Junto a nombres como Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan, Billie Holiday completa el olimpo de las más grandes representantes del jazz de todos los tiempos. Eleonora Fagan creció en un barrio de Baltimore, y su infancia no sería ningún camino de flores. Sus padres eran apenas unos niños cuando tuvieron a su hija. Él apenas contaba con 15 y ella con 13, por lo que el chico no se haría cargo de la pequeña Eleonora, y no vaciló en desertar de su paternidad. Por su lado la pobre madre tampoco se responsabilizaría de su hija con los cuidados necesarios, siendo así que solía dejarla a cargo de parientes y amigos inescrupulosos que abusaban sexualmente de la menor. La cantante confesaría que a la edad de los 10 años ya había sido víctima de múltiples violaciones. A esa edad es enviada por su madre a una escuela católica, con la esperanza de que Eleonora curse sus estudios hasta llegar a completarlos, pero dos años más tarde abandonará los claustros académicos, para graduarse con honores en los oficios de las calles. En 1927 se muda con su madre a Brooklyn, y luego de intentar ganarse la vida ofreciendo servicios de limpieza, canturreando las melodías de Louis Armstrong, Bessie Smith y Ma Rainey, de quienes dice fueron su “salvación”, a la joven artista no le quedó otra alternativa más que prostituirse. Fue así como empezaría a frecuentar los distintos bares y clubes de Harlem, donde a veces se animaba y acompañaba a alguna orquesta interpretando canciones reconocidas. Con 16 años pasó a formar parte de un grupo musical que, debido a su inexperiencia y a una cuestión de discriminación racial, recibía menos de 80 dólares mensuales como pago. Pero poco a poco fue ganando terreno y varios clubes neoyorquinos querían escucharla. A comienzos de los años treinta un reconocido productor tuvo la oportunidad de encontrar a esa mujercita de gestos melancólicos y esa vocecita como aniñada pero cargada de fuerza, potencia, vigor. Firmó con el prestigioso sello discográfico Columbia, y para finales de 1933 hizo su primera aparición con su canción propia, Your mother’s son-in-law, y por la que de inmediato comenzaría a cobrar notoriedad. Es entonces cuando decide adoptar el nombre artístico por el que todos la conocemos. Al parecer su padre le llamaba Bill por parecerle un hombrecito, y de él también adoptaría el apellido que le dejó al abandonarla: Billie Holiday, cantante de blues e intérprete de música jazz. Su carrera hacia el estrellato había despegado y prometía llegar hasta lo más alto, a pesar de lo cual seguirían los abusos al momento de cobrar. Algunas de sus canciones expresan en sus letras esta discriminación hacia los negros, y evocan momentos de su vida en los que fue víctima del racismo. Y aunque se dice que su técnica es pobre, nadie que la ve puede negar que se trata de una virtuosa del sentimiento, capaz de transmitir como una infelicidad propia que se hace manifiesta a través de su música estremecedora. Es por esto que también la prensa estuvo de su parte, e incluso la destacó como una de las figuras más prometedoras de la música jazz de todos los tiempos. A finales de 1934 tuvo una presentación magistral en el teatro Apollo, con el que acabaría por consagrarse como una de las cantantes negras más reconocidas. Un año más tarde firmaría un contrato con la casa discográfica Brunswick, y en adelante vendrían una gran cantidad de éxitos comerciales que terminarían por consolidarla en lo más alto del jazz. De aquella época se recuerdan canciones grabadas en alta calidad en el formato de vinilo de 78 RPM: If you were mine, These foolish things y I cried for you. Holiday se destacaba por la cuidadosa puesta en escena y sus espectáculos se hicieron populares, presentándose con regularidad en los clubs de La Calle 52 y a lo largo de todo el distrito de Manhattan. La tesitura de su voz apenas alcanzaba una octava, lo que parecía ser una desventaja frente a otras voces más impetuosas y potentes, sin embargo esta aparente debilidad sería compensada de manera sutil con una cadencia dulzona y muy propia de su estilo particular, un gran sentido rítmico y una expresividad emocional y en ese su cantar cadencioso. Se dice que su gran talento se manifiesta totalmente en su capacidad interpretativa: sabía adoptar el swing y juguetear con su voz de forma caprichosa, dominando canto y melodía e imponiéndole su sello distintivo, intenso, inconfundible. Por esos días un afamado músico la bautizó “Lady Day”. Sus letras son también testimonios de sus vivencias, sus anhelos y dolencias, y que aunadas a su talento musical alcanzaron arrobar el corazón de muchos amantes del jazz y del amor, siendo así que para comienzos de los años cuarenta Billie Holiday sería un reputado nombre conocido por cualquiera en este mundo. Por aquella época grabaría más de doscientas canciones, de las que recordamos My last affair (This is), I can’t get started, Nigth and day, Everything happens for the best, He’s funny that way, Cover the waterfront y You got to my head. A partir de entonces el tanto éxito la abrumaría a tal punto que acabaría convirtiéndose en adicta a las drogas psicoactivas. Desde muy niña consumía y abusaba de la marihuana y el alcohol, pero a inicios de los años cuarenta empezó a consumir heroína y otras sustancias mucho más poderosas y adictivas. Su voz así como sus interpretaciones empezaron a dar un giro. Por esos años da a conocer Strange fruit, canción que en 1999 fue considerada por la revista Time como la mejor canción del siglo XX. Su dependencia y abuso de drogas fuertes empezarían a deteriorar su gracia y su talento; le cambió la voz e incluso el humor, sus interpretaciones habían perdido un poco de brillo y su estilo parecía más bien lúgubre, ensombrecido. A pesar de esta nueva faceta, Billie continuó seduciendo con esa vocecita tierna y apaciguada, que parecía desgastarse en su tristeza, enronquecida por el consumo voraz del cigarrillo. En 1941 contrae matrimonio con un trompetista al que ya por ese entonces le estaba siendo infiel con otro trompetista. Finalmente entre una disonancia de trompetas Billie se separaría de ambos, luego de seis años de un trío revoltoso que todos quisieron olvidar. Es así como en 1952 Holiday vuelve otra vez al altar, esta vez de la mano de un reconocido mafioso apodado con el alias de “El Justiciero”. Como sucedió con los demás hombres que la acompañaron durante su vida amorosa, sus relaciones estaban caracterizadas por una circunstancia enmarcada en la violencia y el maltrato. A este villano le dedicaría los versos de su canción My man: “No sé por qué tengo qué hacerlo. No es honesto. Me pega, también. ¿Qué puedo hacer? Oh, mi hombre, lo quiero tanto”. Billie Holiday se declaraba abiertamente bisexual, lo que la pondría en la mira de la controversia y la discriminación, el escarnio y la polémica, sumado a su ya conocido consumo de sustancias piscotóxicas que empañaron siempre su imagen. Pero nada de esto fue un obstáculo que impediría a la talentosa cantante continuar con su empresa de darnos a conocer el poderío candoroso del jazz, interpretando canciones que pasarían a la historia y que hoy son clásicos de este género: God bless the child, I love you Porgy y Fine and mellow son algunos de los más populares de esta época. A finales de los años cincuenta su interpretación y su voz parecían desvanecerse, su potencia empezaba a sentirse como limitada, y no obstante su emotividad y carisma lograron que el público siguiera abrazando cada uno de sus temas. El último que compuso, Lady in satin, sería en 1958, antes de reincidir en asuntos vinculados al tráfico y consumo de estupefacientes y otras sustancias ilícitas. Fue arrestada y llevada a prisión durante ocho meses por posesión de heroína, y luego sería traslada a su casa para que continuara pagando desde allí su condena domiciliaria. Se le castigó además con la imposibilidad de volver a presentarse en cualquier espectáculo de la ciudad de New York, y tal vez esto ya sería ir demasiado lejos para el alma fogosa que no podía imaginarse por fuera de un escenario. Es así como en 1959 es hospitalizada bajo custodia policial, muriendo el 12 de julio debido a una cirrosis hepática. Un año antes había caído en un fraude que le representó perder todo su dinero, y al momento de morir Billie contaba con una cuenta bancaria en ceros, y apenas el suficiente efectivo como para sobrevivir un mes. De manera póstuma, en 1987, le fue conferido el afamado Premio Grammy, y en 1994 el servicio postal de Estados Unidos diseñó una estampilla con su imagen para conmemorar su presencia en este mundo. Así mismo en el 2000 fue incluida en el Salón de la Fama del Rock, y en el 2019 New York anunció que se levantará una estatua de su figura en un lugar ya destinado. “Lady Day” es para muchos la mejor cantante del siglo pasado, y son muchos los que le sucedieron y que confiesan la fuerte influencia de su música: Nina Simone, Janis Joplin, Mariah Carey y Amy Winehouse, por citar algunas mujeres, y nada menos que el mismo Frank Sinatra dice que en ella encontró “su mayor influencia… e incuestionablemente la influencia más importante en el canto popular estadounidense de los últimos veinte años”, fue lo que declararía este cantante conocido por todo como “La Voz”. Sus canciones han sido versionadas por decenas de intérpretes y artistas en todas las ramas y categorías, su música ha hecho presencia en el ambiente del mundo mismo durante los últimos años, y ya son varias las películas y libros que nos cuentan con más detalle su vida memorable y su inolvidable talento. Se le recordará con las gardenias blancas que solían adornarle la cabeza en la mayoría de sus presentaciones, y esos ojos siempre lacrimosos, esos gestos como de angustia sempiterna. No alcanza a madurar y a envejecer para darnos más música durante otras etapas de la vida, como sucedió con Ella y Sarah, las otras dos grandes celebridades de la música jazz. Como el ser trágico que fue, al morir solamente la acompañaba su perro. Tenía 44 años. Su legendaria canción Strange fruit culmina con unos versos que bien pudieran servir como su hermoso epitafio: “Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos. Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire, para que el sol la pudra, para que los árboles la dejen caer. Esta es una extraña y amarga cosecha”
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