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Un regalo de San Valentín

Flickr, Neal Fowler
Flickr, Neal Fowler

Socorro Ariza (*)

¡Alma…ponte color naranja… Alma…ponte color de amor! Es el coro del poema musicalizado de Federico García Lorca que más me gustó escuchar en el concierto de aquella noche, y que, además, por ir en ritmo de vallenato, se me quedó pegado en el alma, la lengua y las caderas, le ha dicho ella, traviesa, a él, atravesada entre sus sabanas plagadas de corazoncitos y pececillos multicolores…

Es muy hermoso recibir un regalo inesperado, como lo fue éste: una invitación redonda que, como abrebocas a la celebración oficial del Día de San Valentín, tendría lugar seís días antes. Y mucho más bonito cuando todo había ido como que sí, como que no… No sé, nunca he oído hablar de ella, le dijo ella a su compañero amante cuando recibieron el programa de conciertos de la temporada otoño-invierno y, él, al ver que uno de los artistas era una cantante colombiana, la cual promocionaban como un nuevo talento con una voz sublime, le preguntó si le gustaría ir con él al concierto del 9 de febrero, como inicio del mes de los enamorados amantes,  No sé, volvió a decirle ella al leer unos días más tarde la reseña que salió publicada, también promocionando el concierto, en la revista ‘Jazzism’ de enero del 2012, Quizá sea solo una cantante de reencauchados y, aunque me sigue gustando escuchar de vez en cuando las canciones de Mercedes Sosa y de Silvio Rodríguez,  hace rato que superé esa etapa de estudiante inocente que los creía más o menos los abanderados héroes de los trabajadores y los pobres latinoamericanos, agregó ella, todavía dubitativa: como la mayoría de los colombianos, ella, estaba de Cuba y sus aliados revolucionarios hasta la grana-dilla. No obstante él, conociéndola, dejó regados por ahí, a manera de descuido, tanto la propuesta como la revista y los folletos con la foto de la artista. Entonces ella, curiosa, leyó de nuevo la reseña, buscó más información sobre la cantante en Google y, a mediados de enero, le dijo a él que aceptaba la invitación. Esa misma noche, antes de que ella se arrepintiera, él compró dos entradas vía Internet y, dos días más tarde, el correo trajo los boletos que, extraordinariamente,  incluían guardarropa  y bebida gratis luego del concierto. Una mega sorpresa, pues normalmente en Holanda, cuando asistes a conciertos,  debes pagar por todos los extras:  guardarropa -muy necesario en pleno invierno-, bebidas, programa, etc, Ah, interesante, comentó ella, al ver que además el programa del concierto también sería un poco diferente: para iniciar un documental corto sobre la vida, obra y milagros de la artista; luego una breve entrevista, después el concierto y, una vez terminado el concierto, la oportunidad de hablar con la artista en vivo y en directo, comprar sus Cd’s y pedirle el autografo.  Sí, algo fuera de lo común, pues casi siempre, por no decir siempre, los artistas invitados vienen a lo que vienen y… luego de hacer su show, como los amores de un día, Si te vi…no me acuerdo. Pero esta vez los organizadores del concierto querían hacer una promoción de sus artistas, permitiéndoles un acercamiento al público… Nice, dijo ella,  Gezellig, agregó él… Fantastich, lo remató ella.

Así que todo estaba saliendo súper novedoso y…  Ahora, al atardecer del siguiente día, ella ha admitido feliz que valió la pena, pues Marta Gómez y su grupo resultó en verdad una novedad súper mega play. Un trabajo hecho con dedicación, amor y profesionalismo.  Aunque ella no la denominaría una embajadora de Colombia, además de que Marta Gómez, claramente, no quiere jugar ese rol, fue una experiencia muy bonita ver a esta artista colombiana robarse el corazón y los aplausos de la audiencia. Sala a reventar, por cierto. Y es que hasta la luna aquella noche resultó endiabladamente novedosa… Noche de cuatro lunas y un solo árbol … así fue como la vimos al salir de la iglesia, ahora transformada en sala de conciertos… Una luna inmensa, escondida tras de un … arboléeee, arboléeee seco y verde... Quizás haya sido que, ella, celosa con aquel regalo adelantado de San Valentín, que se inició con una cena romántica en Le  Clochard: un pequeño bistro francés cercano a la sala de conciertos; y continuó con aquel concierto al amor, plagado de los sonidos  de su tierra, celosa, haya decidido hacerse más presente que nunca, y cerrar con su broche de oro, cobre y plata aquella noche fantástica… Sí, fue como si al salir de Leeuwenbergh una luna llena descolgada entre un escapulario de estrellas se meciera provocadora sobre un tapete largo y cubierto de nieve blanca que los invitaba a todos a adentrarse en un cielo azul índigo inmenso que los enmarcaba: a él y ella, a la luna y las estrellas y… por las ramas del laurel vi dos palomas oscuras. La una era el sol, la otra era la luna… Ay qué trabajo me cuesta, quererte como te quiero… pero… más enamorada que nunca… me he quitado el sombrero…

Todo esto sucedió en Utrecht, la ciudad en donde habito, la noche del 9 de febrero del 2012, como un mero anticipo de San Valentín. Ahora, escuchó el Cd, El Corazón y el Sombrero,  y repito el coro junto con él y ella… ¡Alma, ponte color naranja… Alma, ponte color de amor! ¿Si esto no es el amor, entonces qué es?

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(*) Colaboradora.

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