Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Alekandra Kollontái (1872-1952)

Lucha, una palabra que bien la define. Revolucionaria, Alekandra supo desde muy niña que había nacido para hacer algunos ajustes necesarios en su sociedad, y más concretamente en lo referente a la mujer y a la condición obrera. Para abanderar estas causas que desde siempre fueran su incentivo, la avezada Alekandra sabría recibir la instrucción de su padre, quien se preocupó por brindarle una mediana educación, al interior de su casa y con profesores particulares, y pese a que su madre se negó siempre por convencerse de que a una mujer le competía encarar otros oficios, otro destino, otras lecciones. Sin embargo la díscola Alekandra se reveló a seguir la tradición, oponiéndose a una crianza enfocada en llevar las riendas de un hogar, y prestando especial interés en las enseñanzas de historia y política que le inculcaba su padre. Su vida estaría acogida por el soporte burgués de la aristocracia, ya que su padre era un general al servicio del zar, y su madre había heredado una fortuna proveniente de la industria maderera. A los 19 años se muda a Zúrich (una sociedad caracterizada por su visión liberal y por sus ideas socialistas) para iniciar sus estudios de Historia del Trabajo. Será allí donde conocerá a su esposo, un estudiante de ingeniería al que acabaría abandonando un tiempo después, cuando en 1896 se afilia como miembro del Partido Socialista, y motivada con la ideología marxista, tres años más tarde se suscribirá al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso Socialista. Luego de haber presenciado en San Petersburgo la masacre obrera que fue perpetrada frente al Palacio de Invierno (residencia donde moraban los zares), Kollontái asume un papel armamentista, revolucionario contumaz, belicista, y participa activamente en las revueltas desencadenadas en 1905. En adelante se dedica a ordenar el gremio de las mujeres obreras, así como a escribir panfletos y artículos que defienden los derechos de los trabajadores, y será por uno de estos escritos, Finlandia y el socialismo -en el cual instaba a los finlandeses para que asumieran una postura combativa contra la ocupación rusa-, por lo que la contestataria liberal sería relegada a un cargo diplomático. De esta forma Alekandra tendría la posibilidad de enterarse cómo progresaban los movimientos en favor de las mujeres en países como Francia, Inglaterra y Alemania, así como de evaluar los proyectos y leyes y todo lo concerniente a los derechos laborales. Contemporánea de otras mujeres que desde distintas latitudes compartían su lucha y a ello dedicaban su vida, serían varias las que desde diferentes frentes le daban un principio al primer modelo del movimiento feminista. En Inglaterra encontramos a las escritoras Virginia Woolf y Mina Loy, en Argentina la pedagogía de Alfonsina Storni y en Italia a la educadora Maria Montessori, y desde Estados Unidos y España las fervorosas sufragistas de Mary Church Terrell y Clara Campoamor. Impelida por una lucha contra la clase dominante, se negó a intervenir de cualquier forma en la Gran Guerra, incorporándose a las filas de los bolcheviques, quienes según decía “eran los que más consecuentemente combatían el Socialpatriotismo”. De esta forma para 1915 emprendió una campaña en contra de la guerra por diferentes países europeos, y unos meses antes de desatarse la Revolución de Octubre, Alekandra retornará a su país para oficiar como miembro del Comité Central del Partido Ejecutivo del Sóviet de Petrogrado. Sirvió como un soporte para las ideologías y el modelo leninista, instaurando un sistema donde los soviets ejercieran el poder a través de organismos bien dirigidos, y haciendo un llamado a la revolución proletaria para derrocar a la reinante burguesía. Votó a favor de una insurgencia que desembocara en la toma definitiva del Palacio de Invierno y en la naciente construcción de un Estado obrero, y fue así como los soviets consiguieron pues tan anhelado sueño. Acabada la Revolución, Kollontái fue designada por el gobierno para la Asistencia Pública, dirigiendo el Sovnarkom (Consejo de la Comisaría del Pueblo). No descansó hasta conseguir que los derechos y libertades de las mujeres se convirtieran en una cuestión legal. Alekandra encabezó toda iniciativa que lograra sentar las bases para la igualdad entre los sexos, permitiéndole a la mujer, subyugada desde siempre por el hombre, liberarse por fin respecto a su sexualidad, su condición laboral y, finalmente, su propia elección de vida. A partir de entonces las mujeres ya no tendrían por qué ganar un salario inferior al de los hombres, y podrían participar en las elecciones instaurándose el derecho al sufragio femenino. Se modificaron las leyes que prohibían el divorcio y el aborto, y se destinó un subsidio para la maternidad, promoviendo la creación de guarderías e institutos para el cuidado de los niños. Un aporte a destacar fue el hecho de darle una especial importancia a la difusión de estas ideas, llevando a cabo campañas de información para que las mujeres pudieran enterarse de sus derechos, y hacerlos así valer. Quería concientizar a las mujeres de la doble explotación a la que habían sido sometidas desde siempre: en su condición de mujeres y en su condición de obreras. En 1918 ella misma organiza el Primer Congreso Panruso de Mujeres Trabajadoras, de donde a la postre nacería el Zhenotdel (Departamento de la Mujer), y cuyo movimiento buscaba principalmente acabar con el analfabetismo femenino, en un intento por concederle a la mujer un espacio como actor activo en la política y la sociedad. Dicho movimiento contaba con una revista llamada Kommunistka (Mujer Comunista), en la cual Kollontái actuaba como editora, y cuyas pretensiones serían modelar el perfil liberal de la nueva mujer rusa. Pionera, precursora, luchó incansable y convencida por los derechos políticos y civiles de las mujeres y por su emancipación respecto al hombre, en una sociedad respetuosa en su igualdad entre sexos. A través de su obra Alekandra Kollontái aportó un bastión teórico que ha sido fundamental para el movimiento feminista. En su libro La mujer y la lucha de clases, la escritora se permite exponer pensamientos que al día de hoy parecerían una modernidad, anticipándose por más de un siglo a las ideas que ahora argumentan las feministas. El amor en la sociedad comunista y La nueva mujer tratan a fondo un tema que parecía intocable: la sexualidad. La mujer elige el desarrollo libre de su personalidad, renegando de las costumbres y leyes que la han mantenido sujeta a los condicionamientos masculinos y que la asumen como a una propiedad, permitiéndose de paso cuestionar instituciones sagradas como el Estado y la familia. En La emancipación de la mujer se revelará contra el matrimonio, destacando el papel complementario y servil que corresponde cumplir al sexo femenino, y proponiendo una “nueva mujer” que se vincule a su pareja por una cuestión de amor, y no por otro vínculo. En Las relaciones sexuales y la lucha de clases, la controversial y adelantada a su tiempo hará hincapié en el valor de la naturaleza femenina a la que es preciso no renunciar, así también como al placer carnal y a la libre elección del hombre con el que se desea establecer un hogar. Se permite tocar el asunto de la prostitución, señalándolo como una transacción carente de erotismo, cuando el hombre canjea caricias a cambio de dinero mientras que la mujer trafica su cuerpo sin obtener ninguno de los dos el éxtasis pleno, la armonía. Los títulos de algunos de sus libros dan un asomo a lo que fue su lucha, sus causas y los intereses vocacionales a los que consagró su vida: Feminismo socialista y revolución, El amor de las abejas obreras, La bolchevique enamorada, Sociedad y maternidad, La clase obrera y la nueva moral. Para 1921 Kollontái se compromete con una corriente del Partido Comunista conocida como la Oposición Obrera, la cual proponía la creación de un Congreso de Productores que le dieran mayor potestad a los sindicatos en la economía de las fábricas y empresas. Finalmente el proyecto sería descartado por la Internacional Comunista, y es así como Alekandra perdería poder e influencia política, pasando a ocupar nuevamente un cargo diplomático que la llevaría durante dos años a conciliar los asuntos políticos entre Rusia y Noruega. En 1924 regresa a su país para ponerse al mando de la delegación rusa como chargée d’affaires (gerente de negocios), y más adelante como ministra plenipotenciaria. Luego sería trasladada a México, y más tarde, para 1930, se asentaría en Suecia durante casi quince años. Allí tendría la oportunidad de conocer a la doctora Ada Nilsson, también feminista comprometida con los movimientos de emancipación, y con quien celebraría un estrecho vínculo de amistad que se mantuvo intacto incluso cuando se distanciaron, persistiendo en los lazos de amor por medio de una copiosa correspondencia. Como último cargo político, Alekandra Kollontái formó parte de la delegación soviética en la Sociedad de Naciones. Su obra en conjunto es un manifiesto auténtico de las libertades femeninas; la agudeza y la lucidez de su pluma la convierten en una de las primeras y más dignas representantes de los movimientos feministas que hay en la actualidad.

Alekandra Kollontái

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