Natalia Litvinova (*)
cuando no sé decir, dibujo.
si el árbol no se mueve en la hoja
pronuncio su temblor.
a veces tengo que temblar
para tener un árbol, una hoja
y decir como el viento.
el rumor del bosque,
el cielo tardíamente azul,
los pájaros cayendo del nido,
el lino rozando el río, las nubes
empujadas por la lluvia, figuras disolviéndose
como acuarelas en el agua. Saco la cara por la ventanilla,
y no es el viento quien golpea mi mejilla.
CANCIÓN IMPROPIA
a C.V…
Apagué el aguacero.
Reviví al hermano.
Tapé París con la mano,
-es tan pequeña-
Jugué a las escondidas
con la vida. De luz
teñí las sombras.
Dejé a los niños
sin guerra.
Descuidé a España.
Y no murió Vallejo.
GÓMEL
mi abuelo lo único que hacía era afeitarse y temblar
frente al televisor.
mi padre todas las mañanas se perdía en el campo,
transformado en un punto tridimensional de la nieve.
regresaba con una sonrisa mística en su rostro y nadie
sabía por qué.
en verano también esa misma sonrisa y frutillas
en sus manos, en primavera frambuesas.
la sonrisa de mi padre traía frutos maravillosos.
mi abuelo temblaba cada día más, su cabeza recaía
como mandolina y se erguía como un piano.
un día mi padre regresó con manzanas
mi abuelo dio con la clave del silencio.
TIEMPO
Tengo un niño sobre la espalda
señala con su dedo mi vientre
La música de ayer suena en la casa de hoy
amanece cuando nos llega el cuerpo
Tengo un niño sobre la espalda
señala y se vuelve viejo
Es mi hijo y yo su hija
entre nosotros la canción del tiempo
NO ES UN POEMA II
Como me dice mi madre así me llamo.
Nací el 10 de septiembre. Pero no es un recuerdo.
Mi primer recuerdo es una mariposa
que entró por el balcón y cayó dentro del florero.
Nací en una ciudad que se llama Gomel.
Luego en una ciudad que se llama Buenos Aires.
Quise quedarme en África cuando el avión hizo escala
porque ahí nació el nacimiento de Pushkin.
Mi madre me retaba.
Luego mi padre jugaba conmigo.
Luego mi madre retaba a mi padre.
No era un juego.
De las navidades me gustaban las guirnaldas de vidrio
porque se rompían
y era evitable.
Mi hermano ataba una punta del hilo a mi diente flojo
y otra al picaporte.
Había que esperar,
siempre entraba alguien.
Mi madre me dijo que cuando nací llovía
y que mi padre no quiso tenerme.
Por eso luego el me amó tanto.
Me miro y veo
que los ojos se descomponen.
A la que veo en mí habla poco
y dice mucho.
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(*) Colaboradora.