Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Aileen Wuornos (1956-2002)

Dice que fue en defensa personal, o que al menos así sucedió con el primero. Y cómo culparla, cómo recriminarle sus contradicciones o juzgarla por sus mentiras o incluso por su actuar, cuando desde muy niña estuvo condenada a encarar al mundo adulto y sus perversiones sexuales. De ocupación, prostituta. Comenzaría a los 13 años su interés por el trabajo sexual en el instituto educativo al que asistía. A esa edad, confiesa, ya en un par de ocasiones había tenido sexo con su hermano. Nunca conoció a su padre, un pederasta que se ahorcaría en una prisión de Kansas; y por el lado materno jamás recibiría las atenciones y cuidados que hubieran podido encausar por otro rumbo los designios que aguardaban por esta mujer conocida como el “Monstruo”. Su madre volvería a casarse y tendría otros dos hijos. Al comienzo de su infancia Aileen intentó convivir con un padrastro detestable al que odiaba con encono, y fue por esto que su madre decidiría enviarla donde su abuela, para que fuera ella quien se hiciera cargo de su crianza. Pero esta abuela, alcoholizada, jamás se haría cargo de Aileen, ni se preocuparía por los malos tratos del abuelo, que solía asestarle golpes y palizas con su cinturón a su indefensa nieta. Durante años sería abusada y violada en el mismo seno de su familia. Comenzó su vida libertina, desinteresada, caótica. A los 14 años quedaría en embarazo. Fue rechazada por su madre y sus abuelos, quienes le negaron todo tipo de apoyo y, dadas sus penosas condiciones, un juzgado la obligaría a dar su hijo en adopción, perdiéndole para siempre el rastro a su bebé. Su abuela muere en circunstancias extrañas y Aileen es sospechosa de su muerte. A partir de ese momento su hermano y ella quedarán como pupilos de la corte, y fue en ese momento en el que Aileen se enteró de que aquellos que había creído siempre como sus hermanos de padre y madre, en realidad eran hijos de aquel padrastro detestable que tanto la había atormentado durante su infancia. A partir de ese momento la vida de Aileen sería un lamentable trasegar sin rumbo. Se traslada a un bosque, en donde encuentra un carro inservible y destartalado que le servirá como refugio durante un tiempo, y luego sería enviada a un hogar de asistencia para indigentes, el cual abandonaría muy pronto por haber encontrado en las prisiones su mejor versión de hogar. En adelante sus aventuras criminales se irían sumando o multiplicando. Entraba y salía continuamente de las cárceles. Su inventario criminal comenzaría en el año 1974, a sus 18 años, cuando es perseguida por disparar desde un carro con una pistola calibre 22. Es detenida por conducir ebria y sindicada por el delito de desorden público, y antes del juicio abandona la ciudad, lo que sumará un cargo más a un promontorio de crímenes que no pararán nunca a lo largo de su vida. Regresa a Michigan y es nuevamente detenida por conducir en estado de ebriedad, y esta vez sin portar su licencia de conducción. Se le imputan también los cargos de asalto, así como de lesiones personales, ya que se le acusaba de haberle roto el cráneo a un camarero con una bola de billar y luego haber emprendido la fuga. Por estos cargos, se le sentencia a pagar una fianza de cien dólares, dinero que justamente aparecería por esos días cuando se enteró de la muerte de su hermano, y de un seguro de vida por valor de diez mil dólares que ella como hermana podía heredar. Salda así sus cuentas con la justicia y, en un derroche de lujos, comodidades y excesos (entre los que se incluye la compra de un vehículo que acabaría destruyendo), Aileen terminaría por malgastar todo el dinero en tan solo dos meses, para volver a dedicarse de nuevo y esta vez de lleno a sus andanzas delictivas. En 1976, mientras esperaba sobre la ruta para que alguien le echara un aventón, conoce a un hombre, y unos días más tarde, y así tan repentino, deciden casarse. El matrimonio duraría un poco más de un mes. El esposo alegaba que su mujer no sólo solía pelearse en los bares, sino que lo hacía también en casa, donde ya había sido agredido por ella, toda vez que en un ataque de ira se le abalanzó encima y le asestó un golpe con una vara de pescar. El hombre temía por su integridad y por su propia vida, y fue así como consiguió alejarse de la amenaza y anular legalmente el matrimonio. En 1981 es detenida por robo con arma y es nuevamente enviada a prisión. Unos años más tarde, ya cumplida su condena, es perseguida por ser sospechosa de un asalto y por el delito de falsificación de cheques. En 1986 es detenida en Miami con otro nombre. Se le acusa por el robo del automóvil que conducía al momento de su detención, por resistencia a la autoridad y por obstrucción a la justicia, ya que en sus procesos anteriores había brindado información falsa. Le encontraron además un revólver calibre 38 y una caja de municiones. Sin embargo, y a pesar de los tantos cargos que se le imputaban, Aileen sólo pasaría un par de semanas en un recinto penitencial, experiencia que le serviría para llevarla a conocer por vez primera el afecto, las caricias, la compañía de alguien. Se trataba de Tyria, una mujer varios años menor que ella, con quien emprendería un amorío enmarcado en el desenfreno y el desatine. Aileen le prometió a su amante que nada le faltaría, por lo que se entregó a los oficios de sirvienta y camarera. Yendo de motel en motel o a veces durmiendo en graneros, buscando pleitos en los bares y convirtiéndose en artistas del vandalismo, la pareja se movía de una ciudad a otra llevando una vida agita y desordenada. A donde iban se buscaban problemas. Como aquel hombre al que golpearon con una botella partiéndole la cabeza, o las tantas veces que los dueños de los albergues se quejaron del ruido estrepitoso y de la gritería, de las escandalosas peleas y de haber arrancado las alfombras del suelo o haber quemado las cortinas o haber pintado las paredes de color. Para ese entonces Aileen portaba siempre un arma cargada, y ya contaba con varios alias que acreditaba con documentación falsa. Era famosa porque en todas partes encontraba a quien confrontar. Inició una campaña de amenazas contra un supermercado local que en su momento no quiso aceptarle algún capricho. Pero su vida daría un vuelco completo el día en el que un camionero la amarraría en el interior de su camión y la violaría. Aileen se dedicaba a prostituirse en la ruta, y no era anormal que algunos hombres abusaran de ella y no le pagaran, pero esta vez Aileen no soportó más tanta humillación y tantos años de maltratos, y en un acto de dignidad o de perversión disparó contra su agresor y le causó la muerte. Corría el año de 1989. En los siguientes dos años Aileen asesinaría a otros seis hombres más en la misma ruta, convirtiéndola en la temible asesina en serie a la que apodarían también como La doncella de la muerte. Finalmente es detenida, como le ocurrió siempre, al interior de un vehículo. Esta vez se accidentó en el automóvil de una de sus víctimas, y fue entonces cuando se le relacionó con todos los demás casos. Después del accidente Wuornos rechazó todo tipo de ayuda que los asombrados transeúntes le ofrecían, y a pesar de que la veían sangrando, la intrépida fugitiva emprendería una vez más a la fuga. Su retrato robot fue difundido por la televisión local. Finalmente lograron dar con el paradero de Tyria, quien enterada de los asesinatos se convertía en una cómplice, y a quien le ofrecían liberarla de toda acusación siempre que tuviera la sensatez de cooperar con la justicia. Tyria aceptó, y de inmediato fue trasladada a un motel en Florida, desde el cual enviaba cartas a Aileen, en un intento por contactarla personalmente. Al comienzo Aileen se negaba a responder, pero pasados unos días llamaría a su amante para comunicarle que había intentado suicidarse, que ya poco importaba su vida, y que bien podía declarar en contra suya si esto le garantizaba cierta inmunidad. “Confesaré para que tú no vayas a la cárcel. Haz lo que tengas que hacer”, fue lo que le dijo a Tyria antes de ser capturada. Wuornos confesó todos sus crímenes. Declaró con detalles que la primera de sus víctimas fue asesinada por un asunto de defensa personal: “Fui violada, fui torturada. Tenían el volante, tenían la imagen del volante con los arañazos, estaba roto. Esa es la prueba de que yo estaba atada al volante. No puedo creer que esto haya sucedido”. Durante su proceso, una mujer pareció apiadarse de su caso y la tomó como a una hija. Le servía de puente entre la prisión y el resto del mundo. Afuera, la mujer cobraba por entrevistas exclusivas en las que enteraba a todos sobre sus vistas a la cárcel, e insistía en que el dinero recaudado servía para sumarse a los fondos con los que estaban siendo costeados los servicios de un abogado. Aileen no sabía nada de esto, pero muy pronto empezaría a sospechar de la conducta de esta mujer, e incluso del abogado que la defendía, inexperto en materia de homicidios y más aún tratándose de un caso de asesinato múltiple. Al parecer ambos sólo estaban allí por fama y por dinero, y en varias oportunidades la propuesta que le hacían para terminar con este tormento era que se suicidara, e incluso le sugirieron algunas maneras de efectuarlo. Sus declaraciones eran inconsistentes y contradictorias, y fueron ellos quienes le sugirieron que declarara su derecho al Nolo contendere. Confesó que los otros hombres que asesinó habían intentado violarla, pero que su móvil principal fue el robo. Por cada uno de ellos la justicia penal la sentenció con la pena capital, a excepción de una de sus víctimas, cuyo cuerpo jamás sería hallado. Cansada de insistir, Aileen acepta presentar su derecho de Nolo contedendere. Quiere callar, no quiere refutar, no le interesa la contienda, ya no quiere seguir insistiendo o contestando, lo ha dicho todo y se ha declarado culpable. No hay ningún chance de poder salvar su vida después de haber sido condenada a seis penas de muerte, no hay nuevas pruebas ni razones o argumentos que puedan socorrerla para comprobar su inocencia. “Quería estar bien con Dios”, fue lo que dijo, declarando que después del primer juicio ya quería que todo se acabara. Por aquel entonces apelaría a la condena máxima a la que fue sentenciada, pero el tribunal penal rechazó su solicitud de apelación. En 1991, a sus 35 años, Aileen Wuornos fue sentenciada a muerte por el asesinato de siete hombres. Se negaba a estar prisionera por el resto de su vida y prefería la muerte al terrible encierro. Energúmena, de temperamento explosivo, de un resentimiento exacerbado por una sociedad que la condenaba injustamente siendo que era ella la víctima de un sistema, una familia y toda una sociedad, y a la que no vaciló en culpar cada que tenía la ocasión de conceder alguna entrevista para los medios, Aileen nos deja estas últimas y temibles palabras: “Maté a esos hombres, les robé tan fría como el hielo. Y también lo haría de nuevo. No hay ninguna oportunidad en mantenerme viva o algo así, porque mataría de nuevo. Tengo odio arrastrándose por mi organismo… Estoy tan harta de escuchar esa cosa de “está loca”. He sido evaluada tantas veces. Soy competente, cuerda, y estoy tratando de decir la verdad. Soy alguien que odia en serio la vida humana y mataría de nuevo”. Tres psiquiatras la evaluaron antes de la ejecución y la consideraron mentalmente apta. Esto significa que el condenado es plenamente consciente de que va a morir, y las razones del por qué su ejecución. Aileen no estaba loca y nuca lo estuvo. Presentó una solicitud ante la Corte Suprema de Florida para que destituyeran a su abogado. Permaneció una década entre las rejas. Varias veces se quejó por el maltrato que recibía por parte de sus custodios: que la supervisora había abusado de ella, que le escupían o le orinaban la comida, que la presionaban para que se suicidara, que el moho en su colchón y los intentos de violación, los golpeteos en los barrotes de su celda para intimidarla, las continuas revisiones a su celda en las que solían desnudarla y amarrarla, la baja presión en la ducha que utilizaba y todo un sartal de maltratos que en su momento denunciaría. Durante su presidió se transformó al cristianismo. En una última entrevista que concedió para un canal de noticias, declaró que desde siempre había estado controlada por una “presión sónica”, y que una vez muriera su alma sería trasportada por ángeles hacia una nave espacial. Al final se enfureció y maldijo al mundo: “Yo sólo quiero decir que estoy navegando con el Rock y que regresaré como en el Día de la Independencia, con Jesús, el 6 de junio, al igual que en la película, grandes naves nodrizas y todo. Regresaré”. Rechazó su última comida, aunque algunos aseguran que cenó su platillo predilecto, al que todo recluso tiene derecho pedir antes de la ejecución, siempre y cuando no supere el valor de los veinte dólares: pollo y papas fritas de KFC. Recibió la inyección letal, su cuerpo fue incinerado y sus cenizas esparcidas por los campos de Florida. Nadie reclamó por ella, nadie la acompañaría en sus últimos momentos. Tyria aprovecharía haber sido protagonista en esta novela para vender su propia historia, que ha sido llevada al cine y narrada en los libros. La película Monster, protagonizada por Charlize Theron, y cuya interpretación le valdría el reconocimiento del Premio Oscar, narra en detalle las desventuras de una vida truncada desde siempre por el infortunio, el desprecio y la injusticia.

Aileen Wuornos

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