Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Chabuca Granda (1920-1983)

Nace en un asentamiento minero, en una familia aburguesada, pero a los 3 años sus padres se mudan a la capital peruana y sus años de infancia transcurrirán en un barrio tradicional limeño. Desde los 12 años deja en evidencia una voz de soprano que los adultos no pueden ignorar, siendo así que se le nombra vicepresidenta de la Asociación de Canto de su colegio, y una vez terminada la escuela continuaría con su canto tomando talleres independientes en el Instituto Femenino de Estudios Superiores de la Pontificia Universidad Católica de Perú. Estudiaba y trabajaba a la par como secretaria, sin descuidar nunca sus más sinceros intereses artísticos, y fue por esto que ingresó a la Asociación de Artistas Aficionados, donde tomaría sus primeras lecciones de teatro y ópera. A sus 17 años conforma el Dúo Luz y Sombra, y tres años después integra un trío con las hermanas Gibson, y con ambos conjuntos tendrá varias presentaciones musicales en espacios de renombre como el auditorio del teatro La Cabaña, así como la difusión de sus canciones a través de la Radio Miraflores y Radio Nacional. En 1942 se casó con un militar brasileño con quien tendría tres hijos, y de quien se divorciaría luego de una década, después de que este nunca la apoyara en sus aspiraciones artísticas. El divorcio representó un escándalo para la sociedad mojigata de aquella época, pero sería por este acto de liberación que Chabuca se agrandaría, y conseguiría por fin explayar el potencial de su tanto talento musical. Se habla de tres períodos muy concretos que definen e inspiran el espíritu de su obra. Autodidacta, exploradora por naturaleza, en una primera etapa Chabuca se verá seducida a contarnos lo pintoresco de su cultura limeña, los personajes típicos, la ciudad bucólica y señorial, una evocación de lo más representativo de antaño, para lo cual produjo una serie de valses criollos que le valieron en 1948 el primer lugar en el concurso organizado celebrado por la Municipalidad del Rímac con su tema Lima de veras. Para mediados de los cincuentas su popularidad abarca todo el territorio nacional, toda vez que su canción La flor de la canela consiguiera difundirse a lo largo y ancho del Perú, e incluso sobrepasó los límites de su país, dando a conocer no solo a Chabuca Granda sino también a la cultura inca, constituyéndose así en una de las canciones más emblemáticas que distinguen el folclor peruano de todos los tiempos. El cigarro acabaría afectando su salud, y luego de un par de intervenciones quirúrgicas en Alemania y en Estados Unidos, el registro de su voz cambiaría convirtiéndola en contralto, por lo que en adelante sus canciones estarían interpretadas en melodías más lentas, acompañadas por los sencillos compases de una guitarra. Su estilo consistía en conversar con los acordes que tocaba su compañero Óscar Avilés, a quien Chabuca le dejaba a cargo sus letras para que este produjera la musicalización y se encargara de llevarlas a un pentagrama. De un alto nivel musical y de producción, a finales de los años cincuenta su fama ya había alcanzado todos los rincones del mundo, visitando varios países europeos en los que ofrecería múltiples recitales y conciertos con sus más grandes éxitos. Iniciada la década de los sesentas, el furor revolucionario cubano despertaba un clamor por los cambios sociales, y en especial los jóvenes se vieron seducidos por las canciones de protesta de la cantante peruana. Su poesía irá haciéndose más sencilla y profunda, dejando de lado las normativas de la rima y la métrica, para explorar junto a su músico de compañía lo que la voz y la guitarra podían lograr. Sus letras de gran intensidad lírica estaban dedicadas a la lucha, a la juventud revolucionaria, a la crítica y a la denuncia. Era sin embargo una querida tanto en los bandos de la derecha como en los de izquierda; ella cantaba para todo un pueblo sin distinción ideológica. Su música adquiere una total originalidad cuando se le da por explorar las melodías de los valses cubanos y otros ritmos parecidos al jazz y la bossa nova; lo suyo era combinar el poder de sus palabras con la fuerza de su voz y la dulzura de un instrumento. En 1965 participa de la VI edición del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, en Chile, y será a partir de esos años cuando Chabuca se adentra en un tercer momento de su carrera, e inspirada por los estilos afroperuanos, la innovadora cantante redescubrirá esos ritmos que habían ido quedando en el olvido por considerárseles primitivos, ancestrales, de los cuales tal vez se avergonzaban sin motivos, rescatando así el festejo, la zamacueca, el tondero, la marinera y el landó, y permitiéndole al cajón peruano y al zapateo que otra vez volvieran a sonar. En todos sus proyectos solía vincular a otros músicos e integrar propuestas variadas de otras fuentes distintas. En 1969 el Luna Park de Buenos Aires la vio brillar, cuando la asociación cultural musical Perú Negro se alzó con el primer premio del Festival Hispanoamericano de la Danza y la Canción. Dos años más tarde este mismo conjunto estaría en México participando en el Festival Internacional de la Danza, y en adelante las giras, los festivales y espectáculos la llevarían a recorrer toda América y otros países del mundo. En 1977 hace una aparición en el estreno del programa español 300 Millones en representación de la música hispanoamericana, y un año más tarde hará de jurado en Viña del Mar. En 1979 abre un café concierto en Lima, y este espacio servirá para que también otros artistas puedan exponer sus talentos en los distintos ramos del arte. El poeta César Calvo declaró que “musicalmente ella es un genio de nacimiento”, y su amiga Mercedes Sosa expresó que las canciones de Chabuca Granda “son realmente maravillosas” y que “su música fue muy importante para los músicos de América Latina”. Eso es cierto. Son muchos artistas peruanos y de otras regiones americanas que se han visto influenciados por la música de esta cantautora peruana, una de las más grandes, y que a su vez ha sido versionada por intérpretes de la talla de Caetano Veloso, Joaquín Sabina y Julio Iglesias. Para Mario Vargas Llosa, Chabuca gozó de “lo mejor que puede pasarle a un artista: el mundo que inventó en sus canciones sustituyó al Perú real”. En 1980 tuvo un primer infarto en Bogotá, en medio de una presentación que convocaba a más de 15.000 personas, y dos años después el mismo suceso se repetiría en Lima. Al año siguiente viaja a Estados Unidos para someterse a una intervención quirúrgica de corazón abierto, sin embargo su latir se apagaría unos días más tarde, dejando al mundo un legado de centenares de canciones recogidas en doce álbumes discográficos. Entre sus temas más destacados se recuerdan El puente de los suspiros, Dialogando, Cardo o ceniza, La flor de la canela, José Antonio, Fina estampa y Amarraditos. Múltiples homenajes póstumos se le han rendido a la figura destacada de Chabuca Granda, como una plaza en Madrid que fue bautizada con su nombre, así como el paseo en Recoleta en Buenos Aires al que se le conoce como “Alameda Chabuca”, y desde luego en su país natal que ha levantado monumentos y bautizado teatros y parques con el nombre grande de su gran compositora. En el 2015 pasó a integrar el Salón de la Fama de los Compositores Latinos, y para 2017 su obra musical fue declarada por el Ministerio de Cultura peruano como Patrimonio Cultural de la Nación por su “gran valor simbólico dentro del imaginario nacional, cuyo aporte de la música criolla abrió nuevas sendas en la música popular peruana”. Solamente quedaba otorgarle la máxima distinción que pueda ser conferida en Perú, y así se hizo: la Orden El Sol en grado de Gran Cruz.

CHABUCA GRANDA

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