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Violaciones en Transmilenio

Flickr, karina y
Flickr, karina y

Carlos Orlando Posada (*)

Estoy en el fuelle del articulado a mitad del camino, todos pasan empujan, las mujeres me rozan con sus grandes tetas la cabeza y otros empujan. Los hombres pasan y me frotan el hombro con su morboso bulto, me siento incómoda pero es la hora pico. A mis treinta y cinco años y un metro cuarenta de estatura,  vivo sola con mi madre y justo voy para la casa.

Mis gafas son gruesas y los ojos se me ven pequeños. Frena para recoger unos pasajeros y los bultos de los hombres  por hombros y espalda me aterrorizan, miro a la puerta y viene hacia mí, sus ojos tienen una sonrisa y alegría paterna, siento que me invaden, empuja y logra llegar a mi lado, pasa el brazo sobre mi cabeza y se coge del tubo, su cara es jovial, sonríe, mirándome siento su cuerpo más cerca al mío; me corro, se corre, su sonrisa fresca y piel joven, dentadura bien formada, ropa juvenil y casi nueva, chaqueta de gamuza fina, la otra mano la mete en el bolsillo de ésta.

Me siento acosada y comienza un calor a invadir mi cuerpo, el sopor lo invade todo, con mi labio inferior comienzo a abanicarme pero es inútil, se intensifica, quisiera salir, gritar, pedir auxilio, pero miro hacia arriba y veo esos ojos paternos tan fijos en mí que quedo petrificada, guiñe el derecho, siento el bulto sexual en mi hombro, me aterrorizo, gotas de sudor hacen brillar mi frente, siento su respiración sobre mi cabeza como resoplido de búfalo, el aire caliente que exhalan su nariz y su boca  huelen a sexo, aunque nunca lo he tenido, porque es desafiante y amenazador.

Tranquila ¡el susurro llega a mi  oído cierro los  ojos!

No te pongas nerviosa… aprieto mis ojos. Su calor, su olor, su deseo, me intimidan. Quisiera tirarme del bus.

Los dos vamos para el mismo lado ¡no! No te afanes

¿Cómo está tu madre?

Me supongo que bien…

¿Será que la conoce? Imposible,  nunca lo he visto, pienso contestarle pero no puedo, no quiero, no debo

Siento que algo lastima mi brazo, volteo  la cabeza y veo una punta plateada que brilla en medio de aquella maraña de sacos, brazos, maletas y paquetes, las risas, las voces, sonidos de celulares, todo a mi rededor es confusión.

¡Tranquila! “No vaya a decir o hacer  algo que escandalice, quieta y vera que todo saldrá bien», esas palabras parecían un susurro que me invadían, pero eran amenazadoras

«En la próxima parada nos bajamos».

Me abrazo al maletín que llevo y lo miro de reojo pero solo veo su chaqueta y  camisa, tuve que levantar la cabeza para poder ver la cara lozana y tranquila.

Busco entre la gente tras mis gruesos lentes, nadie nota, nadie mira, todos ensimismados como un bus lleno de zombis viajando por sus mundos  de sueños fallidos, sin ver la realidad que los rodea, momento de escape, caras lánguidas en los buses de luces  lúgubres, caras de preocupación en los buses  ligeros, caras alegres solamente una, o momentos  felices que lo esperan

¿Su mamá se encuentra bien?

No quiere que le pase nada malo, cierto, obedezca, y bajémonos en la próxima parada. Comenzó con un empujón suave para llevarme hacia la puerta. Yo delante, él atrás. Nos fuimos abriendo paso por entre la gente hasta llegar a la puerta.

El articulado para, la estación está con muy poca gente, siento un chuzón en mi espalda, estoy sudando copiosamente pero no debo hablar, no quiero, no debo, porque pienso en mi madre y no quiero que le pase nada, cantidad de pensamientos malos llegan a mi mente y más me absorbo y obedezco.

Con su característico sonido las puertas se abren, gente que baja, yo delante, él atrás, siento que me coge de la mano, mi mano está fría y suda, creo que me voy a desmayar, mis piernas tiemblan, todo es silencio. Miro a través del acrílico y veo el articulado, la gente mira hacia mí y yo hacia ellos, unos ríen, otros van con sus oídos tapados por los audífonos y mueven sus cuerpos como si fueran a bailar, menean la cabeza, miran sin ver, mis ojos se abren para expresar mi desespero, para gritar mi angustia, no sé cómo se verán a través de mis lentes pero la gente no se percata, no se inmuta y el bus comienza a deslizarse hacia adelante y voy quedando sola y desprotegida, todo es un abismo, lo que me sostiene es esa mano suave, mojada, y una sonrisa de satisfacción, sus ojos morbosos llenos de codicia y maldad, su respiración de búfalo y su aliento que exhala crueldad.

¡VAMOS! Y me hala de un tirón…

Lo miro con lágrimas en mis ojos…

Me mira…

Comenzamos a caminar hasta salir de la estación, me suelta para secar su mano en mi cabeza, vuelve y me coge y seguimos como un par de amantes sin musitar palabras, esa mano suave ahora se siente como una prensa que aprieta en son de advertencia. La gente pasa, unos nos miran, otros no, la calle sola, volteamos y llegamos a una casa vieja tipo colonial, puerta de madera color verde que se está pelando, no hay letreros, no avisos, nos paramos frente a ella, saca la mano de su bolsillo y coge el aldabón, tres golpes que se oyen sosos, que se quedaron ahí cerca.

Espera… espera

Abren de adentro

Una muchacha, ¡hola! Siga, una sonrisa simulada me mira con tristeza. Parece que solo estuviera ella y ahora nosotros dos. Al fondo puertas grandes de madera, para llegar a ellas hay que pasar por un jardín lleno de lama descuidado y lodo.

Mis ojos no han parpadeado durante todo el tiempo, parezco y siento que soy como un búho, no sé cómo se verán a través de mis lentes. Detrás se oye el cerrar de la puerta, seguros que pasan de un lado para otro y mi piel se eriza, no quiero caminar, no puedo caminar, no debo caminar.

Volteo a mirar y no veo ya la muchacha, dónde se metió,  “pienso…”

No hay puertas abiertas

No está delante de nosotros pero la cerraron por dentro. Me empuja y trastabillé.

¡Camine! Rápido… rápido…

No grita, su voz es paternal, como cuando un papá apura a su hija para no llegar tarde al colegio. Atravesamos el jardín que huele a moho y agua podrida, he perdido la noción del tiempo, camino y actúo por inercia, quiero que termine, no puedo más. Abre la puerta empujándola con la palma de la mano, me empuja hacia adentro y sale un olor a barro húmedo, las paredes, blancas altas y húmedas, y en sus adentros guardan memorias desagradables, gritos petrificados y tristezas que se cuelan por sus grietas.

Estamos dentro, cierra la puerta, siéntese en la cama, es una orden directa, tajante, intimidante y obedezco. Comienza a desvestirse con una mano porque en la otra sostiene la navaja pata de cabra, como la llaman, no la suelta y no deja de mirarme sonriendo con burla, con satisfacción y me arranca el maletín tirándolo de lado, RAPIDO DESVISTASE YA rápido…rápido… no puedo, tiemblan mis piernas, mis manos sudan, no encuentro los botones, los brazos y mis piernas no obedecen, me siento cuadrapléjica, solo miro con ojos desorbitados e impotentes, parece que voy a reventar. Cuando siento casi en cámara lenta que arrebatan mis gafas y comienza a rasgar  la camisa y a tirar la correa para soltar los pantalones que los hala hacia abajo con fuerza y rudeza y quedan en mis tobillos, siento el respirar caliente y su aliento que penetra por mis poros, con la navaja corta los pantis, que caen al piso, me empuja sobre la cama y caigo de espaldas acabando de sacar el pantalón con zapatos, quedo estupefacta mirando el techo, siento que se pone al borde de la cama, prende una luz que cae del techo de guadua y tejas de barro lúgubre, como toda la habitación.

Está totalmente desnudo frente a mi y en su mano está empuñando la navaja, su cuerpo brilla por las perlas de sudor que lo invaden por el deseo, la adrenalina del gozo,  la consumación y ejecución de instinto animal de posesión y poder ante su presa impotente e indefensa esperando ser devorada, destrozada, y abandonada en el infierno de su dolor, con la punta de la navaja chuza mis piernas para que se  separen y mi órgano sexual quede al descubierto, un grito de impotencia fluye de muy adentro sin salir de mi cuerpo, sin salir de mi boca, sin salir de la habitación. Un calor comienza a caer sobre mi frágil cuerpo; es su cuerpo sudoroso temblando de deseo, siento ganas de vomitar, lágrimas de tristeza salen de mis ojos, única expresión que en ese momento produce mi cuerpo.

Algo penetra mi cuerpo rompiendo con dolor, desgarrando sin lástima, destrozando con satisfacción,  un grito de poder retumba en mis oídos, mi mundo se derrumba y caigo en un abismo de tristeza sin poderme sostener para caer en la soledad, en la amargura, mientras un movimiento me empuja más hacia abajo, y ese olor, ese jadeo, esa respiración me sumergen en un marasmo de imágenes que divagan y me vuelven a la realidad al sentir el sudor pastoso de su abdomen semi obeso  que produce su movimiento grotesco.

Mi cuerpo grita, mi alma grita, mis sentidos gimen como fiera herida, viendo que mi mundo se destruye ya no siento, todo está inerme, no hay tiempo, no hay cuerpo, nada lo rodea, me dejo llevar al vacío del dolor y de la tristeza, divagar en la bóveda del universo de las ilusiones fallidas. Sexo sin sexo, huérfano de caricias, de romance, de seducción, de aquellas flores que se marchitaron por la violencia de la depredación humana y su instinto por destruir.

Todo vuelve a la realidad cuando el peso se quita de encima y el aire vuelve y abro mis ojos y estoy en la pieza, lloro amargamente en medio del dolor y la tristeza, muy profundamente, casi en el olvido, feliz porque fui poseída por un hombre aunque hubiera deseado que fuera más romántico y tierno, rodeado de todos los pormenores de la seducción. Miro a mi alrededor,  ya no hay pieza, no hay jardín ni muchacha, todo acabó.

Me cogen del brazo

! Señorita aquí termina el recorrido del articulado, por favor se baja y gracias por usar nuestros servicios ¡

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(*) Colaborador.

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