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Viaje a la educación del siglo XVIII

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Fray Pedro de Alva y Astorga. Pertenece a los Franciscanos Menores. O.F.M. Convento de la Purificación de Bogotá, Provincia de la Santa Fe, Colombia.

 

foto general

Retrato de Defensa de Tesis de José Antonio Zelis. Joaquín Gutiérrez, Atribuido. Óleo sobre tela. Siglo XVIII-1759. Museo de Arte Colonial, Bogotá

 

Juana Salamanca Uribe

Una práctica que hoy podría resultar altamente sospechosa, por decir lo menos, como dar propinas a los jurados examinadores de una tesis doctoral, en las universidades neogranadinas del siglo XVIII no era más que un paso del protocolo que se seguía de acuerdo con una tradición medieval heredada de la Universidad de Salamanca. Según el reglamento, el estudiante “debe dar propinas a todos los Doctores y Maestros que tiene la Universidad, y las darán en la forma siguiente: a cada Doctor quatro pesos, y dos pares de guantes”.

 Descubrimientos como este surgen de dos trabajos de investigación desarrollados por las estudiantes Lina del Castillo y Grace McCormick  –del programa de Conservación y Restauración de Bienes Muebles de la facultad de Estudios del Patrimonio de la U. Externado de Colombia – dirigidos por la docente María del Rosario Leal, dentro del grupo “Construcción social del patrimonio cultural”, adscrito a Colciencias.

Los trabajos titulados “La educación superior en el Virreinato de la Nueva Granada” y “Los retratos de defensa de tesis. Estudio iconográfico e iconológico”, hacen parte del libro “Iconografía intelectual neogranadina del siglo XVIII” (editorial U. Externado de Colombia).

En ausencia de la fotografía, los estudiantes que defendían su tesis doctoral ante las autoridades universitarias, civiles y eclesiásticas –en los colegios Mayores del Rosario y de San Bartolomé– contrataban a un pintor para que hiciera un retrato del momento. El estudio se concentra en cuatro de estos cuadros –pertenecientes a la Catedral de Bogotá, al Museo de Arte Colonial, a la Universidad del Rosario y a una colección privada– y es la primera vez que en el país se realiza esta “lectura” de lo que las imágenes expresan, no solamente desde el aspecto formal y estético e iconográfico, sino desde los contextos histórico y simbólico.

Los personajes terrenales –estudiantes, maestros autoridades– aparecen en un plano inferior, “con los pies sobre la tierra”, acompañados por imágenes religiosas que ocupan un mundo superior virtual. Ello hace referencia al vínculo estrecho entre la educación y la religión católica. Sobre la pintura se ubican filacterias esto es textos relativos a los argumentos del estudiante o a la vida y pensamientos de las imágenes místicas. Uno de ellos habla de la ‘transverberación’ de Santa Teresa, y  explica la experiencia como un ‘éxtasis sagrado’, ajeno por completo a una vivencia sexual.

El estudio revela el origen de la palabra ‘beca’: era la prenda especial que lucían los doctorandos, cuyo nombre que se hizo extensivo a la ‘pensión’ de que disfrutaban. “El Arzobispo Pedro Ordóñez y Flores ordenaría que todas las becas fueran coloradas…”, y por ello en los cuadros los estudiantes aparecen vestidos de rojo.

La defensa de las tesis seguía las estrictas normas del pensamiento escolástico que acogió las doctrinas de Aristóteles en función de aplicar la lógica para la defensa de dogmas de la iglesia católica. Se trataba, sencillamente, de llegar a LA verdad revelada por Dios.

Y así, los investigadores develan un mundo riquísimo partir del estudio de los cuadros. Habiéndose doctorado del Colegio Mayor de San Bartolomé, de la Comunidad Jesuita, Manuel de Francisco Moreno y Escandón ejecutó la orden dada por España a través del Virrey, de expulsar a la Compañía de Jesús de la Nueva Granada. En sintonía con las autoridades, Moreno representaba los nuevos vientos de la Ilustración y abanderaba un proyecto consistente en romper el monopolio religioso sobre la educación superior, para organizar una universidad pública con los recursos que dejara dicha comunidad.

Manuel Bernardo Álvarez del Casal, otro de los doctorandos retratados, fue presidente de Cundinamarca en 1813 y luego juzgado y condenado a muerte por la Reconquista.

 

31 frailes franciscanos y una sola inmaculada

En otro capítulo del libro titulado “Reconocimiento de valores de la pintura de la época colonial: la serie de los retratos de las franciscanos ilustres del Colegio de San Buenaventura. Santafé de Bogotá, siglo XVIII”, la investigadora María del Rosario Leal informa sobre el trabajo intelectual de la orden, a partir de 31 lienzos pertenecientes a los Franciscanos Menores. O.F.M. Convento de la Purificación de Bogotá, Provincia de la Santa Fe, Colombia.

¿Qué leían, qué escribían estos frailes, representados con libros y plumas de escribir? Practicaban, dice la investigadora, el arte de la persuasión. Su labor estaba dirigida no a la búsqueda de verdades científicas relativas, como hoy podría suponerse de un científico o de un intelectual, sino a la armazón de argumentos para demostrar los dogmas religiosos.

Y aunque la Inmaculada Concepción no era dogma de fe en el siglo XVIII, los franciscanos defendieron la “causa inmaculista”. Entre los más fervientes defensores está fray Pedro de Alva y Astorga, representado en uno de los lienzos.  La defensa de la Inmaculada planteaba, además, el problema de la representación de María. Como en cualquier manual de imagen corporativa los franciscanos establecen que: “… en la flor de su edad, de doce a trece años, hermosísima niña, lindos y graves ojos, nariz y boca perfectísima y rosadas mexillas, los bellísimos cabellos tendidos, de color oro, […] coronada de estrellas…”. Sin duda un exitosísimo caso de marketing, que ha sobrevivido a los siglos.

Son estos unos pocos ejemplos de contribuciones valiosas al conocimiento de nuestra historia, desde perspectivas diferentes y, además, un pretexto para realizar un delicioso viaje al pasado.

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