El Magazín

Publicado el elmagazin

Sombras brujas de fútbol

Seminaristas-Jugando-a-Fútbol1-1024x686

Fernando Araújo Vélez

Brasil siempre fue tierra de conjuros, de hechizos, de supersticiones, oraciones, religiones, pitonisas y sacerdotes de vudú. Tierra de razas que se mezclaron, que compartieron sus creencias, sus temores e ilusiones, para luego potenciarlos. El fútbol, más que fútbol, fue una cultura en Rio de Janeiro, en Salvador, Recife, Sao Paulo y Fortaleza, y desde esa cultura, el más allá arrojó sus influjos sobre la pelota. Desde Brasil, antes que desde ningún otro lugar, la magia y el hechizo se expandieron por el mundo en forma de cábala o como se llamara. Desde Brasil, las artes de lo oscuro y de lo que no tiene nombre irradiaron su poder, su fuerza, para que el fútbol se nutriera de ellos. Hoy, por sus calles y callejuelas, cientos de ungidos multiplican su sabiduría para proteger, para conjurar, deshacer, ganar o hacer perder. Así ha sido siempre, y así será.

Así fue la historia del chamán de Nahizalgo, en El Salvador, a finales de los años 60. El chamán no se persignó cuando entró a la cancha para definir un partido crucial de las eliminatorias a la Copa de México 70, pues un rito cristiano habría sido como una cuchillada contra sus artes brujas. No saltó para eludir la línea de cal que demarcaba la cancha del estadio de Puerto Príncipe. No arrancó manojos de pasto ni buscó en el cielo inspiración, y cuando ya estuvo dentro del campo, dejó que la pelota circulara a su antojo sin buscarla, porque aunque lo de más para él era el balón, lo de menos era tocarlo. Apenas ingresó, se fue hacia el arco de los haitianos. Sacó de su pantaloneta un pañuelo, de su media una pomada y untó los palos de la portería rival con su ungüento, mezcla de potencias divinas y debilidades malignas. Luego, enajenado, convencido, obsesionado y medio compulsivo, expandió el pañuelo sobre la línea de gol, ante la mirada incongruente del portero.

El juego terminó como iba cuando él entró, 3-0 en contra de su equipo, El Salvador. Con los meses, y ante las continuas críticas a su labor de brujo, el Chamán de Nahuizalco, como lo llamaban, diría que en últimas él había trabajado para clasificar a la Copa del Mundo, no para ganar un simple partido como aquel contra los haitianos. El Salvador jugó el Mundial de México-70, sí, pero él no pudo ser inscrito como jugador, y desde las tribunas sus conjuros no fueron, no podían ser tan efectivos. Igual, y pese a la eliminación de los salvadoreños en primera ronda, sus trabajos ya se habían cotizado, y sus mágicas pomadas se vendían por doquier, sobre todo en el bajo mundillo futbolero.

El Chamán de Nahuizalco había aprendido su oficio en los barrios más bajos de San Salvador, pero se perfeccionó en Puerto Príncipe. Siempre había querido ser futbolista. Sin embargo, le había hecho falta algo más que talento. Su ídolo, referente y deidad había sido Garrincha, y solía contar su historia cada vez que lo iba a consultar algún futbolista. Asuntos de brujos, siempre comenzaba sus relatos con el día en que María Inacia Díaz conjuró a “Mané” (Manoel dos Santos, Garrincha) por infidelidad, a pedido de otra mujer.

“Le trabé las piernas en nombre de San Jorge, el vencedor del dragón”, decía y repetía la hechicera cada vez que uno de los cientos de miles de fanáticos brasileños que iban hasta su “oficina” le imploraba para que salvara al puntero, al ángel de las piernas torcidas, porque sin él Brasil no sería nada en la Copa del Mundo del 66. Sin él, lloraban, Pelé no podría desplegar su “jogo”. Sin él no habría ni magia ni desbordes ni goles. Una noche de abril del 66, la hechicera accedió. Se reunió con Garrincha en un cuartucho de su casa, en medio del tumulto de los fanáticos que cantaban y rogaban. Le entregó una oración y le ordenó que la repitiera cuando hubiese sanado su alma de infiel. “Cabalgando en su caballo blanco, San Jorge, vencedor del dragón, se puso en camino cruzándose con un peregrino que le preguntó: ¿A dónde vas, San Jorge? El santo respondió: Voy a devolver las piernas a Garrincha, mi hijo amadísimo, que me había abandonado”. Mané jugó la Copa de Inglaterra, pero sus musas no acudieron a sus llamados. Brasil perdió en la primera fase. Se fue humillado, golpeado, resentido.

Los sacerdotes del vudú-santería-magia negra afirmaron que algo extraño lo había trastocado todo, pues ellos, en unanimidad, habían visto que Brasil ganaría el Mundial. Garrincha se les rio, irónico. Algunos dijeron que incluso fue hasta donde María Inacia Díaz a reclamarle su desatino, y que ella le recordó que la condición fundamental de su “desconjuro” era que volviera por la senda de la fidelidad y él no había cumplido. Garrincha no volvió jamás por su antigua senda de gambetas y goles. “Se hundió”, decía al final de su relato el Chamán de Nahuizalco.

Se hundió como él, que en las eliminatorias para la Copa del 74 falló en sus prácticas. Luego se esfumó como el humo, aunque hubo quienes aseguraron haberlo visto por Perú y Colombia a finales de los 90. Allí, con él o sin él, las brujerías también recorrían su camino y los supersticiosos recordaban, por ejemplo, que en los 60 un cura había lanzado su maldición, La maldición de Garabato, para que el América de Cali no ganara ningún título en 10 años. El conjuro se rompió en el 79, con un poco de fútbol, mucho de dinero y algo más de hechizo. Quince años más tarde, Ántony de Ávila lideraría un movimiento para sacar al diablo del escudo del América pues el demonio, decía, era el Mal y no un juego. Fue exorcizado. El América siguió de título en título, más allá de Garabato.

Recordaron, también, que a Freddy Rincón una pitonisa le advirtió sobre una posible lesión en USA-94 y que Rincón fue discreto en la Copa, como si hubiese tenido temor, y repitieron hasta la saciedad el nombre de Euclides González, ex jugador de Millonarios, campeón del 72, quien organizó su “consultorio” y lanzó su propia maldición: “Jugador azul que no venga a mí, jugador azul que no ganará”. Luego rememoraron los muñecos de vudú que algunos chamanes peruanos enterraron en el Estadio Nacional en el 96, un día antes de que jugaran allí Valderrama, Rincón, Asprilla y Cía. Los muñecos llevaban alfileres clavados, cabelleras rubias y negras, y el uniforme amarillo, azul y rojo. Pese a los rezos y los ritos, el juego terminó 1-1. Luego Perú se quedó por fuera de la Copa del 98. Sus brujos huyeron hacia Camerún, de donde habían llegado poco después de España 82. No regresaron.

En septiembre del 2009, los conjuros y maleficios se volvieron a robar los titulares de los principales periódicos del mundo, pues un brujo sin nombre, a pedido de un personaje muy importante, dijo, había minado las fuerzas y el talento de Cristiano Ronaldo. “Yo no soy antimadridista. No tengo nada contra este gran club. Soy un profesional y me pagan muy bien por usar mis poderes. Me han contratado para que Cristiano Ronaldo sufra una grave lesión. No puedo asegurar que se vaya a tratar de una lesión grave, pero sí que se estará de baja más tiempo que jugando. La persona que me ha contratado es famosa y conoce personalmente al futbolista. Eso es todo”, dijo el brujo. Como consecuencia de sus mañas, por el fútbol o por el destino, Ronaldo se lesionó aquella vez. Para la Copa de Brasil llegó minado, y en la derrota ante Alemania, él y su equipo, Portugal, fueron sombras nada más.

 

 

Comentarios