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Sonreír porque si

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Por: Nicolás Benavides Maldonado

Encuentro todo en su existir perfecto, sus ojos son azules como el cielo y sus cabellos dorados como el sol, nunca conocí alguien tan inteligente, nunca escuché algo tan perfecto como su voz.

Me hechiza cuando ríe, mi estómago siente esas mariposas de las que en los cuentos se narran, me encanta cuando toma mi mano, es como si nada alrededor nuestro existiese, cuando siento su corazón latir en mi pecho, es como si el mío tomara tiempo para descansar por algunos segundos, me fascina abrazarlo cuando ve al cielo, en su mirada se ven todas las galaxias del universo y besarlo cuando ríe a carcajadas, simplemente es magia pura.

El amor que siento por él, no es para nada común, aún así siempre lo he amado y no dejaré de hacerlo nunca en mi vida, me hace creer que lo bueno siempre será más grande que lo malo y con sus ojos, que de vez en cuando me miran fijamente y aunque aún no lo dice, sé que busca expresar  un “te amo”.

Si alguien pide que lo describa, no habrán muchas palabras más que perfección y sus sinónimos, también que es algo gordito, huele a rico, mueve su cabeza para saludar, para despedirse o para cualquier otra acción que quiera realizar.

Han pasado cinco años y me gusta decir que estoy enamorada de él, que desde el día en el que nos vimos por primera vez, sentí una paz impresionante, que cada noche que hemos pasado juntos, en casa o en lugares donde lo rodean de cables para darle vida, me quedo viéndolo hasta que pueda concebir el sueño y que cuando por fin lo hace, se dibuja una sonrisa en su boca.

¡Ay! ojos azules como el cielo y cabellos dorados como el sol, espero nunca dejar de ver esta combinación, porque de lo contrario sentiré morir. Esta carta no es una dedicatoria de una joven a su novio, ni de una mujer a su marido, esta carta no es fácil de redactar y menos si se tienen lágrimas cayendo en el papel, no es sencilla de explicar y no es cómoda de hablar, por el contrario, es difícil, muy difícil, usted, no sabe cuánto, pues tener un hijo en una camilla, diagnosticado con cáncer y siendo juzgado por tan falsa sociedad, es complicado, pero su carita, siempre feliz, me ha enseñado algo, a nunca dejar de observar el cielo y sobre todo a no dejar de sonreír porque sí.

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