por lo que mandó a algunos reformistas a ser enjuiciados y ejecutados, confinando a Guangxu en una prisión.

Sea como fuera, la emperatriz viuda continuaría en adelante gobernando en solitario, y hasta el día de su muerte no hubo quien le hiciera frente ni la moviera de su trono, cada vez serían menos sus detractores y más sus aduladores, y con el tiempo Cixí fue atornillándose en el poder y rodeándose de funcionarios corruptos que favorecían su permanencia en el gobierno.

Persuadida por los burócratas, Cixí accedió a la explotación de minas de carbón, así como a impulsar el desarrollo textil y a la instauración del telégrafo, concentrando la mayor parte de sus reformas en la modernización militar y en las empresas del sector naval.

En ninguna de estas empresas obtendría una ganancia considerable para su país, ya que su interés real no era el de modernizar a China, sino la de mantenerse en sus posturas conservadoras, que le permitieran morir arraigada a su corona. Es por esto que siempre estuvo pendiente de quiénes le rodeaban, deshaciéndose de reformistas, opositores e inconformes.

La emperatriz procuró que la educación también mantuviera sus viejas costumbres y poco se actualizara, garantizando de esta manera el retraso y manteniendo también el control ideológico de su pueblo.

Cada día la gran monarca se aislaba más de su gente y de la realidad de su país, siendo enterada por sus consejeros de unas situaciones amañadas para agradarle, de informes en donde todo andaba de maravilla, comunicados que afirmaban su postura férrea en el poder y el control total de todos los problemas y asuntos de Estado, y de esta forma desde un rincón de la enorme Ciudad Prohibida la ineluctable monarca gobernaba un mundo compuesto de mentiras y falsedades. Recibiendo regalos y sobornos, y desinteresada del bienestar social, su fortuna personal la convertían en una de las mujeres más ricas, y ya para ella esto sería más que suficiente.

En 1899 se desata la “Rebelión de los Bóxers”, una revuelta de conservadores que Cixí decide apoyar, y que acabaría disputándose Pekín contra tropas extranjeras, en una contienda que luego de 55 días terminaría dándole la victoria a las fuerzas defensoras de la ciudad, e incluso amenazando con hacer una avanzada hasta la Ciudad Prohibida.

Cixí se refugió con su corte y su familia en el interior del país, pero aprovecharía la situación para presentarla como una visita que realizaría por las distintas provincias, y como parte de sus tareas de una monarca comprometida. Y aunque en principio hubiera servido como excusa, lo cierto es que a través de este viaje por las distintas regiones de su imperio, la emperatriz pudo enterarse ciertamente del contexto real social, de la pobreza que acosaba a su pueblo, y de cómo durante años sus más fieles consejeros y ministros le habían estado mintiendo respecto a las verdaderas condiciones que padecían millones de chinos.

Desde su nuevo fortín, Cixí decide pactar con las fuerzas enemigas, para lo cual se firmó el llamado “Protocolo Bóxer”, y por el cual la emperatriz conservaría su puesto de monarca, a cambio de pagar las indemnizaciones y otras peticiones que debió cumplirle a los vencedores.

En 1902 regresa a la Ciudad Prohibida, y aunque su poder se vería afectado luego de tantas pérdidas y desaciertos, y el tesoro nacional podría declararse en bancarrota, su vigencia en el poder perduró hasta el día en que finalmente fallecería.

En sus últimos años se mostraría más permeable al cambio, más consciente de las necesidades de un país y de su gente, y fue por esto que retomó muchas medidas que habían sido contempladas años atrás en la “Reforma de los Cien Días” propuesta por Guangxu, creando un ministerio de educación y promulgando para 1906 los principios de una constitución que consiguiera cambiar el sistema político de China, e instaurando un modelo de monarquía constitucional parlamentaria que finalmente lograría concretarse para 1917, once años después de su muerte.

Cixí fue la gobernante que condujo la dinastía Qing entre los años de 1861 y hasta 1908, y en un intento por preservarla con su obsoleto proceder tradicional, lo que finalmente consiguió fue llevarla a su declive. A pesar de llevar a cabo algunas propuestas de modernización, la verdad es que su mandato se caracterizó por una negación a estructurar nuevas reformas y soluciones que dieran con las necesidades reales de la sociedad. Durante su gobierno la enemistad entre las distintas clases sociales se haría más grande, siendo que siempre favoreció a la nobleza manchú y dejó en el olvidó a las clases más sufridas y necesitadas, generando de esta manera una brecha divisoria entre una sociedad inconforme.

Sus años postreros los dedicó a ser anfitriona de grandes convites que celebraba en los suntuosos salones de la Ciudad Prohibida, recibiendo la visita de diplomáticos extranjeros y dejándose retratar por pintores europeos, y convirtiéndose en una vieja un poco más carismática que se mostraba perpleja ante los nuevos avances tecnológicos, como la luz eléctrica y el teléfono.

En 1908 el emperador Guangxu moriría por causas que no quedarían del todo claras, y que muchos suponen sería envenenado por Cixí. Sea como fuera, la emperatriz ajustó en tiempo récord las medidas para decretar un nuevo gobierno, eligiendo a Puyi, sobrino del difunto, como nuevo sucesor, y dejando a Longyu como la nueva “Emperatriz viuda”. Quizás todo esto lo tenía pensado desde mucho antes, y su estrategia logró concretarse a tiempo, ya que al día siguiente ella también moriría.

CIXÍ

 

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