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Los libros para entender la guerra

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Por: Jaír Villano 

@VillanoJair

La pobreza argumentativa con que deviene el debate en Colombia ha atestado el discurso de equívocos y lugares comunes que en nada contribuyen la controversia pública de un país que se supone saldrá de más de 50 años de guerra.

Las artimañas semánticas con que los líderes de las partes tejen sus mentiras han afectado la complejidad de un conflicto que, lamentablemente, se presentó como  un problema de buenos y malos.

Uno de las posibles causas de la apatía pública frente a la Paz se puede encontrar aquí. Como no hay contexto no hay matices, es decir no están presentes los elementos que permitan entender la pertinencia de la cesación pacífica del conflicto armado con las Farc.

El advenimiento de las tecnologías de la información ha sido fundamental en la democratización de la información. Habría que pensar que haces unas décadas atrás no se contaba con la posibilidad de consultar la prensa regional, internacional y militante con tanta facilidad. No obstante, los tiempos han traído nuevas dinámicas y, por eso, algunos teóricos hablan  de exceso de información e incluso de reciclar la misma.

Y es que de la buena y  la mala documentación en la web hay pocos clics de distancia. La ingenuidad de algunos usuarios es  políticamente aprovechada por sectores que justifican sus medios para sus fines. Orwell, vidente literario, lo decía hace un buen tiempo: el discurso político está diseñado para que la mentira parezca verdad y el asesinato respetable.

Una de las posibles explicaciones de la falta de participación política por parte de la ciudadanía podría obedecer a la ausencia informativa, pese a que los mismos ciudadanos están inundados de información.  El conflicto armado no se ha explicado en amplia perspectiva. O no, para ser precisos,  desde los medios tradicionales. De ahí, entonces, la importancia de recurrir a los libros. Los libros y su inagotable erudición. Los libros para entender la guerra.

Dos  novelas

Una de las últimas joyas de la literatura colombiana es una novela corta pero profunda, que sabe condensar el desasosiego y el escozor de los que han vivido en medio del cruce de disparos. Los Ejércitos, de Evelio Rosero, es un libro que, como ningún otro, hace estremecer al lector con cada suceso que narra. La violencia en su expresión más cruda arrecia un pueblo. Los habitantes de este son víctimas de una sucesiva violencia que no discrimina entre un bando y otro. Simplemente, son ejércitos.

La maestría con que Rosero teje la historia hace de esta novela un libro de una invaluable riqueza. Es de esos relatos que se deben leer por antonomasia. Se debe leer para entender lo indolentes que hemos sido ante las poblaciones inundadas por la sevicia del conflicto. Se debe leer para entender la importancia de la cesación de los fusiles.

Y así, en una línea histórica, una novela de suma pertinencia es Trashumantes de la guerra, de Jorge Eliécer Pardo. A través de los pasos de una familia se da cuenta de los orígenes del conflicto desde esos lugares históricos en el desarrollo del mismo.

La manera en que el discurso oficial se ensombrece con la realidad de cientos de familias que deben huir por la animadversión partidista, humaniza  eso que los colombianos escuchamos desde el colegio, pero que quizá no entendemos:   la guerra que antecedió el conflicto armado: la violencia bipartidista. El bogotazo, la dictadura de Rojas Pinilla, etc. Acontecimientos que han amoldado la historia nacional a los intereses de la clase política tradicional.

Un relato contestatario a la historia oficial sin caer en el panegírico ideológico que narraciones más conocidas pecan.

Tres crónicas

Para nadie es un secreto que el sociólogo que más conoce las zonas abandonadas por el Estado es Alfredo Molano. Sus trabajos periodísticos o sociológicos son de suma pertinencia para escuchar las voces marginadas y las directamente golpeadas por la guerra.

Aunque varios de sus libros son de necesaria lectura para hacerse un horizonte más amplio de la génesis de la confrontación armada –tal vez todos deberíamos leer Trochas y fusiles,  Los bombardeos del Pato, A lomo de luma– , un libro que sabe darle lugar al relato del victimado es Los años del tropel.

Siete historias, en una línea que va desde 1946 y 1966, hacen que el lector entienda los grises y ocultos de la guerra entre liberales y conservadores, las siniestras alianzas de Rojas Pinilla con León María Lozano (alias el Cóndor), los bombardeos en El Pato, y la proliferación  de nuevas fuerzas armadas.

Relatos, pues, de imperativa inmersión para la comprensión de la problemática que marcó la historia nacional.

Otro documento fundamental es el olvidado libro del francés Jacques Aprile: La crónica de Villarica. En dicho libro se le da rostro a rastros olvidados e ignorados por el oficialismo. Aquí podemos entender la desconfianza que tuvieron los guerreros de los grupos guerrilleros tras la amnistía de Rojas Pinilla.

Promesas incumplidas y ataques a una población que depositó su confianza en el gobierno, pero que fue traicionado por el mismo. Lo cual, de alguna manera, suscitó el radicalismo de la militancia que sobrevivió a la confrontación.

Es conocido que en esta amnistía confío el histórico líder de los llanos orientales, Guadalupe Salcedo, asesinado por sectores de la derecha recalcitrante. Lo prometido por el gobierno resultaron siendo entelequias que, como se dijo, acentuó la desconfianza y el radicalismo de grupos que prefirieron combatir al Estado.

Y no menos importante es el libro de la periodista Olga Behar, Las guerras de la paz.  Una recopilación de entrevistas con líderes guerrilleros históricos como el extinguido Jacobo Arenas. Un libro (publicado en 1985) que se propone buscar las razones de la guerra en Colombia a través del relato de sus protagonistas.

Una necesaria recopilación de testimonios que, en estos tiempos , vale la pena volver a repasar.

Dos libros de academia

Edgar Morin dice que en ocasiones es importante escuchar una voz alejada del folclore nacional. En Colombia han sido numerosos los autores que se han tomado el tiempo de tratar de elaborar una historia objetiva del conflicto. Pero dado que todos hacemos parte de este país, de alguna manera el sesgo consciente o inconscientemente nos puede traicionar, por eso es importante considerar la perspectiva de personas ajenas a esta guerra, en este caso la de Daniel Pecaut.

Su libro Las Farc: una guerrilla sin fin o sin fines, es una mirada foránea y académica del grupo armado que hoy negocia la paz. Pecaut hace un análisis sobre  los intereses políticos de la insurgencia y de su estrategia militar. Cuenta las vicisitudes de este grupo armado. Su involucración en el narcotráfico y su antipatía en sectores sociales dada su falta de coherencia entre sus ideales y acciones.

Cualquier sospechoso diría que es cuando menos irónico que en un mismo artículo se mencionen textos de autores de métodos disímiles. Es conocido que Pecaut rechazó la tesis de Molano por cuanto consideraba que sus relatos  no tenían sustento académico.  Se trata entonces de poner en un mismo escenario puntos de vista disímiles para que le lector se haga el suyo propio, o decida a quien adherir.

El último libro –y conste que por espacio dejamos otros como el informe Basta Ya y Guerras recicladas-, es El orangután con sacoleva: cien años de democracia y represión en Colombia (1910-2010), del profesor y columnista Francisco Gutiérrez Sanín.

Este completo y conveniente trabajo nos permite entender en amplísimo horizonte las razones por la que la democracia colombiana es fallida a medias o, como el autor diría, semidemocrática. Naturalmente, para explicar eso se tiene que remontar a los fenómenos de violencia que antecedieron a los recientes, de modo tal que Sanín evoca los conflictos bipartidistas que antecedieron la violencia de los 50, a saber, la pequeña violencia.

También hace alusión al involucramiento de actores sociales, como la iglesia en el ensañamiento de los odios a la contraparte y, de la misma manera, cómo el Estado  ha contribuido en la prolongación del conflicto armado.

Una lectura que nos permite entender las causas de la incapacidad estatal, del involucramiento de algunas élites en los fenómenos de violencia recientes; en suma, que sustenta muy bien sus tesis: un país de democracia exterminadora.

Reiteramos que son muchos los documentos que hicieron falta, pero creemos que baste leer estos para tener una visión menos somera y más fortalecida sobre al acontecer actual.

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