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Minicuentos históricos

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Por: Óscar Seidel

La raíz del mal

Muchos burgueses y gente de la monarquía fueron encarcelados; la sentencia del Tribunal Revolucionario de ser ejecutados en la guillotina no se hizo esperar. Llegó el día predestinado. La víctima sentada en la silla, solitaria, y con un dolor profundo, observó  al verdugo acercarse con sus instrumentos de tortura; por un momento hubo un prolongado silencio, y luego fue interrumpido por un grito lastimero: había sido extraída la muela de María Antonieta, la Reina de Francia, quien en un acto de vanidad pidió ser atendida en su celda por el dentista, antes de ser ejecutada.

Nado de Sirenas  

El cetáceo no iba a permitir una vez más, que las recién aparecidas Sirenas lo apartaran de su show. Un encantador silbido fue lo último que escuchó el instructor del acuario antes de perder el sentido, mientras sus extremidades inferiores se perdían en el hocico alargado del celoso animal. Fue entonces cuando el delfín recordó, que muchos años atrás había sido la atracción en el Mediterráneo, hasta que llegaron las voluptuosas Sirenas que acecharon a los marineros con el seductor canto, haciéndoles caer en estado hipnótico que les hacía naufragar, para luego ser devorados por ellas.

Grasa pura                                                                                                  

Es de noche en Rouen. Un grupo de personas huyen del invasor. Entre ellos viaja una cortesana de gordura prematura. En medio del trayecto, el carruaje se detiene en aquel hotel en donde un general enemigo vive; quedan detenidos, y solo les permitirá partir al día siguiente, si la gorda se acuesta con él. Al reanudar el viaje, ella recuerda que la vida siempre la ha sometido a la lujuria masculina; desde entonces  “Bola de sebo”  huyó de los hombres, hasta que alguien se le arrimó con otros propósitos: un cirujano plástico que le hizo la liposucción.

No hay cama para tanta gente                                                                    

Sor Teresa, todas las noches acostada en su fría celda le rezaba a las once mil vírgenes, que la acompañaran en su difícil misión en esta tierra. En la soledad del claustro, ella requería e imploraba compañía espiritual para tomar fuerzas, y cumplir con la tarea de salvar almas. En el convento se volvió la comidilla de que por las noches se escuchaba una algarabía celestial en la celda de Sor Teresa, hasta del capellán dudaron por ello. Una madrugada escucharon fuerte estruendo: la cama no soportó tanto peso y se vino al suelo.

Plegarias ardientes

El incendio arrasó con las casas vecinas de la isla. Los bomberos no lograron detener el incendio. No hubo agua ni estaban dotados de motobombas y mangueras para extraer el líquido del mar. Sólo alumbraba el resplandor de la candela. La mujer llena de pánico abrazó el cuadro que vio en la pared, y le pidió con  plegarias que la protegiera. Sin embargo, la vivienda fue consumida por el fuego. Arrojó el cuadro, lo pisoteó, y maldijo su suerte. Fue entonces cuando ella se percató que algo había salido mal: había tomado por equivocación el cuadro del general Santander.

Ojos que no ven                                                                                                  

Diógenes de Sinope, de quien se dice vivía en una tinaja, en lugar de una casa, y que de día caminaba por las calles con una lámpara encendida diciendo que “buscaba hombres honestos “,  nunca los encontró. Muchos años después, en un país subdesarrollado, un político que tenía como lema de campaña acabar con los corruptos, quiso imitarlo, sin embargo no le duró mucho la idea: una noche al atravesar la calle se mató, al caer en una alcantarilla, a la que sus propios copartidarios que gobernaban en la ciudad, no le habían colocado la tapa.

Rebelión de las notas

Furioso por no lograr concluir la Decima Sinfonía, Beethoven quemó los originales. El compositor al tratar de modificar la obra musical, quitó de la partitura el minué en donde más se alegraban las notas. Inconformes y rabiosas, en retaliación las corcheas se escaparon del pentagrama, y se instalaron para siempre en los oídos del músico, dejándolo sordo.

Nacida en el equinoccio

Acosada por los vikingos de la Isla de Mann, la valkiria invocó a su padre el poderoso dios Odín, para solicitar ayuda que detuviera el deseo desenfrenado de aquellos bravos guerreros del mar del norte, Todos estaban embrujados por su musculatura de ébano, los ojos negros, el pelo azabache trenzado, y por los dos redondos apéndices que le colgaban del pecho. El día del equinoccio de verano, la atractiva diosa desapareció .Al amanecer, vieron en la isla nórdica una hermosa palmera tropical, con exuberantes frutos carnosos que se movían con la cadencia del viento gélido.

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