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Liberada de… y por mi maestro

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‘Si yo no me voy, dijo Jesús a sus discípulos, no vendrá a vosotros el Espíritu Santo’.

Carmen Socorro Ariza-Olarte

Era Jueves Santo y muchas cosas habían pasado los días anteriores, y muchas sucederían ese mismo Jueves,  y muchas más seguirían ocurriendo los días posteriores. Como un presagio, o quizás como la misma crónica de una muerte pre-anunciada por los diarios, vagabas por casa como alma en pena, y, en pena, empezaste a sacudir el estante de tus libros sagrados. Le cambiaste la posición a todo… Y, El Rincón del Maestro, paso de la izquierda a la derecha; allí, adonde puedes mirarlo cara a cara cuando te sientas a ejercer tu oficio de escritora. En la esquina frontal, enmarcándolo todo, pusiste de pie su biografía con sus ojos casi desorbitados, de infante curioso, mirándolo todo… y… lo rodeaste con esa foto tuya en la que tus ojos desorientados se encuentran con los suyos, más las de tu hombre-amigo-amante-esposo en las diferentes edades de su vida… y… con el resto de sus libros armaste de nuevo esa especie de altar que has ido edificando con cada una de sus obras… y… han formado parte y arte de tu camino de escritora-lectora-escritora. En los demás estantes organizaste como siempre tus colecciones mínimas, con tus propios clásicos: Ulises de Joyce, Don Quijote de Cervantes, Ramayana de autor desconocido, En busca del tiempo perdido de Proust, Obra Completa de Sor Juana Inés de la Cruz, The Complete Works of ShakespeareLa Metamorfosis de Kafka… y…  La de tus escritores latinoamericanos: El Laberinto de la Soledad y la Llama Doble, de Paz, Rayuela y El Perseguidor, de Cortazar, La Última Escala del Tramp Steamer de Álvaro Mutis, Ensayo de la Ceguera, de Saramago, El libro de Arena, de Borges, La Región más Transparente, de Fuentes, Honderd Liefdessonnetten van Neruda, En busca de Klingsor  y El Jardín Devastado, de Volpi; Parménides y Las Noches de Flores, de Áira y… la de tus Premios Nobel: Los Excluidos  y The Pianist, de Jelinek, The Sirian Experiments  and The Black Madonna, of Lessing, The Homecoming, of Pinter; La Familia de Pascual Duarte, de Cela y… tu gran colección de novelas y ensayos de J.M. Coetzee y… también de Grass … Y… me matarías si no mencionara tu otra minicolección con Milán Kundera, Kónrad, Malraux, Wilde, Brown, McCarthy, Roth… o… la de poesía: Withman, Blake, García Lorca, Rilke… más los libros esotéricos y la Biblia y El I-Ching y… en fin… las biografías… y…  tus mujeres escritoras: la Wolf, la Yourcenar, la Duras, la  Mitchell. Todo eso, sin contar, claro, con nuestra biblioteca común, llena de autores holandeses, franceses, alemanes, rusos y…

Al día siguiente, empezaste a rebuscar en tus archivos, ¿Qué buscas?, te pregunté. Buscó algo que empecé a escribir hace unos años sobre El Amor en la Obra de… mi Maestro, me dijiste… Recuerdas, fue a raíz de la charla que dio aquí en Utrecht su traductora al holandés, luego de la publicación de la autobiografía; una charla que llevaba precisamente este nombre, El Amor en la Obra de…. y que tanto a ti como a mí nos pareció de lo más sosa –la charla-. Sí, lo recordé, cómo olvidarlo, si antes de dicho chasco habíamos discutido sobre el por qué los holandeses no entendían nada de tu cultura ni menos de la obra de tu maestro. Y, zas, ahí estaba la traductora holandesa para poner el dedo en la llaga; y vaya si me sangró, y tuve que aceptar que tenías razón, Qué pobreza de presentación para alguien que dice haber traducido casi todas las obras de tu maestro al holandés; No te preocupes, me dijiste, debió ser por casos como estos que mi maestro escribió un artículo respetuoso del oficio de traductor llamado, El Traductor como Traidor; no puede ser buena una traducción que se hace en solo tres días, así sea con un equipo de primera. Entonces, en busca del proyecto de ensayo encontraste una gran cantidad de bibliografía;  toda en conexión con tu maestro. Pusiste todo en el archivador  que tienes sobre tu escritorio y, me dijiste, Es que siento que ha llegado eso que él llamó La Mala Hora, y quiero estar preparada, Quiero terminar por fin el ensayo que nunca escribí. Y bueno, como encontraste todo menos la libreta de apuntes adonde habías empezado el ensayo, llegó el Jueves Santo y no diste pie con bola… Entonces seguiste con tus Encuentros Íntimos con su Guitarra de la A a la Z. Hoy le toca a la B de Brasil, Bossa Nova y Charlie Byrd, me dijiste, y sabes: rebujariando he encontrado este artículo cumbre de mi maestro titulado, Esta bien, Hablemos de Literatura, oye bien esta frasesita,  Hace unos meses le dije a Jomi García Ascot que lo único mejor que la música es hablar de música, y anoche estuve a punto de decirle lo mismo sobre literatura. Pero luego lo pensé con más cuidado. En realidad lo único mejor que hablar de literatura es hacerla bien.

Y sí, tengo que admitirlo, te vino bien reencontrarte con esta recopilación de artículos publicados en su momento en El Espectador,  para ser capaz de comprender y aceptar su último adiós. La noticia te llegaría, como todo lo que sucedió durante el día, de una manera bastante extraordinaria, y es que te fuiste a la cama sin bajarle el volumen a tu IPhone, cosa que haces religiosamente cada noche. Según me cuentas estabas casi dormida cuando a lo lejos escuchaste el timbre, te levantaste de inmediato porque pensaste en Colombia, y te preocupaste y… zas, al abrir el email te encontraste con el boletín especial de El Espectador con la noticia sobre su deceso. Entonces fuiste a sentarte en el balcón y la luna te dejó espantada por lo hermosa: era una noche de luna llena rodeada de una lluvia de estrellas. Así que no te aguantaste y, luego de tomar una foto, viniste a despertarme… Juntos nos hemos sentado a contemplar la luna y me has dicho, Sabes, hoy, o mejor dicho ayer, Jueves Santo, inspirada por Saint Matthew Passion, que sonaba en la radio, me dio  por leer la Biblia a manera de meditación y San Juan me kung-fundió, pues en el aparte donde habla sobre la Traición de Judas, dice esto: Respondió Jesús, a quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. Y después del bocado Satanás entró en él (SanJuán, 13, 26-27). Tuve que pensar en un cuento de Borges llamado Las Tres Versiones de Judas y en el Código DaVinci de Brown y… en medio de mis pensamientos sobre el por qué Jesús, a sabiendas, le había dado de comer algo tan contaminado a Judas… zas, leí en el libro de meditaciones diarias del Dalai Lama la correspondiente al 17 de abril y… mira tú con lo que me he encontrado, Cuando mires a quien te ha hecho daño, sé tolerante, y piensa que es gracias a seres como él que tú puedes llegar a alcanzar la iluminación o la naturaleza de Buda. Porque claro, si no hubiese habido un Judas, Jesús no hubiese podido realizar su obra; y tal vez, digo yo escuchando las diatribas contra mi Maestro, sea mejor ser condenado por tener amigos que por los enemigos. Así, con está luz me dio por comerme un yogurth y, zas, estaba recostada en la ventana dejando que el incipiente sol me diera en la espalda cuando sentí como si alguien me hubiese pegado en la mano y, zas, el vasito con el yogurt voló por los aires, Mierda, Ye de Yavé, fue lo que primero se me vino a la cabeza, y, en todo caso, la cosa me quedó sonando. Porque así fue precisamente como un día comprendí que la labor que mi maestro había realizado conmigo estaba hecha, y que había llegado el momento de dejar de seguirlo y perseguirlo para emprender mi propio camino como escritora, libre e independiente, Si yo no me voy, le dijo un día Jesús a sus discípulos, cómo vais a estar vosotros en condiciones de recibir al Espíritu Santo. Y es que guiada por él, luego de regresar de Barcelona, adonde siguiéndolo y persiguiéndolo fui a ponerle en consideración mis manuscritos a la agencia de Carmen Balcells y, cabizbaja y meditativa, mientras esperaba una respuesta, me topé con la recopilación de artículos periodísticos en la que venía incluido este texto. Al leerlo supe que si no me liberaba iba a terminar como el muchacho ese de veintitrés años del que habla el maestro aludiendo a una frase de Vargas Llosa… Mira, aquí está escrito textualmente, Alguna vez le oí decir a Mario Vargas Llosa una frase que me desconcertó de entrada: ‘En el momento de sentarse a escribir, todo escritor decide si va a ser un buen escritor o un mal escritor’. Sin embargo, varios años después llegó a mi casa de México un muchacho de veintitrés años, que había publicado su primera novela seis meses antes y que aquella noche se sentía triunfante porque acababa de entregar a su editor su segunda novela. Le expresé mi perplejidad por la prisa que llevaba en su premura carrera, y él me contestó, con un cinismo que todavía quiero recordar como involuntario: ‘Es que tú tienes que pensar mucho antes de escribir porque todo el mundo está pendiente de lo que escribes. En cambio, yo puedo escribir muy rápido, porque muy poca gente me lee’. Entonces entendí, como una revelación deslumbrante, la frase de Vargas Llosa: aquel muchacho había decidido ser un mal escritor, como, en efecto, lo fue hasta que consiguió un buen empleo en una empresa de automóviles usados, y no volvió a perder el tiempo escribiendo. En cambio –pienso ahora- , tal vez su destino sería otro si antes de aprender a escribir hubiera aprendido a hablar de literatura.

Luego agregaste, Es así como he comprendido también que, La distancia más corta entre el Hombre y la Verdad es un cuento; y ¿quién mejor que mi Maestro, el mejor contador de cuentos, para enseñármelo? No es acaso su única obra de teatro, Diatriba de Amor contra un Hombre Sentado, la mejor respuesta a todos los deicidios, me ha preguntado a mí, como si yo entendiera de qué carajos me está hablando… Por el amor de Dios –murmuró Clotilde Armenta-. Déjenlo para después, aunque sea por respeto al […]. Fue un soplo del Espíritu Santo, repetía ella a menudo… Me agarró toda la panocha –me dijo Divina Flor- era lo que hacía siempre cuando me encontraba sola por los rincones de la casa, pero aquel día no sentí el susto de siempre sino unas ganas horribles de llorar […] Porque, Nada se parece tanto al infierno como un matrimonio feliz…. se diría Graciela, a sabiendas de que el hombre de letras que ella había escogido era un buen hombre, amante de las mujeres.

Escrito en Utrecht, a los 18 días de abril, Viernes Santo, un día después del fallecimiento de mi maestro el inmortal don Gabriel García Márquez. 

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