Tal vez se trató de una predestinada, o en todo caso cabe decir que su camino parecía allanado desde un principio. Hija mayor de un expresidente, Benazir sabía sin embargo que el llegar a lo más alto de la carrera política implicaría labrar un proceso arduo y comprometido de formación intelectual. Desde sus comienzos académicos las notas reflejaban no solo una estudiante responsable sino también una alumna sobrecalificada. Asistió a la Escuela de Enfermería Lady Jennings y al Convento de Jesús María, en Karachi, ciudad en la que nació, y en donde aprobaría con notoriedad sus estudios básicos, antes de trasladarse a Estados Unidos y matricularse en el Radcliffe College. En 1973 ingresa a la Universidad de Harvard y allí obtiene el título de gobierno comparativo, y luego se mudará a Inglaterra para cursar Filosofía, Ciencias Políticas y Economía en el Lady Margaret Hall, así como un curso de Derecho Internacional y Diplomacia en la prestigiosa Universidad de Oxford, que en 1976 la elegirá como la Presidenta del Oxford Union, convirtiéndose así en la primera mujer asiática en liderar dicha organización. En 1977 regresa a su país, justo cuando su padre es derrocado del poder por un Golpe Militar, que a la larga acabará ajusticiándolo con la pena capital. Benazir pasa a comandar las filas del Partido opositor de corte socialdemócrata, y remplazará a su madre como dirigente de las políticas de centroizquierda liderando el Partido Popular Pakistaní (PPP). A partir de ese momento no cesará la persecución por parte del recién posesionado dictador de Pakistán. En 1979 sería enviada a prisión, pero antes tendría la oportunidad de publicar su libro Política exterior en perspectiva, para luego confinarse unos años entre rejas y otros en su domicilio, y así hasta cumplir los cinco años y medio de su condena. En 1984 regresa a Londres, y desde aquella ciudad que tanto amó aprovechará para empezar a destacarse como una figura política internacional que desde el exilio continúa con su lucha por el cese de la tiranía en su país. Sirviéndose de la recién promulgada ley marcial, Bhutto se decide a volver a Pakistán, pero una vez más es arrestada y encerrada en una cárcel, y donde tendrá que aguardar a que la presión política consiga hacer un llamado a elecciones libres. En 1987 contrae matrimonio con un prestante empresario que será su cómplice y aliado y con quien tendrá tres hijos. Un año más tarde le es otorgado el Premio Bruno Kreisky de Derechos Humanos, y ese mismo año, el dictador que estuvo gobernando Pakistán durante una década, muere a causa de un accidente aéreo, y para 1988 por fin el pueblo renueva su democracia y acude a las urnas para ejercer su derecho al voto. Unos meses antes, para la elección de las curules de parlamentarios, el PPP había alcanzado una mayoría en el número de escaños que conforman el órgano legislativo, y con este apoyo parecía ya evidente que el pueblo islamita tendría por primera vez a una mujer como Primer Ministro, además de convertirse en la persona más joven en llevar las riendas de un país musulmán. Con apenas 35 años, Benazir Buttho se convirtió en la primera al poder en Pakistán, y aunque su gobierno no consiguió lucirse como lo prometía y, todavía peor, estuvo envuelto en continuos escándalos de corrupción y de propuestas incumplidas. En 1989 escribe su autobiografía, Hija del destino, dejando claro su lugar premonitorio en la historia de su país. Ese año la revista People la eligió como una de las “50 personalidades más bellas”, y ese fue el año en el que recibiría el Premio por la Libertad de la Internacional Liberal, además de ser elegida por la sociedad de honor académica, Phi Beta Kappa, encargada de “celebrar y promover la excelencia en las humanidades y las ciencias”, y que elige a sus miembros entre los más destacados egresados de Oxford. Durante su primer mandato, sindicada de violar los códigos constitucionales, y dejando al descubierto algunos primeros señalamientos de corrupción, Benazir sería destituida por veinte meses, y finalmente en 1990 sería despojada de su cargo presidencial. El PPP no consigue mantenerse en el poder, y a pesar de los escándalos y de haber sido destituida de su cargo, Bhutto se mantendrá al frente del movimiento, y para 1993 regresa a las elecciones presidenciales, siendo una vez más elegida como presidenta de Pakistán. Por esta época los talibanes habían comenzado un levantamiento armado que acabaría por derrocar al gobierno afgano e instaurarse definitivamente en el poder. Benazir mostró simpatía con el nuevo régimen del país vecino, considerando que las políticas podrían ser convenientes para los acuerdos comerciales, y ofreciendo un apoyo militar que en ocasiones se manifestaba con el envío directo de tropas. Pero un tiempo después, y ante los tantos ataques terroristas de grupos extremistas como Al Qaeda, Bhutto tuvo que cambiar de bando y de esta forma no generar un descontento en sus relaciones con los Estados Unidos. Los talibanes jamás le perdonarían su traición. Finalmente, para 1996, su gobierno estaba de nuevo en jaque frente a la oleada de acusaciones que la incriminaban a ella y a su marido de una mala gestión de los fondos públicos, y por lo que fueron expuestas una cantidad de pruebas que los señalaban como corruptos. Se les acusaba de haber otorgado una concesión exclusiva a una empresa francesa para renovar las aeronaves de la armada y por las que recibían comisiones de un 5%; se encontró que habían participado de tráfico de oro proveniente de Dubái y por lo que se habrían embolsado más de diez millones de dólares; una red de cuentas y un entramado financiero de lavado de dinero y cuyo intrincado oculto se descubrió en las cuentas bancarias de entidades suizas; documentos polacos y españoles que los incriminaban de haber integrado otras operaciones de corrupción, siendo así que la Interpol emitiría una orden de captura para el esposo de Benazir. Fue sentenciado a ocho años de prisión, tiempo durante el cual sería sometido a torturas que luego pudo demostrar ante organismos defensores de los derechos humanos. La pareja siempre defendió su honestidad e inocencia, apelando a que estas acusaciones carecían de fundamentos, que se trataba de documentos alterados y mentiras amañadas y toda suerte de sobornos con los que pretendían mancillar su labor y su nombre. A lo largo de su mandato el país no gozó de estabilidad alguna, esto en principio por no contar con el respaldo de la prestante oligarquía terrateniente, quienes veían en las políticas sociales de Bhutto una amenaza al tradicionalista sistema feudal que imperaba desde siempre. Así mismo la seguridad pública se encontraba bastante comprometida, y a pesar de que en su campaña prometió la creación de cuerpos policiales que lograran contener una criminalidad que no hizo más que acrecentarse. De esta misma forma no concretaría sus proyectos respecto a los planes destinados al desarrollo de programas que pudieran impulsar la labor de la mujer en la sociedad musulmana. Las pocas iniciativas que propuso respecto a la mejora de las condiciones de vida de las mujeres y de las garantías que el Estado debía ofrecerles, no lograrían llegar a feliz término, toda vez que los partidos religiosos de ultraderecha ganaban cada vez más fuerza en el contexto político. Por todo esto, en 1996 Benazir sería una vez más despojada de su oficio presidencial, y a finales de la década, ante un Golpe Militar asestado por el jefe del ejército, Benazir tuvo que pedir exilio en Dubái, donde permanecería durante los próximos siete años. Aprovechó esos años para desplazarse por el mundo dictando charlas y conferencias, y para 2007, y gracias a la presión política de los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra, Benazir puede regresar finalmente a Pakistán, donde el presidente condonará todos los cargos que pesaban sobre ella, permitiéndole así reintegrarse al escenario político. Benazir no da espera, y desde el primer día empieza por agitar los ánimos ya caldeados de su pueblo, haciendo un llamado público a realizar protestas generalizadas en todo el país. Poco más de dos meses de su regreso, una de tantas manifestaciones se saldría de control y dejaría más de un centenar de muertos y otros cientos de heridos. Según atestiguan los pocos sobrevivientes que estaban cercanos a Benazir, un motociclista fue el que disparó con acierto a la lideresa política mientras ésta saludaba desde la puerta corrediza del techo de la camioneta en la que se desplazaba, y a continuación dejó caer un explosivo que unos instantes después acabaría con la vida de una veintena de personas. A causa de una bala en el cuello o del estallido del impacto explosivo, Benazir Bhutto fue declarada muerta a sus 53 años de edad. Días antes había recibido amenazas por parte de algunos grupos talibanes. Faltaban dos semanas para celebrarse las elecciones en las que nuevamente lideraba en intención de voto. Así terminó su destino, y quizás dio comienzo al de otro ser predestinado: su hijo la sucedió como el líder al mando del PPP, y quizás un día le corresponda, no por suerte ni azar, sino por destino, convertirse en el máximo mandatario de su país, así como su madre y su abuelo.
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