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Todavía

Fernando Araújo Vélez y Alejandro Araújo Larrahondo

Y todavía hay quienes creen que un beso embaraza, que perder la virginidad es un castigo, que hay un amor para toda la vida, que los hijos son una posesión, que con el látigo se educa y que la educación es seguir el ejemplo de los mayores.

Todavía hay quienes creen que somos los mismos desde niños y que no cambiamos, y repiten aquello de genio y figura hasta la sepultura. Tal vez no les contaron que cada paso que damos nos transforma, que cada persona que conocemos nos deja o nos quita algo, que cada libro, cada canción, cada película y cada instante nos hacen ser otros, más fuertes seguramente, más sabios, y mañana seremos también distintos, y así hasta la muerte. Por eso jamás podremos decir nos equivocamos de camino, porque cada camino fue y es una elección y no hay vuelta atrás para saber qué hubiera ocurrido si… Cada camino fue un aprender y un vivir, y cada elección estuvo marcada por cientos de miles de momentos y frases y silencios, y si lo elegimos, lo hicimos cargados con todos esos ingredientes.

Hay quienes aún creen, como antes de la guerra, que quien piensa y siente distinto es un enemigo y hay que eliminarlo a punta de metralla, o amilanarlo burlándose de él o inventarse estudios que lo condenen. Que las diferencias de color son obra de dioses, y que los dioses nos proveerán de lo que no fuimos capaces de buscar por nosotros mismos. Todavía hay quienes creen que el poder es tener montones de súbditos y mandarlos como lacayos y exigirles como esclavos cuotas mínimas para obtener máximas utilidades; y que un cargo, un título, los hacen dignos de ese cargo. Tal vez nadie les contó que un cargo es la decisión de un alguien que a su vez es la decisión de otro alguien, y que el cargo no entraña sabiduría ni capacidad, y que el poder de ese cargo se acaba cuando se va el alguien que lo creó, pero el poder de la sabiduría, de la creatividad, del conocimiento, el poder de la lucha, sólo se extingue con la muerte. El poder de ser no depende de otros, y por lo mismo, no está supeditado a los cartones, los premios, los honores y medallas entregados por esos otros.

Todavía hay quien dice, como en la canción, solamente una vez amé en la vida, cuando en realidad solamente una vez amamos en la vida en ese instante y a esa persona. Luego amamos mil veces más, en otros tantos momentos y a otras tantas personas. Y amamos por diez minutos y por un año y por dos, y amamos amores imposibles, y amores que fueron cuchillos, y amores que fueron agua bendita, o recuerdo, o pasión, y amamos con compasión y amamos con odio, y amamos según nos fuimos convirtiendo en ese otro que se nutría de la vida, y que nunca era, nunca podía ser el mismo de antes. Fuimos influencia y evolución, y por eso nuestro amor también cambió. Cambiaron nuestras costumbres, nuestros gustos, nuestros huesos. Cambió nuestro amor, que no fue ni es el Amor como un estático rayo luminoso, y en ocasiones cambió tanto que ya ni siquiera importó si estaba por ahí o se había esfumado, porque hubo vida después del amor y después del desamor. Y proyectos y alegrías y momentos inolvidables. Hubo vida después del dolor, que fue dolor y fue venganza y fue indiferencia y fue más tarde olvido. Y con todo eso, por todo eso, fue vida.

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