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«Perturbados»

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Por: Umberto Senegal

Para la editorial Cuadernos Negros, fundada por Bibiana Bernal y Umberto Senegal en mayo de 2006, en Calarcá, Quindío, cuando publicamos el primero de los Cuadernos, «Cuentos atómicos», de quien les habla, y, hoy por hoy, transcurridos once años de permanentes actividades que nos  aproximan al centenar de títulos con autores nuevos o de registrada trayectoria en la región, en Colombia y otros lugares del mundo, editando ensayo, poesía y narrativa, con especialidad en microrrelato, es satisfactorio presentar su más reciente publicación: «Perturbados», del narrador Fernando Araujo Vélez, actual editor de la sección Cultura, en el diario El Espectador.

Araujo Vélez nació en Cartagena. Desafortunadamente, se le involucra con un personaje también oriundo de Cartagena, excanciller de Colombia, exministro de Desarrollo y expresidente del partido conservador colombiano: Fernando Araujo Perdomo, durante los mandatos del Señor de las Sombras. Perturbador homónimo que representa cuanto Araujo Vélez no ha sido, no es, ni querrá nunca ser. Nuestro Fernando de la literatura y del periodismo, ha colaborado con significativas publicaciones colombianas como El Tiempo, Semana y Cromos, además de numerosos medios impresos y por la Red. Uno de sus libros, 8.848 Everest. Sueño de uno, sueño de todos, recoge los diálogos que Fernando sostuvo con Nelson Cardona, primer escalador discapacitado en ascender a la cima del Everest, sin aparejos con oxígeno.

Otra de sus publicaciones, Historia de una pasión, publicada por entregas en Cromos, en 1995 obtuvo el Premio Simón Bolívar de prensa deportiva. “Fernando Araujo Vélez no es melancólico, pero para quienes sí lo somos es nuestra mejor voz”, escribió Vivian Murcia, en una entrevista al autor. Lector habitual de sus columnas dominicales, considero que sí lo es. Una inconfundible melancolía literaria, la suya, que enriquece con modulaciones desconsoladas su prosa. Esa literaria tristeza que enraíza en la poesía, en sus lecturas de autores exclusivos, en las novelas y determinados personajes que hacen parte de la vida lectora de Araujo y que, al adoptar su propio estilo, se nos convierte en la mejor voz, de acuerdo con la periodista Vivian, de cuantos no le huimos a la melancolía.

Ha publicado los libros Pena Máxima, El fútbol detrás del fútbol, Del domingo al vacío; el ebook Tráfico de pecados, primera selección con 30 textos de sus columnas en el citado diario. No era fútbol, era fraude, otro libro también en torno al fútbol, tema que le exalta. Y muchas veces lo enardece. Su primera incursión en la novela fue con: Y por favor, miénteme. (Agosto de 2016). Es un orgullo para nuestra provinciana editorial independiente, Cuadernos negros, incluir en su catálogo este trabajo de Fernando que agrupa 40 columnas publicadas en El caminante, seleccionadas por la poeta quindiana Bibiana Bernal. En una de ellas, el cartagenero reconoce su oficio y su pasión, al afirmar:

En estado de escribir se me abren todos los sentidos. Lo que ayer podía ser anodino hoy es esencial, lo que hace un año se me hacía indiferente hoy es la vida, lo que no era más que un cúmulo de sensaciones hoy tiene un orden. Voy, percibo, pienso, concluyo y luego vuelvo a concluir. Cada imagen que se me atraviesa es un posible texto, y cada texto, un permanecer, un congelar la imagen y hacerla imperecedera. Oigo voces, veo luces. Las voces y las luces sólo existen porque las podré escribir, y el escribir será, realmente, perderme y encontrarme en otro mundo, en otro tiempo, con personajes que han revivido gracias al escribir. En estado de escribir hay una página y mil páginas en blanco, que serán la oportunidad de contar la historia que yo elija, y de levantarme cada mañana con la ilusión de plasmar en esas páginas lo que yo decida. Quien no me amó me amará allí, y quien me ofendió pagará las consecuencias. En estado de escribir me invento y me reinvento en las letras. De esas letras me contagio y comprendo que uno no es, sino que se va transformando, porque se va haciendo, y que lo importante es la voluntad.

Perturbados, es una ordenada introducción a la obra, tópicos, pensamiento, estilo e ideas políticas y filosóficas de Araujo. Para quienes no frecuentan sus columnas dominicales, este libro es recurso efectivo de colindar literariamente con otro de los narradores contemporáneos sugestivos dentro del panorama contemporáneo literario de Colombia. Para cuantos acompañamos a El caminante en sus ajetreos por el mundo de la literatura y el bifurcado ámbito de personajes lúcidos o perturbados, esta obra es confirmación de la calidad, congruencia y originalidad de un escritor cuya palabra brumosa posee una formal estructura, un desarrollo lento de contenidos, lenguaje y atmósferas narrativas poco comunes entre columnistas de diversas publicaciones en nuestro país.

Cito a continuación, no arrogantes dictámenes de asalariados críticos o reseñistas de oficio, sino de personas anónimas quienes por la Red llegan con sus miradas limpias y sin compromisos, a las páginas de alguna publicación virtual y dejan allí, sin engreimiento, sus impresiones sobre el autor y el texto que leyeron.

Me refiero a un lugar de Internet llamado Librerío de la Plata. Prestigiosa librería ubicada en el centro de Sabadell, en Barcelona, España. Dicen sus propietarios: “Si bien estamos especializados en autores latinoamericanos, en realidad vendemos todo aquello que nos gusta y consideramos buenos libros”. En su página de septiembre 12, 2014, posteado en Autores colombianos encontré, en mis pesquisas sobre Araujo que me permitieran enfoques de acercamiento crítico diferentes a los colombianos, ayudándome a deslindarme de truculentos, utilitaristas y manipuladores mapas literarios con que las colosales editoriales y sus pigmeos reseñadores pretenden uniformarnos, un texto de Fernando: Escribir o morir, cuya protagonista es una mujer jubilada incapaz de asesinar a quien desde su mirada de lectora de Crimen y castigo y admiradora de Raskolnikov, era merecedor de dicha acción criminal. A raíz de este texto, una comentarista indica:

“Lo que escribe en El Espectador es como una parte de una novela”. Ella es Estefanía Reina, con la cual Fernando no fue desafecto y le respondió:

“Buen día. Gracias por sus comentarios. Pues la verdad, no soy el exministro, y tengo muchas anécdotas divertidas al respecto, comenzando porque un día me enviaron flores a su nombre. En fin, él es Perdomo, y yo, Vélez. Los caminantes de los que usted hablaba son independientes, aunque me parece una muy buena idea sentarme un día a ordenarlos para ver qué sale. Muchas gracias por su sugerencia, y un gran saludo”.

Cuadernos negros, después del libro electrónico Tráfico de pecados, dio el segundo paso en la difusión metódica de tales publicaciones del narrador, compaginando varios textos de El caminante con el objetivo de facilitar algunas señales de cuanto se perfila a través de sus columnas. Sus breves glosas son elementos de una catedral que, poco a poco, encumbra su armazón. Su discurso. Inferencias e imágenes. Hay ritmos, regularidades y simetrías en todas y cada una de ellas, que no lo abandonan, cualquiera sea el tema y cualesquiera los personajes. De su ciudad. De Colombia. Del mundo o la literatura. Un compás narrativo preciso. Y premeditado. Con persistencias y prolongaciones poéticas y narratológicas percibidas por los lectores. Hay una honda secuencia que lo apremia, aunque el autor mismo  parezca no percibirla en su totalidad. Fernando Bedoya, otro lector en el referido sitio, ratifica: “Usted es de aquellos que se han zafado de las máscaras que impone la sociedad”. Jairo Forero, reconoce en la misma sección: “Su columna semanal leída a cualquier momento y tiempo es un despertar de los que hemos desperdiciado la vida” Emanuel Giraldo, pregunta: “… él en qué se basa para copiar los textos y por que la mayoría de veces los termina en continuará. Que siempre lo deja a uno intrigado de lo que pasará”.

Perturbados, son  vívidos desgarrones autobiográficos de sus encuentros con libros y autores esenciales en diversos ciclos de su vida, estampándoles detalles narrativos que le sirven de corolarios para regresar con algún propósito estético y humano, a ellos, y compartirnos la suma de nostalgias que lo acompañan a lo largo de su oficio. Por el estilo del dedicado a Gómez Jattin: Déjalo que mienta y será poeta.Perturbados Vargas Llosa y García Márquez, talando su amistad. Envidiable perturbación, la del niño narcotizando al sacerdote para  acceder a sus libros prohibidos. No son inadmisibles, para la literatura, estas categorías de trastornados. Todos ellos, noticia diaria y fugaz en un periódico o suceso trascendente en la literatura, son necesarios para un observador como Araujo.

Imprescindibles para lectores que buscamos intensificar, con las ajenas, nuestras íntimas zozobras. Se necesitan para cimentar con sus dramas este libro de amor, de vida, desamores y desolaciones, cuyos textos de modulaciones pausadas, plenos de reminiscencias, como  fragante niebla que poco a poco se evapora permitiendo ver cuanto se ocultaba, concluyen su argumento en un interrumpido crescendo que sitúa al lector en sus propias fabulaciones. Pueden leerse como microrrelatos -experiencia análoga a la que sucede también con los textos en prosa de Pablo Montoya- que prorrumpen de la realidad social, económica y cultural de la gente y los sucesos resaltados por Araujo a partir de su vida, las noticias diarias y la literatura. De igual manera, pueden interpretarse y leerse como minicrónicas donde se crean penetrantes atmósferas de incertidumbres, indefiniciones y solitarias esperas de no se sabe qué o quién, en la medida que se desenvuelve la trama del texto. Los argumentos de aquellas perplejidades suyas que, por algún motivo, quiere que hagamos nuestras. Verbigracia, su particular experiencia con Nietzsche y Zaratustra.

Nos encontraremos con múltiples evocaciones de su niñez, su adolescencia descubriendo libros y autores. Protagonistas de cuentos y novelas. Relata los sucesos con pinceladas propias e históricas, pero sin indicar directo quién es, en ocasiones, el personaje delineado. Los deja entre penumbras, porque son las medias luces su material de estilo. Opacidades por donde se siente a gusto moviéndose, haciendo estremecer a sus personajes, balanceando su prosa entre las exiguas luces y las sombras, mediante el virtuoso manejo literario del esfumado, técnica pictórica inventada por Leonardo da Vinci quien la describía como sin líneas o bordes, en forma de humo o más allá del plano de enfoque  donde los tonos se difuminan hacia lo oscuro, como sucede en el cuadro La virgen de las rocas. Y como puede leerse en el texto Ingenuidad, de Araujo:

“Al domingo siguiente, se prometió, les preguntaría a sus abuelos cuándo empezaba la gente  ver en blanco y negro, como ellos”.

Fernando en este libro hace mérito, con su reticente prosa, a la acotación del novelista japonés Junichiro Tanizaki en su ensayo El elogio de la sombra:

“Como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra”.

Con efectos de sombras y penumbras, los textos de Perturbados son piedras fosforecentes en la oscuridad. Por sus páginas, las sombras no solo son producto de los cuerpos y las tragedias, sino de la visión del mundo y la vida, de la sociedad, con la cual Fernando describe sus desencantos, sus rabias al  discurrir no solo sobre la condición humana sino también respecto a la ajena, con puntual aire de melancolía.

En cuanto he leído del escritor cartagenero, considero que Araujo es el silencioso escriba de los sucesos, más que de los personajes. Por lo menos en esta recopilación de sus columnas.  Es tarea del buen lector, descubrir a quién se refiere el autor, como en su glosa La muchacha de la manzana. Araujo circunda de poéticos entresijos sus lecturas para convertir, así, concretos sucesos en material literario donde, para evocarnos un dramático suceso de la literatura norteamericana, y conmovernos, no necesita identificar los nombres del poeta William Burroughs y su esposa Joan Vollmer, a quien este asesina por parodiar el arco y la flecha de Guillermo Tell, con un revólver.

Le fascinan las brumas donde finiquitan sus abruptos finales. Noticias de personajes sin aparente provecho periodístico o narrativo, como la mujer que asesina a su padrastro. “La humanidad es un invento que fracasó”, opina el personaje de Paranoicos. Tráfico de pecados, ¿es una historia real? ¿Se la confesaron al autor? ¿De cuál drama familiar empolvado por los miedos y prejuicios sociales, la desenterró para convertirla en escabrosa página de amores incestuosos entre madre e hijo?

Fernando es perceptivo detector de fatalidades, mimetizadas tras de su insinuante y elíptica prosa, señalándonos siempre hacia sitios vagos, imprecisos para no causar dolor, pero sí dejando constancia de un juzgamiento y un rechazo  y una crítica comprometidas. Dejando en el campo de la literatura aquello que no se puede divulgar en los espacios de la crónica o la noticia. ¿Tiene nietos la señora Sandoval? ¿Le decimos madre, a mi abuela? ¿Llamamos abuela, a mi madre? ¿Qué tan autobiográfico es el escritor? Clama por la libertad. Por el ser sobre el tener. Por desmitificar al individuo, desligándolo de prejuicios y convencionalismos sociales.

Crea atmósferas, espacios y climas donde el lector debe agudizar su mirada y su imaginación, ser capaz de confrontar las intertextualidades amalgamadas por un  autor sin prisa para narrar quien, consecuente con su oficio, ofrece indicios y claves para seguirle en sus evocaciones, temas y personajes, siempre con insinuaciones y penumbras, a través de sutilezas hasta desembocar en finales donde no siempre se satisfacen nuestras dudas.

Pienso: algo no quiso decirnos. Algo no se puede decir. Algo debemos dejarlo ahí, entre lo innombrado. Otra arista de la poesía y la narración, que es la cualidad sobresaliente de Araujo. Escucho estos textos de Perturbados, como si su autor hablara consigo mismo en voz baja. Lentísimo.  Esfumando y esfumándose. Y desde tal forma de balbucir, señalándonos aspectos poco visibles de personas, lugares, libros, sitios interiores del ser humano y rincones poco visitados de la literatura nacional o foránea. Su prosa poética, con tono narrativo que no se aleja del hechizo de la palabra elegida, sus reiteraciones y el delicado uso de la puntuación y la metáfora escueta, dan especial densidad a sus textos.

Esto y más, es Fernando Araujo.

Ahora, solo resta que cada quien lo encuentre a partir de su propia sensibilidad, sus intereses literarios y su cultura.

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