El poeta es un ser que trasciende, que toma de la realidad todo lo que esta provoca en él, para reflejar en otro mundo lo que siente. Es un creador, un utópico, un fundador de melodías. Decía Juan Ramón Jiménez «El poeta no es un filósofo sino un clarividente». Así, un poeta avizora, presiente, contempla, aguarda. ¿Hasta qué punto somos capaces de reproducir ese arsenal de sentimientos que provoca la vida? El escritor abre el ventanal por donde intenta conquistar su desventura o futuro con el qué-hacer poético. Un ejercicio de vida que solo en la reescritura de nuestras palabras y actos cobra sentido.

Aquellos que escriben dejan entrever una poesía de encuentro, porque escribir es trazar la cita, la palabra sirve como búsqueda para reinventar el mundo por medio del verso. En algunos poetas, esa poesía es la introspección en la condición humana y en los sentimientos que enaltecen nuestra naturaleza de navegantes, un mar de pasiones que se dibuja en el interior de los hombres.

El hombre, el escritor, el poeta, intenta ser el espejo, dejar en evidencia los encuentros dolientes que trae distraerse de la vida, es la voz, el golpe que aqueja las súplicas que otros, víctimas del silencio, ya no pueden manifestar. En palabras del poeta Víctor López Rache “La poesía excede los límites y los símbolos”. Y quizá esa es la verdadera esencia de las palabras, transgredir una realidad que atormenta a los que no comprendemos que un fin se justifica por cualquier medio; es necesario el estrepitoso éxodo de la poesía para establecerse en un nuevo mundo, el cual mientras escribimos toma forma.

El acto creativo, el poema, es el acto del viajero, quien a la deriva una y otra vez entiende su naturaleza como parte de la travesía. En sus versos está la necesidad del significado, el significante y por eso descubrimos que sus exploraciones van más allá de lo que existe, lo que sueña. Es una búsqueda de lo real, aquello que empieza en las entrañas y queda como vestigio en el aire.

La poesía y el poeta son el Afrodita, cuando se ama no se dice, se siente. Los enamorados – a veces inconscientes de su estado- se envuelven en un canto lírico a ritmo de piel y sentimiento. Citando a Octavio Paz; “El poeta es el hilo conductor y transformador de la corriente poética” Ese hilo es el sendero que vincula al hombre con el acto de escribir. Una senda, un lazo que une irremisiblemente las experiencias de vida con la voz en sus versos.

Sucumbimos gustosamente ante el recuerdo y permitimos la repatriación de los escenarios, sensaciones y padecimientos que le dieron forma a nuestra poesía. Ese es el puente que entreteje nuestra vida con lo que leemos, con lo que escribimos.

El lenguaje es la mayor expresión, la palabra se desborda sobre los límites y cuando suponemos que un arte es esencial le brindamos la posibilidad del retorno. Entonces, cuando es poético nos regala la opción de su relectura, del regreso. Esa inquietud tan arraigada a nuestra humanidad afecta positivamente al escritor pues lo impulsa por el universo de la creación. 

Y, aunque la literatura no tiene ningún deber con nosotros, como última instancia puede pretender atravesarnos, romper algún horizonte en nuestra mirada literaria, aliviarnos de la vida misma o simplemente resguardarse en nosotros. Lo que sí trata de decirnos, y por fortuna siempre, es que jamás es suficiente lo leído, es que siempre necesitamos escribir..
                                                                                                  

  Pavel Stev Salazar

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