Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Alma Mahler-Werfel (1879-1964)

Cuando tenía 16 años un hombre de 41 llamado Gustav Klimt le robó su primer beso. En ese beso cada quien se quedaría con un trozo del alma del otro: Alma no olvidaría jamás ese evento que signaría su vida, y por su parte el pintor plasmaría un día su hechizo por medio de su obra más recordada: El beso. Para ese momento Alma no solamente estaba encantada con la música y el arte en general, sino también con el talento que escondía esas melodías y esas pinturas y esos libros, y que de seguro ocultaban a un genio incomprendido, pero que ella bien podría comprender. Es recordada por ser la musa que inspirara el trabajo de talentos menospreciados y que merecían su reconocimiento, músicos, pintores y escritores, así como religiosos, arquitectos y científicos, y quienes encontrarían en las caricias de esta musa los motivos y el aliento que requerían para creer en sus talentos y sacarlos a relucir. De allí que más de uno temía perderla mientras estaba con ella, y que no fueran pocos los que enloquecieron cuando los abandonara el alma que hasta entonces había sido como la mayor fuente y la esencia de su inspiración. Al parecer esta mujer con su belleza, carisma y gracia sabía cómo acariciar el alma de los hombres. “¿Crees de veras que es fácil permanecer indiferente hacia ella? ¿Acaso no la admira todo el mundo? ¿No la quieren todos?”, comentaba Gustav Klimt, quien conocería a Alma en una de las reuniones de intelectuales y artistas a las que convocaba el padre de ésta y que solían realizarse en su casa. Ya de pequeña lamentaba la desdicha de haber nacido en mundo que parecía favorecer a los hombres, y así lo revela en una carta que enviaría a un amigo: “Fui una niña nerviosa, bastante brillante, con la típica mente inquieta de la precocidad… ¿por qué a los niños les enseñan a utilizar su cerebro pero a las niñas no? Es algo que percibo en mí misma. No han educado mi mente y por eso tengo tantas dificultades en todo. A veces lo intento de verdad, me esfuerzo a mí misma a pensar, pero mis pensamientos se desvanecen en el aire. Me encantaría poder usar mi mente de verdad, ¿por qué se lo ponen todo tan rematadamente difícil a las niñas?” En un libro que describe su vida y obra se comenta lo siguiente: “Era conocida como la chica más encantadora de Viena, y exteriormente era inteligente y segura de sí misma. Pero interiormente estaba terriblemente afligida por la duda… Cuando era niña en la Viena de fin de siglo tenía escasa educación y casi ninguna mujer modelo a seguir, pero era hermosa, enérgica e imperturbable.” Y es que a pesar de su talento, su pasión, lo mucho que tenía para aportar, no pudo sobresalir en un mundo en el que los hombres siempre le harían sombra, halagándola con ese puesto sagrado que se le concede a las musas, pero siendo ésta misma consagración su tragedia de vida, aquello que le impidió sobresalir por su propia cuenta. Sirvió de alma para aquellos hombres necesitados de espíritu, y a la larga acabaría por quedarse con el alma de estos; pero de alguna manera los hombres se aprovecharían de sus afectos para potencializar sus genialidades, opacando los intereses más honestos de su pareja: convertirse en una destacada compositora musical. Alma María Margaretha Schindler nació en Viena, rodeada de un ambiente en el que se respiraba arte, ciencia, intelectualismo del más genuino. Su madre era una cantante y su padre un pintor, y el apellido con el que fue bautizada, así como su potencial, sería supeditado y reemplazado por el de su primer marido, como si por destino hubiera nacido para enriquecer la vida de otros, sacrificando de esta manera sus propias aspiraciones. Su biógrafa más dedicada dirá respecto a esta época: “Lo que más me sorprendió del estudio de los diarios de Alma Mahler es cómo se desprende que estaba totalmente obsesionada con la música desde una edad temprana. Valoraba el talento y toda su vida buscó el genio en el arte (en memoria de su padre pintor) y en la cultura. La música era su pasión y su lugar de consuelo.” Cuando tenía 13 años un apendicitis se llevó a su padre, y con él un pedacito de su alma, siendo que siempre había visto en él a un modelo de hombre, y por lo que de alguna forma se pasaría la vida tratando de ocupar ese lugar con aquellos hombres que fueron llegando a su vida, y más aún cuando su madre muy pronto remplazaría la ausencia de su difunto marido, casándose con Carl Moll, conocido por ser el fundador del movimiento La secesión. Estudió composición musical de la mano del prestante compositor Alexander von Zemlinsky, que la consideraba bastante buena pese a sus “limitaciones de ser mujer”, y con quien también tendría sus coqueteos, antes de que fuera Klimt el primero en arrebatarle un beso. Alma fue desde siempre objeto del deseo masculino, y a estos pretendientes sumamos el breve amorío que sostuvo en su juventud con el director teatral, Max Burckhard. Según su biógrafa Alma sería destacada por no tener reparos al momento de revelar “su faceta más independiente y firme. Como mujer culta y creativa, no pasaría desapercibida. Allí donde iba se mostraba libre para hablar y opinar, lejos del rol mujer políticamente correcta imperante en la alta sociedad de la época.” Alma Schindler parecía ser toda una promesa. A los 9 años ya componía sus propias melodías, y antes de cumplir los 20 ya contaba con una prolífica y bella obra compuesta de dieciséis lieder (poemas acompañados por el piano), que en la actualidad son tocados para acompañar orquestas. Pero hasta la edad de los 21 llegaría su dedicación a la música, y sus trabajos se verían frustrados por la presencia de los hombres en su vida, y su carrera de compositora se vería truncada desde el inicio cuando el afamado compositor Gustav Mahler reparó en ella. Y tal vez sería por ese carácter firme que el compositor pondría los ojos en Alma. Se conocieron en una cena en la que Alma se atrevió a criticar la música de Mahler, cuando todos los presentes se desbordaban en halagos. “Tu música no me gusta, no tiene estructura, le falta orden”, dijo la intrépida compositora sabiendo muy bien de lo que hablaba. El compositor se sintió retado y la invitó a que presenciara al día siguiente un ensayo de la Filarmónica de Viena que él mismo dirigiría. Luego del ensayo Alma quedaría seducida por el talentoso músico que duplicaba su edad, refiriéndose a la música de quien fuera su primer marido: “No es música alemana, es música judía, pero me da igual, estoy emocionada y se me caen las lágrimas.” En ese momento Schindler no sólo renunciaba a su apellido para sustituirlo por el de su marido, sino que abandonaba su sueño de seguir componiendo las melodías que le brotaban del alma. En sus diarios íntimos Alma dejaría en claro sus verdaderos propósitos así como aquello que la frustraría: “Vivía sólo para mi obra, y me retiré de todas las actividades sociales, aunque podría haber sido la reina en cualquier baile que hubiese elegido.” Gustav le dejaría muy claro por medio de misivas cuáles serían los roles al interior de su hogar, interrogándola por sus intenciones de “seguir siendo ella misma”, tal cual Alma le había expresado en una de sus cartas. El músico no admitía que su mujer se dedicara a otra cosa distinta de las labores del hogar, dejando de lado la idea fantasiosa de componer una dicha exclusiva para el talento del hombre: la música. La increpaba de esta forma: “¿Tienes alguna idea de lo ridícula y degradante que llegaría a ser una relación tan peculiarmente competitiva?” En un acuerdo matrimonial que tendría que firmar por voluntad de su marido, Alma se “comprometía a abandonar su faceta de compositora” para cumplir con el papel que le correspondía. Su biógrafa dice que sería Mahler quien “privó a Alma de su prototipo masculino. Arrancó de cuajo sus raíces emocionales y señaló el comienzo de su determinación de hallar un modelo heroico para sustituirlo.” Así se lo explicaba el compositor en una carta: “El rol de compositor, el rol del trabajador, me corresponde a mí, el tuyo es el de una compañera cariñosa y comprensiva… Estoy pidiendo mucho, y puedo y se me es permitido hacerlo porque sé lo que tengo para entregar y eso lo que daré a cambio.” Alma creería enceguecida en el talento de su marido, en su genialidad egoísta pero necesario, en lo mucho que tenía para aportar al mundo de la música, aceptando con sumisión el rol que éste le imponía, compañera, musa, y pese a lo cual de cuando en cuando intervenía en la obra de Gustav opinando respecto a sus partituras. Pese a las limitaciones que de entrada le imponía, para 1902 Alma decide casarse con el músico cuando ya estaba esperando a su primera hija, María, que apenas viviría 13 años, luego de que no pudiera superar la escarlatina que derivaría en una letal difteria. Alma llegó a culpar a su marido de esta muerte, ya que años atrás había dedicado a María una pieza musical llamada Kindertotenlieder (Las canciones a la muerte de los niños), “tentando el destino”, según se lo dijo a Mahler, y por lo que pudo haber precipitado la fatalidad. Dos años más tarde daría a luz a una segunda niña llamada Anna. Lo cierto es que pese al papel obsecuente y sumisa a la que obligaba a su esposa, el compositor expresaba su sentido amor por ella y resaltaba que gran parte de su inspiración provenía de su compañía. A su Alma dedicaría el famoso Adagietto de su Sinfonía No. 5 y otros pasajes musicales que llevaban las melodías del alma de Alma. Pero ya demasiado tarde se vendría a enterar del diamante en bruto que le había acompañado desde hacía años y que nunca supo valorar. Desgastada la relación, Alma tendrá un romance furtivo con el joven pianista Ossip Gabrilowitsch, pero sería para 1910 cuando empezaría un idilio amoroso con el arquitecto Walter Gropius, fundador de la prestigiosa escuela de Bauhaus. Lo conoció mientras paseaba por el balneario de Tobelbad, cerca a Gaz, aprovechando para tomarse un tiempo libre, ya que Mahler se encontraba concentrado en sus trabajos en la distante casa veraniega de Toblach. Mahler se enteraría de las infidelidades de su esposa por medio de una carta que Gropius le había enviado a ésta y que fue interceptada por su esposo. Mahler le rogó que no lo abandonara, reparando por fin en el talento de su mujer, y apreciando por vez primera sus capacidades musicales. Así lo describe su biógrafa: “Cuando el compositor, que había insistido en que Alma dejara de componer, finalmente descubrió su trabajo, declaró: ‘¿Qué he hecho? Estos son excelentes, debemos publicarlos.’ Alma había dejado de componer a los 21 años, pero sus composiciones ya mostraban un rango y una habilidad distintivos. Escritos a menudo en respuesta al amor rechazado, la soledad o el dolor, son interpretaciones sensibles, emocionales y, a menudo, técnicamente complejas de textos poéticos. Muestran una hábil gama de colores, armonías y texturas y, a menudo, una asombrosa profundidad de sentimiento.” El compositor había perdido a su musa y quiso encontrar consuelo en el psicoanálisis, siendo el mismo Sigmund Freud quien escuchara sus dolencias y lamentos luego de haber extraviado su fuente inspiracional. Su descontento lo plasmaría en su Sinfonía No. 10, la cual no pudo terminar, ya que enfermó de gravedad en Estados Unidos, de donde sería llevado a París y unos días después a Viena, donde finalmente fallecería en mayo de 1911. La viuda pidió al compositor Ernst Kreney que finiquitara la obra inconclusa de su difunto marido, a la que apenas le quedaban pocos arreglos y algunos pasajes para darla por concluida. Alma se deshizo de una buena parte de las cartas que compartieron, e incluso se especula si pudo haber intervenido algunas y corregirlas, con el fin de engrandecer su imagen y su historia y exagerando los caprichos de su marido. Alma heredaría las obras de Mahler, y el mismo emperador Francisco José le concedería una pensión imperial para que la musa del gran compositor no tuviera que pasar dificultades económicas por el resto de su vida. Para estos casos en donde una pareja tiene gustos y empresas afines y que terminan por reñir, se ha acuñado el término de “Problema Alma”. De cualquier forma, el alma de compositora la impelería para romper con el yugo de un esposo que subestimó siempre sus capacidades potenciales. Alma haría una pausa en su relación con Gropius para involucrarse con un biólogo especializado en batracios y de la que fue más que su asistente. Tanto llegó a obsesionarse el biólogo con la fuente provocadora que emanaba del alma de esta mujer, que amenazó con pegarse un tiro sobre la tumba de su exesposo, si ésta se atrevía un día a dejarlo. La relación tampoco permitió a Alma que su espíritu floreciera, siendo así que para 1912 decide continuar su propio camino, y dejar al científico sin ceder a su chantaje suicida, que por fortuna nunca se perpetró. Su próximo amor será con el pintor Oskar Kokoschka, el cual tampoco podría deshacerse del embrujo poderoso de Alma y de la tanta inspiración que parecía emanar de ella, y fue tanta su obsesión que mandó a construir al famoso fabricante de muñecas, Hermine Moos, una réplica de Alma para mantenerla siempre a su lado. Se decía que la llevaba a salones y teatros y le hablaba en público como si ciertamente estuviera en su compañía. Alma aparecerá retratada en varios de sus cuadros, y en especial en su Die Windsbraut (La novia del viento), también conocida como La tempestad. Alma no supo cómo lidiar con la obsesión de su compañero, y luego de tener un aborto espontáneo, regresa donde un antiguo amor que, como todos, estarían esperándola siempre por su regreso, el arquitecto Walter Gropius. Alma está a un mismo tiempo en dos idilios, pero finalmente se decanta por abandonar al pintor, quien también se desharía de su musa y su muñeca, dejándola abandonada en un depósito, y cuenta la leyenda que fueron unos policías quienes la encontraron creyéndola en principio el cadáver de una mujer asesinada. En 1915 contrae matrimonio con Gropius y su primogénito vivirá apenas un año. Luego vendría una niña que también moriría, a sus 18 años, a causa de la poliomielitis. El concierto para violín y orquesta, A la memoria de un ángel, del compositor Alan Berg, está dedicado a la memoria de esta niña cuya madre era su buena amiga. La relación con Gropius duraría cinco años, y tendría que pasar casi una década para que Alma volviera a enredarse en los asuntos del corazón. Esta vez se trató de un tipo dócil, un novelista judío y aspirante a poeta, uno de esos talentos que Alma, mejor que nadie, sabía acompañar y hasta conseguir que estos brillaran. Franz Werfel, amigo de Franz Kafka, conseguiría consagrarse como un novelista destacado toda vez que Alma llegara a su alma de poeta, perfeccionándolo en su estilo de vida y así también como en su estilo literario. Para eso estaba Alma, para pulir el talento de los desalmados soñadores. De Werfel se destaca su novela de entreguerras donde describe el genocidio de los armenios, Los cuarenta días del Musa Dagh. En 1932 Alma recibió a un grupo de clérigos, entre los cuales se encontraba el teólogo Johannes Hollnsteiner, y a quien según se cuenta haría dudar de sus votos de castidad, toda vez que hubiera mantenido un secreto romance con la irresistible musa. Los comentarios afirmaban que “si los hombres habían compuesto para Alma y la habían pintado, nunca había tenido uno que le dijera misa.” Está por estallar la Segunda Guerra Mundial y para 1938 Alma y su marido deciden escapar del Anschluss (Anexión), abandonar Austria y refugiarse en París, y una vez sobrevino la ocupación nazi tuvieron que precipitar su escape en una tarea que no sería para nada simple, y antes bien constituiría toda una odisea. Acompañados del hermano y el hijo del escritor Thomas Mann, la pareja huiría remontando las montañas de los Pirineos hasta alcanzar España, luego llegar a un puerto en Portugal que los llevaría hasta la ciudad de New York, para finalmente acabar su periplo estableciéndose en Los Ángeles. A comienzos del nazismo Alma se había mostrado a favor de los ideales profesados por el Tercer Reich, de lo que más tarde se arrepentiría tratando de borrar de sus memorias cualquier vestigio que pudiera avergonzarla y comprometerla por sus antiguas creencias. Su marido siguió aprovechando su fuente de inspiración y logró un éxito de ventas luego de publicar su novela La canción de Bernardette, y que años más tarde sería adaptada al cine. Para 1945, y luego de la muerte de Werfel, Alma se muda a New York, donde pasará el resto de su vida, reconocida por muchos como una agente cultural, y poseedora de un secreto mirífico que luego compartiría al mundo publicando su correspondencia con el afamado compositor y quien fuera su primer marido. También aprovecharía para contarnos de sus amores y desamores en sus memorias tituladas Mein leben, traducido al inglés como And the bridge is love. Esto revela su biógrafa respecto a las memorias de Alma: “En sus escritos encontré a una mujer compleja, apasionada y comprometida, que sufrió una gran tragedia, creía en el amor, podía ser profundamente egoísta pero también enormemente generosa, profundamente conservadora y, sin embargo, abierta a los vientos culturales que azotaron a Europa durante toda su vida. Una mujer llena de ambigüedad, pero también de una honestidad a veces dolorosa.” Para su testamento Alma dejó el prontuario de piezas musicales que deseaba fueran interpretadas durante su sepelio, descartando cualquiera que hubiera sido compuesta por Mahler. Mujer compañera, y que sin embargo no se dejaría doblegar totalmente por un solo hombre, su vida sería finalmente la de ser luz para los hombres que acompañó. Su personalidad extrovertida, deslenguada, capaz de expresar lo que pensaba sin el recato que tenían que guardar las mujeres de su época. Esto nos dice su biógrafa al respecto: “Su franca intolerancia hacia la cultura de segunda le ganó enemigos y detractores. Una mujer honesta y de mente fuerte que creía en su propio talento no podía aceptar el papel de la doncella dudosa de un genio. Como hacen todas las mujeres poderosas, atrajo hostilidad porque afirmaba ser una persona creativa por derecho propio.” Descrita muchas veces como “femme fatale”, como una mujer “ambiciosa y sedienta de poder”, Alma Mahler resultaba de cualquier forma una mujer difícil de ignorar, e incluso su carácter apasionado seducía a todos al extremo de querer poseerla. “También creía en el poder del amor. Cada uno de sus amantes y maridos se destacaba por su poder creativo, y todos dependían de ella. Cuando Mahler pensó que la perdería, casi se volvió loco de miedo y desesperación. ‘¡Vivir por ti! ¡Morir por ti! Almschi’, escribió en el manuscrito de su Sinfonía No. 10. Su celoso amante Oskar Kokoschka temía perderla de vista, porque sin ella a su lado su ‘gran talento se iría a la luna’. Su tercer marido, el escritor Franz Werfel, igualmente confiaba en su admiración comprometida y temía el vacío creativo de su ausencia”, es el recuento de su biógrafa. Su historia recuerda la de Cósima, esposa del también compositor Richard Wagner, y la historia de Maria Anna, la hermana de Mozart, quienes también pudieron haberse dedicado a la composición musical, siendo ambas muy talentosas, pero cuyos talentos se vieron opacados por la presencia de un hombre célebre en sus vidas, conformándose con sobrevivir bajo esta gran sombra y cayendo en el olvido. La diferencia entre las tres estará en que Alma fue el alma de varios hombres, y en aquellos encantos sexuales que le harían distinta a todas. En 1974 se llevó al cine una película que cuenta la vida del compositor, pero en el 2001 la película Bride of the wind relatará exclusivamente la vida de Alma Mahler-Werfel. Varias de sus composiciones han sido rescatadas y en especial sus lieder que sirven actualmente como acompañamientos para piano. En 2009 sus lieder y los de su esposo fueron recogidos en un libro que sería traducido al español y publicado por la editorial Hiperion.

ALMA MAHLER-WERFEL
AUSTRIA – JANUARY 01: Alma Mahler (Mahler-Werfel), nee Schindler. Photography, 1909. (Photo by Imagno/Getty Images) [Alma Mahler-Werfel, geborene Schindler. Photographie, 1909.]

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