El Magazín

Publicado el elmagazin

Villon: Poesía y delito

villon

Leo Castillo

Poeta truhán, místico y amigo de las prostitutas, lo definían.

La fascinante figura del poeta delincuente pareciera ser por excelencia una tradición francesa, lo que no avala la presunción absoluta de inocencia en otros pueblos, que grandes autores de la literatura, desde la Grecia clásica al poeta algo menor colombiano Álvaro Mutis, han incurrido en actos que atentaron contra el bien privado o público. Solo citaré los casos documentados de Aristófanes (falsificación de moneda) y Cervantes (procesado por malversación de impuestos.)

Poeta entre delincuentes y flamantemente el delincuente entre los poetas, François Villon: asesino de un clérigo, ladrón, presidiario, condenado a la horca, desterrado, patriarca de los Malditos, apóstol de los surrealistas y adalid pionero históricamente de la revuelta estudiantil (Universidad de París, último siglo de la Edad Media.)

De tan célebre desconocido sabemos harto menos que de Pitágoras, desestimándose el ancho abismo de 20 siglos que media entre la muerte del matemático y la vida de Villon (no pretendo poner la poesía por encima del interés unánime en la matemática, cuanto menos de su utilidad social). Tenido de paso como el primer poeta personal, esto es, autor que hace de sí tema de su arte es aún incierto que su apellido fuese Villon. Sin noticia alguna de las condiciones y fecha de su muerte, no se conoce de él vindicación distinta que la de esa eficaz originalidad del verso y su perpetua modernidad. “Poeta truhán, pedigüeño sin suerte en diversas cortes, asesino y místico, amigo de las prostitutas”, llega a decir de él algún escueto mal hablado.
Algunas pistas en los anales judiciales han sido rastreadas por el historiador Auguste Longnon y Marcel Shwob. Así tenemos que la tradición consiente que, huérfano de padre, de incierto nombre, a François de Montcorbier o de Loges su madre lo dio en adopción al capellán de Saint Bénoît-le-Bétourné, Guillame de Villon, de quien el poeta expósito tomará el patronímico; que en marzo de 1449 el mentado François de Montcorbier se graduó de bachelier por la faculté des Arts (Lettres) de la Universidad de París; que en 1452 se hace licencié y maître ès Arts; que participó activamente, como tengo dicho, en las primeras jornadas históricas del movimiento estudiantil contra un Estado.

Deseo detenerme en el detalle que vengo de mencionar más arriba y que, a mi parecer, si no determina el perfil y los pasos (malos) de nuestro poeta, resultará incontrovertible que los radicalizó, acentuando los tintes malditos del cantor de los ahorcados.

Es que Villon tenía por amante a una joven prostituta parisina ya antes del incidente que estoy reseñando. Esto nada de particular tiene, que en nuestra época estudiantil muchos de nosotros habremos tenido frecuentes encuentros con nuestras dos o tres putas predilectas y más de uno gozaríamos gustando de su compañía íntima incluso sin remunerar sus servicios, lo que nos exaltaría eminentemente a calidad de amantes antes que de indistintos clientes. En qué proporción la puta de Villon concedía sus atenciones a otro sujeto resultaría en principio al menos temerario siquiera insinuarlo, salvo que dos caballeros medievales no se batirían a duelo mortal echando mano de sus espadas si no se tratase de una reñida disputa por los favores de la damisela (¡de nuevo perdimos su nombre y toda noción biográfica!). Lamento tener que inhibirme de conceder relevancia al hecho de que el rival de François Villon, Philippe Sermoise, sea un clérigo, dado que en el Medievo no se ejercía la sistemática hipocresía y doble moral del clero que es fama hoy día.

El 5 de junio de 1455 Villon y monsieur Sermoise se trenzaron en duelo mortal. Solo uno de los dos saldría con vida del lance… Pero con una horrible herida: la espada del clérigo ha descrito en un trazo la sentencia de marginalidad del poeta. Asesino de un hombre y con la rencorosa (temo que este adjetivo lo hurté a Borges), la rencorosa cicatriz en el rostro, se ha iniciado la aventura propiamente delincuencial de Villon.

Se sabe que incurrió en algunos robos que no causarían antecedentes más que policiales, justo hasta entrar en conocimiento y reconocimiento de la temiblemente célebre banda de hampones Les Coquillards. Y allí fue Troya. Casi súbito jefe de los forajidos, robó el tesoro del collège de Navarre (por monto de la nada despreciable suma de quinientos escudos de oro, una escandalosa cantidad que desató la encarnizada persecución de las autoridades seguramente hasta el día de su muerte). Desde luego, fue condenado a la horca,

Yo soy François- ¡cuánto me pesa!
de París, cerca de Pontuesa
pendiendo de la cuerda de una toesa
sabrá mi cuello lo que mi culo pesa

y luego indultado.
Se admite que nació en incierta fecha (entre el 1 de abril de 1431 y 19 de abril de 1432) y que “desapareció” hacia 1463.
Quiero imaginar a este joven con la terrible cicatriz en el rostro (tardaría aún algunos siglos en conocerse la cirugía plástica), furtivo, miedoso del miedo de los niños y señoritas galanas con que se cruzaba en los caminos y calles empedradas al atardecer, embozado con su sucia capelina, a quien las graciosas zagalas de la alta Edad Media evitaban. Debía ser casi un monstruo de irritada sensibilidad y feliz estética. Quiero imaginarlo enamorado. Abocado al consumo de sexo mercenario. Lo adivino solo, huraño, desconfiado, explosivo, prófugo de la luz y el resplandor de las antorchas y candelabros de la convergencia social… Y del más extraordinario talento e inspiración en siglos.
Suelo creer que la banda Les Coquillards le adoptaron como jefe debido a sus “cualidades”, no que el poeta se alistó en sus filas como mantienen ciertos reseñadores inconsecuentes. Quiero creer que su destino, salvo el de poeta, de alguna manera, por la vida sola le fue impuesto.
Villon no es con mucho un poeta atípico en su escenario, el de la Francia y aun Europa medievales que vengo diciendo. Alguien ha declarado que no efectuó renovación alguna en la poesía francesa. Basta leer Les Fabliaux y otras manifestaciones de juglaría literaria de esos días para ubicarle en su elemento. No obstante sugiero que habrá de distinguírsele del pícaro de tradición española. Lázaro de Tormes no será jamás un Villon, bien que Villon se nos representa, entre otras cosas, un buscón a través de su obra: nuestro poeta delincuente rebasa la dimensión de delito en nuestros personajes del Siglo de Oro para elevarse al empíreo de la creación literaria con más vigor y felicidad que ningún otro.

Villon, ilustre ancestro de Genet. Las bufonescas parodias, la burla de la muerte, las bromas ante la inminencia de su propia muerte en la horca, las referencias sexuales “joycianas” a la sodomía… Villon, patriarca de los poetas malditos de todos los tiempos.

Comentarios