Ángel Castaño Guzmán (*)
Robert Hilburn tuvo la fortuna reservada a unos pocos de estar en el lugar indicado en el momento justo, al menos esa es la sensación una vez concluida la lectura de su libro de memorias Desayuno con John Lennon. Las casi cuatro décadas a cargo de la crítica musical de Los Ángeles Times le permitieron conocer de primera mano el origen y evolución de la corriente artística más importante de la segunda mitad del siglo XX: el rock. A ojos de un melómano, Hilburn encarna la hoy devaluada figura del profeta en la doble condición de confidente de los ídolos de la cultura pop y agudo observador del presente en busca de pistas para el desciframiento del futuro. Señalo varios botones para corroborar la afirmación. Una de sus misiones como redactor a tiempo parcial del aludido periódico fue cubrir en exclusiva el concierto de Johnny Cash en la prisión de Folsom, clímax de En la cuerda floja, biografía cinematográfica del ídolo country protagonizada por Joaquín Phoenix. Su situación laboral se estabilizó después de una entrevista a Janis Joplin cuando el patito feo de Port Arthur, así era llamada la cantante, se obstinaba en romper todos los récords de autodestrucción llegando al parnaso de los héroes deshechos por el frenesí de la época. Una reseña suya favorable, publicada con motivo del debut de un joven en el club Troubadour, sirvió de catapulta para la carrera del entonces novato Elton John. En 1973, se desplazó a la ciudad mexicana de Durango para asistir a las grabaciones del filme Pat Garret y Billy the Kid, de Sam Peckinpah, con la esperanza de ver en acción a Bob Dylan luego de su alejamiento de siete años de los escenarios, ocasionado por un accidente automovilístico en el norte del estado de Nueva York. Acompañó a John Lennon en los días posteriores a su transitoria ruptura con Yoko Ono, periodo conocido como el fin de semana perdido. Visitó en 1995 a Leonard Cohen, recluso en el Zen Center, en las afueras de Los Ángeles. Mejor detengo la enumeración. Este comentario adquiere el aspecto de un paseo rápido por el Rock and Roll Hall of Fame –Hilburn es miembro del comité de nominaciones–; pero algo similar puede decirse del libro glosado. Desde luego, Hilburn no siempre acierta: quizá por cuestión de mala leche o por un simple error de enfoque deja fuera de su santoral a Pink Floyd, Cream, The Who, agrupaciones de comprobada importancia para la historia del rock.
Certero en las disecciones de las figurillas de la industria pop, a Hilburn le bastan unas cuantas pinceladas para lograr un retrato verosímil. Entendí la personalidad de Michael Jackson gracias a las anotaciones del veterano cronista durante la gira Victory, fugaz regreso de los Jackson 5. En pocas líneas deja al descubierto a Jackson, un personaje sólo interesado en estar en la cima de los más vendidos y en ver dibujos animados, así Brooke Shields lo espere en el living.
Bonus track: la traducción de Mariano Peyrou falla en la escogencia del título. La variante Corn flakes con John Lennon habría satisfecho las exigencias publicitarias sin menoscabar la fidelidad al texto.
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(*) Colaborador.