
Fernando Araújo Vélez *
Era una algarabía de perros que dejaron en la calle, de niños, bombas de colores y pancartas pintadas en crayones que decían “Los extrañaremos”, “Felices bodas de oro” “abuelos siempre presentes” y cosas por el estilo. Una algarabía de señores sonrientes y mujeres regordetas con los ojos aguados que sepultaban entre abrazos a un par de viejitos que, temblorosos, hacían hasta lo imposible por mostrarse serenos y acostumbrados a los grandes viajes. Él, don Pedro, se aferraba a los pasajes Bogotá-Madrid-Bogotá. Ella, la señora Ofelia, a los pasaportes y su neceser. A quien se encontraban en el camino, azafatas, pilotos, funcionarios, curiosos, perros y gatos, le relataban que “la semana pasada los nietos nos dieron esta hermosa sorpresa, dos pasajes con todo pago para ir a Europa, Madrid, sí, y luego en tren a París, Roma, Londres y hasta Berlín, es una emoción inmensa, usted ni se imagina, porque uno puede conocer todas esas ciudades ¿sabe?, pero otra cosa es que la familia le haga semejante regalo, con lo que les ha debido costar, tan hermosos, que Dios los bendiga…”
El vuelo de la felicidad salió a las nueve de la noche. Era viernes. Ni don Pedro ni su señora quisieron comer. Preferían dormir. El avión hizo escala en la isla de Antigua, pocos minutos después de la medianoche. Al aterrizar, don Pedro se sintió débil. Su señora llamó a la jefe de la tripulación. Le tomaron la temperatura y el pulso, le dieron agua. El señor no reaccionaba. Parecía un maniquí desgonzado. “Es mejor que lo llevemos a un hospital”, le dijo el capitán del avión a la señora Ofelia, que lloraba, rezaba y volvía a llorar. Dos horas más tarde internaron a don Pedro. Su esposa llenó papeles, llamó a sus hijos que estarían allí a primera hora del día siguiente, y siguió rezando. Luego se durmió. Pasadas tres horas, una enfermera (son más delicadas) la despertó con un gesto agridulce que ella jamás olvidaría. “Don Pedro salió de la crisis”, le dijo en un inglés atropellado. “¿Puedo verlo?”, preguntó ella. “Sí, en 30 minutos podrá verlo, señora. Todavía le están sacando los útimos paquetes de cocaína que llevaba en el estómago”.
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(*) Periodista, escritor y editor de El Magazín online. Tiene a su cargo la edición de los Lunes Festivos del periódico El Espectador.