El Magazín

Publicado el elmagazin

Transformado y diluido

El caminante

Fernando Araújo Vélez (*)

Había que recordarlo en los recreos, jugando a la pelota con su eterno saco de paño azul oscuro, camisa blanca, el pelo perfectamente cortado a la usanza de los viejos actores de Hollywood y los zapatos de cordón brillante.

Había que recordarlo cuando salía de clases, con el álgebra de Baldor debajo del brazo y otros cinco o seis libracos en su maletín de cuero café. Caminaba siempre con prisa, como si huyera de un demonio, y sonreía con una sonrisa calculada. Ya en la calle se divertía preguntándoles la hora a los transeúntes, simplemente para ver sus reacciones cuando él decía gracias y miraba hacia el cielo.

Había estudiado la primaria en una escuela pequeña del 7 de Agosto, o eso decía. El bachillerato, como se llamaba entonces, años 70, lo cursó en un aristocrático colegio de El Retiro. Fue allí donde comenzó a soltarse, porque en él desanudarse la corbata para jugar al fútbol era un inmenso gesto de rebeldía. Después de la corbata, se atrevió a comprar camisas de colores. Colores tenues, pero colores al fin y al cabo. Luego, a punto de graduarse, perdió en algunos meses el primer puesto de la clase y se emborrachó en dos o tres fiestas de fin de curso.

Una mañana, después de aquellas noches, llegó al colegio con algunas heridas en el rostro y los ojos perdidos. Dijo que lo habían atracado, pero sus versiones no eran del todo convincentes. Así, magullado, recibió su diploma de bachiller y desapareció. Sus amigos comentaban que se lo habían llevado a Europa de vacaciones, pero por ahí alguien puso a correr el rumor de que lo habían recluido en un reformatorio. De cualquier forma, apareció dos meses más tarde e inició sus estudios de Derecho en la Universidad del Rosario. Fue, como antes, como siempre, el mejor estudiante de su salón. Lo nombraron colegial, y lo fue hasta que propuso cambiar todas las normas de la universidad. Ya no se vestía de paño ni usaba el pelo corto. Ya no tomaba con sus viejos amigos. Fumaba y quién sabe qué más. Un día, pasados tres años, se esfumó. Nadie volvió a saber de él. Ni siquiera el Ejército, que lo persigue desde entonces.

——————————————————————–

(*) Periodista, escritor y editor de El Magazín online y de la sección de cultura del periódico El Espectador. Además, tiene a su cargo la edición de los Lunes Festivos.

Comentarios