Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Beatriz Portinari (1266-1290)

La Beatriz de Dante fue tan real como Virgilio, aunque algunos aseguran que se trató de una simple quimera, una musa producto de las elucubraciones de un poeta. Otros dicen que apenas una sola vez en la vida la vio, y que con este único vistazo sería suficiente para que en adelante idealizara en ella a la figura por excelencia de la feminidad, y de la que quedaría para siempre prendado. Sin embargo, si nos adentramos en la autobiografía de Dante, La vita nouva, podríamos aventurarnos a decir que ciertamente Beatriz existió, y que tuvieron por lo menos un par de encuentros. El primero de ellos ocurrió cuando aquella damisela florentina de 9 años, a quienes sus padres de cariño llamaban “Bice”, se mudó cerca a la casa habitada por la familia del poeta. Los Portinari ofrecieron una fiesta donde sería invitado el pequeño Dante, quien apenas superaba en unos meses la edad de su musa. Respecto a este primer encuentro, el poeta relata que fue como si una divinidad más fuerte que él llegara para apoderársele, y que fueron varias las ocasiones en las que se paseó por el barrio en un intento fallido por volver a encontrársela. Pasarían nueve años para que ocurriera esta segunda casualidad. Sin embargo el poeta la mantendría lúcida en su pensamiento, y así lo condensaría en su arte al escribir algunos versos que mantuvo ocultos y que evocan su presencia casi divina, y que a la postre acabaría divinizando. Sucedió que a los 18 años Dante se topó con su idilio platónico hecho carne. El impacto sorpresivo de esta aparición prodigiosa tuvo que dejar mudo a un poeta cuando escuchó las palabras vivas de su musa y entendió que no se trataba de su imaginación. En una calle de Florencia fue abordado por esta joven sonriente y vestida de traje blanco que iba acompañada de dos hombres mayores y que al reconocerlo se le acercó para saludarlo. Dante se sintió conmovido por el gesto de alegría con que su musa lo visitó aquella tarde, e inspirado por el prodigio tuvo un sueño que luego convertiría en el principio de La vita nouva. Dante nos narra de una presencia de aspecto colorido y tenebroso que lo visitó en su cuarto para hablarle en un lenguaje ininteligible en el que apenas pudo comprender las palabras: Ego dominus tuus (Yo soy tu Dios). Esta aparición umbría llevaba entre sus brazos a una persona dormida que vestía de rojo, y que luego de reparar en más detalle, el poeta descubrió que se trataba de aquella mujer que esa misma tarde lo había saludado. La fantasmagoría que contenía a Beatriz sujetaba en su mano una figura ígnea, que luego comprendería se trataba de su corazón llameante, toda vez que así se lo hiciera entender: Hic est cor tumm (He aquí tu corazón). Acto seguido, el dios o demonio despertó a Beatriz y le ofreció el corazón encendido de fuego para que ésta se lo comiera, a lo cual la musa obedecería con evidente temor. Así detalla el poeta este primer encuentro onírico con aquella su musa, que en sus sueños se habría devorado su propio corazón flamígero por mandato del mismísimo Dios. Cualquier interpretación sugiere el poder de encantamiento que había desencadenado la imagen de Beatriz en el alma del poeta. Y según parece pudo haber un tercer y ultimo encuentro, cuando años más tarde el autor de La divina comedia la vería a lo lejos en un evento al que ambos asistirían. En esa occasión no pudo saludarla, pero igualmente fuerte fue el tremendo impacto que le causaría. En sus escritos evidencia que al verla se sintió sugestionado al punto de temblar, y que este temblor maravilloso se manifestó desde el lado izquierdo de su pecho expandiéndose entonces por todo su cuerpo. Parecía ciertamente un hombre enamorado. Cuando se expresaba sobre ella, lo hacía en ese estilo cortés del Medioevo, formal y discreto, como si narrara sobre un secreto que debía permanecer oculto, y con un respeto y una profunda admiración por su persona. Sólo una vez nos describe su figura, y apenas nos relata sobre el color esmeralda de sus ojos. Su obsesión resultaba algo idílico, deserotizada, pura e intocable, absolutamente virginal, y esto sería suficiente para que fuera ella quien encarnara las virtudes más excelsas entre los seres humanos. Después de un truculento periplo por los nueve círculos infernales y los siete peldaños del purgatorio, será Beatriz quien reciba al poeta a las puertas del Paraíso, en donde ya no se le permitirá ingresar a Virgilio, y a partir de entonces será Beatriz (cuyo nombre significa “Bienaventurada”) quien acompañe a Dante durante su visita por los nueve mundos en los que se divide el universo astral de los cielos. Beatriz personificaría pues la guía a través del camino de redención en el que el poeta tendría que lidiar con sus vicios hasta llegar a superarlos, logrando su conversión en una mejor persona y alcanzando de esta forma su propia salvación divina. En La divina comedia Dante le otorga a Beatriz los apelativos de “gentilessima” y de “benedetta”, la describe como una presencia maternal, radiante, pletórica de la gracia de la fe. Tal era el destello de su musa, que una vez atravesaron el último de los mundos, Beatriz deja de sonreír porque sabe que los chispazos de luz solar que reflejarían su sonrisa podrían dejar para siempre enceguecido al poeta. Amor simbólico, beatífico, romántico, divino y hasta pueril, la relación entre Dante y Beatriz no trascendió el plano espiritual, y todo lo demás que pueda contarse de esta historia será sin duda una ficción. Poca evidencia hay de la vida de Beatriz, pocos los datos que se conocen más allá de su personaje ficticio. Se sabe que la prestante familia Portinari fundó el hospital de Santa Maria Nuova, que Beatriz tenía un par de hermanas y que hacia el año de 1287 se casó con un acaudalado banquero. El tiempo y el espacio en el que vivió Beatriz Portinari coinciden con los del autor de una de las obras poéticas más grandes de la historia de la literatura. Se cree que moriría en 1290, con tan solo 23 años, y que sus restos reposan muy cerca del Museo Casa di Dante. Unos años antes Dante había contraído matrimonio y habría tenido un par de hijos con su esposa, sin embargo sería Beatriz la que seguiría acompañando su desenfreno creativo e inspirando su poesía. Según se cree, una vez fallecida su musa, Dante sobrellevó su ausencia en medio de unos meses licenciosos donde trató en vano de encontrar una nueva amante que lo inspirara. Sería ese mismo año cuando entonces comenzaría a darle cuerpo a sus poemas pasados y a redactar su famosa La vita nouva, y tres años más tarde se daría a conocer la gran obra que entonces lo inmortalizaría a él y a su personaje de Beatriz. La musa dantesca también será recordada a través de las distintas expresiones artísticas que aun continúan relatando su belleza, esculpiéndola o retratándola. En el espacio sideral hace presencia cuando la NASA bautizó a un asteroide en su nombre: Asteroid 83 Beatrix.

BEATRIZ

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